Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, créditos a Sir Arthur Conan Doyle y a los creadores de la serie Sherlock BBC.
AU/Johnlock.
Enjoy.
POR CIERTO: Advierto que no sé casi nada del mundo de la fotografía y demás cosas, so, no me maten si hay algo fuera de contexto y si lo hay, ilústrenme: siempre es bueno aprender. Sin ánimos de ofender, continúen.
I. Nothing in my way.
Bastó sólo un momento para que aquella imagen culminara en lo más profundo de su memoria. En el remoto instante en que las alas se expandieron para que el ave emprendiera el vuelo hacia el cénit, el mismo manto grisáceo que acaparaba la atención de sus orbes azulados, perdidos en el simple pajarillo que lo había dejado en aquella plazoleta poco frecuentada.
Aún absorto, John se limitó a tragar saliva.
Maravillado por la simple belleza que podría otorgar el corretear de un recién nacido dispuesto a abandonar aquel perdido nido entre las ramas de un árbol.
—Tierra llamando a John.— Una melodiosa voz se coló por sus oídos, haciéndole dar inconscientemente un leve respingo. Y antes de que pudiera espabilar como era debido, una estruendosa risa contagió los labios de su novia. Él, frunció los labios algo molesto, sosteniendo con fuerza la cámara que se encontraba entre sus manos. —Mary.—
—Oh, honey, debiste ver tu cara.
Carraspeó fuertemente, sin poder evitar sonreír ligeramente más por un gesto de no saber como reaccionar que por verdadera gracia, desviando su vista hasta el objeto que sostenían sus ásperos dedos. Desde hacía mucho tiempo que poseía la absurda manía de distraerse completamente en algo hasta perder la noción del tiempo. Como si el irse de allí era todo lo que quisiera después de todos los sucesos de su vida que lo llevaron a ser lo que era hoy en día. Un fotógrafo amateur, con un sueldo de mierda y una vida no muy distinta a lo que ganaba.
Hasta que había llegado Mary. La misma rubia que ahora acariciaba su mejilla con suaves movimientos oblicuos provocados por uno de sus pulgares, con cariño y parsimonia, como si estuviese tratando de calmar al deprimente de su novio. —Debió de ser divertida, ¿No?— susurró amablemente ante la mujer, depositando un casto beso en una de las mejillas sonrosadas.
La intromisión de la rubia en su vida había logrado sacarlo -temporalmente-, de aquellos malos días; sin cuestionar ni retroceder, su ayuda incondicional era de lo que estaría profundamente agradecido para siempre.
Pues, ¿Cómo no?
Había sido la primera en apoyarlo con su sueño de ganarse la vida como fotógrafo. Encontrándole cursos de poco tiempo para perfeccionarse y dándole el empujón que él había necesitado.
Pero aún así, no era suficiente.
—¿Cómo va el trabajo?— Él suspiró. —Por lo visto, creo que no podré tenerle las fotos para hoy en la tarde.— Mary frunció el ceño, resguardando sus manos en el abrigo rojo que estaba llevando esos fríos días. —John, tu jefe te pateará el culo. ¿No dijiste que debías tenerlas la semana pasada?
—Si, bueno, Mary, escucha. Escucha.— Insistió por las molestas reprimendas y por el tedioso cacareo que se llevaría si no lograba zafarse de ella. —Mi jefe no me hará nada, no es tan hijo de puta como te parece. Solamente es exigente y yo por falta de tiempo, debí haber tenido sus fotografías.
—Pero no es...-
—Tranquila, no me pasará nada. Además fue un golpe de suerte el haber conseguido el empleo ante mis insuficientes conocimientos para la fotografía. No te embrolles, hay cosas peores.— Respondió, tranquilizándola. Y ella, de forma desconfiada, sólo musitó un "está bien" y un "te llamaré para cenar" antes de despedirse con un alegre beso del aspirante.
Entonces, la vio partir, obligándose a enfocarse en el aburrido trabajo que tenía que desempeñar para una revista de la que, sinceramente, no tenía puta idea de que temas trataban. A él sólo lo habían contratado para hacer las fotos de unos pajaritos que saldrían en la sección de nosabíaquecosa o de otras que no tenían ninguna importancia. Pero no podía quejarse después de todo el esfuerzo que hizo para que alguien le hiciera el mínimo caso a su existencia.
En eso era lo que se había reducido el último año: una rutina que pronto volvería a someterlo a la antigua época de depresión.
Porque sí, había pensado que dedicándose a lo que siempre le había gustado en la vida, podría ser feliz. Pero aquella idea había mermado en cuanto comprendió que aunque tuviera un sueño, se vería limitado por alguien 'superior' que le ordenaría qué hacer y qué no.
Por lo pronto, necesitaba más el dinero que el llegar a ser infinitamente feliz. Y ni en broma comenzaría a trabajar como el médico que todos esperaban que fuese.
Sus divagaciones terminaron, antes de sacar de entre su abrigo de un verde algo musgo, su celular. El mismo que le indicaba la hora de partir hacia la oficina que quizás, sólo quizás, no volvería a ver.
Habían pasado cerca de dos horas, ¿Probablemente?, desde su llegada al despacho de su jefe y hasta su retirada hacia la plaza ahora desierta, que se encontraba cerca de su departamento. Dos horas en las que tuvo que soportar de sobremanera los gritos iracundos del viejete ese que remarcaba su estupidez y faltas de habilidades que John sólo se limitaba a ignorar, con una mirada furiosa a lo que era la barriga del hombre que se movía de forma bizarra por sus movimientos airados. —Tu inoperancia me repugna, blablablablabla.—
De cualquier forma, la conversación se vio por terminada cuando el principiante, practicante o aspirante a fotógrafo profesional, salía a grandes zancadas de la institución. Sumergiéndose al gris y húmedo Londres que lo abrazaba con el frío que anunciaba la inminente llegada del invierno.
Trató de refugiar su rostro con el suave pelo sintético que rodeaba parte del cuello de su abrigo en búsqueda de su propio calor, y también quizás, de algo de vida.
Y antes de sentirse perdido entre sus pensamientos, logró llegar a aquel desolado lugar, pequeño, olvidado, escueto; perdido en la bruma de los londinenses que ignoraban olímpicamente la ubicación de aquella pequeña plaza. Ésa que había descubierto al vagar por las calles de la ciudad.
Logró sentarse en una banca suavemente alejada de la pequeña pileta que se encontraba al centro, y sobrecogido por el viento, sus manos viajaron desde sus bolsillos hasta el bolso donde llevaba su inseparable cámara.
Y fueron en esos instantes, en que nuevamente se embelesó al ver aquel objeto al que se aferraba tanto. Repasó con las yemas de sus dedos cada uno de los botones, la pequeña pantalla, el lugar donde se encontraba el lente; con un tierno y grácil cuidado que fácilmente podría confundirse en una caricia comprensiva. Como si estuviese tratando de sanar lo que muchos no veían, y que él vislumbraba desde su posición; su propio reflejo en la pequeña pantalla. Las heridas de un pasado y un presente, que intentaba mermar conectado a la cámara que almacenaba su propia visión: él.
Carraspeó al sentir un nudo en su garganta que lo hizo sentir avergonzado y lo obligó a levantar su nubosa mirada.
Para su sorpresa, había una persona sentada en lo que era la pileta, a una poca distancia de él.
Sin reparar en su propia persona, aquel hombre se encontraba abstraído, mirando hacia ningún lugar en particular; pero lleno de una intensidad que hizo estremecer sus huesos. Ensimismado, y como acto de reflejo, sus nerviosas manos encendieron la cámara para enfocarse en la imagen que se cincelaba frente a él.
Esbelto, lejano; la figura del hombre impregnaba todo el lugar. Su piel pálida, resaltaba por las vestimentas de tono azabache que llevaba y por los rizos oscuros que caían como bucles al costado de sus afilados y altos pómulos. Y en contraste con su figura, el grisáceo cielo que se cernía sobre ellos le entregaba un aire muy semejante al misterio.
Pero sus dedos temblaron al hacer zoom y ver a través de la cámara el inverosímil color de sus ojos, penetrantes, límpidos, diáfanos; ambivalentes entre un tono celeste a uno más verdoso.
Simplemente era hermoso.
Por instinto se acercó aun más al hombre, sin querer perturbar la perfecta visión que había erizado su piel.
Bello.
Fueron unos segundos los que bastaron para que John se entregara completamente a la pintura que removía algo dentro de él, consternado, algo amedrentado, simplemente no lo sabía.
Y tampoco supo cuando había fotografiado al desconocido, ni tampoco sopesó cuando las lágrimas resbalaban por su mentón, y mucho menos cuando escuchó un tono profundo, masculino, suave, por parte del hombre que ahora lo estaba mirando de una forma que el deshecho John no podía descifrar.
—Deprimente.
El pc me borró todo. Ahuevo.
Anyway, ojalá les agrade. Se suponía que iba a ser mi primer slash lemon pero todo se fue a la chachu con el sentimentalismo y cagué. dasfgg.
-Lyrock.
