N/A: Hola querida gente de fanfiction, otra vez aquí su servidora con una nueva historia larga, y sip, esta historia originalmente es un one shot pero verán, tras haberlo escrito no me lo pude sacar de la mente.

Ese fanfic de apenas 9 paginas me taladró tanto la cabeza hasta que me orilló a dedicarle su propio fic largo, no sé si llamarlo spin-off o full versión, el punto es que es la versión extendida de Lovers Who Uncover el que si algunos ya leyeron saben de qué va y quien no lo ha leído, no se preocupen no es necesario para entenderle a esto, como ya dije esta es la versión completa. Para no marearlos más solo me resta decirles que disfruten esta historia y si están deprimidos… prepárense para hundirse aún más en su tristeza.

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LOVERS WHO UNCOVER

Dolor

"Hoy me lastimé de nuevo

Solo para saber si aún puedo sentir

Me concentro en el dolor

La única cosa que es real"

Johnny Cash - Hurt

Era el día número 100 en la supuesta nueva vida de Lovino Vargas y el muchacho castaño de ojos obscuros solo podía decir que en su nueva vida todo era una pintura llena de claroscuros. Era una imagen monocromática y Lovino Vargas odiaba la falta de color.

Al salir de la clínica de rehabilitación con una discreta maleta colgada al hombro no pudo evitar fruncir el ceño al notar los tonos obscuros del aburrido paisaje que le rodeaba… gris, blanco, negro; los tonos de la sobriedad y los tintes de su realidad. De nuevo, los odiaba todos.

Lovino sacó una cajetilla de cigarrillos del bolsillo de su pantalón y caminó de mala gana hasta la parada del autobús tras haber estado treinta minutos en la puerta de la maldita clínica esperando a que alguien pasara por él, pero al darse cuenta de que nadie iría optó por regresar solo a casa; le daba larguísimas caladas al cigarrillo desesperado por consumirlo por completo, se concentraba en las formas que el humo creaba al salir de la puntita incandescente y tiraba la ceniza viendo como esta se la llevaba el viento sin esfuerzo alguno.

El autobús por fin llegó al paradero y el muchacho tiró el filtro del cigarro sin molestarse en pisarlo para apagarlo, subió y la gente apenas reparaba en él sin embargo el moreno notaba a todos y la patética existencia que cada pasajero representaba, con sus caras aburridas, sus ojos vacíos fijos en las ventanillas, las charlas sin sentido que pretendían llenar los huecos de los insoportables silencios.

Lo odiaba… odiaba las escalas de grises que eran la personificación del conjunto de esas vidas sin sentido, odiaba el zumbido de los cuchicheos… odiaba estar ahí y en cualquier otro lado.

Tomó asiento hasta el fondo del autobús y se dedicó a imitar al resto de la gente, mirando por la ventana como si realmente lo que había en el exterior le importara. Así pasaron cerca de 45 minutos hasta que el autobús tomó una ruta por una bonita calle en la que se alcanzaban a ver vecindarios flanqueados por casas de paredes blancas y tejas rojas, jardines podados con niños que jugaban en las aceras y otros más paseaban en sus bicicletas mientras que las amas de casa se contaban el nuevo cisme de la cuadra.

Lovino tocó el timbre del autobús indicando su parada y apenas puso un pie en la calle se sintió asqueado; fue un milagro no haber dado arcadas de asco en el instante en que empezó a caminar por aquellas calles en las que siempre se sintió como un inadaptado.

De nuevo todo era blanco y negro, de nuevo todo se le antojaba insípido y un tanto repugnante. No pudo evitar acentuar la arruga en su entrecejo cuando llegó frente a la puerta de una casa en específico, tocó el timbre y esperó al tiempo que escuchaba una voz cantarina que decía que abriría enseguida. Al momento en que la puerta se abrió Lovino vio casi en cámara lenta como el gesto risueño de su hermano menor Feliciano se desvanecía, las comisuras de sus labios siempre sonrientes perdían fuerza hasta convertirse en una expresión de extrañeza y un poco de tristeza.

-Hermano- dijo en un hilo de voz Feliciano -¿Qué haces aquí?- preguntó con el mismo volumen en su tono.

-Yo también me alegro de verte, estoy bien gracias por no preguntar ¿y será que puedo pasar a mi propia casa?- dijo el mayor de mala gana queriendo entrar pero Feliciano no se movía.

-No nos avisaron que hoy te daban de alta- dijo de nuevo el menor sin borrar esa cara de extrañeza.

-Pues tal vez es porque nadie atendió el teléfono una semana entera o no quisieron hacerlo… quien sabe- contestó el otro castaño empujando a su mellizo para que lo dejara entrar, Feliciano cerró la puerta tras de sí y dio unos pasos rápidos hasta Lovino que iba camino a las escaleras hasta tomarlo del brazo.

-Te extrañé mucho- le dijo con la voz cortada sin soltarlo haciendo que el mayor se volteara

-Si claro, por eso me visitaste todos los días- contestó sarcásticamente Lovino soltándose de manera brusca.

-¡Ellos no me dejaron! Ni papá o mamá… no me dejaron ir a verte-

-Cierto, se me olvidaba que eres el hijo obediente ¿No te cansas de siempre cumplir con lo que los demás esperan de ti?- le preguntó viendo al menor bajar la mirada avergonzado.

-Me dijeron que era por tu bien- susurró Feliciano sin atreverse a encarar a Lovino quien soltó una risa seca y sin humor.

-¿Y ellos? ¿Dónde estás? Obviamente no organizando una fiesta sorpresa de bienvenida- preguntó Lovino echando una mirada por la casa tan falta de color empezando a subir por las escaleras.

-Salieron a un evento- contestó Feliciano viendo a su hermano subir las escaleras sin prestarle mucha atención.

-Lovino, de verdad te extrañé… hablo en serio- volvió a decirle el menor a lo cual el otro se detuvo antes de subir el último peldaño de la escalera, apenas le dedicó una mirada de soslayo a Feliciano, un gesto que daba a entender que intentaba creerle.

Finalmente Lovino volvió a dar media vuelta y fue hasta su habitación que supuso estaría igual que el día en que fue obligado a internarse, sin embargo apenas abrió la puerta vio con disgusto que su cuarto parecía el de alguien más. La cama tenía sabanas y cobertores nuevos, los muebles no tenían ni una sola mota de polvo, había libros en lugar de sus viejas revistas, habían quitado los afiches de la pared y en su lugar colgaron una serie de cuadros con fotografías mediocres de paisajes que compras en cualquier tienda comercial, incluso habían cambiado la pintura y ahora su cuarto era de un bonito color azul cielo… era como si hubieran intentado borrar todo rastro de su presencia.

El moreno soltó un gruñido seguido de una maldición, azotó la puerta al cerrarla y arrojó su mochila en una esquina, fue hasta su cama arrodillándose frente a ella buscando algo en la base de madera bajo el colchón, recorrió con sus manos cada parte de la base buscando algo; soltó una palabrota cuando no logró encontrar nada así que rápidamente fue hasta su armario lo abrió notando la ropa nueva colgada y sin ponerle la mínima atención buscó entre algunos cajones empezando a desesperarse, intentó aflojar una de las tablas del mueble pero al parecer había sido reparado así que le dio un puñetazo y fue hasta su baño buscando entre los azulejos flojos y detrás del tanque del retrete.

-¡Carajo!- gritó finalmente así que volvió hasta su cama y se dejó caer en ella moviendo su pie derecho de manera nerviosa pasando así casi diez minutos hasta que volvió a levantarse para tomar su mochila y sacar sus pocas cosas descuidadamente sin importarle a donde fueran a parar hasta que dio con un estuche lleno de tiras con diferentes tipos de píldoras.

-Tendré que conformarme con esto- se dijo entre dientes tomando las pastillas de anfetaminas metiéndose tres a la boca y tragándolas con esfuerzo echándose de nuevo sobre la cama esperando a que hicieran efecto.

Poco a poco… con una tortuosa lentitud, todo volvía a tomar color, el blanco, el negro y el gris escurrían cual pintura dejando paso a los colores al tiempo que el ritmo cardiaco de Lovino se aceleraba y algunas risas involuntarias salían de su garganta.

Un caleidoscopio, en eso se convertía su habitación a medida que su cuerpo bullía de energía y necesitaba moverse para desahogar toda esa euforia que de pronto le embargaba junto con aquella ola de tonos rojo, amarillo, azul intenso que veía al cerrar los ojos y se hacían más brillantes todavía al abrirlos.

Rápidamente sacó de su mochila sus audífonos y empezó a reproducir una canción al azar. Los sonidos electrónicos hacían palpitar sus oídos y su cabeza, sus manos y pies se movían guiados por la energía y tenía que saltar, saltar, saltar hasta agotarse mientras que todo se iluminaba, todo volvía a ser perfecto, incluso reía ¡Por Dios, reía! Porque todo perdía sentido, todo se volvía una tontería junto con el dolor, el rencor y esa serie de malestares que lo acosaban siempre, se minimizaban hasta volverse una poluta de polvo en el aire que se desvanecía con soplarla dando cabida a la completa perfección, a un Edén mental.

El tiempo no pasaba, los relojes se detenían y él se sentía eterno, inmortal, por siempre joven… las horas se pausaban y nadie corría. Pausa.

-Hermano abre- Feliciano llamaba a su puerta desde hacía varios minutos pero Lovino no lo escuchaba así que no hizo caso de todas las veces que el chico golpeó a su puerta una y otra vez hasta que se vio obligado a usar la llave.

En medio de su trance Lovino vio a su hermanito entrar a su cuarto y se le fue encima en un abrazo recargando todo su peso en el menor.

-¡Feli!- dijo entre risas bobas aferrándose al otro castaño que dio un par de traspiés a punto de preguntarle a su hermano que diablos le sucedía pero no fue necesario pues inmediatamente vio el reguero de pastillas en la cama y sintió como un nudo se le atoraba en la garganta y el peso de del cuerpo de Lovino se multiplicaba por mil.

-Hermano… otra vez lo estás haciendo- dijo el muchacho ahora fijándose en la mirada impaciente del mayor que tenía el cabello pegado a la cara gracias a lo mucho que estaba sudando.

-¡Acabas de salir hoy! ¿Por qué lo haces de nuevo?- pregunto Feliciano zafándose del agarre tomando por los hombros a Lovino quien soltó una risa estúpida.

-Nunca dejé de hacerlo- confesó el mayor meneando su cuerpo de un lado a otro tratando de gastar la energía que seguía desbordando su cuerpo sintiendo el latir desbocado de su corazón en la vena de su cuello, mirando divertido al horrorizado Feliciano.

-Es estúpido pensar que dejaré de consumir si me encierran con un puñado de malditos drogadictos, esos tipos consiguen lo que sea hasta de debajo de las piedras, son unos enfermos- dijo echándose el cabello hacía atrás respirando agitadamente.

-Tú estás enfermo- dictaminó Feliciano y apenas terminó de hablar recibió a cambio un fuerte empujón que lo hizo chocar dolorosamente contra la pared y mirar con miedo a Lovino.

-¡No me compares con esos jodidos yonkis!- gritó Lovino asustando a su hermano por lo mucho que alzó la voz mientras iba y venía con pasos rápidos de un lado al otro de la habitación acelerando más su respiración llevándose las manos una y otra vez al cabello peinándolo hacía atrás como una especie de tic nervioso.

-No entiendes, no entiendes, no entiendes Feliciano ¡Nadie entiende!- gritó como un desahogo a la euforia que sentía mientras se acuclillaba en el piso y se mecía de adelante hacia atrás todavía pasándose las manos por el cabello alzando la cara para ver a Feliciano que estaba cada vez más asustado.

-¡Entonces explícame, no tienes que drogarte!- le espetó Feliciano viendo como esto parecía hacer enojar todavía más a Lovino quien se levantó rápidamente y fue hasta donde estaba su mellizo jalándolo con tanta fuerza que lo hizo caer al piso y se puso sobre él; Feliciano se cubrió la cara con los brazos pensando que su hermano lo golpearía como en ocasiones anteriores, en cambio su hermano le tomó los brazos para que le dejara ver su cara empezando así a forcejar.

-¡¿Cómo te explico que estoy muerto?! ¡Qué toda la mierda que tengo adentro me mató hace ya mucho tiempo!- gritó usando toda la potencia de su voz, acercándose más al rostro de Feliciano apretándole las muñecas hasta lastimarlo viendo como el menor empezaba a llorar tras escuchar esto y las lágrimas le escurrían por los ojos y las mejillas. Lovino se le quitó bruscamente de encima y aun arrodillado tomó las pastillas que estaban en su cama y se las arrojó a Feliciano golpeándole la cara con el medicamento.

-¡Ese es mi sustito de vida. Intenta entender a este cadáver!- le gritó finalmente echando su espalda sobre la cama recargándose en ella quedándose sentado en el piso mientras escuchaba a Feliciano llorar.

Su mellizo se llevaba las manos a la cara al tiempo que seguía llorando lamentándose entre gimoteos como si de verdad estuviera llorándole al cuerpo muerto de su hermano. Por otro lado Lovino doblaba sus piernas y apoyaba sus codos en sus rodillas escondiendo su cabeza entre ellas frunciendo el entrecejo y entrecerrando los ojos viendo como poco a poco los colores que segundos antes le habían estado rodeando eran de nuevo absorbidos por las tonalidades obscuras de siempre.

Por cada lamento y sollozo que Feliciano soltaba, una mancha gris se posaba en el colorido tapiz que el castaño había estado admirando; era como si las lágrimas que Feliciano dejaba caer por sus ojos fueran tinta negra escurriéndole por las mejillas, gotas enormes que difuminaban el arcoíris brillante.

El momento se desvanecía, todo se iba destiñendo… que placebo tan efímero…

-Sal de aquí- murmuró entonces Lovino retomando su personalidad huraña pero al parecer el menor no lo escuchó y solo siguió llorando desconsoladamente.

-¡Te dije que te largues!- exclamó Lovino levantándose y jalando a su hermano por el brazo obligándolo a medio levantarse, arrastrándolo ignorando los quejidos y las réplicas hasta echarlo de su habitación y cerrarle la puerta en las narices.

-Hermano abre, déjame ayudarte- gritaba Feliciano desde el otro lado de la puerta golpeándola con los puños pero su consanguíneo solo alcanzó a ponerse las manos en los oídos y recostarse boca abajo en su cama, tanteó entre sus cobertores buscando de nuevo sus audífonos y cerró los ojos al escuchar de nuevo la música sintiendo esta vez un cansancio extremo como si le hubieran recubierto el cuerpo con varias capas de cemento.

Cuando volvió a abrir los ojos la batería de su reproductor de música se había agotado y tenía la marca de las cobijas tatuada en la cara además del cabello desordenado. Con los ojos adormilados volteó a ver su reloj de pulsera dándose cuenta que eran ya las siete de la tarde.

-Mierda- dijo cuando cayó en la cuenta de que había pasado gran parte del día dormido. Se pasó las manos por los ojos quitándose lo adormilado e intentó arreglarse el cabello, luego se levantó de la cama para ir hasta el baño mirándose al espejo esperando no tener mal aspecto, gruñó al notar sus ojos ligeramente rojos.

Se lavó la cara tratando de verse un poco más presentable y al parecer funcionó. Era hora de tener que encarar a sus padres, pretender que era una persona nueva, limpia, con expectativas en el mundo que creía en un futuro brillante en donde la vida tiene todo para darle, que se sentía parte de algo y no como el desperdicio de un ser humano, que tal vez podía ser lo más cercano a algo normal, que era feliz, la persona que ellos siempre quisieron que fuera…

Bajó las escaleras alcanzando a escuchar los murmullos de sus padres, el ajetreo en la cocina y el olor a pasta empezaba a llenar la casa; el estómago se le revolvió y sintió el impulso de regresar por las escaleras, encerrarse en su cuarto y no salir hasta pasada la media noche como usualmente hacía pero se detuvo antes de poder hacerlo, era necesario darles esa falsa esperanza a sus padres pues de otra manera no podría sacarles dinero y bueno… el dinero mueve al mundo, incluso el podrido mundo de Lovino.

Llegó con pasos lentos hasta la cocina en donde al verlo todos se detuvieron, incluso Feliciano que solo alcanzó bajar la mirada al sentir los ojos de Lovino que parecía estarlo amenazando en silencio para que no abriera la bocota y contar lo que había pasado en la mañana cuando recién llegó a casa.

-Hola- dijo rompiendo el silencio viendo a su afable madre sonriendo de manera forzada, su padre dejaba la copa de vino a un lado y lo saludaba con un gesto de la cabeza intentando parecer paternal.

Las náuseas se intensificaron cuando el muchacho notó aquel pésimo acto que representaban sus padres, mamá intentó poner sus manos en los hombros de Lovino pero se detuvo, luego posó su mano en la cabeza del muchacho quitándola inmediatamente aunque despues tomando un poco más de valor le acarició el cabello mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.

-Bienvenido- le dijo ahora pasando sus manos por las mejillas de su querido hijo.

Papá se levantó de la silla y lo miró con un intento de orgullo en sus gestos toscos, le extendió la mano a Lovino y este sintió como si estuviera en una junta de negocios cerrando un trato, le estrechó la mano de todos modos y luego ese obligado abrazo junto con las palmadas en la espalda.

-Estamos felices de que estés de vuelta- dijo el mayor y el chico se tragó las arcadas.

Sí papá y mamá, el deshecho social que alguna vez quisieron correr de casa ahora es bien recibido por ustedes, gracias por pretender que soy querido y apoyado ¿Cuánto tiempo estuvieron ensayándolo con el terapeuta?

Esto pensaba el chico mientras intentaba dibujar una especie de sonrisa en su rostro sin mucho éxito.

-Feli, tú también estás contento de verlo ¿Verdad?- dijo su madre ahora yendo hasta el menor que sentado frente a la mesa seguía cabizbajo.

-Siempre nos insistía para que pudiera ir a visitarte- agregó la señora frotando la espalda de su otro niño.

-Si… me lo dijo cuando llegué- solo alcanzó a contestar Lovino mirando de nuevo a su hermano y luego a sus padres -¿Y porque no lo dejaron visitarme?- preguntó, esta vez su tono sonó como un reproche sin quererlo realmente aunque luego alcanzó a disfrutar un poco con las caras de sus padres que se dedicaron un par de miradas buscando en el otro una respuesta para el chico.

-No importa- dijo Lovino antes de que se inventaran un pretexto, ya estoy en casa así que podemos empezar de nuevo- concluyó queriéndose tirar a reír a carcajadas por lo estúpido que había sonado aquello ¿Empezar de nuevo? Si claro… ¿Cómo se podía empezar desde cero cuando ya todo se había ido al carajo?

Su madre soltó un sollozo seguramente tan feliz de aquella actitud renovada de su ovejita negra, se enjugó las lágrimas y abrazó de nuevo a Lovino quien rodó los ojos un poco fastidiado de esa tonta puesta en escena. Tal vez unos años atrás hubiera estado encantado de recibir aquellas insulsas muestras de cariño, cuando estaba sediento de un poco de amor, atención y esas cosas por las que la gente como él podría arrastrarse para sentirse apreciado y llenar el hueco que les consumía cada día mas por dentro; pero ya no más, todo ya había sido devorado y no necesitaba de aquello. Demasiado tarde papá y mamá.

Todos se sentaron a la mesa y como si aquello fuera una escena sacada de una serie televisiva de los 50´s se dispusieron a cenar. La señora Vargas servía los platos, besaba de vez en cuando las frentes de sus hombres luciendo su bonito delantal mientras que el jefe de la familia intentaba charlar y hacer bromas elogiando la comida de su esposa, Lovino les seguía el juego aunque no podía mostrarse tan natural como ellos, a veces solo contestaba con monosílabos otras solo decía lo bien que se sentía de estar de vuelta en casa y ya no más en ese centro de rehabilitación, contaba trágicas historias de la gente que había conocido y cursiladas parecidas.

-Creo que hubiera sido mejor que te quedaras más tiempo- interrumpió entonces Feliciano en voz baja haciendo que todos soltaran sus cubiertos y se quedaran en silencio.

-¿Por qué dices eso Feli?- preguntó su madre de manera acusadora al tiempo que su padre lo miraba ojos estrictos esperando una respuesta también.

-Si Feliciano ¿Por qué lo dices?- le cuestionó Lovino mirando directamente al menor que se encogió en su silla sintiendo la hostilidad por parte de su mellizo, queriendo no morderse la lengua para poder decirle a sus padres que Lovino no estaba ni cerca de estar curado.

-Dicen que se necesita mucho tiempo para recuperarse… por completo- solo dijo Feliciano reprendiéndose por ser tan cobarde.

-Lovino ha pasado el tiempo suficiente en ese lugar- dijo su madre nerviosa, parecía que era ella quien se quería convencer de esto.

-Tu madre tiene razón, no vuelvas a decir esas cosas de tu hermano- le regañó su padre zanjando así la discusión.

Terminaron de cenar y los chicos ayudaron a lavar los platos quedándose solos en la cocina y en completo silencio solo escuchándose el correr del agua junto con el sonido del chapoteo cuando fregaban la porcelana de los platos tratando de dejarlos relucientes al mismo tiempo que se alcanzaba a oir el televisor desde la sala en donde los mayores veían la comedia de las ocho.

-¿Es necesario tocar fondo?- preguntó entonces Feliciano casi en un susurro sin que la pregunta viniera al caso, solo se limitó a seguir fregando los platos.

-Es necesario- respondió Lovino y ambos se miraron al mismo tiempo dejando los platos a un lado –Porque solo hasta llegar al fondo del precipicio podré saber si después de todo estuve vivo, si caigo en seco quizá pueda sentir algo aunque sea dolor sin necesidad de tener que estar drogado. Por eso es necesario- respondió el mayor sin ninguna pizca de ironía, sarcasmo o burla… solo la pura verdad aun sabiendo que tal vez Feliciano no entendería así que solo lo vio desviar los ojos de nuevo hasta la vajilla y la tarja llena de agua con jabón junto con las ondas que se formaban cuando las lágrimas del menor volvían a escurrirle por la cara cayendo en el agua.

Lovino se secó las manos y salió de la cocina yendo hasta su habitación de nuevo encerrándose en sus asfixiantes cuatro paredes, tomó las tiras de anfetaminas y jugueteó con ellas un rato en la mano preguntándose si sería buena tomarlas en ese momento o esperar a que se hiciera más tarde entonces recordó que guardaba el número de teléfono de un contacto que conoció en ese negligente centro de rehabilitación, él mismo tipo que lograba conseguir los medicamentos del hospital contiguo y que salió semanas antes que él.

El muchacho buscó entre las bolsas de sus pantalones encontrando el gastado papelito con los números garabateados así que paseó la mirada por su habitación buscando el teléfono pero no encontró nada y su celular había sido arrebatado apenas lo internaron en aquella clínica perdiendo así todos los números de sus vendedores.

Por centésima vez en el día maldijo y salió con sigilo de su habitación para ir a la de Feliciano en donde vio el teléfono celular de este en la cama y lo tomó sin molestarle en pedirle permiso a su hermano, después fue hasta uno de los desordenados cajones de su mellizo encontrando su cartera junto con otros cuantos billetes.

-Gracias por esto Feli- dijo con una media sonrisa en los labios guardándose el dinero en el bolsillo trasero y marcando el número esperando a que contestaran.

-¿Hola?... ¿Qué hay?... ¿Cómo que con quién hablas bastardo? Soy Lovino, imbécil… Si, hoy salí de ese maldito hoyo… oye no te estoy hablando para contarte el chisme de mi salida… Claro que tengo dinero de no ser así no te hubiera llamado… está bien ¿En dónde nos vemos?... Muy bien, te veo ahí en dos horas- dijo cortando la llamada y guardándose el celular también regresando a su habitación esperando a que diera la hora indicada.

Lovino sabía perfectamente bien que toda su familia se iba a la cama a las diez de la noche, era una costumbre idiota que habían tenido desde siempre y por nada del mundo rompían con esta rutina así que apenas dadas las diez y todas las luces fueron apagadas, el castaño se escabulló con un sigilo casi zorruno de casa, tomó las llaves que dejaban siempre en el mueble del recibidor y con lentitud le dio vuelta a la cerradura esperando no hacer el más mínimo ruido hasta por fin lograr abrir la puerta saliendo de la casa volvió a cerrar y se apresuró a caminar sintiendo la fresca brisa de la noche que fue como si diera el primer respiro de oxigeno desde que el día empezó.

Se frotó los brazos al sentir el escalofrío que le provocó el frío del viento así que apresuró el paso para intentar entrar en calor empezando a sentirse un poco ansioso al tiempo que el camino hasta el antro de mala muerte en donde se había citado con su conocido, se le hacía eterno. Alzó la cabeza al cielo solo para no tener que ver las calles desiertas que se iban volviendo cada vez más lúgubres a medida que iba a avanzando pero solo se encontró con un firmamento negro. A veces lo que pensaba que eran estrellas en realidad eran las luces parpadeantes de algún avión y esa noche no había luna así que todo era negro, le pareció desagradable.

Finalmente vio la fachada del club y notó sus paredes llenas de graffiti y su letrero neón junto con la bola de jóvenes que se apretujaban frente al cadenero para que los dejara entrar, la música en vivo alcanzaba a escucharse a pesar del barullo que la gente provocaba y finalmente vio ahí a su contacto, tan extravagante y ridículo como cuando lo conoció.

-Lovi, sabía que me buscarías apenas salieras. Nadie vive sin mi después de conocerme- dijo de manera creída Feliks, el rubio de ojos verdes que vestía una chamarra de piel sumamente ajustada a su cuerpo junto con un pantalón muy corto de mujer y unas botas militares con las agujetas amarradas solo hasta la mitad.

-¿No te da vergüenza decir eso en voz alta?- preguntó Lovino viendo al rubio echándose a reír histéricamente como si aquello hubiera sido algo realmente gracioso lo que hacía suponer al castaño que su nuevo conocido tenía el sistema atascado de algo que seguro se metió antes de haber ido a verlo, cosa que aumentó más la ansiedad de Lovino

-Entonces ¿Qué me das por esto?- dijo Lovino sacando los billetes arrugados de su pantalón extendiéndoselos a Feliks que aun soltando risitas se pasó el dedo rápidamente por la lengua para contar el dinero billete por billete.

-Oh Lovi ósea ¿Tuviste que romper tu alcancía para comprar caramelos?- preguntó en un tonito infantil como si le estuviera hablando a un chiquillo riéndose despectivamente del castaño que frunció el ceño reprimiéndose para no golpear a Feliks que metió el dinero en la bolsa de su chamarra y de la otra sacó una pequeñita bolsa con polvo blanco dentro.

-Te alcanza para esto cariño, si quieres más ve a pedirle dinero a tu mami y hacemos negocios como los chicos grandes- dijo viendo la cara de enfado de Lovino.

-¡No puedes darme solo esto! Es un maldito robo- dijo el indignado Lovino viendo lo que le parecieron escasos gramos de cocaína.

-Bueno amor, si no te parece puedes devolverme mi mercancía e ir a mendigarle hierva a los indigentes de calle abajo- dijo arrebatándole la bolsita y sonriéndole de manera burlona pero apenas tomó la droga Lovino volvió a quitársela refunfuñado entre dientes.

-En serio este es un maldito fraude- dijo guardándose la bolsita para poder entrar al club.

-Es un placer hacer negocios contigo Lovi, espero me vuelvas a llamar para hacer cosas más divertidas- dijo acercándosele con intenciones de besarlo pero Lovino lo empujó de manera violenta.

-No me toques travestido de mierda- le insultó

-Agradécele a este travestido de mierda que ahora mismo no estés revolcándote en la habitación de tu casa rogando por una inhalada. Te quiero Lovi. Bye~ - dijo mandándole un beso antes de que el otro pudiera replicar y se alejó de ahí contoneando sus caderas, de vez en cuando parecía irse de lado y trastabillar mientras reía perdiéndose lentamente en la obscuridad de la calle.

El muchacho se acercó al gentío que intentaba entrar al club y se hizo paso entre los chicos que reclamaban al cadenero para que los dejara entrar, para su buena suerte el enorme hombre de seguridad lo señaló junto con otro grupito de chicos pensando que iba con ellos así que pudo entrar en menos tiempo del pensado.

Tuvo que entrecerrar los ojos cuando las luces del lugar lo cegaron al darle directamente en las retinas, la música en vivo de los chicos que tocaban en un improvisado escenario no lo dejaban ni siquiera escuchar sus pensamientos y sus maldiciones, fue directamente hasta el baño en donde solo había tres jovenes hablando tonterías acerca de cuál de las chicas que recién habían conocido se iban a llevar a la cama o de que tan borrachas tenían que ponerlas para que accedieran a irse con ellos sin poner protestas.

Lovino soltó un gruñido dedicándoles una mirada hostil a los tipos aquellos que la ignoraron completamente mientras que el moreno hacía como que se lavaba las manos hasta que estos salieron así que sin perder más tiempo sacó su bolsita con el tan preciado polvo blanco, puso la mitad sobre e lavabo y sacó una pequeña navaja de su pantalón la cual siempre llevaba con él por situaciones como aquella, partió bien el polvo formando dos líneas delgadas. Se relamió el labio superior al tiempo que ahora tomaba un billete que aún le quedaba enrollándolo y se dispuso a inhalar toda la franja blanca y luego la otra, echó la cabeza hacía atrás inhalando el aire esperando que la cocaína llegara más adentro en su sistema, cerró los ojos sintiendo apenas un ligero ardor en su tabique nasal y ahí estaba…

Al abrir los ojos de nuevo todo había dejado de ser gris, otra vez la energía empezaba a liberarse en todo su cuerpo, oh… tan bien… la vida se sentía tan bien, al parecer aquello valía por completo lo que le había pagado a Feliks, unos cuantos billetes a cambio de una imitación química de algo que podría llamarse felicidad.

Salió del baño para encontrarse de nuevo con las luces neón del lugar y el humo que salía de algunas máquinas, el grupo que tocaba había cambiado y una canción electrónica sonaba llenando de música todo el lugar, Lovino movió su cuerpo al ritmo de las notas del sintetizador, sintió el mar de gente y su calor, veía con sus pupilas dilatadas los colores y alzó sus manos como queriendo tocarlos.

Que ligereza sentía en su cuerpo, cuanta euforia desbordaba y era absorbida por la música y la voz distorsionada de la chica que cantaba en el escenario. Sacudía su cabeza sintiéndose invencible e inagotable, eterno junto con la energía que corría sin freno por sus venas, de vez en cuando se frotaba la nariz sintiendo un leve escozor en ella y de nuevo se movía chocando con la masa de cuerpos calientes, dando saltos de vez en cuando hipnotizado por las luces que palpitaban junto con su corazón acelerado.

El calor sofocante, el sudor recorriéndole hasta la nuca mojándole el cabello y cuando en un momento dado todos gritaron a coro con la chica él gritó con ellos como si con su voz pudiera liberar su alma ya corrompida, como si esta fuera el peso que no dejaba su cuerpo libre, gritó esperando escupir toda la podredumbre que yacía en su interior.

Y eso era todo, para eso vivía, esa era su razón de ser y existir, ese momento justo que intentaba alargar aumentando las dosis.

Después de escuchar toda la presentación del grupo de música alternativa electrónica y haber saltado, gritado e incluso mareado de tantas vueltas que fue a dar, la garganta la tenía tan seca que apenas y podía hablar así que fue hasta la barra en donde el barman le sirvió un shot tras otro de lo que fuera que tuvieran esas botellas y Lovino se limitaba a beberlos como si fuera pura agua sintiendo ahora el adormecimiento provocado por el alcohol, oh no… no quería eso…

-Yo invito el siguiente- dijo una voz que evidentemente se dirigía a Lovino, el chico malhumorado por el hecho de que alguien se atreviera a hablarle, volteó a verlo enojado con su mirada de mafioso viendo antes que cualquier otra cosa un par de anómalamente brillantes ojos verdes.

-No te molesta ¿verdad?- dijo de nuevo el sonriente muchacho castaño y de piel bronceada que tenía una cara linda pero una sonrisa imbécil tatuada en todo el rostro.

-Si me molesta- contestó Lovino esperando su siguiente trago.

-¿En serio? Nunca pensé que a alguien le molestaran los tragos gratis- dijo el muchacho riendo como estúpido y ordenando dos tragos más; el barman los puso sobre la barra y el desconocido le acercó uno de ellos a Lovino.

-¿Qué parte de me molesta no entendiste?- dijo el chico mirado el trago

-Este es como una disculpa por ofenderte- contestó el ojiverde dándole sorbitos a su bebida mientras que el italiano soltando un bufido se lo acabó todo de un solo trago sin agradecer siquiera.

-¿Y cómo te llamas?- preguntó otra vez el muchacho que tenía un marcado acento español sonriendo como queriendo parecer un galán de película comercial a lo que Lovino puso la palma de su mano frente a la cara del chico.

-No, por favor no empieces con el discursito de "¿Porqué tan solo en un lugar como este?", creo que ya te diste cuenta de que no soy una chica y tampoco soy gay, mucho menos quiero ser amigo de alguien que si no está buscando sexo entonces solo quiere emborracharse y contar sus problemas así que antes de que intentes seguir con esta dinámica estúpida que hacen los tipos de tu calaña, porque ya vi que estás echándole miraditas a tus amigos, búscate a alguien mas que yo no estoy para perder mi tiempo. Largo- le orednó Lovino ácido como solo él sabía viendo la expresión un poco descolocada del otro que parpadeó un par de veces antes de echarse a reír.

-Me atrapaste, la verdad es que si iba a empezar a preguntarte porque estabas tan solo y también pensaba decirle esto a alguna chica linda pero cuando te vi aquí me llamaste más la atención y pues ya que me has ahorrado todo eso que acabas de decir ¿Me das tu número de teléfono?- dijo el muchacho que no se daba por vencido y por esto mismo se ganó una de esas pesadas miradas por parte del otro castaño que no pareció afectarle en lo más mínimo al ojiverde.

-¿Tengo que repetirte que no soy gay, bisexual o alguna otra orientación de ese tipo que me haga querer ir a tener sexo contigo?- dijo Lovino mientras que Antonio chasqueaba la lengua y hacía una cara de fingida decepción

-Oh que mal y yo que pensaba que estarías lo suficientemente borracho para al menos darnos una restregada en el baño… mala suerte la mía- bromeó Antonio logrando de manera asombrosa robarle una risa seca a Lovino que apenas y dibujó una media sonrisa en sus labios, al menos el tipo era un poco ingenioso.

El ojiverde le dio otro trago a su vaso que no llevaba ni la mitad y sacó su teléfono celular.

-Y bueno ¿Me das tu número?- preguntó viendo con una sonrisa a Lovino que alzaba una ceja un poco incrédulo por el hecho de que el otro siguiera insistiendo.

-Tal vez un día te llame y estés tan borracho que esta vez quieras algo conmigo. Creo en el azar y las coincidencias-

-¿Si te lo doy me dejas de molestar?- dijo Lovino y el otro asintió con la cabeza así que el de ojos chocolate le arrebató el teléfono y escribió una serie de números cualquiera.

-Solo para cerciorarme te marcaré para saber si no me diste un número falso- dijo el chico todavía sonriente a lo cual Lovino frunció el ceño, borró el número y puso el que correspondía al teléfono de Feliciano porque apenas esa tarde se había apoderado de su celular. Le devolvió el aparato a Antonio que vio el número pero no el nombre del joven.

-¿Y tú nombre?- dijo dispuesto a escribirlo.

-Solo me pediste mi número- dijo Lovino pagando sus tragos levantándose del banquillo y alejándose de la barra para ir al baño de nuevo, el efecto del alcohol no era tan gratificante como el de la cocaína y dos líneas no eran suficientes para la noche entera.

Escuchó al ojiverde reír mientras él se alejaba; el que evidentemente era español guardó el número en la memoria y fue tras Lovino haciéndose paso entre la gente deteniéndose un momento para contarles lo sucedido a los amigos con los que iba, un rubio de ojos azules y un albino de ojos carmín los cuales lo animaron a seguir a Lovino hasta el baño solo para ver si algo sucedía y de no ser así al menos tenía su teléfono.

El castaño hizo caso así que fue hasta el baño también, tomó aire antes de abrir la puerta aunque eso no lo preparó para ver la escena en donde Lovino estaba inclinado sobre el lavabo inhalando cierto polvo blanco, cosa que de verdad desencajó por completo al español, en cambio el italiano solo se miró al espejo, se limpió la nariz y fijó sus pupilas dilatadas en el otro que buscaba algo que decir.

-¿Eso… era coca?- tan solo alcanzó a preguntar como si fuera un colegial inocentón.

-Claro que no, es azúcar- contestó Lovino pasándose la mano bajo las fosas nasales soltando una risa breve –Y yo soy Willy Wonka- dijo por ultimo dándole un golpecito con el índice en la frente al ojiverde saliendo del baño.

Era el día número 100 en la supuesta nueva vida de Lovino Vargas, al mismo tiempo era el día número uno en su viaje directo al infierno y él ni siquiera lo sabía todavía.