¡Holaaaa! Volví, esta vez sí voy a terminar esta historia xD. Bien, primero que nada esto va para Mills. I love you, idiot. Me dicen si les gusta, y nos vemos en unos dias.
Jennifer Morrison y Lana Parrilla se pertecen a sí mismas, lo mismo con todas las personas que se nombren aquí. Esto no tiene otro fin que el entretenimiento. La historia es totalmente mía.
El día había empezado bien, bastante temprano. Ella se iría, eso sí que no era bueno. Parecía ser un día con un final aceptable, lo sabía porque había oído su voz, había visto su sonrisa. Habían hecho FaceTime antes de levantarse. Eso auguraba buenos días. Ella le había mandado un audio diciéndole que todo fuera perfecto en su nuevo proyecto mientras le daba de comer a Lola. Se lo venía comentado desde hacía meses y se la veía muy entusiasmada. Las noches en los brazos de la otra y frente a un café caliente en Stevenson eran testigos de ello. Lana buscó una visera y sus lentes y salió camino al aeropuerto. Quizás aún podría alcanzarla. Sus ojos se deslizaron por todo su alrededor. Había poca gente a decir verdad. Dio unas vueltas, golpeando la pantalla del teléfono rítmicamente con las uñas.
- ¿quién se le perdió?
- El amor de mi vida, ¿la ha visto usted? – se giró y su sonrisa se ensanchó al ver esos ojos esmeralda.
- Venga, yo le puedo mostrar dónde está. Creo que la vi – la tomó de la mano y, encubiertas, escaparon a los servicios.
Los labios carnosos de Lana quedaron atrapados entre los de la rubia que la aprisionaba contra la pared de un cubículo, sus dientes rasgando esa piel que no vería en unos días. Sus frentes quedaron pegadas, las manos de Jennifer en las caderas de la mujer bajita que tenía en frente.
- Te voy a extrañar.
- No más que yo – rozó sus narices tiernamente y le robó un piquito – va a ir todo bien, todo, todo bien.
Se sonrieron rápidamente antes de empezar una nueva ronda de besos que acabó unos minutos después al oír la puerta abrirse. Lana se pegó a la rubia y esta sonrió divertida, cargándola en la cintura y fingir así que solo ella estaba dentro. Oyeron los pasos y las voces de una pareja perderse, la puerta se cerró y sus carcajadas estallaron.
- Definitivamente te voy a extrañar muchísimo más– plasmó un beso en su frente y se bajó.
Los primeros días habían sido relativamente tranquilos, se hablaban todos los días para no perder la costumbre, tal vez algunas palabras y ya. Solo para saber que estaban bien. Otras veces las llamadas se extendían hasta muy entrada la noche. Las grabaciones en el set seguían sin ella y Ginny trataba de distraerla lo máximo, veía que su humor no estaba al cien por ciento aunque intentara negarlo.
- ¿aún falta mucho? – preguntó en un suspiro, sentándose en la cama mientras se desabotonaba la camisa.
- No… pero sigue con el striptease que va a pasar más rápido – cruzó las piernas sonriendo y frotándose las manos.
- Eres imposible – se quitó la camisa y la tiró sobre la pantalla, riendo al oir a Jennifer quejarse de no ver nada. Ya cambiada, sacó la camisa, la rubia estaba mirándola con cara de perro mojado – no, cariño, no – rió, metiéndose bajo las sabanas y colocando el Mac en el lado vacío de la cama.
- Te extraño.
- Y yo – sonrió algo triste, cobijándose mejor. - ¿qué tal van las cosas?
- Me llamaste hace dos horas, todo sigue igual.
- Te ves cansada.
- Te necesito.
Lana terminó de grabar una escena, la rabia por haberse olvidado tres veces seguidas sus líneas estaba carcomiéndola. Cerró la puerta de su cuarto y se recostó en ella, acomodándose el cabello tras las orejas y frotándose las sienes. Iba a estallar pero necesitaba hablar con Jennifer antes de irse a dormir. Ginny le había dicho que se calmara, que todo iba a mejorar, pero necesitaba ver a su rayito de sol. Su celular vibró en su bolsillo y lo sacó. Era una notificación del Instagram de Jennifer. Al abrir la foto su cejo se frunció y apretó los dientes. El labio comenzó a temblarle, las manos también. Los pinchazos en las sienes habían aumentado el triple. No, no tenía por qué estar así… bloqueó el celular y lo tiró sobre el pequeño sofá, cubriéndose la cara. Se sirvió un vaso de agua, buscando pasar el nudo de su garganta. Jennifer no podía… su rostro… apretó más fuerte el vaso y lo dejó con fuerza, rompiéndolo y llevándose un bonito corte en la mano.
- Con un demonio – comenzó a maldecir, metiendo la mano debajo del chorro de agua.
La puerta sonó dos veces y Ginny entró, se venía mordiendo el labio y sus ojos mostraban preocupación, sentimiento que aumentó al verla con la mano bajo el agua.
- Lana…
- ¿te puedes ir? Quiero estar sola… - murmuró, su voz parecía quebrarse.
- No te voy a dejar sola – se acercó y frotó su espalda – ¿Qué demonios pasó? – preguntó, sacándole la mano del agua y presionando con una servilleta. - ¿qué hiciste?
- El vaso se rompió. Lo siento.
- Lana, ella no…
- Déjalo… necesito un baño.
- Yo te lo preparo.
Con la mano vendada y metida debajo de las sábanas, Ginny se sentó junto a ella, mirándola con preocupación.
- Te ha mandado un mensaje.
- ¿contestaste? – preguntó sin ánimos, mirando el anillo que Jennifer le había dado hacía unas semanas. Se lo quitó.
- No. No me corresponde.
- Bien… – se acomodó mejor y miró a la mujer de cabello oscuro - ¿te quedas conmigo? No quiero dormir sola.
- Lana… - la morena sonrió – Está bien. Déjame avisarle a Josh.
Ginny se quedó dormida luego de hablar estupideces, pero ella no podía dormir. Era una tonta. Todo era difícil, sí. Pero habían elegido eso… las dos, ¿no? Se giró lentamente en la cama y miró a la mujer junto a ella. No tenía por qué estar así por una compañera de trabajo, ¿verdad? Debería estar feliz por Jennifer, verla produciendo, haciendo lo que le gustaba. Cerró los ojos con fuerza. Debería, pero el sentimiento era más fuerte que ella.
Jennifer se quedó mirando la pantalla de su celular, el mensaje no estaba leído y hacía más de una hora se lo había enviado. Se fijó en su Instagram, su Facebook e incluso Twitter pero no había nada. Rose se había ido después de filmar las últimas escenas, así que se encontraba sola. Volvió a intentar, enviándole un Buenas noches, pequeña. No hubo respuesta.
Lana se levantó cuidadosamente y encontró su móvil en donde lo había dejado. Lo desbloqueó y el par de mensajes aparecieron.
- Estúpida… - murmuró con lágrimas en los ojos.
Jennifer cerró la puerta del auto y miró hacia el cielo pidiendo paciencia. Lana no había contestado a ninguno de sus mensajes, había posteado ciertas cosas y ni ahí que le había dejado siquiera el visto. Las llamadas habían ido todas a parar al buzón.
- ¿todo bien? – preguntó Josh, parándose junto a ella.
- No. ¿qué has sabido de Lana?
- Anda grabando. Creo que mañana sale, pero ¿no te lo ha dicho?
- Sí… aunque no sabía cuándo salía – se encogió de hombros y apretó los dientes antes de echarse a andar con la maleta arrastrándose tras ella.
Lana cerró la puerta y suspiró, más relajada y feliz. Las escenas habían salido de un tiro. Uno golpes a su espalda la sacaron de su ensoñación y se giró con el cejo fruncido. Quizás era Ginny. Abrió rápidamente y la pequeña sonrisa que portaba tembló. Se quedaron mirando unos segundos, los ojos esmeralda penetrando en los marrones. Sentía la tensión planear entre ellas, estaba enojada sí, pero ver rabia en los ojos marrones la desestabilizó. Estiró la mano y empujó la puerta, entrando y poniéndose frente a la mujer de su vida. Lana tensó la mandíbula y su labio tembló. Los dedos de Jennifer le acomodaron el cabello tras una oreja y la morena se estremeció.
- Hola… - intentó sonar tranquila, no quería pelear. Sus labios tambalearon en una torpe sonrisa y Lana tomó aire.
- Hola.
- ¿cómo estás?
- Entra o te van a ver – contestó mordaz, alejándose de su toque.
- ¿qué te pasa? – cerró la puerta tras ella.
- Nada. Estoy muy cansada.
- No, no hablo de ahora. ¿por qué no me contestaste los mensajes y llamadas?
- Estuve muy ocupada.
- ¿ah sí? ¿tanto para ni siquiera ver mis mensajes pero sí para publicar fotos y esas cosas?
- Lo siento, pero todo no gira alrededor de ti – ladró, sus ojos clavándose en los de la rubia -. Tengo que trabajar, no me están pagando para andar mensajeándome contigo todo el día.
- Me estás mintiendo – apretó los puños -, y lo sabes. Anda, dime, ¿qué hice? ¿o qué paranoia te entró?
- Eres imposible – se alejó de ella, quitándose la chaqueta – Te puedes quedar, te puedes ir. Haz lo que quieras.
Jennifer se frotó las sienes, estaba bastante cansada como para lidiar con todo aquello. Dejó su bolso en el sofá y fue tras la morena.
- ¿ya cenaste?
- No, aún no – se quitó lo que le faltaba y entró a la ducha.
- Vamos… nena, ¿qué pasa?- suspiró, recostándose en la puerta del baño.
- Nada.
- No te voy a creer.
- Que mal por ti – la miró a través del vidrio y Jennifer se mordió el labio.
Lana abrió el agua caliente y de un segundo a otro todo se vio empañado de vapor. La rubia se quitó la poca ropa que llevaba encima y entró junto a ella.
- Sal, Jen.
- No – la sostuvo de las caderas y besó sus hombros – Dime.
- No.
- ¿estás segura? – murmuró contra su oreja, su mano bailando sobre su cadera y perdiéndose en dirección a su vértice. Lana tragó grueso – Mmm… me lo suponía. – sonrió guasonamente.
Lana cerró los ojos y su cuerpo se tensó en anticipación. ¿cuándo dejaría de ser débil?
