Summary: Quizás no era tan malo trabajar todas las mañanas de todos los domingos. Quizás encontraría algo que la motivara a levantarse con ánimos para hacerlo. Quizás alguien la motivaría a hacerlo…
Disclaimer:Los personajes son propiedad de Mondo Media. La historia me pertenece y está creada con el fin de entretener, sin fines de lucro.
Más seguido
La calurosa mañana de ese domingo se prestaba para salir a caminar y no calcinarse en el proceso gracias a la fresca brisa venidera que soplaba a todo minuto. Sería preferible hacerlo rodeada de la naturaleza con sus tonos verdes envolventes, pero no podía hacer nada en ese aspecto dado que vivía en la ciudad. De todas maneras, podría dar una caminata por una plaza y luego retornar. Y era precisamente eso lo que estaba haciendo Lammy. Y aunque quisiera no podría afirmar que lo hacía por voluntad propia ni por ansias de aspirar aire fresco.
No, estaba trabajando. Paseando a la pequeña caniche color canela de su amigable vecina. Uno de los tantos trabajos a media jornada que la muchacha había estado haciendo para poder mantenerse a sí misma desde el momento en que a su simpático y misterioso tutor, Mr. Pickels, se le ocurriera dejarla sola (por lo menos permitiendo que se quede en su hogar) alegando una simple e ilógica frase que recordaría por toda la eternidad: «Ya estás bastante grandecita, mi pequeña Lammy. Ya no me necesitas». Y se fue al extranjero, así sin más y sin siquiera explicarle nada.
Aún así no podía afirmar que lo odiaba, claro que no, la había criado desde pequeña y le estaría agradecida por ello en todo momento. Sin embargo, sí odiaba su actitud.
Pero así era la vida, tarde o temprano tendría que independizarse y contrario a lo que Lammy hubiera pensado, fue más temprano e inoportuno. Sus estudios no se terminarían solos y mucho menos su estómago se abastecería por cuenta propia, por lo que en unos meses logró manejar la situación mejor de lo que creyó estableciendo un equilibrio entre trabajo y estudios.
Al llegar a la placita decidió que sería bueno para el animal tomar un poco el sol, por lo que se sentó en el pasto cuidando siempre no soltar la correa que sostenía al can, no fuera a ser que se escapara y lo atropellaran. Estaba un poco aburrida, observando como todos los niños se divertían corriendo de acá para allá, saltando y riendo. Hubiese sido bueno ir con alguna de sus amigas, pero trabajo era trabajo y a pesar de que la señora dueña se caracterizaba por su amabilidad, debía tomarse en serio su labor.
Lammy se recostó en el pasto dedicándose a observar el cielo despojado de nubes, echándole un vistazo a la perrita que de vez en cuando se alejaba más de lo debido. Pasó un buen rato así hasta que la caniche se acercó a ella con claras intenciones de querer irse. Por eso decidió que era hora de volver, entregar a la perrita a su dueña y regresar a casa a disfrutar las pocas horas libres de las que disponía antes de volver a su rutina laboral (no podía darse el lujo de descansar ni los domingos).
Optó por ir del lado contrario en que volvía usualmente, ya que se le antojaba más fresco que el otro, y necesitaba resguardarse del denso que calor que poco a poco iría tornándose insoportable.
Supo que fue una mala idea cuando vio a ese perro mediano de un tono azabache –macho, cabía destacar– pululando por allí. Lammy se alteró cuando el can paró sus orejas fijando la mirada en la caniche y más aún cuando recordó que ésta no estaba esterilizada.
Si bien ella podía pretender sin problema que nada ocurría, pasando por al lado del animal ignorándolo por completo, sabía que no sería igual el caso para la perrita. Por eso, se puso en guardia cuando el macho comenzó a seguirlas a unos metros antes de llegar a su destino. Lammy echó a correr y se dio una cachetada mental al comprobar que eso empeoró la situación: el perro las seguía aún más rápido. Sin embargo, al doblar en la esquina de una casa donde sonaba una música bastante estridente para su gusto, salió un muchacho que ocupó su campo de visión. Lammy no pudo evitar desviar la vista hacia el torso desnudo bien formado que mostraba el desconocido.
─¡Pupu! ─gritó el muchacho de cabello azul, con el ceño ligeramente fruncido. Acto seguido, el perro que ahora tenía identidad detuvo su seguimiento y con el rabo entre las patas se metió cabizbajo por la puerta de la casa mientras el chico, enojado, lo palmeó a modo de reprimenda.
Lammy, quien había detenido su andar junto con Pupu, se rió de lo ridículo del nombre y más aún de cómo este era pronunciado por esa voz grave. No contó con que el muchacho advertiría su presencia.
La muchacha se lo quedó observando sin perder la compostura, notando además que sólo llevaba unos pantalones cortos y también estaba descalzo. Alguien se tomaba muy en serio la libertad de los domingos…
El desconocido sonrió ladinamente, observándola.
─Señorita Lammy… ─le dijo a modo de saludo, antes de volver por donde había salido, en un intento de generar un suspenso innecesario.
La susodicha no podía negar que el chico era físicamente atractivo. No se preguntaría cómo es que sabía su nombre dado que eran vecinos, y que ella no tuviera la decencia de saber el nombre de los del barrio no quería decir que los demás fueran a hacer lo mismo. Sin embargo… estaba dispuesta a hacer una excepción con él. ¿Cómo es que nunca lo había visto en todo el tiempo que llevaba viviendo allí? Y estaba segura de que no era nuevo en el vecindario, dado que eso generaría un revuelo que realmente no percibió en esos días.
Un tironeo de su mano le hizo notar que la caniche ya anhelaba regresar con su legítima dueña, por lo que ella la complacería.
Y en el camino de vuelta, pensó en que desde ese momento pasaría por allí bastante más seguido, con o sin perro.
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Notas de autor
Bien, aquí con otro One-Shot de esta pareja que adoro cada vez más. Un modo bonito de dominarlos sería "Splammy" ¿Qué tal? Jajaja
Gracias por leer, saludos!
CornPie
