Capítulo Uno
-Te lo digo en serio, Hina, lo que tú necesitas es una cánula.
-¿Qué?
-Una de ésas que se usan para regar el pavo cuando lo metes en el horno.
Hinata Hyuuga levantó la mirada de la caja de velas aromáticas que estaba guardando en la estantería y fulminó a Ino Yamanaka, su demenciada socia, con la mirada.
-¿Que me fecunde con una cánula? Lo dirás de broma.
-Si tanto te disgusta el sexo, ¿por qué no?
Hinata hizo una mueca cuando dos chicas que estaban eligiendo sujetadores se miraron, divertidas. Hablar de sexo seguramente sería normal cuando la tienda era un sex shop, pero desde que ella la transformó en Secretos íntimos, una boutique de ropa interior, la mercancía sexual era algo del pasado. El lenguaje descarado de su socia era, sin embargo, algo a lo que Hinata todavía no había podido poner freno.
-No me disgusta el sexo -le dijo en voz baja- Me disgusta «ése» tipo de sexo. Y aunque considerase la idea de fecundarme con un artilugio de cocina, que no pienso hacerlo, ¿de dónde voy a sacar el... material genético?
Sin pensar en las dientas, Ino contestó:
-No lo sé. ¿En un banco de esperma?
La respuesta fue una risita al otro lado de la tienda.
Hinata hizo una mueca.
-No creo que una pueda entrar y decir: «Hola, quiero retirar un depósito». Además, me parece una cosa rarísima.
-Bueno, pues olvidemos lo de la cánula -suspiró Ino, sacando una caja de cerillas para encender una vela de sándalo- ¿Por qué no haces lo que habíamos pensado desde el principio, fecundarte artificialmente?
-El médico me ha dicho que las posibilidades de éxito son de un diez a un quince por ciento por cada ciclo menstrual y se supone que es uno de los especialistas más importantes de Konoha. Así que podría costarme una fortuna. Me ha recomendado que lo haga de la forma natural.
-O sea, que o te gastas una fortuna o lo haces como todo el mundo.
-Exactamente. Y por culpa de la endometriosis, podría tardar meses en concebir.
Ino apoyó los codos en el mostrador.
-Lo que tú necesitas es un hombre que quiera mantener relaciones sexuales sin compromiso.
-Sí, supongo que sí -suspiró Hinata, con un nudo en el estómago. Irónicamente, a su madre le habría encantado. Un hombre diferente cada noche y estaría en la gloria.
-¿Y qué hombre no aceptaría eso? -rió Ino- En Royal Oak por lo menos tiene que haber doscientos.
Eso era lo que ella se temía. La idea de mantener relaciones sexuales con un extraño le parecía tan... asquerosa. Desgraciadamente, se estaba quedando sin alternativas.
Lo que había empezado en su adolescencia como un par de días desagradables en cada ciclo menstrual era ahora un dolor insoportable. El chequeo anual con su ginecólogo reveló lo que ya sospechaba: que la operación era inevitable. Y si quería tener un niño, tendría que hacerlo rápidamente.
Los medios artificiales le habían parecido la respuesta hasta que descubrió que costaba un dineral y que el porcentaje de éxito era más bien pequeño. La adopción de un niño extranjero también costaba una fortuna y que una chica soltera adoptase un niño del país era casi imposible.
Siempre existía el convencional «casarse y tener familia», pero los ochos divorcios de sus padres le habían enseñado una lección: la felicidad marital no era para ella. Cuando se fue a la universidad ya había perdido la cuenta de los «tíos» que vivieron con ella y su madre. Tíos que, cuando Hinata empezó a desarrollar, la miraban de una forma que la ponía enferma.
Nunca se atrevió a dormir sin echar el cerrojo en su habitación. Por si acaso.
En sus circunstancias, debería haber olvidado lo de tener niños, pero últimamente cada vez que se cruzaba con una madre empujando un cochecito la habitual punzada de envidia se convertía en un angustia infinita. Hinata deseaba con todas sus fuerzas tener el cariño incondicional de un hijo y darle todo el amor que llevaba guardado en el corazón.
Pero, ¿acostarse con un extraño? ¿Podría bajar tanto el listón cuando llevaba toda la vida evitando esa frívola existencia?
-No sé si puedo hacerlo -le dijo a Ino-. Y si pudiera, tendría que ser alguien con quien quisiera acostarme. Y, sobre todo, un hombre al que quisiera como padre de mi hijo.
-Tiene que haber alguien -suspiró su socia y amiga, apartándose un rizo de la frente- A ver, dime qué estás buscando.
Hinata se sentó en el taburete que había tras la caja registradora.
-Bueno, para empezar, debería estar sano y no tener ninguna enfermedad genética.
-Me parece razonable. Tendrías que pedirle un historial médico. ¿Algo más?
-Tendría que ser atractivo. No hace falta que sea guapísimo, sólo razonablemente guapo. Y agradable. No podría acostarme con alguien que no me gustase.
-Eso no suena tan difícil -dijo Ino, contando con los dedos: guapo, agradable, sano...
-¿A quién conocemos que responda a esa descripción?
En ese momento sonó la campanita de la puerta y Hinata levantó la cabeza para saludar a la nueva cliente... pero no era una cliente. Era su mejor amigo, Naruto. Con cara de agobio por el asfixiante calor de julio, camisa hawaiana y sandalias.
-Hola, chicas.
Hinata miró a Ino, Ino la miró a ella y las dos se volvieron para mirar a Naruto.
-¿Hinata?
¿Ella y Naruto? Sí, seguro. La idea era tan absurda como lo de la cánula del pavo. Naruto y ella eran amigos desde el instituto. Sí, al principio le gustaba. En realidad, Naruto Namikaze le gustaba a todas las chicas del instituto.
Pero ya no era una niña. Y no se arriesgaría a destrozar su amistad. Era demasiado importante para ella.
Hinata negó con la cabeza.
-De eso nada.
Naruto miró de una a otra, sorprendido.
-¿Qué pasa?
-Nada -sonrió Hinata- Pensé que estarías toda la tarde en el estudio.
-Necesitaba descansar un rato -dijo él, señalando la puerta- Tengo sándwiches en el jeep y pensé que te apetecería comer en el parque.
-Qué buena idea -sonrió Ino- ¿A que es un chico muy agradable?
-Sí, Ino, es muy agradable -asintió Hinata, enviándole un mensaje con la mirada: «cierra el pico».
Desgraciadamente, a su socia no se le daba bien entender los mensajes cifrados.
-Y hoy estás guapísimo, por cierto, Naruto.
Él se pasó una mano por el pelo.
-¿De verdad?
-Desde luego. Y pareces muy sano. Seguro que en tu familia no hay ninguna enfermedad genética.
Bajo el mostrador, Hinata le dio un pisotón a su amiga, sin dejar de sonreír.
-¡Ay!
-Naruto, me reuniré contigo enseguida. Espérame fuera.
Él las miró con cara rara, pero se encogió de hombros.
-He aparcado al final de la calle.
La puerta apenas se había cerrado cuando Ino abrió la boca...
-¡No! -la interrumpió Hinata- No lo digas.
-¿Por qué no? Sería perfecto. ¿Cómo puedes ser amiga de un hombre como Naruto y no querer acostarte con él? Es incomprensible.
Hinata saltó del taburete, sacó el móvil de su bolso y lo guardó en el bolsillo.
-Nosotros no tenemos ese tipo de relación.
-¿Por qué no?
-Porque no. Y la idea de buscar a un extraño para quedarme embarazada... es repulsiva. No puedo hacerlo, Ino. Tendremos que pensar en alguna otra solución.
Las chicas que estaban buscando sujetadores se acercaron entonces.
-¿No era ése Naruto Namikaze, el saxofonista? -preguntó una de ellas, dejando un sujetador rosa sobre el mostrador.
Admiradoras. Uf.
-El mismo -dijo Hinata.
La que hablaba le dio un codazo a la otra.
-Ya te dije que era él. Jo, está buenísimo.
Hinata levantó los ojos al cielo.
-¿Queréis una vela aromática?
-Te he visto en el bar donde toca -siguió la chica- Siempre estás sentada en la primera fila. ¿Es tu novio?
-Bueno, es que no podemos decir nada -son¬rió Ino, conspiradora- Aún no es oficial.
-No se lo contaremos a nadie. ¿Verdad que no?
Su amiga asintió, entusiasmada.
-No se lo contaremos a nadie. Te lo prometo.
-Bueno, si lo prometéis... -dijo Ino, inclinándose un poco- Están prometidos. Van a casarse en primavera.
-¿De verdad? -a la chica del sujetador no pareció hacerle mucha gracia- Qué suerte tienes.
Hinata sonrió.
-Le diré que me he encontrado con dos de sus fans. Le hará ilusión.
De eso nada. A pesar de su popularidad, Naruto siempre sería el mismo. Lo de las fans le ponía la piel de gallina.
-Podrías presentarnos -insistió la chica- Así le pediríamos un autógrafo.
-O un mechón de pelo -murmuró Ino.
Hinata se mordió el carrillo para evitar una carcajada.
-Seguro que podríamos arreglarlo -dijo, guardando el sujetador en una caja- Volved cuando queráis.
Cuando las dientas salieron, Ino hizo un gesto de disgusto.
-Jo, qué pesadas son las fans.
-Y tú no deberías contar tonterías.
-¿Por qué no? Era una broma. Y sobre el asunto del sexo...
-No -la interrumpió Hinata- No vamos a hablar más del tema.
-Venga...
-No. Me voy, volveré dentro de un rato -dijo, abriendo la puerta- Llámame al móvil si pasa algo.
-Piénsatelo -insistió Ino- ¡Naruto sería perfecto!
Hinata estaba despidiéndose de la bocazas de su amiga y, al volverse, chocó contra un sólido torso masculino.
-¡Eh! ¡Qué prisas! -sonrió Naruto.
La puerta se cerró entonces, golpeándola en el trasero y empujándola hacia él. Hinata apoyó una mano en su torso y, por primera vez, se percató de que era un torso
duro, lleno de músculos. La repentina imagen que apareció en su mente, es decir lo que Naruto y ella tendrían que hacer para tener un niño, hizo que sintiera un escalofrío.
Ella nunca había pensado en Naruto de esa forma... Todo era culpa de Ino, se dijo.
Pero no podían hacerlo. Imposible.
-¿Para qué soy perfecto? -preguntó él entonces, tomándola del brazo.
¿Lo había oído? Horror.
Naruto tenía unas manos grandes y fuertes, pero el roce era sorprendentemente delicado. Y Hinata tuvo que hacer un esfuerzo para apartarse.
-¿Qué te pasa?
Se dio cuenta entonces de que estaban en medio de la acera, interrumpiendo el paso. Y se dio cuenta también de que sentía calor no sólo en el brazo, sino en otras zonas de su cuerpo.
-Estoy bien. Vámonos.
-¿Para qué sería perfecto? -insistió él.
-Para nada -contestó Hinata. Sentía las gotas de sudor cayendo por su escote... Debía haber más de cuarenta grados en la calle, pero el sol no tenía la culpa. Sin duda, Ino había conseguido su propósito. Si hubiera mantenido la boca cerrada...
-Después de diecisiete años, sé cuándo estás mintiendo -sonrió Naruto- Venga, dímelo.
-Es mejor que no lo sepas.
-¿Por qué?
-Porque sí.
-Hinata, ¿por qué te has puesto colorada?
Por favor...
-Venga, date prisa -lo interrumpió ella, casi corriendo hacia el jeep. Como Naruto le sacaba una cabeza, no tenía ningún problema para seguirla, mientras a ella estaba a punto de darle un infarto.
-No voy a dejar de preguntar, así que será mejor que me lo digas.
-No puedo.
Él pestañeó con esas pestañas que serían la envidia de cualquier mujer.
-Por favor.
-No.
-Por favor, Hinata, por fa...
Estaba segura de que seguiría incordiándola hasta que se lo dijera, de modo que...
-Venga, dímelo. ¿Para qué sería perfecto?
-Sexo, Naruto -dijo ella por fin- Ino cree que serías perfecto para un revolcón.
