Los cuchicheos a sus espaldas se han vuelto más frecuentes desde la intromisión en su pensadero. Sigue preguntándose qué tanto habrá llegado a ver el chico dentro, si su odio renovado se debe a un tonto instinto de asimilación que le empuja a comportarse como su padre, o si en cambio se trata de algo mucho más profundo, algo relacionado con cabelleras pelirojas y ojos verdes idénticos a los suyos.
Ahora mismo ríe y secretea con Weasley, intercambiando notitas y dibujos tontos como si no pudiera verlos.
Pero Severus lo ve todo. Años y años de lidiar con Black y Potter le ayudaron a desarrollar ojos en la espalda y un sexto sentido a prueba de bromas de zonko. Sólo él vé cómo se nublan los ojos de Lupin cuando se cruzan con un perro negro en Hogsmeade, la decepción de Draco cuando Lucius *olvida* presentarse en sus juegos de quidditch, y también es el único en advertir las miradas rápidas que intercambia con Granger, los segundos más allá de lo necesario que demoran sus manos en separarse cuando su *entrometido* profesor de pociones los obliga a trabajar juntos en las clases, y el modo en que ella muerde sus labios cuando sus amigos incordian a Draco.
La historia es lo suficientemente cruel para repetirse, y a la mezcla sólo le hace falta un licántropo para cerrar el círculo de fantasmas que, a pesar de los más de quince años pasados, se niegan a abandonarlo. Porque, en su mente, no son Granger y Draco los que ahora rozan sus manos por sobre el caldero, sino una pequeña peliroja y un muchacho de cabello grasiento, murmurando en voz baja los ingredientes que van añadiendo a la formula y mirando hacia cualquier otro lado con tal de no revelar lo que sienten por dentro.
Severus lo ve todo sí, pero no ve nada.
No ve que Harry y Ron no se ríen de él sino del líquido pegajoso que ahora escurre por la cara del primero, que el chico Potter le mira con menos arrogancia desde el incidente con el pensadero, y tampoco que ninguno de ellos es Sirius o James.
Pero Granger carraspea, mira severa, y consigue que Harry le preste sus apuntes a ella Y a Malfoy y, por un momento, Severus comprende que no son Lily, James y él.
Y que quizás aún haya esperanzas de que los errores de toda una generación no se repitan otra vez.
