Notas Iniciales:

El nombre del fic está en latín, su traducción exacta es Conócete a ti mismo, y lo nombré así porque creo que encaja bastante bien con la trama de la historia. Solamente quería aclarar eso... Seguramente se lo preguntaron ¿qué mierda significa esto? xD Pues allí la respuesta. También aclaro que cada capítulo no tiene nada que ver con el anterior, vendrían a ser como distintos one-shots combinados, sólo los tres primeros capítulos tendrán una trama muy floja, pero trama al fin :) Bien, show must go on...

Disclaimer: Hiromu Arakawa ha de estar feliz de no haberme cedido los derechos de autor de FMA... ¡Miren lo que les hago hacer! xD

Nosce Te Ipsum
Escrito por Megumi Asakura

Historia 1: Cumpleaños

Mañana soleada.

El gran ventanal que daba a su habitación se encontraba con las cortinas abiertas, así que los rayos solares no tardaron en invadir el lugar.

Era su cumpleaños.

Pero eso no impedía que fuera un día normal, después de todo.

Sabía que recibiría una carta desde Reesembul de parte de su familia y amigos con algo de dinero, porque todos sabían que la vida en Central no era fácil, y menos en tiempos de guerras.

Se fue hasta la puerta de su habitación y la abrió con cuidado, tratando de no despertar a su perro, aunque fue en vano. Se dirigió hacia la gran puerta principal, donde un sobre de color madera yacía en el suelo. El remitente era de sus padres, y, como se lo supuso, al abrirlo encontró una buena suma de dinero y una pequeña nota que decía un tímido Feliz Cumpleaños.

Ahora que ya tenía su regalo, ¿qué más podía hacer en su cumpleaños? Desayunó como siempre y se vistió como siempre, pero una idea loca le cruzó la mente: caminar de noche. Sí, eso era lo que estaba deseando para su cumpleaños, caminar de noche simplemente.

Pero para la noche faltaba demasiado, más de diez horas.

Comenzó a aburrirse mirando la taza vacía de café y mirando a su perro. Era un aburrimiento abrumador, muy grande, uno que parecía que en cualquier segundo iba a matarte. Se dirigió a su habitación en donde cerró las cortinas blancas para dejar una luz tenue flotando en el ambiente. Había aroma a depresión, tristeza y soledad, y que todo emanaba de ella, emanaba de Winry Rockbell.

Se tiró a su cama, mientras se desataba el cabello. Dejó libres a sus hebras amarillas para que lo cubrieran todo. Para que lo cubrieran todo mientras ella se sacaba la remera que llevaba, mientras extinguía el contacto de su piel con los jeans que tenía, mientras quitaba como parásitos los zapatos y los calcetines que llevaba.

Ella escogía siempre con mucho cuidado su ropa interior cada vez que iba a comprar una. Trataba de que todo se viera perfecto, que cada color y tono y diseño combinase por si alguien simplemente quería acostarse con ella. Pero eso nunca había sucedido, tal vez ésa era la sensación de depresión, tristeza y soledad que exhalaba al aire.

Se levantó de su cama y se dirigió al gran espejo que tenía. Allí se miró de pies a cabeza, tratando de encontrarse algún defecto, pero no encontró ninguno. Tenía curvas perfectas que había cuidado rigurosamente, tenía un pecho considerable que había heredado de su madre, tenía su abdomen plano, porque siempre hacía ejercicios y tenía sus nalgas bien firmes y libres de celulitis. ¿Qué era, entonces, lo que hacía falta para que alguien le susurrara al oído quiero acostarme contigo?

-¿Qué me falta?

Mantenía la mirada fija en sus pechos. Comenzó a quitarse el sostén que llevaba, tan blanco que se confundía con su piel. La prenda cayó al suelo, y Winry miraba lo que había heredado, ahora desnudo. No estaban caídos, no eran pequeños, no eran demasiado grandes, eran perfectos.

-¿Qué me falta?

Deslizó la última prenda que llevaba. Deshizo toda clase de contacto de su piel con la ropa, y allí quedó, viéndose a sí misma completamente desnuda.

Se acercó más al espejo. Comenzó a bajar hasta quedar de rodillas enfrente a su reflejo y comenzar a llorar.

Se dio vuelta para chocar su espalda con la espalda de ella misma. Bajó su cabeza y cerró los ojos para derramar más lágrimas. Los ríos salados surcaban con lentitud el rostro pálido de Winry y bajaban por el desnudo cuerpo, produciendo sensaciones que nunca antes había sentido.

Le gustó. Siguió con su mano el mismo recorrido de la lágrima con extrema sutileza, tal vez así podría irse la sensación de soledad.

Las lágrimas comenzaron a secarse, pero el recorrido que ellas hicieron en el pecho de la rubia no. Sus dedos lo seguían a la perfección. Rodeaba sus pezones y se excitaba. Bajaba por la división de sus senos y se excitaba cada vez más.

Cambió su postura un poco, abriendo sus piernas un poco más. El aire frío del otoño entraba por la ventana que estaba abierta, y sus cortinas bailaban a su ritmo. Ese mismo aire llegó hasta Winry y sus piernas abiertas. Sólo era una brisa suave, pero fue suficiente para saber lo que necesitaba.

Sintió una humedad que invadió las puertas a su ser con mucha rapidez. No tardó en convertirse en un líquido transparente y mojar el suelo alfombrado de su habitación.

-¿Qué es esto?

Bajó sus manos para tocar el líquido que fluía de ella. Rozó con mucha delicadeza la piel que rodeaba la entrada virgen a su vagina, y la sensación que había estado buscando era ésa. Las humedades continuaban y su cuerpo se estaba preparando para lo que supuestamente vendría después, pero no sucedió nada.

Se levantó de su lugar en el suelo, ahora marcado por un pequeño charco de su agua interior.

Necesitaba que llegara la noche con urgencia, y ya sabía qué era lo que iba a buscar en ella.

Se dirigió con rapidez al baño, a tomar una ducha de agua fría. Tal vez así podría pensar en su salida nocturna con mayor claridad. Y podría pensar en qué lugares visitar.

Dejó que el agua fría corriera por toda su piel, y dejó que borrara el rastro de sus lágrimas. Pero no pasó mucho tiempo para que se duchara también en lágrimas.

-¿Cómo es posible que piense en sexo? ¿Cómo es posible? ¡Cómo puede ser que necesite que alguien tenga sexo conmigo para poder ser feliz! –rompió en llanto. Esos pensamientos no eran de la Winry de 17 años recién cumplidos que solía ser.

Estuvo así un largo tiempo, solamente lloraba. Decidió que era suficiente por ese día, y que seguiría llorando al día siguiente si el deseo de su cumpleaños no se hacía realidad.

Salió del baño desnuda hacia su habitación. Y las cortinas aún bailaban al compás de la melodía del otoño.

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Ya estaba anocheciendo, y ella esperaba en el balcón de su habitación a ver cómo el último rayo del sol desaparecía de su vista.

Pero no se resistió. Toda la tarde había estado sentada allí, viendo cómo pasaban las horas y cómo cambiaba el paisaje tan sutilmente a medida que el tiempo transcurría. Solamente en esa ocasión se dio cuenta de todo lo que se perdía a diario, pensando en otras cosas menos importantes.

Estaba vestida... De una manera singular, como si se fuera a algún concurso de combinatoria: sus zapatitos chatos tan a la moda, de color negro con lunares blancos. Una falda a las rodillas también negra con lunares blancos diminutos y una remera... Para qué decirlo. Todo combinaba en ella como nunca antes podría haber sucedido. Su cabello, extrañamente, estaba suelto.

Bajó las escaleras presintiendo que, al abrir la puerta, todo iba a cambiar. Que iba a conseguir a alguien que pudiera satisfacerla por esa noche, y tal vez por cada vez que lo necesitara. Solamente deseaba encontrar a esa persona lo más rápido posible antes de que se arrepintiera.

¿Arrepentirse? ¿De qué? ¿De querer tener sexo con alguien? ¿De satisfacer sus deseos carnales? ¿Arrepentirse de haber vivido una experiencia nueva con alguien nuevo? Tal vez no se arrepentiría y lo anotaría en su diario.

Agarró su cartera negra y tocó el picaporte de la puerta principal. Su corazón le latió un poco más fuerte. ¿Nervios?

-¿Nervios? –se preguntó a sí misma. Era imposible, si ya lo había decidido.

Abrió la puerta, y lo que vio allí... Simplemente se merecía una mirada de asombro.

¡Al fin una persona se había acordado de su cumpleaños además de sus padres!

-H-Hola Winry...

-Hola Edward.

Traía una ropa sencilla pero elegante a la vez… Algo contradictorio a veces, pero muy común en él.

Allí estaba parado en frente de Winry. Él estaba petrificado ante su look atrevido. O ante su forma de vestir tan singular.

Edward Elric era compañero de clases de Winry, también, de 17 años. Se llevaban bien, pero tampoco eran los mejores amigos. Simplemente compañeros de clase, nada más.

Traía un ramo de rosas rojas para ella, por su cumpleaños.

-¿Esas flores son para mí? –preguntó ella luego de dos segundos. No quería perder el tiempo.

-Eh... Sí. Como hoy era tu cumpleaños, no sabía qué comprarte y me decidí por esto... Además que mucho no nos conocemos. –sonrió tímidamente y le entregó el ramo de flores.

-Muchas gracias, Ed. –olió y dejó que el aroma vivo inundara su ser.

-Bueno, ya me voy... Parece que vas a salir a algún lado, y no me gustaría molestarte—

-No te hagas problema, que ya se canceló la salida. Ven, pasa y tomemos un café.

¿Ahora no tenía prisa? ¿De repente se había arrepentido? No, nada de eso: una mejor idea le había pasado por su mente desde el segundo en que había visto a Edward. ¿Podría él satisfacerla? ¿Querría satisfacerla? Sonaría extraño que ella le hiciera esa clase de propuesta a un chico, cuando casi siempre es al revés. Pero a quién le importaba, era su cumpleaños y podía pedir lo que quisiera.

-¿Segura? Mira que yo, si quieres, me voy...

-Pasa, ya no tengo más ganas para otra cosa que no sea tomar café contigo. –lo tomó del brazo y lo hizo entrar.

Pasaron a la sala de estar, en donde tomaron mucho café. Pasaron dos horas hablando de todo: del colegio, las amistades, los planes futuros, la familia, las pasiones, los amores. A Winry le pareció buena idea ir ambientando todo para la propuesta, pero no sabía cómo.

-¿Quieres más café, Ed? –qué lástima que no estaban bebiendo alcohol. Todo hubiera sido más fácil.

-No, gracias. –se levantó del sofá en señal de ida. Ella tembló.

-¿Te vas? –preguntó con la voz casi quebrada.

-Ya es tarde, mañana, aunque sea domingo, tengo que ayudar a mi hermano a trabajar...

-¿No te quieres quedar para probarme?

Pensó que había oído mal, o que era una broma. ¿Probarla? Pero eso sólo ocurría en sus fantasías...

-¿Perdón? –dijo, no sabía qué pensar.

Winry ya se había puesto de pie y se había acercado a su rostro. Él era más alto que ella, así que tuvo que ponerse en puntas de pie para poder susurrarle al oído lo que le iba a proponer.

Estaba deseándolo tanto. Había escuchado que tenía unos muy buenos abdominales. Quería verlos. Estaba deseando tanto que él aceptase su propuesta... Era como un demonio en su interior que no la dejaban en paz.

-Que si no te quieres quedar para probarme toda, Edward. ¿Te irás?

Entre su confusión y su asombro, la rapidez de Winry ganaba. Lo empujó al sofá, y él, como marioneta, se dejó caer sentado allí, solamente para que ella se colocara encima de sus piernas, abriendo las suyas propias, enganchándose a sus caderas.

Y Edward seguía asombrado. No podía creer que su fantasía se hiciera realidad algún día. Y en la clase de sofá que él quería.

La rubia comenzó a besarlo con intensidad, dejando que sus deseos de pasión lo controlaran todo. Sus manos trataban de soltar el cabello rubio de su compañero, mientras su lengua recorría ansiosa el interior de su boca.

Bajó las manos por la espalda delgada suya y las puso debajo de su remera. Se estaba conteniendo de ponerlas debajo de la falda, pero algo le decía que todavía no.

Él la recostó sobre el sofá con algo de torpeza, qué más daba. Parecía que nada podía detenerlo ahora; el tímido chico que había atravesado las puertas de la casa de Winry se había transformado en un animal indomable. Y la rubia trataba de ser su domadora.

Al verse bajo el control de Ed, Winry comenzó a quitar la camisa de color claro que llevaba puesta, botón por botón. Y lo de los abdominales era verdad: aunque no lo aparentaba, tenía una figura muy musculosa y sexy.

Las manos femeninas recorrieron los susodichos músculos, memorizando cada centímetro de piel. Los besos que él le daba la estaban mareando, y más cuando dejó de besarla en los labios para bajar por su cuello.

Ágilmente le quitó la remera a lunares blancos que tenía, mientras olía su cabello con aroma a shampoo de cítricos. Mmm... El aroma lo estaba matando, quería más.

Ahora, la remera estaba fuera del contacto con la piel de Winry.

"Un obstáculo menos." -pensaron ambos.

Edward no se detuvo allí y bajó sus manos por su abdomen plano hasta toparse con la falda, la cual fue quitada también del camino más rápido que un abrir y cerrar de ojos. Ella no quería quedarse atrás, y quitó lentamente los jeans que él traía puestos.

Pero ella quería el dominio total, y cambiaron posiciones: ahora Winry se encontraba encima del dominado de Edward.

Con una mano bajó desde sus labios hasta el cinto del jean, pasando por esas montañas bien definidas y bien duras. Quitó el cinto, quitó la prenda, quedando sólo la ropa interior. ¿Las zapatillas? Oh, para qué decirlo, desde el primer beso que ya no estaban en los pies de Edward.

Estaban a un paso de hacer lo que siempre habían querido. No estaban nerviosos, no tenían miedo. Al contrario: había un exceso de pasión y deseo en ambos.

Edward ya no quería ser dominado. Quería ser él mismo el macho dominante. Y no sólo ahora, sino todo el tiempo que estuviera con ella. Se levantó de su lugar en el sofá para quedar cara a cara con una Winry semidesnuda, quien en sus ojos, solamente pedía más y más pasión y deseo.

-Te amo. –le dijo. En realidad, era lo único que podía decirle.

-Yo también. –respondió ella y le dio un beso más. Tampoco sabía qué responderle, no era momento de pensar.

Ahora sí, Edward no se contuvo. Una vez más puso a su amante bajo su dominio. El único obstáculo existente entre ellos era la ropa interior de ambos.

Winry misma desprendió su sostén, de color... Simplemente combinado con el resto de la ropa que una vez llevó puesta.

-¿Lo combinas todo? –preguntó con una sonrisa que mostraba picardía.

-Solamente esta vez. –respondió ella mientras tomaba la cabeza de su rubio amante para acercarla a su pecho desnudo. Edward obedeció y simplemente comenzó a devorarse su aroma, a medida que los lamía con deseo y locura.

Aunque Winry formara parte de sus fantasías, no sabía si verdaderamente la amaba. No la conocía demasiado y no sabía tampoco si era de su tipo, si le gustaba esto o si le gustaba lo otro. No sabía nada sobre ella, sólo que era su compañera de clases... Y ahora, el estar teniendo sexo con una desconocida le resultaba algo extraño, pero no incómodo.

Ella no lo pensaba demasiado. A decir verdad, no le importaba si el que estaba lamiéndola era Edward, su hermano o cualquier persona desconocida. Estaba necesitando de esa sensación que le resultaba tan atractiva para ella. No le importaba que quien le brindara esa sensación fuera un casi desconocido; al contrario, le resultaba aun más curioso y genial, por decirlo de alguna forma.

Sin que él se diera cuenta, fue despojándolo de su única prenda con los pies. Rozó tal vez accidentalmente su miembro con los mismos, lo que produjo en Ed que su erección aumentara un poco más.

Pero no le prestó mucha atención a ello. Estaba concentrado en memorizar cada rincón oculto a simple vista del cuerpo de Winry con su boca, hasta que se encontró con la única prenda que le cerraba el paso a la supuesta felicidad y cierta satisfacción de la rubia.

No lo pensó dos veces.

Dejó que ella siguiera excitándolo con los toques no tan accidentales de sus pies contra su miembro. De repente, Edward le quitó los pies de ese lugar para ponerlos a cada lado de tal manera que ella pudiera ser penetrada sin molestia.

Winry sabía lo que venía, y con tantos besos y caricias sus humedades eran muy extremas. Igual que como había sucedido a la mañana. Podía decirse que allí, cuando estaba sola, de alguna forma se había masturbado. Y ella no lo sabía.

La prenda íntima comenzó a humedecerse, y él solamente la miraba fijo. Contemplaba el movimiento de sus pechos con cada respiración. Contemplaba el cabello desparramado y la desesperación que mostraban sus ojos al verlo tan pacífico en esa situación.

-¿Edward?

Había quebrado el silencio. Una armonía perfecta para el momento: dos respiraciones agitadas, el sonido de la noche y el aroma a sexo de la sala de estar formaban, para ambos, una obra maestra.

Recién llegado del mundo de las fantasías, el aludido reaccionó. Inclinó su cabeza hasta su abdomen una vez más para recorrerlo con besos, hasta llegar a la prenda humedecida. Allí, mordió la suave tela que la hacía la prenda y comenzó a bajarla con sus dientes.

Winry se levantó apenas para ver qué era lo que hacía en ese lugar. Sonrió al ver el toque de picardía que él le daba a la perversión que Winry tenía en su mente.

Bajó apenas la prenda, lo suficiente como para que ella sola pudiera sacársela con sus piernas. Ahora sí, el momento tan esperado había llegado... No sin un preámbulo para darle la bienvenida. Quien lo iba a dar sería, quién otro sino, Edward.

El aroma a la bienvenida era muy fuerte. Todo a su alrededor estaba húmedo, o incluso mojado. Él quería lamerlo todo lentamente, pero una Winry jadeante y desesperada se levantó de su lugar en el sillón, todavía con la cabeza de Ed entre sus piernas. Él no se dio cuenta y simplemente estaba besando todo cuando la rubia puso las piernas en su espalda y con sus manos presionó la cabeza de Edward para que lamiera más y más.

La desesperación por el sexo estaba haciéndole perder la cabeza.

El de ojos dorados no se esperaba que ella le presionara la cabeza, pero sabía muy bien lo que tenía que hacer en una situación así. O al menos creía que tenía que ser así.

Lamió todo lo que pudo encontrar. Simplemente todo, de arriba abajo, de izquierda a derecha, al derecho y al revés, por dentro y por fuera. Porque la desesperación por el sexo estaba volviéndolo loco también, aunque podía controlarse.

Su lengua estaba mareada de saborear tantos nuevos gustos. Simplemente delicioso, mejor que la miel o que el café que habían tomado. Mejor que la comida de mamá o incluso mejor que las recetas caseras de la abuela.

Simplemente delicioso y afrodisíaco.

Apretándolo más a ella, Winry estaba demasiado excitada. Lo quería, lo deseaba, su corazón latía a más de mil por hora y el sudor corría por la pálida piel. Lo necesitaba en ese preciso momento.

Y al parecer, ambos lo estaban necesitando en el mismo momento. Se miraron a la cara y, como si hablaran el lenguaje de la mirada, ella volvió a su lugar en el sillón y él volvió a su lugar encima suyo. La erección era casi insoportable.

-No te contengas. –le pidió casi en una súplica.

-No estaba en mis planes el contenerme. –respondió con rapidez. Tal vez era la falta de aire lo que lo obligaba a responder rápido.

El momento más esperado por fin había llegado.

Edward se aventuró por los adentros de su amante de una manera salvaje. El primer impulso fue con furia y al mismo tiempo, con dulzura. La furia estaba en los movimientos, la dulzura en el ritmo.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... Y perdieron la cuenta.

Las primeras veces le causaron dolor a la rubia. Pero aprendió a distinguir el dolor del placer inmediatamente, y en la penetración número... Comenzó a disfrutarlo. No sabía que se sentía así de bien, y de verdad pensó que esa era la única respuesta a su felicidad: el sexo.

Porque lo había probado todo: la comida, la música, el estudio, el alcohol, las drogas. Pero esto era lo único que le pudo sacar una sonrisa.

Las respiraciones agitadas de ambos se mezclaron. Los jadeos y gemidos femeninos hacían que el ambiente fuera más perfecto, aunque el sofá era pequeño y aún habían algunas luces prendidas produciendo penumbra.

No importaba.

Era la primera vez que le pasaba eso a Edward: el no contenerse. Ya lo había hecho un par de veces antes, pero siempre pausado y con un ritmo lento. Pero no esta vez. Ella le hacía perder la cabeza. El interior de Winry estaba tan suave... Quería quedarse de esa manera para siempre. Nunca le había tocado llevarle la virginidad a alguien, era bueno ser un ladrón a veces.

El ritmo comenzó a hacerse más lento, y ella lo notó. La diversión estaba terminando, pero no quería que así fuera.

Mientras descendía la velocidad, Winry se aferró más a las caderas de Edward con sus piernas, haciendo que cada embestida debilitada fuera aprovechada al máximo. También se aferró a su cuello con sus largos brazos, realmente no quería abandonar esa sensación.

Él se dio cuenta de que aún no estaba satisfecha su rubia amante. Demonios, sí que era difícil. Tal vez porque era la primera vez. Así que con sus labios bajó hasta el cuello delgado y comenzó a besarlo.

Todo estaba acabando, pero decidió que ya era suficiente por esa noche. Demasiado bueno para ser la primera vez.

Las embestidas terminaron, los cuerpos estaban cansados y llenos de una delgada capa de sudor, y el espacio para descansar era demasiado chico. Estaban incómodos, pero de alguna forma disfrutaban de esa incomodidad que los hacía estar tan juntos.

Se abrazaron. Porque algo de amor debía de haber, no todo era sexo en la vida de ambos.

Antes de dormirse, Winry le susurró a Ed al oído algo apenas audible. Un "Gracias" muy tímido. Un "Gracias" demasiado débil. Pero en cada una de sus letras estaba la verdadera fuerza; porque había sido él quien no sólo se había llevado la inocencia de la rubia, sino también había traído a cambio la satisfacción momentánea y la supuesta felicidad.

La noche continuó, las tazas de café seguían sobre la mesa de la sala de estar, aún sin terminar.

El amanecer llegó y sorprendió a Winry, quien estaba en el sillón, aún desnuda pero tapada con una suave cobija.

-¿Edward?

Volvió a repetir su nombre, con la misma pasión y deseo que lo había hecho antes. Pero él no estaba allí, ya se había ido, porque toda la ropa suya tirada en el suelo tampoco estaba. Sólo estaban las prendas de Winry, creando una imagen digna de un robo: todo desparramado.

No le importó, y recorrió la casa desnuda, buscándolo. Quería que se quedara con ella y que se repitiera lo que había sucedido, porque la felicidad momentánea estaba desvaneciéndose.

Como sabía, no estaba. Se había ido sin siquiera despedirse, sin siquiera haberla besado por última vez. No había agradecido el café tampoco. Decepcionada, y aún sin ropa encima, se dirigió a la cocina, en donde puso agua a calentar para hacerse un café. No estaba triste, tampoco cansada. Simplemente decepcionada.

Sacó el frasco de café de la repisa, y allí su sonrisa volvió.

"Sé que tomas café a la mañana. Gracias por todo, y espero que hayas tenido un feliz cumpleaños. Edward."

Ahora sí, Edward ya no la decepcionaba. Porque, a pesar de toda la pasión y el loco deseo de la última noche, había recordado que era el cumpleaños de ella.

-Espero un regalo parecido para mi próximo cumpleaños. –dijo en voz alta, tratando de no quemarse con el agua caliente.

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Notas de la autora:

Fiuuu!. ¡Al fin el capítulo 1 está terminado! No saben cuánto ansiaba este momento n.n

Por cierto, ¿qué les ha parecido?. ¿Les ha gustado? Espero que sí, porque realmente me ha costado mucho el escribirlo y el describirlo porque, como ustedes saben, son momentos complicados de relatar... Al menos para mí :P

Vuelvo a decirles que el fic en general no tiene una trama fija ni muy fuerte que digamos, porque, originalmente, eran viñetas totalmente independientes las unas de las otras. Pero la caprichosa de Bianca Blades (mi musa) cambió los planes a último momento y ahora el fic tendrá una trama, pero no creo que sea muy fuerte. En general, será un fic PWP si es que se puede decir así.

Bien... Qué más... Simplemente espero sus comentarios, de verdad, porque es una historia difícil para mí y quisiera saber cómo estoy evolucionando en esto. Muchas gracias desde ya, y les digo de antemano que la actualización será lenta, pero segura. ¡Gracias por leer y nos vemos!

Deseo que te hubieras quedado cinco minutos más... Pero igual te perdono...