Disclaimer: Nada relacionado con Sailor Moon es mío.

Advertencia: Este fic trata sobre una pareja off-canon. Aquellos lectores que no les gusta las parejas fuera del canon, favor abstenerse de leer. Además, esta historia trata de una relación romántica entre dos chicas y posee algunas escenas eróticas no aptas para menores de 16 años. Trataré de reducir el lenguaje grosero y la violencia al mínimo.

Notas preliminares: Esta es la segunda vez que publico esta historia. La primera no me gustó cómo estaba transcurriendo y decidí hacer borrón y cuenta nueva, diseñando el argumento desde cero y buscando más información sobre la pareja que quiero desarrollar. Al principio pensé en escribir una historia sobre mi pareja canon favorita (Haruka y Michiru), pero pensé que debía haber muchas historias de ese tipo y traté de buscarle una nueva pareja a Michiru. Pude haberlo hecho con Haruka, pero ella me desagrada y habría hecho un fic pobre por tratar sobre un personaje que no me gusta. Por eso decidí buscarle una pareja alternativa a Michiru. Y me di cuenta que, desde el punto de vista astrológico, Amy es una excelente candidata (Virgo y Piscis se llevan muy bien).

Un saludo (y espero que esta vez salga bien).

Azul marino y verde esmeralda

I
Nadando hacia la victoria

Amy tenía muchas cosas en las que pensar.

Bueno, tenía una sola cosa en la que pensar, pero implicaba muchas cosas. No era algo nuevo, pero la conversación que había tenido con el subdirector del colegio le había puesto aquella preocupación al frente de su cabeza.

¿Sólo seré buena para estudiar? ¿Sólo para eso?

Normalmente, Amy no le habría dado importancia al asunto, que formaba parte de su carácter y que nada podía cambiar eso, ni siquiera ella misma. Pero tener a Serena y a las demás como amigas había tenido un impacto significativo en cómo veía la vida y en el valor que tenía. No obstante, había un camino muy largo entre saber qué era importante en la vida y vivir bajo aquellas condiciones. Amy quería tener más espíritu aventurero, salir a conocer el mundo y olvidarse del colegio siquiera una vez, pero siempre había algo que hacer, algo que estudiar, alguna responsabilidad que asumir. Y por fortuna o por desgracia, a Amy le era más fácil ser responsable que ser un tiro al aire.

Amy era, probablemente, la chica más inteligente de todo el Japón y había sido reconocida por ello en múltiples ocasiones. Los profesores la adoraban, no solamente por su cabeza, sino porque jamás se jactaba de tener una situación académica privilegiada. Pero a ella le costaba horrores expresar sus sentimientos, no porque los considerara una debilidad, sino porque era parte de su personalidad hacerlo. Se veía en la necesidad imperiosa de ocultar sus emociones para no exponerse al dolor o a la incertidumbre. Amy era muy racional y tenía dificultades para aceptar que había muchas ocasiones en las que reaccionaba de una forma que no podía explicar. Ser racional implicaba hallar respuestas racionales para las cosas que ocurrían, tanto a ella misma como a su alrededor. Y las emociones estaban tan alejadas de la razón que Amy no las entendía. Aquello explicaba su temor a enamorarse, por ejemplo, y también explicaba por qué ella ocultaba sus malestares a sus amigas. Amy temía ser emocionalmente vulnerable, no porque ella creía que las emociones constituían debilidades, sino porque creía que los demás pensaban eso.

Por fortuna, Amy sabía qué debía hacer para alejar los fantasmas de su cabeza.

El complejo deportivo poseía una piscina en su piso más elevado, lo suficientemente amplia y profunda para que cualquiera pudiera sentirse cómodo nadando allí. Amy no tenía pensado ir allá, por lo que tuvo que pedir prestado un traje de baño de una pieza, como le gustaba a ella.

La piscina estaba vacía. El agua lucía como un espejo.

Está perfecto. Es como si todo esto me perteneciera.

El sol brillaba a destajo, sus rayos dorados colándose por los ventanales del techo, causando reflejos en el agua, como si alguien hubiera derramado oro derretido sobre la piscina. Por supuesto, Amy sabía que era un fenómeno óptico bastante básico y no le dio importancia. Todo lo que ocupaba su cabeza era olvidarse, al menos por un momento, de las vicisitudes de ser ella. Tocó el agua con la punta del pie para comprobar su temperatura.

Perfecta.

Amy se zambulló en la piscina, sintiendo cómo sus problemas se disolvían en el agua que envolvía su cuerpo. Movía sus brazos y piernas en total sincronía, totalmente despreocupada y libre. Allá, sus problemas no la alcanzaban, porque estaba en su elemento, en total soledad.

Bueno, no exactamente en total soledad.

Había otra persona nadando. Amy, por pura curiosidad, se aproximó a la persona y notó que usaba un traje de baño anaranjado, también de una pieza. A medida que acortaba distancias con el individuo, se dio cuenta que era una chica. No podía discernir con precisión el color de su cabello, pero sí sabía que lo llevaba tomado con un listón rojo. Nadaba plácidamente, como si también se sintiera a gusto en el agua.

No fue hasta que Amy pudo nadar lado a lado con aquella chica cuando vio su cara y pudo ver que su cabello era de un agradable color verde esmeralda. Su rostro era redondeado, con forma de corazón, amplias mejillas y ojos tan azules como el agua rodeándola.

Es hermosa se dijo Amy con una sonrisa. Luce como un ángel.

La joven del cabello verde esmeralda también le sonrió y ascendió a la superficie. Amy hizo lo mismo, pensando que quería hablar con ella. Pronto, ambas rompieron el agua, respirando hondo para recuperar el aire y dedicándose miradas de curiosidad.

—Hola —saludó Amy amigablemente.

—Hola —repuso la muchacha del cabello verde esmeralda—. Veo que el agua te sienta bien.

—A ti también —contestó Amy—. ¿Nadas mucho?

—Bastante —dijo la joven—. Si no me equivoco, tú eres Amy, ¿verdad?

La aludida arqueó ambas cejas.

—¿Cómo lo sabes?

—Vienes aquí a menudo —dijo la chica—. El que maneja este complejo deportivo te conoce.

—Eso es cierto —admitió Amy con una ligera carcajada—. Soy como un cliente frecuente.

—Esa es una buena manera de decirlo. Por cierto, me llamo Michiru.

—Encantada de conocerte, Michiru.

Pero Michiru no dijo nada. Se contentó con acercarse a Amy, mirándola como si estuviera a punto de proponerle un desafío.

—¿Qué tal si competimos?

La pregunta tomó a Amy por sorpresa.

—¿Perdón?

—Compitamos —insistió Michiru con una sonrisa de lado—. La que llega primero al otro lado, gana.

Amy se mostró dubitativa por un par de segundos antes de aceptar el desafío. Miró al frente, hacia el otro extremo de la piscina, insegura de lo que podía esperar de aquella inesperada prueba.

—¿Listas? —se escuchó una voz que parecía provenir desde lo alto, y Amy se dio cuenta que había una plataforma a un costado de la piscina, pero no podía ver a nadie allí—. ¡Fuera!

Michiru partió con unas pocas décimas de segundo de ventaja, pero Amy también era una nadadora muy hábil, y negó aquella diferencia en poco tiempo. Michiru arqueó la ceja al notar la velocidad de su contrincante, creyendo en un principio que no sería un rival a su nivel, pero se había equivocado rotundamente. Amy era muy rápida también, pero eso no impidió que Michiru llegara a la meta con un cuarto de cabeza de ventaja.

Amy quedó flotando en la piscina, mirando con preocupación a Michiru, quien no lucía muy complacida por el resultado de la carrera.

—¿Te pasa algo? —preguntó Amy mientras Michiru salía de la piscina para secarse. Ella se detuvo y encaró a Amy con una mirada más severa que la que había mostrado cuando la vio por primera vez.

—Sólo quiero saber una cosa. ¿Por qué disminuiste la velocidad en el último minuto?

La verdad sea dicha, aquella era una muy buena pregunta. Amy no tenía una respuesta, al menos no una que sonara completamente racional pues, hasta donde ella sabía, aquello lo hacía de una forma casi instintiva, casi como si careciera por completo de espíritu competitivo.

—Perdóname —dijo Amy, saliendo de la piscina, fascinada por el suelo—. No fue mi intención hacerlo… perdóname.

Michiru vio cómo Amy pescaba su toalla y salía del recinto, sollozando, a veces pensando que había sido muy dura con ella, cuando una voz la tomó por sorpresa.

—La hiciste llorar —dijo un sujeto de cabello corto de color paja, una expresión divertida cruzando su cara puntiaguda—. No sabía que podías ser tan hiriente.

—No fue mi intención y lo sabes.

—Sea como sea, ella solamente quería ser tu amiga. Fue muy amable contigo, y aun así la trataste mal. Es obvio que ella es una chica insegura y me sorprende que no te hayas dado cuenta.

—¡Te dije que no fue mi intención, Haruka! —exclamó Michiru con indignación, para luego bajar el tono—. Pero pobre joven. Debe sentirse mal después de lo que le dije. Debería pedirle disculpas.

Por fortuna, Michiru tendría su oportunidad dentro de unas cuantas horas.

Pero Amy no la estaba pasando muy bien. Se suponía que había ido al complejo deportivo para despejar su mente y alejar los problemas que implicaba tener una personalidad como la suya, pero el plan había fallado y Amy se sentía peor. Haber competido contra Michiru solamente le había hecho entender cuán insegura era. No confiaba en su propio potencial y aquello la estaba limitando gravemente. No sabía que estaba alimentando un círculo vicioso que iba a terminar por arruinar su vida.

En esos pensamientos tormentosos pensaba Amy mientras se encaminaba a la casa de Rei para estudiar con sus amigas.