EUFORIA
Sinopsis: Fue un pensamiento estúpido, y lo sabía, pero cuando vio aquella pequeña, dulce, volátil sonrisa, más allá de la amargura y del rencor que los dos habían adoptado como segunda piel durante casi seis años, House no pudo evitar preguntarse si ella se habría contagiado también de Euforia GHxLC
Pareja: Greg House / Lisa Cuddy
Disclaimer: Creo que sería obvio que si fuera David Shore o Bryan Singer o alguien referente a la FOX y a House, M.D., no estaría aquí escribiendo, ¿verdad?
Spoilers: Toda la primera temporada y casi toda la segunda, hasta Euphoria parte II. Si seguís leyendo es bajo vuestra responsabilidad, no sería muy bonito de mi parte destriparos uno de los capítulos finales, ¿no? P
El pasado martes, justo después de ver Euphoria parte II, no podía dormir y me pasé hasta las tantas imaginando cómo se sentirían los personajes después de esos días tan duros, sobretodo para Foreman, House, y, aunque no lo parezca, la fría Cuddy. Y es que, después de las crueles palabras que se dijeron sin pensar, los sentimientos debían estar a flor de piel.
Notas: En primer lugar; ¡este es mi primer fic de House! Así que no seáis muy duros conmigo, ¿ok?
Culpabilidad
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El hospital Universitario Princeton-Plainsboro lucía anormalmente en calma al final de una jornada especialmente dura, y escasos residentes aún permanecían en los pasillos en esa noche. Desde luego, los pocos médicos que quedaban, sentían la necesidad de desahogarse de la presión del trabajo con bromas y sonrisas entre ellos, y las risas ligeras como plumas resonaban y se repetían a través de los pasillos y despachos, a través de las habitaciones de pacientes, hasta llegar al despacho más importante, al más lujoso y al más cálido. Sin embargo, las bromas del destino hicieron que, aquella noche, esa fuera la sala más oscura del hospital.
Quizá la causa de la sombría frialdad que colgaba desde el techo de aquel lugar, era la expresión gélida y fastidiada en los ojos grises de la joven Decana de Medicina de Princeton; Lisa Cuddy apretó los labios, molesta con las risas que tenían el atrevimiento de traspasar su puerta acristalada, mientras ella tenía que revisar con urgencia el expediente de Eric Foreman, en busca de algo, aparte de la delicada biopsia cerebral que le practicaron cuando estaba en coma, que explicara su confusión y dificultad a la hora de mover las extremidades, de confundir la derecha de la izquierda.
"Ocho en la escala de dolores; vómitos provocados por fallo pancreático; ceguera; contracciones musculares comenzando en las muñecas; fiebres de más de 40º; confusión cerebral; dolor atroz que indujo a la inconsciencia y al coma a Joe, el otro paciente contagiado, y más tarde, a la muerte…"
Cuddy dejó de leer, sintiéndose de repente terriblemente cansada y terriblemente angustiada. Sabía que House le había ordenado – no pedido, ordenado – que fuera ella quien revisara el expediente clínico de su colega, para que fuera ella, y no él mismo o alguien de su equipo, como correspondería, quien tuviera que revivir de nuevo el sufrimiento agónico al que había condenado a Foreman, porque, odiaba admitirlo, House sabía qué teclas pulsar con ella para hacerla daño, y sabía perfectamente que, al leer el calvario pasado por el médico de color, Cuddy no podría soportar el sentimiento de culpabilidad que en esos momentos comenzaba a correrla por dentro.
House
era inhumanamente cruel a veces, pero, en contadas ocasiones como
aquella, Cuddy no se sentía con valor para rebatirle y
regañarle, a pesar de ser su jefa. Porque, la maldita urgencia
por salvar a Foreman, ahora que realmente podía, la
obligaría a seguir leyendo, a estrujarse el cerebro en busca
de una solución entre aquella tortura que la estaba matando.
Y
sabía que House lo sabía, y por eso le había
tirado el expediente a la cara, sin una mirada, sin dignarse a
explicarse, sólo con un cínico "Si hubiera acertado
algo más abajo ahora tendrías que buscarlo en tu
escote, jefa", y una carcajada carente de afecto, sólo
amarga y resentida. Para que pagara de alguna forma por la puñalada
que le había clavado en la espalda al cumplir de nuevo las
reglas y entregar la única salvación posible para
Foreman al CDC, aún sabiendo que no tenía
opción.
Y,
¿qué había hecho Cuddy, la fría y firme
Cuddy, la Decana más joven y respetada del país, y una
de las más prestigiosas?
Había permanecido quieta,
de pie, con su elegante conjunto de chaqueta y falda, mirándole
con la – oh, maldita sea mil veces – culpabilidad impidiéndola
contestar; y había sujetado el informe contra el pecho,
apretando la fina mandíbula para contener el nudo en la
garganta y las ganas de llorar.
Como una muñeca desvalijada
que su dueña ha tirado en la carretera a merced de la
devastadora mordedura del neumático de los coches, así
se sentía Cuddy al ver marchar, indiferente a todo, a House,
cojeando y apoyándose en el bastón.
¡Oh, por el amor de Dios! Había hecho todo lo posible para que adelantaran la autopsia de Joe, y él lo sabía. No tenía ningún derecho a culparla de la tortura de Foreman, de alargar su sufrimiento. No había tenido ningún derecho a despecharla y ridiculizarla frente a sus propios médicos, con aquel rencor que había acabado definitivamente con el afecto y, tal vez, el cariño que podía adivinarse entre el sarcasmo que utilizaba cuando se dirigía a la Decana.
Su mirada chocó sin pretenderlo con su propio reflejo descompuesto en la ventana, y Cuddy entornó los ojos; aún era joven, se dijo a sí misma, apenas 38 años recién cumplidos, y el rostro que normalmente irradiaba firmeza y seguridad en sí misma aún conservaba el rastro de la juventud, aún era muy bello, aunque en esos momentos, esa belleza atemporal se viera mitigada por las ojeras que adornaban sus ojos grises, y la palidez del cansancio de los últimos días.
Y,
de nuevo, estaban allí, con renovadas fuerzas, las odiosas
ganas de llorar. Suspiró con resignación,
sobreponiéndose a la emoción. Cierto que había
derramado numerosas lágrimas en la intimidad de su despacho
aquella misma mañana, al sentirse impotente mientras Foreman
moría, pero aquella era una situación totalmente
distinta; para empezar, estaba a punto de romper en sollozos por el
profundo desasosiego y soledad que le causaba el saber que House la
odiaba, y eso era algo que no podía permitir.
No
tendría el lujo de llorar por sus problemas personales
mientras, a unos metros de distancia, un amigo suyo – porque sí,
le gustaba pensar que Foreman aún le seguía
considerando como algo parecido a una amiga – estaba teniendo un
grave problema médico, así que volvió a
concentrarse en la lectura con los ojos nublados por el dolor de
culpabilidad y la humedad.
.- ¿Se puede? – durante un glorioso segundo, Cuddy tuvo la ilusión de que aquella voz amable fuera la de House, pero se desengañó incluso antes de alzar la mirada gris y encontrarse con el siempre apaciguador James Wilson, que la observaba preocupado desde el marco de la puerta.
.-Sí, sí, adelante. – contestó ella, secándose rápidamente la ligera humedad bajo los ojos, en las profundas ojeras.
Wilson avanzó, como dubitativo, hasta sentarse frente a la mujer al otro lado del escritorio, mirándola con ese intenso apoyo que sólo él podía transmitir.
.- ¿Qué… qué tal está? – Cuddy no se atrevió a formular la pregunta entera, y su amigo suspiró, enterrando la mirada en el expediente de Foreman.
.-Se pondrá bien, pero tenemos que encontrar rápido lo que le está creando la confusión cerebral.
Cuddy no dejó que la ligera sensación de alivio le relajara, y continuó explorando el informe con más ahínco.
.-No, James. Tengo que encontrarlo. Sabes que se lo debo.
De nuevo, ahí estaba, la culpabilidad. Corrompiendo su organismo como el más peligroso de los venenos, y Cuddy no pudo evitar un inaudible sollozo, sin atreverse a levantar la vista de los papeles. Sin embargo, unos dedos largos y cálidos cubrieron su pequeña mano blanca, y, sorprendida, alzó los ojos. Wilson le sostenía la mirada con infinita dulzura, como todo lo que hacía.
.-No estás sola en esto, Lisa. Estamos aquí contigo, todos, incluso House, con el que tienes más en común de lo que ambos, tozudos cabezotas, os empeñáis en admitir. – Cuddy enarcó una ceja; puede que estuviera en una situación patética, pero, aún así, Wilson necesitaba explicarse. – La misma culpabilidad que te impide aceptar que no toda la responsabilidad es tuya, es la misma que ha movido a House durante estos dos días a hacer cosas que nunca se había permitido, como mantenerse cauteloso al diagnosticar una enfermedad, o desesperarse al no encontrar qué estaba matando al paciente. – bajó la vista, casi tartamudeando. – Y… y debo reconocer que… nunca le había visto así. Por primera vez en toda su carrera, House estaba demasiado implicado en el caso como para pensar con claridad, igual que tú, Cuddy. Y ambos os refugiáis en vuestra propia culpabilidad, al no haber dado a tiempo con el parásito, porque creéis que habéis fracasado al no haber podido ayudar a un amigo. Pero aún estáis a tiempo de salvarle, si dejáis de machacaros el uno al otro…y empezáis a trabajar en equipo.
Cuddy aspiró aire audiblemente, sintiéndose derrotada.
.-Sabes que él nunca lo aceptará, que nunca me perdonará mis errores y estará encantada de seguir restregándomelos el resto de mis días. Y, aunque nunca lo reconocería frente a él, me lo merezco, Wilson. – le miró fijamente, mostrando su debilidad y mordiéndose los labios – Y lo sabes, lo sabes, y aún así…
.- ¡Eh, eh, Lisa! – Wilson le obligó a alzar la vista con suavidad – Vamos… vamos, Cuddy. No te derrumbes tú también ahora, bastante duro es saber que House no es invencible, como para que tú me hagas creer que te falta profesionalidad, cuando sabes que no. Eres la mejor Decana con la que he trabajado, y una amiga admirable. Y House lo sabe, y sabes que lo sabe. Eres la única que le ha soportado durante tantos años, la única capaz de limitarle, la única que puede hacerle entrar en razón; ni siquiera yo, al que me considera su único amigo, me he sentido capaz algunas veces de pararle los pies, pero tú siempre has estado ahí, con él, para cubrir el vacío de debilidad que me vence en ocasiones.
Cuddy contenía la respiración. Aún tenía una mano entre las de Wilson, y un ligero sonrojo le hizo abrir los ojos y comprender lo que el buen doctor quería decir. Una intensa oleada de gratitud hacia su amigo la sacudió, y esbozó una pequeña sonrisa, sólo ligeramente forzada, por primera vez en aquellos días.
.-Gracias. – era una palabra sencilla, pero que de alguna forma siempre había humillado a Cuddy y que casi nunca se sentía capaz de decir; el que lo hiciera con transparente sinceridad, hizo reaccionar a Wilson que, azorado, retiró su mano.
.- ¡Oh, pero qué tierno! Me derretiría como la miel si no fuera porque un miembro de mi equipo está agonizando sin saber por qué; aunque, ¡me alegra comprobar que eso no impide que sigáis felices y despreocupados, no os equivoquéis!
Cuddy
cerró los ojos con resignación. Oh, sí, ya
tardaba en aparecer; Greg House los miraba con falso embelesamiento
desde la puerta acristalada, apoyado en su bastón y sin rastro
de diversión en los ojos azules.
Wilson se levantó
con una extraña expresión en la cara, como advirtiendo
a su amigo que midiera sus palabras, pero Cuddy se alzó
también, demostrando que no estaba tan vulnerable como
parecía.
.-House, ¿cómo se encuentra Foreman? – preguntó, intentando sonar firme.
.-No muy bien, considerando que podría estar mejor si no hubiera habido terceras personas. – le espetó con dureza. Luego se giró hacia Wilson. – Tú, vuelve a la habitación y revísale de nuevo, haber si hay algo que se nos ha escapado y entra dentro de tu especialidad. ¡Oh, espera! – volvió a encarar a su jefa – A menos que la Mujer de Hielo haya encontrado algo que nos pueda ayudar.
.-Pues, en realidad… - comenzó a hablar Cuddy.
.- ¡Pii! ¡Error! ¡Inténtelo de nuevo! – ella le miró furiosa, y House esbozó una falsa sonrisilla carente de humor – Oh, perdón, es que pensaba que los de Bio-seguridad no te permitían hablar de eso en lugares públicos.
Cuddy
cerró la boca, sorprendida; House había abandonado
definitivamente el sarcasmo y lo había dicho con cruel
honestidad, mirándola desafiante, como invitándola a
enzarzarse en una de sus tantas batallas verbales, solo que esta vez,
las consecuencias para el perdedor serían desastrosas, y
apartó la vista, turbada.
No se esperaba un trato así
de House, no mientras Foreman necesitara su ayuda, y Wilson pareció
pensar lo mismo, porque se adelantó un par de pasos hacia el
médico, intentando desesperadamente calmar los ánimos.
.-House, por favor, ¿podrías dejarte de bromas? Foreman te necesita, y seguro que no le haría gracia ver que estás dedicando tu tiempo a pelear.
.-Si es con la mujer que le condenó a sufrir más de lo debido, yo diría que sí le divertiría. – contestó, mirando a Wilson con ironía. – Además, ella tiene ventaja, sólo soy un pobre lisiado, ¿verdad, cariño?
Cuddy
le clavó los ojos grises, temblando de furia y de impotencia,
y por un segundo le dieron ganas de golpear al hombre que la estaba
haciendo daño con su propio bastón, una, y otra vez,
hasta borrarle esa estúpida y para nada útil ironía.
Avanzó un par de pasos, con las manos fuertemente cerradas, y
las lágrimas pugnado por resbalar por sus pálidas
mejillas, pero no se sintió capaz de más, ¿por
qué no podía rebatirle, como siempre? ¿Por qué
no podía ordenarle que se largara?... ¿Porque sabía
que, si lo hacía, rompería el débil y último
vínculo que podría unirlos?
Wilson no fue el único
que se percató de la falsa firmeza y dolor y desesperación
contenidos que parecían mantener en pie a su jefa, y se
enfureció cuando vio que House parecía regodearse en
ver sufrir así a Cuddy.
.- ¡Oh, por todos los cielos, House! Esta vez, te has pasado. – le advirtió, sacudiendo la cabeza, sin saber qué más podía hacer. House le retó con la mirada a continuar, y su amigo apretó los dientes, sintiéndose entre dos fuegos.
.-No, Wilson, él tiene razón. – la voz de Cuddy, débil pero fría, hizo que ambos médicos miraran hacia ella. – Esto es lo que quieres, ¿no, House? ¿Que me humille y te pida disculpas? ¿Que admita mi culpa, sólo mi culpa? ¡Pues bien, no me da miedo hacerlo, House! ¡Lo siento! ¡Siento haber cumplido las normas, siento haber impedido que la Euforia se pasara a más personas!... Siento haber condenado a Foreman, ¡oh, claro nunca me lo voy a perdonar! Y fue sólo mi culpa; sabía qué consecuencias tendría para nuestra relación negarme a aceptar tus deseos, y aún así no pude hacer otra cosa; sólo ahora me doy cuenta de que jamás debería haber entregado a Joe al CDC sin hacerle antes la biopsia que tanto ansiabas, ¡pero no tenía opción! ¿Entiendes? ¡No la tenía!
Al
terminar su pequeño discurso, Cuddy se sintió
desfallecer. Sin ánimos para aguantar la mirada desgarradora
de House, se giró sobre sí misma, encarándose a
la ventana, contra la que se estrellaban con furia las gotas de
lluvia de una tormenta de verano.
Durante unos segundos, nadie
dijo nada. House contemplaba en silencio a su jefa, cuya pequeña
figura se recortaba contra la lluvia, y bajó la mirada,
contrariado. De nuevo, había sentido en su mirada y en sus
palabras la misma vulnerabilidad que la había dominado dos
días antes, cuando prácticamente la había
obligado a enfrentarse al CDC. Sin embargo, la integridad impecable
de Cuddy se lo había impedido, y, durante unos segundos, House
tenía reconocer que, en su despacho, sólo había
visto dolor y desesperación en los ojos grises de la Decana,
al no poder hacer lo que le pedía.
.- No has cambiado en absoluto, Cuddy. Tan egocéntrica, pensando siempre en ti… ¿no te has parado a pensar cómo me sentía yo, eh? Un miembro de mi equipo se contagia por mi culpa, sufre dolores, ceguera, euforia, y es la primera vez que yo no puedo hacer nada… ¡Mírame, Cuddy! – la mujer no se atrevió a encararle, así que House avanzó a duras penas y la agarró casi violentamente del brazo, obligando a mirarle – ¡Mírame, por Dios! ¡Es la primera vez que estoy desesperado! Y, ¿sabes por qué? ¡Porque una de las pocas personas a las que aprecio estaba muriendo ante mí y yo no sabía qué hacer! ¿Me habías visto antes así?... Lo dudo, pero eso no es lo pero de todo, Cuddy. Eso no es lo que me ha dolido. Lo que más me ha jodido, ¡lo que no puedo explicarme…! ¡Es que alguien que me llama "amigo" se negara a ayudarme! Es que otra de las pocas personas en las que creía que podía confiar, me haya traicionado… como lo hizo hace seis años.
Cuddy ahogó un jadeo, reaccionando como si la hubieran dado una bofetada, apartándose de él, que la observaba con una extraña expresión, impaciente, desesperada. Aquello había sido un golpe bajo, incluso para House; había vuelto a abrir una herida que ambos habían decidido en un acuerdo silencioso cerrar para siempre. Y en su memoria retrocedió casi un año, hasta estar en la sala de conferencia, escuchando a House dar una clase magistral. "A causa del retraso del diagnóstico clínico… El paciente no ha recuperado la movilidad total de la pierna derecha, y al día de hoy aún padece dolores crónicos… A causa de una traición…"
.- Cómo te atreves… Lo hice para salvarte, House… - murmuró, con un hilo de voz. – Ya hemos hablado de esto… ¡no cometas el error de asumir que eres el único que vivió una pesadilla aquellos días, estos días! Porque puede que tú lo sintieras más de cerca, pero hay otras personas a las que aquellos recuerdos tampoco les han dejado dormir desde entonces.
House retiró su mano del brazo de su jefa, apartando la mirada, con el cejo fruncido. A su lado, Cuddy respiraba con dificultad, y mantenía las cejas alzadas, como recuperándose del tremendo esfuerzo que le había llevado decir lo que tenía guardado desde hacía casi seis años.
.-House… - susurró Wilson cerca de él, con resignación en la voz.
.-Vete, Jimmy. Hazle las pruebas a Foreman y envíame a Chase si encuentras algo. – musitó, sombrío, con la cabeza baja pero alzados los ojos, mirando fijamente a Cuddy.
Wilson
titubeó unos segundos, pero asintió con la cabeza y con
paso ligero salió del despacho, dejando a sus dos amigos
atrás, y rezando para que aquella no fuera la calma antes de
la tormenta.
Dentro, Cuddy sintió un desagradable vuelco en
el estómago, cuando abrió la boca para decir con ácida
sinceridad:
.-Sé que crees que no tengo derecho a estar lamiéndome las heridas en este momento, y te doy toda la razón. Pero, a veces, es mejor esta opción a refugiarse bajo una máscara fría e irónica. También sé que nunca podrás perdonarme, porque esta actitud no es sólo por Eric, y lo sabes. Es por ti mismo, porque no obedecí tus deseos tampoco hace seis años, pero, ¿qué puedo decirte? – Cuddy se giró y le miró con los ojos empañados, y una ligera sonrisa amarga en los labios – Estaba demasiado aterrorizada de que os pasara algo que no pudiera controlar, Greg.
Greg. Al haber utilizado el nombre con el que se dirigía a House cuando eran algo más que simples colegas de trabajo, Cuddy había descubierto su silenciosa desesperación, volviéndose vulnerable a la fría mordedura de las palabras del médico, y cerró los ojos, esperando el golpe que, sin duda, House no dejaría escapar.
Y, sin embargo, nunca llegó. Un aroma masculino invadió su espacio personal, y, sorprendida, abrió los ojos. House la miraba a veinte centímetros de distancia, muy quieto, apoyado en el bastón, con una extraña expresión en los ojos, a medio camino entre el rencor y la aceptación, y Cuddy sintió un desconocido cosquilleo en la boca del estómago, que atribuyó, confusa, a las duras emociones vividas aquellos días.
.-Foreman no es tan estúpido como para no perdonarte. El tío es negro, pero no tan tonto como para enfrentarse a su jefa.
El alivio hizo que Cuddy sintiera ganas de reír, aunque no sabía exactamente por qué, y el nudo en la garganta se aflojó un poco.
.- ¿Por qué no? Tú lo haces todos los días. – repuso con una ínfima y sincera sonrisa, que descolocó durante unos segundos a ambos.
Fue un pensamiento estúpido, y lo sabía, pero cuando vio aquella pequeña, dulce, volátil sonrisa, más allá de la amargura y del rencor que los dos habían adoptado como segunda piel durante casi seis años, House no pudo evitar preguntarse si ella se habría contagiado también de Euforia. En su lugar, tragó saliva y fingió pensar.
.-Hum… puede que sí, pero sabes que es un privilegio que reservas únicamente para mí. – Cuddy le miró con esa expresión suya tan característica, enarcando una ceja, y el hombre la ignoró. – Además, por mucho que te empeñes en morir de inanición y sueño encerrada en este despacho, eso no calmará tu culpabilidad. Oh, espera, olvidé que tú te mueres de inanición sin necesidad de sentirte culpable, perdona. – terminó, haciendo una graciosa mueca.
Cuddy rodó los ojos, sin poder esconder el profundo alivio que le causaba notar que las palabras ya no eran dichas con inhumana crueldad, y sacudió la cabeza, provocando que los rizos negros rozaran su piel pálida.
.-Nunca cambiarás, ¿verdad?
Él la miró asombrado y supuestamente alarmado.
.- ¿Quién querría que lo hiciera?
Ella,
desde luego, no. Podía ser frío y cruel en ocasiones,
pero siempre con ese fondo de ternura que lo movía
invariablemente, aunque él no se percatara en absoluto de
ello. No cambiaría esa sarcástica manera de enfrentarse
a los problemas o a la vida misma, y, de ninguna forma, alteraría
eso de él que, aunque la humillara e ignorara sus normas,
irónicamente, la hacía sentirse… respetada. Porque la
trataba como un igual, y eso, se dijo a sí misma, era lo
responsable de estar sintiendo en esos mismos instantes mariposas
revoloteando en el estómago.
Cuando cayó en la
cuenta, Cuddy retrocedió un par de pasos y su espalda chocó
con la fría ventana. Aspirando una bocanada de aire, intentó
escapar del aprisionamiento que parecía suponer la cercanía
de Greg House.
Sacudió la cabeza con la elegancia natural
que había ido ganando con el paso de los años, y
decidió desviar el tema de conversación a uno que
mantuviera sus sentimientos cerrados bajo cal y canto.
.-Deberías estar junto a Foreman y no peleando conmigo, doctor House. Y yo debería estar investigando el informe que tú, tan amablemente, me pediste que explorara.
.-Siempre igual, Cuddy. Ayer me pediste que jugara a la pelotita, que estuviera en la misma planta que Foreman, que hiciera lo que hago para pensar; ya he enviado a Jimmy-boy, ¿crees que mi cercanía al paciente calmará su dolor?
Cuddy se detuvo, con expresión derrotada en sus ojos grises, y puso temblorosa una mano pálida sobre las de House, que se aferraban al bastón, y él se tensó al instante. Por un instante, el corazón de ambos palpitó al mismo tiempo, y entonces ella habló.
.-No calmará su dolor, pero si nuestra culpabilidad. Por si no te has dado cuenta, esta es una de las pocas veces que yo también he estado desesperada, pero, para tu información, es la segunda, porque la desesperanza e impotencia que sufrí la primera vez, hace seis años, no me había dado un respiro hasta ahora.
Y,
como si la tormenta corroborara las palabras de la mujer, un trueno
estalló afuera, iluminando por primera vez en la noche aquel
lugar; cerca de Cuddy como estaba, House vio resplandecer la falsa
firmeza en ella que luchaba por no caer, y eso lo asustó.
Nunca había visto vacilar a su jefa, nunca la había
visto ceder, ni siquiera cuando él la machacaba sin compasión,
probando cuánto resistiría la mujer pero, en aquel
momento, Lisa Cuddy no se sintió con fuerzas como para
mantener la mirada, así que la dejó resbalar del rostro
de House a su pierna derecha, que temblaba ligeramente, aún
ayudada por el bastón.
House observaba en silencio como los
ojos de Cuddy se cubrían de vergüenza al ver de nuevo la
señal inequívoca de su traición, y vibraban,
como dudando de si debían o no apartarse; pero al ver que el
hombre no hacía nada por impedirlo, se permitió el
valor de suspirar y de no hacer nada por evitar el camino que una
lágrima recorrió por su mejilla hasta perderse en su
cuello.
.-Lo siento… - murmuró. Y como si aquella asombrosa revelación le hubiera dado riendo suelta, Cuddy sollozó más audiblemente; House la miraba sorprendido, estático – Lo siento, lo siento, lo siento tanto… Nunca te lo dije, ¿verdad? Nuestro estúpido orgullo nos impedía reconocer los errores, pero hoy no me importa humillarme. Lo siento tantísimo…
Entonces,
frente a él, Cuddy se derrumbó. Sin tener ya valor para
mantener la muralla de hielo que ambos habían insistido alzar
entre ellos para no abrir viejas heridas del pasado, se llevó
las manos a los ojos, intentando esconder las lágrimas que se
deslizaban por su cara.
El corazón de House martilleó
en ese instante con dolorosa intensidad, gritándole que había
sido demasiado duro con la mujer que, al fin y al cabo, sólo
estaba haciendo lo único que podía hacer para salvar a
ambos.
Casi con violencia, sorprendiéndose a sí
mismo, enroscó el brazo libre en la cintura de Cuddy y,
aprovechándose de la notable diferencia de altura, la atrajo
bruscamente contra su pecho, apoyando la barbilla en lo alto de la
mata de rizos negros.
Lo primero que notó, antes de que el asombro por su propio acto le paralizara, fue el suave aroma a sándalo y frutas que embriagó sus sentidos. Inconscientemente, aspiró una bocanada de aquella fragancia que emanaba del pelo de la Decana y que le emborrachaba como el más fino de los licores, y cerró los ojos para disfrutar de la repentina sensación.
Lo segundo que sintió, fue el jadeo desconcertado que escapó de los labios de Cuddy y vibró en su pecho, haciendo estremecer el aire en sus pulmones, y la inesperada tranquilidad que calmó el cuerpo aprisionado, así como el suyo propio.
Y lo último que su conciencia tuvo la gracia de registrar en el medio de las tormentosas emociones que iban sucediéndose unas a otras en su corazón sin ningún permiso, fue la voz que la Decana se obstinaba por mantener fría e imperturbable, a pesar de la obvia debilidad.
.- ¿Qué demonios estás haciendo?
Muy a pesar suyo, House se centró y rodó los ojos como si no pudiera creer en la estupidez que el ser humano demostraba en ocasiones, algo en su mente recordándole que Cuddy no podía verle, porque la seguía aprisionando.
.-Vamos, Mujer de Hielo, ahora no tienes por qué fingir. – suspiró, obligándose a demostrar más seriedad. – Todos necesitamos una muestra de afecto de vez en cuando, aunque sea de nuestro enemigo más odiado.
Cuddy frunció los labios, sintiéndose ligeramente incómoda en los brazos tensos de House.
.-Yo no te odio, simplemente eres insoportable algunas veces.
.-Perdón, ¿quién hablaba de ti? Yo estaba pensando en Vogler. – replicó él, bajando la vista ligeramente. – Además, sólo por la espléndida panorámica de la sección de frutería está mereciendo la pena.
Ella soltó una exclamación indignada e intentó apartarse, pero House la apretó con más fuerza, riendo entre dientes.
.- ¡Es broma, es broma! Vaya mujer, qué poco sentido del humor tienes.
.-Muy gracioso, será que tú derrochas por los dos… - resopló Cuddy, relajándose sin darse cuenta.
House se estremeció al sentir el aliento fresco en el cuello, y se dijo a sí mismo que ya había cumplido con su jefa, que tenía que alejarse de la pequeña mujer que apretaba contra su pecho, porque el maldito aroma a frutas y sándalo le estaba afectando demasiado y le había hecho olvidar que había acudido a su despacho aquella noche para molestar un poco más a Cuddy, no para reconfortarla y, menos aún, para confundirle a él mismo.
Repentinamente,
un porta folios cayó al suelo muy cerca de ellos, acompañado
de un jadeo de sorpresa, y House se apartó de la Decana como
si quemara.
Allison Cameron les miraba perpleja desde la puerta, y
Cuddy reprimió un suspiro de resignación, pensando que,
justamente necesitaba eso, alguien como la ingenua doctora para que
interpretara de la peor forma posible aquella situación y
dejara caer en el hospital como una bomba el mayor chisme de la
semana.
.- ¿Doctora Cameron?
La joven médica se recompuso, agachándose para recoger el expediente de Foreman con un sonrojo en las pálidas mejillas; también en ella el cansancio y la frustración de los últimos días habían hecho mella en su cara pecosa, volviéndola blanca y perfilando bajos sus ojos ligeros círculos oscuros y, sin embargo, al alzar la vista, una sonrisa pugnaba por curvar sus labios.
.- ¿Ha pasado algo con Foreman? – se adelantó House, interpretando mal su silencio. – Y, ¿por qué estás tú aquí? ¿No le dije a Wilson que trajera a la Barbie?
Cameron negó con la cabeza sonriendo, acostumbrada ya al humor sarcástico de su jefe, pero lo cierto es que Cuddy también comenzaba a sentirse nerviosa.
.- El doctor Wilson ha encontrado lo que confunde el cerebro de Foreman. Dice que esperará a verte para tratarlo directamente, pero ya ha comenzado con las medicaciones, y Eric está mejorando. – lo soltó todo del tirón, y no pudo evitar una ligera risa cargada de alivio. – Ah, y me envió a mí porque Chase ha decidido convertirse en la sombra de Foreman, y no se ha separado de él desde que te fuiste.
Cuddy creyó que el respiro la haría caer al suelo, pero en su lugar esbozó una sonrisa algo histérica, y se secó los ojos, recomponiéndose al instante, mientras oía decir mitad en broma mitad tranquilizado a House:
.-Ah… ya sabía yo que había algo entre esos dos.
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¡Yap! ¿Qué tal? ¿No es muy linda la pareja que hacen House y Cuddy// Jeje, bueno, aunque este primer capítulo es algo oscuro y dramático snif, necesitaba crear el ambiente adecuado P Os prometo que el segundo será menos triste, y que no tardará mucho porque ya llevo la mitad escrito. Además, este fic es cortito, seguramente tenga sólo 3 capis, 4 si me siento inspirada y recibo lindos reviews
¡Cualquier crítica será bienvenida! Además, el botón de Go! queda tan a mano…
\/ ¡¡review!
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