1.


You're a King and I'm a Lionheart.

King and Lionheart – Of Monsters and Men.

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Se sentía estafada, verdaderamente estafada y así se lo haría saber a su consejero y a todas las personas que le habían recomendado esa asquerosa clase.

Bueno, no podía decir que era del todo asquerosa, había aprendido bastante y, lo más importante, le serviría como soporte para la clase que en serio quería tomar, pero es que no podía evitar agarrarle idea cuando el profesor era tan soberanamente aburrido. ¿A quien se le había ocurrido poner a un señor de setenta años a dar Historia Romana? Lily no tenía ni la menor idea pero sabía que no podía haber sido una persona muy inteligente.

Se llevó una mano a la boca para disimular el inmenso bostezo que soltó, el cuarto en diez minutos, y con una mirada fastidiada siguió haciendo su máximo esfuerzo por anotar todos los datos sobre las invasiones bárbaras que el hombre dictaba casi para él mismo, estar en uno de los auditorios más grandes del campus con el profesor con la voz más queda del planeta definitivamente no era buena combinación.

Empezaba a plantearse seriamente que tan grave sería marcharse antes de quedarse dormida cuando sintió a alguien dejándose caer bruscamente en el asiento libre junto al suyo para luego subir los pies en el respaldo de la silla de adelante. No le hizo falta voltear para saber quien era, le bastó reconocer las botas de combate llenas de tierra.

—Cuéntame, ¿Me perdí algo interesante? —Preguntó la conocida voz, sonando muy poco interesado— ¿Ya Richard Burton se acostó con Elizabeth Taylor?

—Estamos en el Imperio, Marco Antonio y Cleopatra quedaron en la República la cual terminamos hace cinco clases. —Le recordó ella sin levantar la mirada de sus apuntes— Y te dije que te olvidaras de la película, tiene muchos errores.

—Concuerdo contigo, ¿Quién elegiría a Richard Burton sobre Rex Harrison? Eso sí es un error.

—Todo el mundo excepto tú. —Respondió ella, finalmente subiendo la mirada para verlo con el ceño fruncido— Sigo sin entender por qué no te gusta Richard Burton.

—El tipo engañó a Elizabeth Taylor, Lily. —Le dijo él como si fuera lo más obvio del mundo— Cualquier hombre capaz de hacer eso es, desde mi punto de vista, una bestia.

—Dices tonterías. —Determinó ella, con una pequeña y divertida sonrisa, volviendo a su libreta— Y solo estás celoso.

— ¿De que se acostara con Elizabeth y con Sophia Loren? Pf, puedes apostarlo.

—No, de que jugara a atrapar nazis con Clint Eastwood.

Ante eso, el chico soltó una sonora carcajada que resonó por todo el auditorio ganándose que los presentes voltearan a verlo, incluida Lily que le dedicó una mirada asesina.

—Señor Black. —Lo llamó el profesor, apenas subiendo la voz y notablemente irritado— Ya que está tan entusiasmado por ser el centro de atención, ¿Por qué no nos dice de que año a que año fueron las invasiones al Imperio?

—Bueno, profesor, esa es una pregunta bastante engañosa. —Respondió él con su mejor sonrisa de niño que no rompe un plato— Tendría que decirme a que pueblo en especial se refiere pero como apenas estamos empezando a hablar de las migraciones me atreveré a decir que me pregunta por los germánicos, cuyas invasiones ocurrieron entre el siglo cuatro y el siglo seis.

Lily puso los ojos en blanco con una mueca entre fastidiada y divertida. Por supuesto, había acertado.

—Por favor siéntese correctamente, señor Black. —Lo reprendió el profesor, furioso porque había contestado bien, antes de seguir con la clase.

—Detesto cuando haces eso. —Le susurró Lily a su amigo.

— ¿Cuándo hago que?

— ¡Eso! No venir en semanas, hablar estupideces y aun así responder correctamente, ¿Cómo demonios lo logras?

Sirius esbozó su sonrisa más arrogante y socarrona, esa que hacía derretir a toda la universidad pero a la cual Lily, orgullosamente, era inmune; después subió las cejas con autosuficiencia.

— ¿Te excita, no? —Le preguntó sonriéndole con picardía.

—Uy sí, no sabes cuanto. —Bufó la chica, esforzándose para no ser ahora ella la que soltara una carcajada.

—No se cuando vas a aceptar nuestro amor y a caer ante mis encantos, pelirroja, estamos perdiendo el tiempo.

—Cuando dejes de ser un completo cavernícola puede que lo piense. ¡Y te dijeron que te sentaras bien! —Exclamó, dándole un empujón más brusco de lo necesario para que pusiera los pies en el suelo— Quítame tus cochinas botas de la cara.

— ¡Hey, hey! Ten cuidado, Evans. —Le dijo Sirius con una falsa mirada de advertencia— Insúltame a mí todo lo que quieras pero no insultes a mis botas.

—Agh, ¿Cuál es tu escándalo? Solo son… —Pero tuvo que callar en el momento que leyó la marca en uno de los zapatos, haciéndola abrir muchísimo los ojos en shock— ¡¿Me estás jodiendo?! ¡No puedo creer que tengas tan descuidadas unas botas así de caras! —La voz le salió casi sin aliento debido a la impresión— Esas malditas cosas pagarían toda mi carrera universitaria y un postgrado.

—No seas exagerada, Lily. —Respondió Sirius con una risita— Solo la carrera y la mitad del postgrado.

—En serio empiezo a sospechar que eres traficante, Sirius. —Bromeó ella recostándose del respaldo de su asiento, la clase ya olvidada— No entiendo de donde sacas dinero para comprar cosas así.

—Pelirroja, me ofende sobremanera que tu primera idea sea que estoy involucrado en algún trabajo inmoral y sucio. —Le dijo él llevándose una mano al pecho, fingiendo estar lastimado, con una dramática expresión que la hizo reír por lo bajo— Y si en serio debes saberlo, estas fueron un regalo de cumpleaños del príncipe.

— ¿Y el príncipe sabe que tienes sus costosos regalos destrozados?

—El príncipe sabe todo sobre mí, Lily. —Respondió Sirius esbozando una sincera y cálida sonrisa— Además, estaba conmigo cuando las ensucié así, su culpa por retarme a un torneo de motocross luego de una tormenta.

Lily no pudo evitar sonreírle con ternura, siempre le provocaba un bonito sentimiento escuchar y ver la familiaridad con la que Sirius se expresaba sobre su mejor amigo.

—Pues me alegra saber que el dinero de mis impuestos termina en botas sucias para Sirius Black. —Bromeó ella poniendo los ojos en blanco y provocándole al chico más risas— Y también es un alivio saber que el futuro rey pasa sus tardes retándote a torneos de motocross.

—Un verdadero monarca. —Asintió Sirius con fingida solemnidad.

—Mi futuro luce tan brillante con él en el trono. —Dijo Lily con fingida emoción.

Ambos se echaron a reír después de eso, ganándose miradas asesinas por parte de otros alumnos; Lily se calló de inmediato y se sonrojó, Sirius por su parte les guiñó el ojo descaradamente.

—Eres un verdadero fastidio. —Murmuró Lily, volviendo a tomar su libreta para intentar seguir anotando— Deja de venir, no prestas atención y me distraes.

—No es mi culpa que mi sensual y atractivo rostro te impida concentrarte, Lily. —Respondió él sacudiendo su largo cabello de manera que le pegara a ella en la cara.

— ¡Basta! O te lo voy a cortar. —Lo amenazó haciendo que el chico jadeara con horror y se tomara un mechón de cabello de manera protectora, ella le puso los ojos en blanco— Honestamente, Sirius, tenemos tres años aquí y aun no entiendo por que un estudiante de ingeniería toma cursos conmigo.

—Porque las nenas de humanidades siempre son más abiertas y divertidas, duh. —Respondió él con una sonrisa pícara— Además a las de Ingeniería ya las conozco casi todas, este sigue siendo un área sin explorar.

Lily subió una ceja, siempre le había dado esa explicación pero ella empezaba a creer que: o al chico le gustaba el arte más de lo admitía o simplemente le gustaba tomar sus clases para molestarla.

—Y ya que estamos en eso, yo no entiendo porque una estudiante de historia del arte toma un curso sobre Roma. —Dijo eso viendo al profesor con una expresión de desagrado— Digo, se que tienen relación pero no está en tu pensum y es aburrido a muerte.

—Ya te expliqué, la necesito de base si quiero tomar arte imperial romano el semestre que viene. —Hizo una mueca— Y no sabía que sería tan aburrida.

—Al menos lo admites, ya es un progreso… Vámonos de aquí, ¿sí?

Lily lo miró, miró al frente de la clase y se mordió el labio. La idea no resultaba tan mala, esa clase en serio la estaba matando de aburrimiento y andar por el campus con Sirius siempre era diversión asegurada… Pero no, no podía ceder.

—Necesito aprobar esta clase, no lo haré si falto a las lecciones. —Respondió decidida y volviendo a tomar su pluma para seguir escribiendo— Nos fugamos otro día.

— ¿Cómo terminó un alma libre como yo siendo amigo de una nerd como tú, Lily? —Suspiró Sirius con excesiva aunque falsa decepción— Jamás lo entenderé…

—No me llames nerd, idiota. —Lo golpeó en el hombro, bastante suave para el dramático quejido de dolor que él soltó— Y discúlpame pero algunos de nosotros necesitamos mantener buenas notas para que no nos echen de aquí, ya sabes, los pobres.

—No se de lo que estás hablando, yo también soy pobre.

Eso… No tenía idea de si era cierto.

Como Sirius pagaba la universidad seguía siendo un misterio para Lily a pesar de conocerlo desde su primer año.

—Pues o me presentas a su alteza real para que me compre unos zapatos que vender para pagarme la carrera o tendré que seguir siendo una nerd.

—Hablaré con su asistente para que te consiga una audiencia, te aviso que me dice. —Sirius hizo ademán de levantarse pero pareció recordar algo y volvió a sentarse— Por cierto, necesito que me des mi iPod, para eso vine.

— ¿Ah?

—Mi iPod, ya sabes, el aparato que parece un celular pero que no hace llamadas. —Le explicó, viéndola de manera burlona— El que te preste para que descargaras las fotos que te tomaste el otro día y aun no me has devuelto…

—Se lo que es un iPod y se que tengo el tuyo. —Puso los ojos en blanco— Solo que no puedo creer que hayas venido hasta acá solo por eso.

— ¿Crees que vendría a este calvario por gusto? Pensé que me conocías mejor, mujer.

—Sí, no se en que estaba pensando. —Respondió Lily con ironía— Como sea, no lo tengo aquí así que pasa por mi dormitorio más tarde y pídeselo a Tonks.

Tonks era la compañera de habitación de Lily quien casualmente había resultado ser una prima de Sirius, hija de otra prima de él que también había sido desheredada por casarse con un… ¿Plebeyo? Bueno, alguien sin títulos nobiliarios ni montones de dinero, un contador.

— ¡¿Qué?! ¿Le dejaste mi mayor posesión, después de mi motocicleta y mi teléfono, a Tonks? —Preguntó horrorizado— Te lo juro, Lily, si le rompe la pantalla de nuevo vas a tener que pagar tú la reparación.

—Agh, no seas dramático, ella no lo tiene, solo sabe en cual de mis cajones está. ¡Y lo de la pantalla fue un accidente! Todos estábamos ebrios.

—Sí, pero a ella fue la única que se le ocurrió usar mi iPod para hacer malabares. —Bufó.

—Um, cierto… Como sea, no le hará nada, vete de aquí.

—Más te vale, pelirroja… Te veo después, suerte descubriendo quien traicionó a Julio César.

—Por segunda vez: eso fue en la República.

—Como si no lo supiera. —Le guiñó un ojo y le sonrió una última vez antes de levantarse— Por favor trata de no morir, aun te necesito para entrar a la biblioteca sin que me echen.

Lily le puso los ojos en blanco a la vez que reía por lo bajo y volvía su atención a la clase, ahora con el chico ya lejos de ella.

Suspiró con pesar y apoyó el rostro en su puño sintiendo como el aburrimiento empezaba a invadirla nuevamente. Hizo una nota mental: tenía que convencer a Sirius de acompañarla más seguido, de otra manera no se creía capaz de terminar ese curso con su cordura intacta.


El reloj estaba dañado, tenía que estarlo, estaba completamente seguro de eso.

No podía haber otra explicación, era imposible que solo hubieran pasado cinco minutos desde la última vez que había mirado, lo cual ya se sentía como una eternidad.

Se tragó el gruñido de fastidio que su garganta moría por dejar salir y se frotó los ojos por debajo de los lentes, esperando que eso lo ayudara a despertarse un poco, porque de otra forma se iba a quedar dormido en su silla, lo cual no hubiera sido muy difícil tomando en cuenta lo cómodo que estaba.

Aunque lo hubiera estado más de no estar aguantando la que, posiblemente, estaba siendo la reunión más aburrida y tediosa de todo el maldito año, y aquello era decir bastante.

—Como le iba diciendo, su Alteza, hemos tenido un año excelente. —Continuó diciéndole el presidente del club de botes de carrera con el que se encontraba hablando— El número de socios se ha incrementado en un diez por ciento, lo que ha elevado considerablemente los ingresos con respecto al…

James asintió, fingiendo un interés que no estaba sintiendo y que no iba a sentir aunque pusiera todo su empeño en intentarlo. Simplemente no podía importarle menos, imposible.

Aprovechando que su interlocutor le había quitado la mirada de encima, finalmente, y fingiendo no sentir la mirada severa pegada a su nuca, sacó su teléfono del bolsillo de su saco y disimuladamente revisó los mensajes, maldiciendo para sus adentros al ver que no había nada nuevo. Claro, el idiota de Sirius le escribía cada segundo del día excepto cuando necesitaba que lo distrajera.

Volvió a guardarlo cuando vio que el hombre volvía su atención a él, justo a tiempo para que no se diera cuenta que no había escuchado las últimas tonterías que había soltado. Nuevamente desvío la mirada hacia el reloj, sintiéndose un poco mejor al ver que ya casi se acercaba la hora de terminar. Diez minutos y ya.

Diez minutos que pasó con la atención puesta en cualquier parte menos en la reunión. Trató de alejar de su mente las voces de sus padres repitiéndole que siempre debía mirar a las personas a los ojos cuando le hablaran y además mostrar interés a todo lo que le dijeran. Se consoló diciéndose que ellos entenderían de estar en su lugar.

—Su alteza, disculpe. —Escuchó que una voz conocida le decía al oído—Pero ya es la hora.

— ¿De verdad? ¿Tan rápido? —Fingió sorprenderse él, sintiendo como el pecho le estallaba en alivio y euforia— ¿Seguro que no podemos quedarnos unos minutos más?

—Lamentablemente, el tiempo se agotó. —Respondió su guardaespaldas, y de no conocerlo tan bien, habría pasado por alto como estaba reprimiendo las ganas de ponerle los ojos en blanco.

—Bueno, creo que tendremos que dejar el resto para otro día. —James fingió lamentarse a la vez que se ponía de pie— Fue un placer platicar con usted, señor…

—Allen, su Alteza. —Completó el hombre, dándole la mano con una sonrisa cortes— Espero que los resultados que le mostré hayan sido satisfactorio.

—Absolutamente. —Mintió, no recordando ni la mitad de lo que había dicho— El Rey estará encantado de escuchar todos los avances, le informaré de todo apenas vuelva de su viaje.

Aquella era otra mentira, sabía que si le iba a su padre con noticias sobre un club de botes iba a reírse en su cara.

—Y la Duquesa lamenta mucho no haber podido asistir personalmente. —Y yo lo lamento más— Pero me pidió que le dijera que se reunirá con ustedes una vez regrese al país.

—Entendido, su Alteza, muchas gracias por su tiempo.

Le soltó la mano y, antes de que él pudiera impedirlo, el hombre hizo una reverencia, pequeña, pero incómoda de cualquier forma.

James le sonrió una última vez y lo observó mientras caminaba hacia las grandes puertas del salón donde se había llevado a cabo la reunión.

—Señor Allen. —Se despidió el guardaespaldas real, con mucha formalidad, mientras le abría la puerta.

El pobre hombre no había ni terminado de poner un pie fuera del salón cuando ya James había borrado su sonrisa y soltado un sonoro gruñido de frustración.

—Maldición, acabo de perder una hora de mi vida de la manera más aburrida posible. —Se quejó con un bufido, aflojándose la corbata que ya empezaba a asfixiarlo— ¡Y no pudo haber pasado más lento! ¿Remus, por que no lo detuviste antes?

—Porque lo que menos necesitas es una página en el periódico hablando de cómo despachaste al presidente del club de botes diez minutos antes. —Se excusó su amigo, dejando de lado su actitud profesional y recatada ahora que estaban solos— Considérate suertudo si no va y comenta que casi te duermes tres veces y que no dejabas de revisar tu celular.

—Grandioso, mi padre se va de viaje y me quedo contigo. —Resopló James, hastiado, pero sabiendo que tenía la razón— Pues la próxima vez di que tengo algo que atender, cualquier cosa servirá, ya que todo es más importante que ese montón de…

—Estás exagerando, James. He asistido contigo a eventos muchísimos más aburridos que esto…

—Si mencionas cinco te subo el salario.

—Tú no controlas mi salario.

—Aja, porque no puedes pensar en nada.

—De diez eventos a los que te acompaño, al menos seis son con gente mayor de cuarenta, créeme que sí se me ocurren. —Replicó su amigo, poniendo los ojos en blanco, usando su típica expresión cansada— Es parte de tu trabajo, deja de quejarte tanto.

—Ese es el problema, este no es mi trabajo. —James gruñó, sintiéndose más irritado solo de recordar eso— Fue a Camille a quien se le ocurrió que sería buena idea asociarnos con ese maldito club. ¡Es ella quien debería estar aquí! O su asistente al menos.

—No se si recuerdas, pero uno de los acuerdos a los que se llegaron con el club fue que todas las reuniones se llevarían con alguien de la familia presente.

Chasqueó la lengua con fastidio y volvió a gruñir, sintiendo como el enfadado empezaba a brotar de su pecho, igual que la indignación.

Había un millón de cosas que podía estar resolviendo, reuniones con asociaciones reales a las que podía estar asistiendo, pero no, él tenía que escuchar sobre botes.

—Recuérdame no volver a prestarme para esto nunca más. —Se pasó una mano por el cabello con frustración— Y en cualquier caso, ¿Por qué mierda tuve que venir yo? No soy el único miembro disponible de esta familia.

—James, nadie en su sano juicio enviaría a Mar a charlar una hora con un sujeto como Allen. —Señaló Remus, enarcando una ceja para dejar en claro lo ridículo que aquella suposición era— Si tú casi te duermes ella hubiera tomado una siesta en la silla.

—Esto de ser el hermano útil no es tan divertido como parece, Remus, te lo juro.

— ¿Y tú como podrías saberlo?

—Ja, ja, que gracioso.

—Siempre. —Su amigo le sonrió divertido y se encogió de hombros de hombros— Además, no es como si Marlene hubiera estado… Dispuesta, para asistir hoy a algo tan formal.

— ¿Por qué? —Preguntó James, a pesar de saber por donde iba ir la respuesta— ¿Qué le pasó esta vez?

—No le ha pasado nada. —Remus frunció el entrecejo, una mueca que le dejaba saber a James que lo que seguía no sería bueno— Solo que se le ocurrió que sería divertido salir del país ayer y volver esta mañana.

—Me tienes que estar jodiendo. —El príncipe lo miró boquiabierto, sintiendo la indignación incrementándose— ¡Yo perdiendo la juventud en esta mierda y la maldita pasando la resaca!

— ¿Que puedo decirte? Sabes que se toma muy en serio su título.

—Es una idiota. —De repente una idea le vino a la mente y sonrió con malicia— Pero, si quiere tomarse en serio su título, yo estoy más que feliz de ayudarla.

—Si vas a quemar el Palacio al menos espera a que Sirius llegue, necesitaras a quien echarle la culpa.

—No voy a quemar nada, dramático. —Le aseguró James, riéndose escandalosamente mientras se dirigía a la puerta— Solo voy a ir y hacer el favor de despertar a la princesa. Tiene muchas cosas que hacer en este lugar.

Remus le dedicó una mirada significativa, pero no dijo nada ni intentó detenerlo, simplemente se hizo a un lado para darle acceso a la puerta.

Tantos años en lo mismo le habían enseñado a simplemente no interferir.


El chirrido que hacía su puerta cuando la abrían con demasiada brusquedad fue el encargado de despertar a Mar esa mañana, provocándole una punzada aguda de dolor taladrarle la cabeza.

Pasó un momento escuchando a alguien caminar por la inmensa habitación, creyendo que era algún empleado que había entrado a hacer la cama o a recoger su ropa. Así que dejó salir un gemido lastimero y apretó más el rostro contra su almohada, queriendo dejar claro que podían volver después, preferiblemente cuando no estuviera muriendo.

Pero la voz que habló a continuación le hizo saber que no era ningún empleado.

—Entonces… —Escuchar exclamar, más alto de lo necesario, a la maldita y familiar voz— ¿Esta es la vida que algunos se dan mientras otros trabajamos?

—Lárgate… —Respondió la chica sin levantar la cabeza, lo que hizo que sus palabras salieran distorsionadas— Déjame dormir.

— ¿Dormir? Pero, Mar, es un día demasiado hermoso. —Siguió diciendo él, acercándose cada vez más— No querrás desperdiciar horas de sol durmiendo, hoy está bastante despejado, ¿quieres ver?

— ¡James, no me…! —Finalmente levantó la cabeza, intentando impedir lo que, eventualmente, ocurrió.

El sonido de las cortinas al deslizarlas le taladró los oídos un segundo antes de que la luz del sol entrara por la ventana, dándole directo en el rostro y quemándole los ojos hasta hacerla sentir que iban a empezar a sangrar, antes de que le explotara la cabeza, claro.

—Vete a la mierda. —Gruñó con dolor, volviendo a enterrar el rostro en su almohada— Vuélvelas a cerrar, por favor…

—Nah, no lo creo. —Desestimó su hermano, provocando que el colchón se hundiera cuando se acostó a su lado— Necesitas energía solar para despertarte.

— ¿Cuál es tu maldito problema? —Le preguntó ella, aún sin voltear a verlo— ¿Por qué me odias?

—Si te odiara no me preocuparía porque ya es pasado el mediodía y aún no te has despertado, ¿estás enferma o algo?

—Sí, una enfermedad mortal y dolorosa llamada resaca. Mar respiró hondo antes de tomar fuerzas para levantar la cabeza y abrir los ojos, con dificultad. Arqueó una ceja en su dirección— Pero eso tú lo sabes perfectamente, solo eres un maldito al que le gusta verme sufrir y no dejarme descansar.

—Oh, disculpe, su alteza, no fue mi intención causarle algún tipo de sufrimiento. —Fingió lamentarse James, viéndola con una expresión irónica— No quería interrumpir su merecido descanso luego de un exhaustivo viaje privado a Ibiza.

—Eres un imbécil. —Le espetó ella, enfadada— Y para tu información, estaba en Mónaco, no en Ibiza.

—Claro, porque el nombre del destino es lo que marca la diferencia.

—Por supuesto que sí. Estoy aquí sola, cuando de haber ido a Ibiza habría vuelto acompañada.

—O no habrías vuelto.

—Exacto.

Él soltó una carcajada y a pesar de que el sonido le taladró incluso más la cabeza, Mar se encontró sonriéndole.

—Eres el peor hermano del mundo. —Le dejó saber con un suspiro, volviendo a reposar la cabeza en la almohada.

—Eso no es cierto y lo sabes. —Resopló él, acomodándose en la cama para que su rostro quedara a la misma altura del de ella— Tú por otro lado…

—Hago que agradezcas al cielo cada mañana por haber nacido en esta familia. —Completó ella, esbozando una sonrisa inocente que perdió su efecto debido a lo somnolienta de su expresión.

—Yo diría que lo contrario, pero piensa lo que quieras.

Mar sonrió con ironía y no volvió a responder, por suerte él tampoco lo hizo de inmediato, dejando que la habitación se hundiera en un delicioso silencio.

No intentó quedarse dormida, aunque lo deseaba muchísimo, porque sabía que él se lo impediría de cualquier modo. Sin embargo, la quietud en la que se habían sumido permitió que el dolor de cabeza cediera un poco, lo suficiente para permitirle mantener los ojos abiertos sin que le dieran ganas de vomitar el almuerzo de dos días atrás.

— ¿Qué estabas haciendo en Mónaco? —Preguntó James de repente, acabando con el silencio.

—Lo de siempre. —Respondió Mar, encogiéndose de hombros— Recaudando fondos para una fundación.

— ¿En serio? —El chico volteó la cara rápidamente, impresionado, para encontrarse con sus ojos.

—No. —Confesó ella, sonriendo divertida por haberlo hecho caer, pero ligeramente disgustada porque casi hubiera deseado estar diciendo la verdad— Una amiga hizo un desfile de modas en su casa, tuvo una pequeña fiesta después…

— ¿Tan pequeña que volviste esta mañana con esa hermosa resaca?

—No me gusta tu tono, James. —Le dejó saber, entrecerrando los ojos y frunciendo los labios— ¿Qué te pasa?

—Nada. —Soltó él, demasiado rápido y sin verla a los ojos, como cada vez que le mentía— ¿Por qué me pasaría algo?

—Porque estoy acostumbrada a ser juzgada por… Prácticamente todos lo que viven en esta casa. —No era del todo cierto, aquel lugar era demasiado grande y demasiadas personas vivían ahí, era imposible que todos la juzgaran— Y nunca eres uno de ellos, a no ser que estés disgustado por algo y lo cobres conmigo, así que, ¿Qué te pasa?

Su hermano se le quedó viendo fijamente por unos segundos, posiblemente debatiéndose entre contarle la verdad o inventarle alguna excusa. Al final, como siempre, suspiró resignado y escogió lo primero.

—Tuve una reunión de mierda. —Empezó a contarle con una expresión agria— Allen, ¿lo recuerdas? —Ella calló y enarcó una ceja, dejándole saber su respuesta— El sujeto del club de botes en el que Camille nos inscribió…

—Agh, no menciones al diablo a estas horas, por favor. —Le cortó la chica, adquiriendo una expresión de desagrado— Usa un seudónimo, como bruja maldita o algo.

— ¿Sabes de quien estoy hablando o no? —Inquirió James, torciendo los ojos, exasperado pero también divertido.

—Sí, sí, el idiota agrandado y aburrido que se viste como si su armario fuera una máquina del tiempo. —El espíritu de diseñadora frustrada que habitaba en ella no pudo evitar estremecerse— ¿Fue una reunión muy horrible?

—No tanto, solo quise renunciar unas cincuenta veces en una hora.

— ¿Tan poquito? Pero si yo quiero eso unas mil veces al día. —Fingió sorprenderse, medio en serio medio en broma.

—Estoy hablando en serio. —Resopló James, subiéndose los lentes para frotarse los ojos con los dedos— No entiendo como es que papá se casó y dos años después yo tengo que asistir a esas reuniones de mierda.

—Y a la gente le gusta le decir que no sufrimos lo que las familias normales. —Chasqueó ella, contagiándose la indignación de su hermano— ¿Y por que la Duquesa no pudo asistir a su propia reunión? ¿Muchos niños que meter en su caldero del mal?

—Partió después de que te fuiste, iba a encontrarse con papá en la gira de…

—Ella no debería estar ahí. —Saltó Marlene de inmediato, sintiendo como la rabia empezaba a esparcirse por su pecho— La Reina es quien va a las giras…

—Lo se, Mar…

—Ella no es la Reina.

—Es su esposa. —Le recordó James, esbozando una sonrisa que no tenía pizca de gracia— Te guste o no.

—A ti tampoco te gusta. —Replicó ella, altanera.

—No, pero al menos lo disimulo.

—Y por eso tú serás el Rey y yo seguiré mal gastando los fondos del país hasta que me eches de aquí. —Resolvió la princesa con simpleza, haciendo reír a su hermano— ¿Estuvo muy horrible la reunión?

—Ni te imaginas. —Gruñó él, reflejando su enfado en su expresión— Una hora entera hablando de cómo han subido los socios del club.

—Es importante que sepas en que estupidez la gente elige gastar sus millones.

— ¿Tienes idea de todas las cosas relevantes que pude haber hecho en una hora? ¡Muchísimas! —Exclamó James, provocando en su hermana otra punzada de dolor— ¿Cómo es que algo tan ridículo merece nuestro tiempo? Es como si el sujeto no tuviera idea, y no le importara, que hay gente en el mundo sin, no lo sé… ¡Agua potable! O que hay niños muriendo de hambre o que la capa de ozono tiene un hoyo del tamaño de todos sus malditos botes…

James siguió enumerando todos los problemas del mundo que se le pudieron ocurrir y que podrían estar atendiendo, sin saber que frente a los ojos de la chica se estaban reproduciendo vívidamente imágenes de la noche que acababa de pasar. Había empezado a sentirse enferma y ya no era debido a la resaca.

—Agh, James, no. No me hagas esto. —Casi le suplicó, acurrucándose bajo su cobija y maldiciéndose un poco— No me hables de las necesidades de los niños y del medio ambiente, por favor no.

—Pero sí siempre hablamos de eso…

—Sí, pero no cuando acabo de gastar el salario trimestral de una familia de cuatro en un maldito viaje de un día a Mónaco, por favor no. —Sus propias palabras la hicieron gruñir y rodar los ojos— Me haces sentir como una princesa derrochadora.

—Eso eres. —Le recordó James, apretando los labios para no echarse a reír.

—Pero ten la decencia de no recordármelo tan temprano. —Le pidió con una mueca de desagrado. James rió por lo bajo y ella le sonrió, rodándose más hacia él para recostar la barbilla de su hombro y verlo más de cerca— Una hora que pierdas hablando de botes no va a borrar las otras treinta que pasas resolviendo cosas que sí importan, lo sabes.

—Sí, lo sé. —Murmuró él, soltando un largo suspiro antes de devolverle la sonrisa— Pero me frustra saber que podrían ser treinta y un horas.

—Eres demasiado bueno, James. No se como lo haces. —Admitió Mar, con mucha honestidad— Es un alivio que hayas nacido primero, si fuera por mí este lugar estaría perdido.

—Eso nadie lo pone en duda, princesa, no te preocupes. —Rió él, guiñándole un ojo a lo que ella respondió sacándole la lengua— Y lamento haber pagado el mal humor despertándote, no lo volveré a hacer.

—Más te vale, porque no soy la única de los dos que llega con resaca y sabes perfectamente que creo en la venganza. —Le dejó saber con una sonrisa maliciosa— Y ahora lárgate de aquí que si sigo hablando te voy a vomitar encima.

—Gracias por la advertencia. —Bufó James con asco, quitándosela de encima para ponerse de pie— Y solo me voy porque necesito que estés descansada para la noche.

— ¿Se puede saber por que?

—Tampoco eres la única que tiene derecho a hacer fiestas de vez en cuando. —Contestó el príncipe, esbozando una sonrisa emocionada— Y hace unos días Sirius me recordó que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvimos una en este lugar.

—La buena influencia que Sirius tiene en ti es algo que cada día me sorprende más. —Ironizó Mar, ignorando el jalón en su estómago ante el nombre del mejor amigo de su hermano, y estiró el brazo para buscar su teléfono en la mesa de noche— ¿Cómo a que hora le digo a la gente?

—Nueve o diez, ya sabes, cuando todos se hayan dormido. —James se encogió de hombros antes de darse la vuelta para empezar a caminar hacia la puerta— Me veré con Sirius en la universidad, las cosas empezarán a llegar como a las seis y si Remus pregunta dile que alguien está cumpliendo años.

—No va a creerme pero trato hecho. —Acordó Mar, tecleando la invitación con dificultad.

— ¡Y trata de comer algo! Tu hígado va a agradecértelo.

—Mi hígado no va a fallarme, James. —Aseguró ella con indiferencia, enviando el mensaje y arrojando el teléfono lejos para acurrucarse en su cama y volver a dormirse— Soy una princesa, eso sería traición a la corona.


¡Hola, gente!

Bienvenidos a esta nueva historia, este AU Royal que será mi nuevo proyecto y que tenía guardado desde hacía un tiempo, pero por fin he recogido el valor para publicarlo. Este primer capítulo es relativamente corto comparado con lo que normalmente escribo ya que es principalmente una introducción, una forma de conocer a los personajes y ver más o menos de que va todo esto.

Si me lees en LU y estás teniendo una pequeña crisis al pensar que voy a descuidar esa historia, quédate tranquilo, ese fic sigue siendo mi prioridad y para asegurarme de no atrasarme por allá, tengo varios capítulos adelantados de esta historia para publicar regularmente en ambos. Y si no has leído mi otro fic te invito a que lo busques en mi perfil, se llama Life Unexpected. Fin de la publicidad.

Esto apenas empieza así que ahora mismo no tengo mucho más que decir, si les ha gustado este capítulo por favor dejenme su opinión en la cajita de abajo, así puedo saber si he hecho un buen trabajo y tiene sentido que lo continúe. Cualquier cosita que quieran decirme está más que recibida!

Gracias a mis musas por obligarme a publicar esto(L) Y gracias por leer, espero que nos leamos pronto, bye(L)