Amor, loco amor.
Los cabellos negros rozaron su nariz, haciendo que ese delicioso aroma se quedara grabado en su mente. Sin poder evitarlo, el profesor InuYasha se sonrojó.
Parte I:
Arquería.
Las horas pasaban con lentitud para Kagome, mientras que sus bellos ojos de un tono azul cielo brillaban de admiración, y sus mejillas se teñían de un leve sonrojo. Tensó el arco, mirando fijamente al blanco. Estaba nerviosa, aquella mirada la intimidaba. Pero no estaba preparada al sentir como su piel hacía contacto con la de ella, tragó con fuerza.
–Debes tener el arco más tenso –dijo con infinita paciencia el profesor de largos cabellos negros, colocando ambas manos sobre los lugares donde la muchacha sostenía el arco -. Deja que el blanco vaya a ti...
Kagome cerró sus ojos, inhaló por su nariz y exhaló por su boca, entreabriéndola y un fino viento sopló. Debía lograr, su profesor la estaba mirando y no podía fallarle, no después del desastre del año pasado. Frunció el ceño, olvidando completamente lo que había a su alrededor, dejando que su mano dejara de su sujetar la flecha y... Bingo.
–¡Sí, lo logré! –exclamó Kagome jovialmente, acercándose al blanco y sacando la flecha incrustada en él. Sus ojos azules enfocaron a su profesor, que sólo le sonreía. Simplemente le sonreía y ya se sentía que moriría, era la persona más feliz del mundo..
Sí solamente sonriera de vez en cuando. Kagome se acercó a su profesor, corriendo, como si se tratara de una pequeña niña. Hace más de dos años que practicaba arquería, aunque no era muy buena en ello. Muchos le dijeron que tenía un talento nato, y que solamente debía practicarlo... y practicarlo... y practicarlo.
El año pasado, por su culpa, el club quedó en segundo puesto. Gracias a ello, en cierto modo, su profesor empezó a dedicarle más tiempo a ella que a las demás.. Y era feliz. Sí, porque simplemente se dirigía a ella.
–¡Juro que no lo fallaré, profesor! –dijo Kagome con voz solemne, haciendo una reverencia, tratando de no verlo... Si aún continuaba sonriendo, podría delatarse y eso no quería. Sólo era un simple amor 'imposible', pero aún así..
–Eso espero, Higurashi –contestó el profesor, volviendo a su rostro duro y tenso como el arco -. Intentemos otra vez, debes practicar más.
Kagome asintió.
Ayumi, Eri y Yuka se juntaron para charlar mientras que el profesor Igarashi miraba atentamente como Higurashi soltaba una flecha y acertaba otra vez. Estaban alegres y entusiasmadas con su amiga, ya que había sufrido mucho por la derrota del año pasado. Además, su 'querido profesor' se le veía bastante resentido con ese tema.
–¡Argg, aún no entiendo lo que Kagome-chan le ve a ese tipo! –se quejó Yuka, cruzándose de brazos y poniendo una cara seria, Eri asintió -. Ella debería preocuparse porque Hoyo a querido salir, pero por culpa de este tonto..
–¡Tienes mucha razón, Yuka-chan! –aprobó Eri, completamente contrariada con el amor de Kagome hacia su profesor -. Siempre dice: "El profesor esto, el profesor aquello". Además, nunca ha salido con otros chicos desde que lo conoció.
Ayumi se mantenía sonriente, escuchando a sus amigas. Miró por encima de su hombro y su sonrisa se hizo más alegre, al ver como Kagome acertaba una y otra vez, siendo elogiada por el profesor y sonrojándose levemente.
–A mí ese amor me parece hermoso, chicas –dijo Ayumi, aún con su expresión risueña -. Ya tocamos este tema varias veces, creo que es mejor dejar que Kagome guste de quien quiera. No deben culpar al profesor de algo tan tonto.
Yuka y Eri la miraron como si estuviera loca.
–¿Estás demente! –exclamaron al unísono, rodeadas de llamaradas de fuego -. ¡Kagome-chan merece estar con un joven atractivo y simpático como Hoyo! No como ese sujeto, amargado y gruñón.
Ayumi se rió levemente. Siempre le parecían muy graciosas sus dos amigas, tratando de hacer lo mejor para su amiga querida. Ver su esmero para tratar que la muchacha vuelva a salir con Hoyo era admirable.
–Parece como si ustedes estuvieran enamoradas de Hoyo –comentó la muchacha de castaños cabellos y ojos chocolates. Yuka y Eri sintieron como si recibieran un balde de agua muy fría.
–¿Pero en qué estás pensando...!
–¡En que ustedes tres deberían estar entrenando y dejar de hablar como cotorras! –gritó el profesor, volviéndose a ella tres y cruzándose de brazos.
–Sí, profesor –se lamentaron las tres amigas, poniéndose en posición y empezando a tirar flechas. Dos de las tres gruñían, mientras que Ayumi sólo reía.
El joven de veintiún años soltó un bufido, volviéndose a su 'estudiante estrella'. Cuando ella entró, él ya empezaba a ser un profesor inexperto, gracias a su medio hermano... Pero ahora lo disfrutaba. Ver a las personas interesarse en ese deporte, sabiendo que mucha popularidad no tenía gracias al fútbol o al Kendo, aunque cuando fue niño y parte de su adolescencia lo practicó.
Por ahora, Kagome había mejorado mucho en comparación del año pasado y pudo entender porque la madre le decía que tenía un poco de talento. Aprendía rápido. Muy rápido, tanto... que dejó de ser aquella chiquilla de quince años.
Ahora era toda una... chica de diecisiete años, a punto de entrar en la madurez y convertirse en un completo adulto, como las leyes decían. Ya no era esa chiquilla con el uniforme verde y mini falda, ya no. Su cabello creció un poco, pero lo volvió a cortárselo hasta la mitad de la espalda.. aun seguía siendo tan negro como siempre. Los años la hicieron madurar, pero esa alegría infantil no se le borraba.
Se descruzó de brazos y soltó un suspiro molesto. Otra vez se dejaba llevar, diablos. Era demasiado para él, ver como su alumna... dejaba de ser, para sus ojos, una alumna. ¿Pero de qué rayos hablaba? Kagome era.. ¡Kagome! Y nada más.
Aunque podía sentir ese dejo a jazmín salir de su cabello, un aroma tan embriagante como su dulce voz pronunciando la palabra 'profesor'. Aunque sus ojos azules se encontraban más brillantes, y por alguna razón muchas veces se perdió en ellos… Completamente perdido.. muy perdido en sus lagunas azules.
–Profesor... ¿Profesor?
Sí, su voz tan dulce llamándolo. Se preguntó como sería que esa pequeña mano le acariciara el rostro. Se preguntó como sería sentir sus enrulados hilos de cabellos sobre sus dedos, descubriendo sí serían como la seda. Se preguntó como sería rodearla por sus brazos y, también, se preguntó como sería besarla.
Cómo sería sentir su pequeña boca contra la suya, respondiendo sus besos y pegándolo a ella. Tal vez... se perdería para siempre, fundido en su abrazo asfixiante, uniéndose sus labios hasta el cansancio.. hasta la eternidad.
–¡Profesor!
De repente, despertó de aquella ilusión. La pequeña Kagome que estaba abrazando se esfumó como la niebla, y apareció otra Kagome... más cerca de lo que en la realidad permitía. Demasiado cerca, tanto que podía sentir su olor a jazmín desprendiéndose de su cabello. Se sonrojó.
–¿Qué quieres, Higurashi? –preguntó nervioso, alejándose y carraspeando. No podía creerlo, una chiquilla pudo hacer lo que ninguna mujer logró: sonrojarlo. "Por las mujeres que hay...", se reprimió.
–Ya se terminó la clase, sólo me quería despedir –hizo una reverencia -. ¡Nos veremos mañana! –justo había empezado a correr, pero al sentir una leve presión en su muñeca le cortó la respiración.
–No, espera, Kagome..
"Es la primera vez que me llama por mi nombre"
, la muchacha se mordió el labio incómoda y se dio la vuelta, sonriendo, pero con un visible rubor rojo en sus mejillas.–¿Sí?
El muchacho no sabía que hacer. Demonios, era demasiado impulsivo y actuaba sin pensar, sin medir las consecuencias.
–¿Quieres que te acompañe a tu casa? –preguntó sin pensarlo, volviendo al sentir aquél impulso de poder... estar un poco más, unos minutos más en su compañía.
Aún así, tenía la excusa perfecta. Eran las seis y media de la tarde, pero al ser otoño el cielo ya estaba teñido de negro, con unas pocas estrellas y la siempre reluciente luna, no podía dejarla caminar así como así. Y, también, porque su departamento se encontraba muy cerca del templo Higurashi.
–No se preocupe, señor... –empezó a decir Kagome, sonrojándose más de lo que estaba segura de admitir, un rojo tomate.
Él intentó parecer lo más casual posible.
–No me digas señor –replicó, molesto, odiaban que le dijeran así... lo hacía sentirse tan.. extraño -. Estamos fuera de las horas de clase, llámame por mi nombre... Por algo me lo dieron, aunque no lo malgastes.
Kagome sintió como su corazón daba un vuelco de felicidad. ¡La llamó por su nombre y ahora le pedía que lo llamara 'InuYasha'¡Dios, este era su día de suerte! Aparentando tranquilidad y seriedad, Kagome asintió y empezó a marcharse con su profesor... bueno, con InuYasha.
–¿Desde cuándo te interesa la arquería? –preguntó InuYasha, una vez que estaban caminando por el centro, rodeados de personas y luces de colores.
La chica miró ausentemente a la nada, suspirando.
–Mi padre fue muy bueno en ello, y... yo quiero seguir sus pasos –le mostró una sonrisa, el muchacho apartó la mirada sonrojado, frunciendo el ceño -. ¿Y tú? Eres demasiado joven para ser un profesor.
InuYasha sonrió complacido.
–¡Keh! Gracias, lo sé –su rostro empezó a volverse serio, típico que cuando tocaban un tema tan frágil como el de su vida privada -. Oye... ¿Y tienes novio?
Kagome parpadeó confundida, ante el cambio de tema, en especial a un tema... tan extraño. Un momento estaban hablando de su vida, y de repente salda al de los novios. Por más que le gustara, resultaba tan extraño y rodeado por un aire de secretos profundos.
La muchacha alegre hizo lo mejor que podía hacer en ese momento: confiar. Lo conocía desde hace dos años y medio, empezaron a llevarse bien pero gracias a su torpeza en el ultimo torneo, su 'amistad' se había reducido. Y ahora él le pedía...
Bueno, antes, esto era demasiado común... aunque él nunca le pidió acompañarla a su casa. Simplemente, como debían seguir el mismo camino, los dos caminaban a la par... como dos completos extraños. ¡Ahora sentía como una pequeña ventana se abría para ella!
–No, aunque mis amigas me dicen que salga con un chico llamado Hoyo... ¡Pero yo no quiero! Simplemente para mí, él es un amigo –Kagome agarró un mechón de su cabello, e inocentemente lo retorció entre sus dedos. Él supo al instante que estaba nerviosa -. ¿Y usted... tiene novia? –su pregunta fue hecha con mucha cautela, sabía que perfectamente su repuesta la lastimaría...
–No.
O sentiría que era la muchacha más feliz del mundo. Ella pronunció un suave: 'ya veo', totalmente ajena a las emociones que despertaban en su pecho. Podía sentir como su corazón saltaba por todas partes, la respiración se le hacía un poco dificultosa y una agradable sensación la atontó mucho... pero mucho.
Pronto la largisimas escaleras del templo hizo que Kagome se desilusionara un poco. Soltó un suspiro triste, se volvió hacia InuYasha y le mostró una sonrisa de oreja a oreja.
–Gracias por traerme –e hizo una reverencia.
Cuando Kagome se enderezó pudo ver de cerca la oscuridad de los ojos del muchacho. Pudo notar que eran de un violeta oscuro, y que estaba pensativo. Pudo ver perfectamente como lentamente la distancia se hacía corta, y más corta.
Cuando sintió que sus labios se rozaban, una emoción la invadió. Sentía como no podía seguir más, como si en cualquier momento desfallecería. Sus rodillas temblaron, amenazando con hacerle perder el equilibro. Pero no pensaba en nada, sólo en aquél sabor dulce en sus labios... un sabor muy dulce.
InuYasha la rodeó con un brazo y la impulsó hacia él, besándola. Oh, rayos¡ya perdió la cabeza! Estaba besando a Kagome... ¡A Kagome! Una alumna, una de sus mejores alumnas y... tal vez lo más cercano a una amiga. No pensó más, no quería hacerlo. Su olor a jazmín, el dulce sabor de sus labios, aquella dulce inocencia en la que le respondía lo obligaban a seguir.
Instintivamente, él profundizó el beso. Kagome apoyó sus manos sobre su pecho, y supo que ella pudo sentir como su corazón latía rápidamente. No entendió porque ella empezó a tiritar, por lo tanto la rodeó con el otro brazo, estrechándola a él. No quería soltarla jamás.
Kagome respondió a la desesperación de ese beso, sintiendo lo mismo y animándose a rodearlo con sus brazos. Temblaba de emoción, como si su más grande sueño se estuviera cumpliendo. Recordó que estaban justo frente a la escalera de su casa, que su familia podría verla... pero no le importó.
Él la estaba besando
. Sentir como cada vez más profundizaba el beso, la hizo olvidar de todo y de todos. Le hizo dar la sensación de que nada existía en el mundo más que él, y únicamente él. InuYasha, y sus labios. InuYasha, y sus brazos. InuYasha, y su olor. InuYasha... InuYasha...El muchacho rompió sutilmente el beso, buscando el aire que se había escapado de sus pulmones. Los maldijo, era como si despegarse de la boca de Kagome lo volviera a la cruda realidad, y entender que todo lo que hizo fue una completa estupidez.
¿Pero en qué estaba pensando¡Podía acusarlo de... de violarla o quién sabe qué cosas! Pero sí él no hizo nada malo, reflexionó. Sólo se habían besado, nada más. Se sonrojó. Estaba seguro que la familia de Kagome no pensaría lo mismo, aunque sólo faltara semanas para que la muchacha cumpliera dieciocho. Sentía como si le hubiera arrebatado algo.. malo.
Bajó la cabeza, dejando de pensar y abriendo su boca para hablar con la muchacha. Se dio cuenta de que aún la abrazaba y ella le sonreía, estaba feliz, los ojos azules brillantes no le engañaban. Las mejillas de Kagome se encontraban rojas, gracias a él.
Casi explotaba de orgullo, ver sus mejillas rojas por su culpa... no podía evitarlo, lo hacían sentirse tan.. tan extraño. Pero era algo agradable, extraño pero muy agradable. Tal vez... de verdad empezó a darse cuenta que Kagome había crecido un poco, y también empezó a olvidarse que era su alumna y que él tenía veintiún años.
Empezó a olvidarse de todo.
Kagome le quería decir todo lo que sentía. Quería decirle que lo quería hasta dolerle, que no hubo ningún segundo en que no pensara en él y sus ojos. Quiso decirle que, con ese momento, siempre soñó... siempre esperó un beso, aunque sea una sonrisa. Y, por cualquier cosa, hasta la mínima sonrisa que le regalaba, explotaba de alegría. Se contuvo.
Sólo fue un beso, dijo una voz detrás de su cabeza, no podría significar algo y sacrificar sus sentimientos. Sólo debía esperar un poco más, hasta encontrarse segura y que de verdad... ese beso significó algo para InuYasha.
Serían como la siente y media, su madre estaría preocupada. Tenía que separarse, pero no quería. No, justo ahora que habían empezado. Justo que recibió el beso más dulce de su vida. Lo miró, como queriéndole decir 'ya es hora'.
InuYasha supo que debía soltarla, y esperar hasta el jueves que viene. Sintió que era demasiado tiempo, estar todo un día sin verla... Tomó aire y lentamente deshizo el abrazo, dejándola libre. Kagome le miró un poco confundida, alegre y colorada.. Se acercó a él y le besó en la comisura de los labios, susurrando un sutil:
–No vemos.
Y empezó a subir las escaleras con rapidez. InuYasha la miró atontado, con los ojos brillantes y aún sintiendo el calor de los labios de Kagome en su piel. Sonrió levemente, ocultando sus manos en los bolsillos y avanzando al departamento grande que estaba en la esquina, a final de la cuadra.
–Kagome... –soltó, mirando sobre su hombro el templo Higurashi, aún conservando la sonrisa. Se volvió y siguió caminando, soltando un suspiro.
"¡Keh! Estúpida arquería…"
, pensó InuYasha con ojos risueños, algo demasiado inusual en él.Hay, hay... ¿En qué estuvo pensando en enamorarse de una chiquilla?
Continuará…
¡TA-DAN! Nuevo proyecto, espero que le guste, chicas. Esta historia tiene, sobre todo, mucho amor... demasiado diría yo.
Quiero ver como les pareció este capítulo. Sé que no es muy bueno, pero igualmente... Je, je, je.. se pondrá interesante en el siguiente capítulo. Bueno, es lo que creo… ¡Necesito escribirlo!
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