Desgraciadamente Digimon no me pertenece; si fuera así, todo sería diferente.
La observaba, era en lo único en que podía enfocarse en esos momentos, sus hermosas piernas podían verse por completo en esa casi inexistente falda, su torso estaba cubierto por un corsé brillante y sus brazos estaban al desnudo para poder moverlos con toda la gracia al igual que sus extremidades inferiores, mientras él simplemente tocaba su chelo. Ya no sabía si iba a ritmo o si la melodía era la que correspondía, pero ella bailaba igual y a la perfección. Sabía que no era el único que estaba como idiota mirándola, no, musa de Modigliani, Dalí, Miró, Hemingway, Matisse, y todo artista que se la hubiera cruzado en París, él incluído (pero eso era un secreto), esa mujer no pasaba de ninguna manera desapercibida.
"Llegué a París escapando de un compromiso con un hombre al que no amaba. Le escribí a mi tío diciéndole que quería estudiar con Coco Chanel y le pregunté si me podía recibir en su casa. Conocí en profundidad a la boheme, a sus artistas y también conocí lo que es el baile y todo mi mundo cambió, entendí por qué mi tío también 'escapó' de Japón y se quedó aquí. París es… mágico". Esas fueron sus palabras cuando la conoció.
Él nació y se crió en esa ciudad y no entendía muy bien el porqué de tanto enamoramiento por parte de los artistas por sus calles, pero no se quejaba, no podía, vivía de la música, conocía otros artistas con los que intercambiaba opiniones, ideas, etc. y por eso pudo conocer a la castaña de ojos grandes que bailaba charleston acompañada de su instrumento.
La música terminó y la danza con ella, y Yamato la vio marcharse a los camerinos del lugar después de saludar al público. Guardó su instrumento y fue por un trago junto a sus compañeros de banda quienes se felicitaban entre ellos y recibían felicitaciones de otros presentes.
— Allí viene la estrella de la noche — gritó uno de la banda mirando por encima del rubio de ojos azules quien sabía a quién le estaba hablando. Su cuerpo fue más rápido que su cabeza y se dió vuelta para verla antes de pensar en si parecería muy desesperado; estaba cambiada, ahora llevaba puesto un vestido negro con flecos que se intercalaban entre el color del vestido y dorado, le quedaba por encima de las rodillas, el cuello era alto pero la espalda no, si se daba vuelta podía verle los omóplatos a la perfección, tacos y en la frente una cinta negra con canutillos dorados. Ella los saludó uno por uno y los felicitó por ser una gran compañía.
Yamato se había alejado con su copa, la volvía a mirar de lejos y de reojo, no podía soportar el hecho de que sean muchos hombres los que le estuvieran coqueteando o que ella estuviera coqueteando con muchos hombres, le dolía. No podía entender cómo con haberla conocido una noche, esa mujer lo hubiera puesto de cabeza, lo ponía nervioso, le hacía feliz y, a su vez, hacía que su estómago se contrajera de dolor al verla con otros hombres. La odiaba por causarle esto. Terminó su trago y se levantó de su asiento para irse.
Cuando cruzó la puerta del lugar se prendió un cigarrillo, dio un paso y una mano en su hombro lo detuvo, se dio vuelta y la vio mirarlo con esos grandes ojos marrón claro y una sonrisa que derretiría a cualquier témpano de hielo como él por su dulzura.
— ¿Ya te vas? ¿Tan temprano?
— Sí, estoy cansado.
— Yo también estoy saliendo. Mi tío me dijo que mañana quería desayunar conmigo ¿Para qué lado vas? Podríamos caminar hasta algún punto juntos.
— Pensaba dar una vuelta antes ir a mi casa.
— Te puedo acompañar, la verdad es que no estoy muy cansada.
El rubio empezó a caminar y Mimi lo siguió. Yamato seguía con su cigarrillo en la boca, aunque su felicidad interna era inmensa, no quería hablar.
Esto es lo poco que salió por el momento.
Espero poder traer más próximamente, no creí que me costara tanto escribir sobre París en los '20s.
