Introducción

En una parte del Japón moderno se encuentra la Academia Ouran, un instituto secundario para familias de alto poder monetario que gustan que sus hijos lleven una calidad de estudio alto, al mismo tiempo que el confort y la clase son cuidados. Allí, cada alumno persigue sus sueños y ambiciones, luchando cada día por buscar su personalidad, reencontrarse consigo mismos, o cumplir esos objetivos tan esperados. Cada alumno tiene una historia, tiene un propósito, y no dudaran en cumplirlo.

Nos encontramos en primavera, toda la Academia Ouran celebra, a modo de inicio de clases, la fiesta anual hanami, donde se celebra el florecimiento de los árboles de flor de cerezo, y el inicio del ciclo lectivo. El Host Club de la Academia ha decidido ayudar en dicho inicio.

-Si tuviera que elegir...cada pétalo llevaría tu nombre, mi dulce princesa...- susurró un pelirrubio de ojos violáceos, mientras tomaba entre sus manos una ramita de cerezo y la depositaba dulcemente sobre la mano tersa y elegante de una mujer. - Oh, tus mejillas son más rosáceas que el color de éstos pétalos, tus ojos y los mios combinan en una belleza infinita... -seguía recitando mientras lentamente se acercaba al rostro de la alumna. La misma suspiró hondamente, sin saber qué hacer, estaba hipnotizada por la voz aterciopelada del individuo.

-Muy bien, se ha terminado tu tiempo con Tamaki, que pase la siguiente princesa. -sonó de repente la voz igualmente aterciopelada pero más severa de un pelinegro que llevaba lentes, y vestía un yukata gris con detalles de hojas y ramas en blanco, casi impercetible.

-¡Moouu! ¡¿Que ya se ha terminado?! - resongó la mujer mientras se levantaba de su asiento en el suelo, que era un cómodo cojin de color bordo.

-Pero no te preocupes, puedes guardar éste valioso momento en éstos cómodos DVD's que hemos editado especialmente, asi podrás guardar estos recuerdos y verlos cuando quieras...- sonrió graciosamiente el hombre de yukata gris mientras le mostraba los productos.

De repente una avalancha de mujeres con las hormonas a flor de piel barrieron el lugar, y arrasaron con la mesa de recuerdos del Host Club...

-¡Haruhiiii~! -se escuchó gritar ahora con una voz mucho más añiñada del mismo pelirrubio principesco.

-Tamaki-senpai, ya le he dicho que no me toque por favor – rogaba una pequeña mujer con aspecto de hombre delicado, mientras era abrazada de manera insistente por Tamaki.

-Mouu, ¿Como que "senpai"? Ya te he dicho que soy papá, a ver repitelo conmigo pa...-

-¡Que me dejes! -chilló Haruhi.

-¡Mamáaaa, Haruhi esta siendo fría conmigo de nuevoooo...!- llamó Tamaki al pelinegro de lentes. Éste abandonó el puesto de ventas y se dirigio al lugar donde se encontraba Haruhi y el "principe".

-¿Vamos a seguir siempre con eso de "mamá"? - susurró, mientras daba un largo suspiro. Se acomodó los lentes y miró directamente a Haruhi.- Haruhi, ¿Podrías venir conmigo un momento?

-Oh, claro Kyouya-senpai.- asintió, mientras se liberaba nuevamente del forcejeo de Tamaki, y se dirigía con él.

Ambos caminaron hacia un lugar apartado del jardín donde se llevaba a cabo la ceremonia, Tamaki continuó atendiendo a sus clientes cómodamente. Kyouya se acomodó nuevamente los lentes mientras observaba un árbol de cerezo frondoso, que le daba color al lugar. La brisa revolvía la paz de sus ramas, y los pétalos caían al suelo formando un colchón rosáceo sobre el pasto verde. Miró a Haruhi, y luego sacó su tablet analizando la deuda que Haruhi había acumulado a causa de un jarrón que rompió hace dos años atrás.

Así, comenzó a hablar.

-Estan dando excelentes rendimientos tu mercancia. Los videos, fotos, y objetos que recolectamos han saldado casi por completo tu deuda, sólo te falta un millon de yenes. Con éste tipo de ganancias, calculo que ya para la mitad de éste año, estarás libre de deuda. - Haruhi con cada palabra se mostraba más sorprendida, no sabía cómo sentirse, si feliz, triste, si llorar si reir. La verdad es que le alegraba ya no poseer deuda, e incluso ya a mitad de año contar con la libertad suficiente para finalizar sus estudios en la Academia Ouran, sin necesidad de continuar sus actividades en el Host Club. Su mirada marrón lo decía todo, y Kyouya miró nuevamente su tablet.

-Entonces habrás entendido que a partir de mitad de año no tienes ningun tipo de responsabilidad con el Host Club. Serás libre de quedarte o irte. Por supuesto que si permaneces con nosotros estaría muy agradecido, tu presencia es rentable. Sin embargo, ésto es una decisión tuya Haruhi. No te lo he dicho en frente de Tamaki porque sabés como se pondría. Sólo quería informarte ésto...-Kyouya hizo una pausa, analizandola. Haruhi se mostraba confundida y silenciosa, miraba el suelo todo el rato, sin saber qué decir.

-Bueno.-cortó el ambiente tenso la voz del pelinegro. - Si me disculpas...seguiré atendiendo el Host Club. -caminó hasta donde se encontraba el evento perdiéndose entre la muchedumbre.

Haruhi lo observó irse. Y ella aun no sabía cómo sentirse, ni qué decir. Habían pasado dos años desde su primer encuentro, y nunca habia conocido gente como tal. Los extrañaría a todos, y aunque compartiera algunos años más con ellos, era demasiado triste saber que no podría estar con ellos como antes. Aun recordaba la vez que Tamaki la había salvado, porque más alla de que ella hubiera galopado a toda velocidad con aquel carruaje sólo para buscarlo, en realidad él, el principe, la había salvado de su indiferencia, le había enseñado valores, la familia, el cariño, la unión. Y los hermanos Hitachiin, jamás se había divertido tanto desde que los conoció, mas alla de que a veces fueran insufribles, sus intenciones al final, en el fondo, siempre eran nobles, sólo eran traviesos, y eso era lo más divertido de ellos. Y claro, la dulzura de Honey-senpai, que más alla de que fuera campeón nacional de karate y judo, él no lo sacaba a relucir, no le importaba, sólo quería compartir su dulzura y felicidad con el mundo, y mostrarse tal cual es. Eso era lo más satisfactorio de Honey-senpai, que él había elegido ser él mismo. Y Mori-senpai, que siempre había velado por la felicidad de Honey-senpai, y a su vez de manera noble había respetado su sangre servicial heredada de la familia. Seguía sus instintos de manera salvaje y con pasión. Y por último Kyouya, que más alla de que tuviera un corazón de oscuras intenciones, también velaba por la seguridad de cada uno de ellos. Todos como una gran familia.

Los admiraba y los quería a todos y cada uno. Y Haruhi sin darse cuenta, había soltado una lágrima, una silenciosa lágrima de dolor...