Fic correspondiente a la celebración del primer aniversario del Topic Sorato del Foro Proyecto 1-8. Para Sirelo, mi amiga invisible, ¡espero que te guste!

Digimon y su personajes no me pertenecen.

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NIGHT'S ON FIRE!

Sintió que alguien la perseguía. No era una persona paranoica pero había visto las suficientes películas sobre chicas asaltadas en mitad de la noche como para haberse dejado influenciar y que el temor la abordase. Aunque prefiriese las mañanas dominicales, no era la primera vez que corría a esas horas y nunca había sufrido ningún incidente. El distrito donde vivía solía calificarse como seguro pero en cualquier momento podía ocurrir la excepción que confirmase la regla de modo que tomar precauciones nunca estaba de más.

Se detuvo, tratando de controlar sus pulsaciones, pues su corazón no iba desbocado por el ejercicio, sino por el miedo. Tuvo la cautela de hacerlo frente a un puesto de fideos. Hizo su pedido y por primera vez miró de reojo hacia atrás. Una figura corría en su dirección con la capucha de su sudadera cubriendo sus cabellos y ensombreciendo su rostro.

Tragó, concentrándose en su pedido, queriendo pasar desapercibida. Las monedas se resbalaron de sus dedos cuando el extraño ya solo estaba a un par de metros. Las recogió con nerviosismo cuando él la alcanzó y se detuvo frente a ella. Barajó varias posibilidades antes de erguirse, desde golpearle, esconderse en el puesto de fideos o reanudar la carrera ya que se encontraba cerca de su bloque. Todo lo desechó en las mismas milésimas que lo pensó, dado que su inercia le había hecho erguirse y encontrarse frente a ese joven de brazos claros y músculos no imponentes pero sí definidos. Las mangas de la sudadera estaban arrancadas en un look bastante sexy.

Agitó la cabeza sintiendo que enloquecía, ¿encontraba sexy a su posible asaltante?

—Takenouchi, ¿se encuentra bien?

Y ahí sus pensamientos contradictorios y fantasiosos se detuvieron. ¿La conocía?

El muchacho tiró del cable que colgaba de su cuello para deshacerse de sus cascos y llevó la capucha hacia atrás dejando que rebeldes cabellos rubios revoloteasen libres por su cabeza y su rostro.

Se sintió más nerviosa que frente a un acosador porque se dio cuenta que estaba frente a Yamato Ishida, o lo que era lo mismo, su sexy y guapo vecino por el que tenía un crush bastante potente y por supuesto jamás reconocido desde que se mudó frente a ella.

—Ishida —acertó a decir, tras segundos de incertidumbre y aturdimiento—. No sabía que corrieses… a estas horas.

Él sonrió y Sora quedó embobaba reaccionando cuando el tendero le dio sus fideos.

—Tampoco te había visto a ti nunca. Sí por las mañanas —dijo él, invitándola a seguir camino a casa. Esa revelación hizo que Sora se incomodará por unos segundos. Yamato lo notó y apresuró a rectificar—. Casualmente, no es que te espíe ni nada —y torció el rostro y Sora se concentró en su fideos.

Por un momento la fantasía de que su deseable vecino la observase con esos leggins que le marcaban el trasero había pasado por su mente. Regresó a tierra firme, aunque quizá pudiese haber albergado alguna duda si hubiese visto el rubor del muchacho. Pero ella tan solo tenía ojos para los fideos y eso significaba que se estaba mostrando ante él como una muchacha noctámbula, asustadiza y con un más que evidente desorden alimenticio.

Estaba dispuesta a corregirlo.

—Solo lo hago cuando estoy muy desvelada y no consigo concentrarme —A Yamato le pilló un poco de improvisto esta revelación, no sabiendo muy bien a qué se refería. Observó los fideos todavía humeantes y Sora se sonrojó escondiéndolos—. Me refiero a lo de correr de noche. Los fideos… en realidad no me gustan.

Cerró los ojos, ¿podía decir más estupideces al segundo?

Le sorprendió la risa del rubio y lo miró, como se delineaban esos labios finos y sonrosados y como aparecían arruguitas junto a sus ojos azules. Hechizantes.

—Yo también, cuando necesito despejarme.

Entonces se encontraban en una situación parecida aquella noche.

Ralentizó el paso, o por lo menos sintió que se ralentizaba porque se sintió muy cómoda con Yamato y no tan solo por su físico el cual siempre era agradable de presenciar, también por su compañía en sí. Silenciosa y tranquilizadora.

Nunca lo había tratado lo suficiente como para saber de él, pero eso no significaba que no hubiese imaginado como sería en la cercanía. Le agradó comprobar que no se había equivocado, que no era ni un creído ni un arrogante como había escuchado cuchichear alguna vez a otras vecinas. Tres universitarias que vivían justo encima de ella. Supuso que ellas tendrían algo personal contra él por el hecho de que no soliese acudir a las escandalosas fiestas que organizaban.

Era cordial y amable. Era adictivo. Como pasear en la tranquila oscuridad a su lado.

Pero entonces unas sirenas perturbaron la pacífica noche y su íntimo y silenciosos paseo.

Se miraron extrañados, captando de inmediato el olor a humo.

—¿Qué habrá sucedido? —cuestionó Sora un tanto perturbada. Su edificio estaba a pocos metros de distancia.

Como si un presentimiento les guiase, aceleraron el paso y sus más malos presagios se hicieron realidad. Los bomberos estaban parados justo bajo su edificio, al igual que todos sus vecinos desalojados. Incluso las tres chicas, que apresuraron a cuchicheaer y lanzarles miradas acusatorias cuando llegaron juntos.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Takenouchi con preocupación. Al menos no salían llamas del interior, sí algo de humo. Cuando se volteó se dio cuenta de que Yamato ya no estaba a su lado. Lo buscó con la mirada, quizá creyendo que su sitio ya estaba junto a ella. Se había acostumbrado muy fácil a su presencia. Era absurdo reclamar algo así y lo sabía, pero entonces lo vislumbró, regresando entre la gente.

Automáticamente sonrió. No quería parecer ansiosa pero no pudo evitarlo. Yamato en cambio tenía un semblante más serio.

—Deberías hablar con los bomberos Takenouchi.

—¿Yo?

—Al parecer, el incendio se ha originado en tu apartamento.

Y Sora palideció, olvidando a su vecino tan amable y encantador que se había preocupado en ponerle al corriente de los hechos. Le depositó los fideos contra el vientre, instintivamente él los agarró y observó perplejo como iba hacia los bomberos.

Dudó pero finalmente la siguió y quedó detrás de ella, lo suficientemente cerca como para escuchar la conversación.

Mientras tanto, otro de los bomberos daba directrices a los vecinos. Al parecer podían regresar a sus viviendas, el fuego solo había afectado al apartamento de Sora y ya había sido apagado. La gente empezó a moverse a su lado entre murmuraciones menos Sora que seguía hablando con los bomberos ya al límite de la desesperación.

—¡Son las tres de la mañana!

—Lo lamento mucho señorita pero no puede entrar hasta que el perito lo evalúe, son las normas.

—Pero… —lo intentó, pero ya no le salieron las palabras.

Definitivamente esta noche no podía ser más desastre. Ni tan siquiera la presencia de Yamato a su lado le alivió en esos momentos.

Se llevó las manos a la cara, Ishida tuvo la tentación de rodearla con su brazo y recostarla contra su pecho pero se contuvo. Le regaló, eso sí, una sonrisa tranquilizadora.

—Puedes quedarte en mi apartamento.

Sora se apartó las manos aún en estado de shock. ¿En verdad era un regalo del cielo o una cámara oculta?

—¿Tú casa?

—Claro, ¿a dónde vas a ir a estas horas?, no hay más que hablar. Sube y date una ducha, te sentará bien, yo me informaré sobre el perito y esas cosas, no te preocupes.

Y le dio las llaves de su casa con una mano y el paquete de fideos con la otra. Aturdida, pero asintió y los nervios se apoderaron de su estómago. A fin de cuentas iba a pasar la noche con Yamato Ishida.

...

Tenía razón. El agua le estaba sentando bien. Le había resultado extraño entrar en ese apartamento el cual encontró un poco desordenado y sin demasiados detalles. Ella tampoco tenía muchos detalles, era un apartamento de paso de todas maneras, pero aún así tenía más objetos personales que él o eso le pareció a simple vista.

Utilizó su champú y su gel, los cuales mezclados con su olor natural eran los responsables de ese aroma característico que solía dejar en el ascensor. Le encantaba usar el ascensor tras él, mejor con él claro, pero solía conformarse solo con su aroma residual.

Despertó a la realidad antes de que ese hormigueo se apoderase del todo de su cuerpo. No era lo más conveniente teniendo en cuenta que iba a pasar la noche en esa casa. Debía controlar sus pensamientos como forma para controlar su cuerpo. Cerró el grifo y se asomó para tomar la toalla.

—¿Será posible?

Era una toalla increíblemente pequeña, lo justo para rebozarla alrededor de la cintura, pero ella tenía más anatomía que tapar. Dudó unos instantes, pero finalmente se armó de valor y lo llamó.

—¡Ishida! —siguió sin contestar, por lo que Sora dedujo que aún no habría regresado.

No le quedaba otra que salir con esa toalla en busca de algo más grande. Lo hizo, estirándola lo más posible para intentar que diese lo máximo de sí. Con una mano sujetándola contra su pecho empezó a rebuscar por la estancia sin ser realmente consciente de que a no ser que optase por volverse a colocar su ropa sudada, no encontraría nada más para cubrirse. Quizá ropa de él.

Ya iba a la desesperada a adentrarse a ese dormitorio con la puerta medio corrida cuando escuchó otra puerta, la de la calle.

Yamato quedó sin habla al alzar la mirada y encontrarse con la espalda desnuda de esa mujer. Los leggins no mentían, tenía un trasero firme y de buena proporción. Sora se volteó dando un grito, tratando de cubrirse lo máximo posible. Se retorció tanto que acabó contra el suelo. Yamato enrojeció, teniendo la decencia al fin de apartar la mirada.

—¿No tendrás una toalla? —suplicó, tras el sofá. Jamás podría volverlo a mirar a la cara.

El muchacho reaccionó, pero era incapaz de recordar si había más toallas en el apartamento por lo que cogió lo primero que vio y eso fue su abrigo colgado a la entrada. Se lo tendió.

Sora ni se preocupó de que fuese un abrigo, apresuró a colocárselo sobre su cuerpo aún mojado a modo de albornoz. Le quedaba enorme y recordó habérselo visto puesto a Yamato. A él le quedaba bien, ¿en serio tenia tanto cuerpo para rellenarlo? Sí, así era y si su abrigo daba para rebozarse tres veces, eso significaba que sus brazos también podrían rodearla sin problema. Era algo que algún día le gustaría comprobar, pero para eso, debía salir de su escondite y encararse al joven que la acababa de ver desnuda.

Se levantó, bien rebozada con la prenda.

Yamato estaba con la vista fija en el suelo y sin apartarla le tendió una bolsa.

—Un bombero me acompañó a recoger algún objeto personal, espero que esté bien.

Con una mano aún sujetándose el abrigo, Sora estiró el otro brazo para alcanzarla. Sacó del interior unas braguitas azules con encajes que apresuró a guardar completamente roja.

—Sí, está bien, gracias —tartamudeó. Yamato Ishida había estado fisgoneando por sus cajones, eligiendo su ropa interior. ¿Significaba que a Yamato Ishida le gustaban azules y con encajes?

Al mirarlo un instante no creyó que hubiese sido algo demasiado pensado. Su rubor delataba que esta situación le avergonzaba más que incluso a ella. No, más que a ella era imposible, pero al menos no se regocijaba.

No era creído ni arrogante, era adorable.

—También cogí el teléfono —le tendió el cell.

Y una cómoda sudadera y pantalones para estar por casa. Definitivamente lo había hecho con su mejor intención, aunque no podría dejar de pensar que debajo de esa sudadera llevaba esa ropa interior tan sexy y que él lo sabía. Al igual que ella sabía, al escuchar el grifo de la ducha, que él estaba desnudo al otro lado de la puerta.

Deambuló intentando apartar esos pensamientos de su mente. Pensó en su apartamento, en realidad en su casera, en que muy probablemente después de este contratiempo, le rescindiría el contrato de alquiler. Eso la entristeció. Ese apartamento estaba cerca de la facultad y del estudio donde realizaba sus prácticas. En realidad podría encontrar otro que cumpliese esos requisitos, lo que en verdad le afligía era que ya no estaría frente a Yamato Ishida.

No era algo que se hubiese planteado nunca de forma seria en su cabeza, pero le alegraba la vida encontrarlo cada mañana frente a ella. Aunque apenas tuviesen trato más allá de saludos cordiales, estaba ahí y saber que ya jamás tendría la posibilidad de encontrarlo al otro lado le llenaba de amargura.

Miró el café a medio beber sobre varios libros abiertos de física y aeronáutica. No parecía un chico excesivamente nerd pero era obvio que sus estudios se los tomaba bastante en serio. Muchas veces lo había visto e incluso alguna vez ayudado a cargar sus gruesos libros de la universidad.

Sonrió al distinguir ese bajo contra la pared. Lo había escuchado tocar en más de una ocasión. Acarició sus cuerdas y se sintió extraña porque nunca había estado ahí, pero encontraba todo tremendamente familiar. Incluso la pila de platos en el fregadero la sintió correcta. No se le veía como un chico sucio pero sí con demasiadas ocupaciones como para tener al día la limpieza del apartamento.

No lo pensó más, se remangó y empezó la faena.

A los pocos minutos Yamato salió.

—No tiene por qué hacer eso.

—No es molestia.

Sintió la mano de Yamato sobre la suya, deteniendo el grifo.

—Déjalo, eres mi invitada —y sonrió y ella se volteó y quedó tan hechizada con su mirada que ni se fijó en que tan solo llevaba esa diminuta toalla con la que ya estaba familiarizada.

Solo pensó en acariciar su abdomen, besarlo y que esos rubios cabellos empapasen su cuerpo. Sacudió la cabeza cuando Ishida ya se perdía por su habitación. Salió a los pocos minutos con unos bóxers y una camiseta sin mangas y Sora se preguntó si en verdad él sería consciente de lo irresistible que resultaba.

Se sentó a su lado.

—¿Quieres comer algo?

Sora señaló un paquete sobre la mesa.

—Traje fideos.

Y Yamato estalló a carcajadas y Sora pronto se contagió por la situación tan increíblemente surrealista en la que de repente se habían encontrado. Y entonces todo fluyó. Hablaron del incendio, de sus preocupaciones con perder el apartamento y Yamato le habló sobre el importante examen que tenía al día siguiente lo que hizo que Sora se sintiese terriblemente culpable. Por supuesto Yamato no le permitió que ese sentimiento le durase demasiado. Luego comieron los fideos helados y cuando los acabaron, ya habían dejado de llamarse por el apellido y habían empezado a llamarse por el nombre.

La luz parpadeante de su cell indicaba que tenía varios mensajes y ni se había dado cuenta de cuando se habían producido. Lo miró por encima y lo cerró automáticamente, por nada quería que esta especie de magia que les sobrevolaba desapareciese.

No obstante, Yamato se levantó.

—¿Tu novio? —preguntó, haciéndose el desentendido. Sora no reaccionó de inmediato—. No se me ocurre otra persona que te llame a estas horas.

Sora dejó el cell a un lado. Los mensajes eran de un chico sí, pero no de su novio, ¿por qué Yamato Ishida creía que tenía novio?

—No tengo novio —dejó claro ella, saliendo un tono coqueto que no buscó.

Le sorprendió que Ishida la miró extrañado.

—¿Y ese chico que suele venir tanto? —se sonrojó, consciente de que se estaba delatando—, me he cruzado con él alguna vez.

La joven suspiró.

—¿Takaondo? —Era el único chico que alguna vez había invitado a su apartamento—. No es mi novio.

Yamato no dijo nada. No quería parecer chismoso, tampoco agobiante pero si ella quería contarle algo más él estaría encantado de escucharla. Quería conocer cuantas más facetas de su vida mejor. Y por supuesto la de su posible novio era una muy importante.

—Es un chico al que estoy conociendo, agradable pero… —resopló—. Nunca termino de sentirme cómoda con él, ¿no te pasa que a veces simplemente sabes que no encaja y que por mucho que te esfuerces no va a encajar?

Cruzaron sus miradas, que quedaron fijas unos instantes, hasta que Yamato se encogió de hombros y Sora se ruborizó. En menos de una hora con su vecino con el cual hasta ese día solo había intercambiado palabras de cortesía había conseguido sentirse más conectada que en casi un año conociendo a Takaondo. ¿Habría sentido él lo mismo?

Lo desechó. Se encontraba tan solo ante una amable persona que la había acogido en su apartamento a las tres de la mañana. No significaba nada, cualquiera hubiese hecho lo mismo en su lugar, aunque en honor a la verdad tenía veintidós vecinos más y ninguno se había molestado ni en preguntar como se encontraba, es más, tan solo había recibido miradas acusatorias.

Negó, creyendo que ya había tocado fondo contándole su vida sentimental, en caso de que ella tuviese de eso, a su vecino semidios.

—Creo que voy a acostarme —suspiró derrotada.

Yamato le ofreció una complaciente sonrisa.

—Ha sido una noche larga, será lo mejor.

No hubo ningún movimiento de ninguno de los dos. Sora, algo intranquila por la situación, esperaba que su anfitrión le indicase el camino, sin embargo Yamato no había caído en la cuenta de que ese era su papel. Tras unos segundos de miradas apuradas y risas nerviosas, Yamato cayó en su error.

—Perdona —se levantó—. Puedes dormir en mi habitación.

La única habitación que había, de hecho.

Sora lo rechazó.

—Ni hablar, con un futón aquí es más que suficiente.

Miró al rubio expectante, que sonrió llevándose la mano a la nuca.

—Puedes dormir en mi futón —Y Sora palideció, pero razonó antes de que su mente fantasease con propuestas improbables, dándose cuenta de que Yamato tan solo tenía un futón—. Está limpio y lo aireo cada mañana.

—Sí, lo sé —contestó de forma automática. Enrojeció de inmediato—. La ventana de mi habitación queda frente a la tuya y a veces te veo… —cerró los ojos tratando de no delatar que la visión de su vecino en bóxers aireando su futón no era su mayor razón para madrugar.

—¿En serio? —se cruzó de brazos incrédulo—, casi siempre tienes la persiana aún bajada.

Y lo dijo así, con descaro e incluso provocación. Realmente Sora nunca se había planteado que si ella podía ver las actividades que realizaba él en su habitación él también podía ver las de ella. Se tapó el rostro con el cojín. Seguro estaba al corriente de todas sus manías y extravagancias, así como de su inexistente vida sexual. Aunque para su consuelo, ella tampoco es que hubiese visto muchas chicas en esa habitación.

De repente una sonrisa se dibujó en su rostro, mientras deslizaba el cojín lo justo para mirarle. Con esa pose ahora sí, un tanto arrogante acompañada de esa sonrisa traviesa. Pero ella lo encontró adorable nuevamente.

Bajó la mirada.

—No me parece bien echarte de tu habitación.

—No puedo invitarte a dormir sin ofrecerte un lugar para dormir, ¿no crees? Además, tampoco es que tuviese intención de acostarme hoy —dijo Ishida, mostrando todos sus libros abiertos, dando así el tema por concluido.

—En ese caso, creo que iré a descansar —se levantó. Estuvo tentada en invitarle a acompañarla. En realidad fue uno de esos pensamientos que quedaban en las entrañas, lo que sí fue capaz de exteriorizar fue su gratitud—. Muchas gracias por lo que has hecho por mí —y lo acompañó de una formal reverencia.

—Me alegra poder devolverte algo —dijo Yamato en tono melancólico que a Sora extrañó—. Ya sabes, tú siempre estás dispuesta a ayudar a los demás, y no solo en dejar sal, aunque apuesto a que siempre compras sal de más por si tienes que dejar a tus vecinos —Sora se ruborizó. Era cierto que le gustaba tener productos básicos de más—, eres esa clase de persona que siempre sujetas la puerta e incluso me ayudaste a cargar esos libros cuando el ascensor estaba averiado y no importa como sea tu día que seguro que los tendrás horribles como todo el mundo pero siempre tienes esa sonrisa para desear buenos días a los demás. Y lo mejor es que no te das cuenta de todo eso porque te sale solo, no tienes que fingirlo, eres así. Te gusta hacer la vida agradable a quien te rodea.

Sora quedó sin habla, notablemente emocionada. Nunca se había planteado que sus acciones comunes del día a día pudiesen influir en sus vecinos, concretamente en Yamato Ishida. Tampoco nunca nadie se lo había dicho. Era agradable escucharlo, reconfortarte.

Sonrió con gratitud.

—No creo que hoy les haya hecho la noche muy agradable haciéndolos salir de casa de madrugada porque me dejé el café en el fuego —añadió para aliviar la emoción del momento.

—A mí me ha venido muy bien —dijo Yamato con esa sonrisa ladeada, concentrándose ya en sus libros.

Había sonado a coqueteo, ¿la había coqueteado? Corrió la puerta de la habitación y sonrió de emoción y excitación al adentrarse por el futón, con su adictivo aroma incluido, de Yamato Ishida.

Cuando despertó no relacionó de inmediato donde se hallaba pero tampoco le importó porque se encontró cómoda. No solía tener facilidad para dormir en lugares ajenos, por eso era sorprendente que hubiese dormido toda la noche de un tirón. Otra vez esa extraña sensación de familiaridad le envolvía. ¿Acaso era esto lo que se sentía cuando todo encajaba?, o quizá tan solo era lo que se sentía cuando se dormía en el futón de Yamato Ishida.

Se levantó, pues deseaba volver a ver su rostro y escuchar su conversación cuanto antes. Al correr la habitación que estaba entreabierta, cuando ella juraría que la dejó bien cerrada, comprobó que ya no había nadie ahí. Seguramente se hubiese asomado para cerciorarse de que seguía dormida antes de irse o a coger ropa, tal vez se hubiese vestido frente a ella cuando todavía dormía.

Un cosquilleo se apoderó de su cuerpo solo por pensar en compartir algo tan íntimo con Yamato, ni pensó en la posibilidad de que hubiese roncado y él lo hubiese escuchado. Todo era demasiado hermoso esa mañana como para estropearlo.

Se acercó a la cocina y sonrió al comprobar que el desayuno ya estaba preparado. También había una nota.

"Espero que hayas dormido bien. He hecho el desayuno y queda café en el termo para que así no tengas que encender ningún fuego. Hay unas llaves sobre la mesa, yo volveré a mediodía. Quédate el tiempo que quieras."

—Que quieras…— repitió casi en un susurro. Tan solo era una fórmula cordial o quizá pudiese ser una invitación a algo más.

Sorbió el café y lo saboreó como el mejor de su vida. Solo se lo ocurrió una forma de mejorarlo pero eso conllevaba los labios de Yamato. No obstante esa idea ya no le parecía tan inalcanzable como hacía tan solo un día. Cuando regresase lo besaría o quizá no, pero alguna noche de estas sin duda lo besaría y cuando eso ocurriese el fuego ya no podría apagarse.

Alguna noche de estas...

-OWARI-

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N/A: Sirelo espero que haya sido de tu agrado. Cuando me tocaste como amiga invisible una idea así vino a mi mente de inmediato. Eres la diosa de los AUs sorato, los vecinales con evidente tensión sexual no resuelta son mi predilección y creo que es un tema tan característico tuyo que creí que sería un buen regalo.

Este fic está inspirado en tus AUs en especial en Fire alarm que me encantó, como todos. La última parte del café es una especie de guiño a ese drabble maravilloso que nos dejaste en el Topic sobre por qué Sora besa a Yamato siempre tras beber este café. ¡Ah! Y no pude resistirme a incluir a Takondo XD.

Espero que te haya gustado. A todos los demás que lo leyeron muchas gracias, en especial a las chicas/os del topic ¡Felicidades!

Soratolove/sorato4ever