Capitulo 1


¿Qué es lo que hay en el corazón de un caballero?, puede este tener en su mente algo más que su misión, su deber…?

Santuario

El atardecer en el santuario solo era interrumpido por los gritos de ataque de las jóvenes que entrenaban en el campo, era la hora en la que todas debían demostrar ante las demás el porque habían sido elegidas como amazonas. Entre ellas había una joven que lanzaba sus ataques ferozmente, nunca, jamás se dejaría vencer ni despreciar por nadie y con eso en su mente derribaba a su contrincante

- es suficiente para el entrenamiento de hoy, bien hecho amazona de plata Itza de Corona Austral – decía Marin deteniendo la pelea y señalando a la chica de largo cabello negro como la noche

- es buena, hay que admitirlo - comentaba Shaina mientras Geist de pie a su lado hacía un sonido de desprecio, la chica a su gusto no le parecía gran cosa

– no veo porque el escándalo, seguro yo podría derrotarla con facilidad- mencionaba mientras la joven de la que hablaban caminaba detrás de ellas

- me gustaría verte intentarlo- respondió con enojo Izta luego de escucharla burlarse de ella

- ¿Que te parece si lo intentamos ahora niña? sin reglas, tu y yo - termino Geist mientras que Shaina sólo observaba en silencio la pelea de las mujeres, le parecía un tontería que comenzara a molestarse entre ellas por simples palabras

- ¡basta ya! – gritó Marin- el entrenamiento termino y no habrá más peleas

- ¿y a ti quien te dio el poder de decir que podemos o no hacer? ¿o es que temes que la basura de Corona salga lastimada?

- ¿Como te atreves? – Itza comenzaba a perder la paciencia, no se quedaría inmóvil ante las palabras de aquella amazona

- Este es el templo de Athena y no lo ensuciaran con sus tonterías, si tienen algo que pelear les sugiero que lo hagan fuera de los dominios de su alteza.

Ambas chicas se detuvieron, pero no se dijeron nada mientras que con la mirada llena de odio y coraje bajo la mascara se juraban que se enfrentaran y que solo una surgirá del combate. Itza se retiro aún con la sangre hirviendo, estaba molesta pero de nada le serviría seguir pensando en el asunto, al menos no hasta que se enfrentara a esa mujer, iría a su cabaña y descansaría el resto del día, el viento soplo moviendo ligeramente el largo cabello negro que llegaba hasta su cintura, era una chica alta y fuerte, una gran guerrera, desde pequeña había sido entrenada no para ser solamente una amazona si no para nunca fallar ni dejarse vencer, el honor y su orgullo eran su fuerza y su motivo, por ello se enfurecía cada vez que alguien la retaba, demostraría que era digna de portar la armadura que había obtenido tiempo atrás, si así lo haría, lo había decidido.

No muy lejos de ahí, en las tierras de las doce casas, Milo el caballero dorado de Escorpio se introducía en el templo de acuario para visitar a su "amigo" que se encontraba meditando, pero que indudablemente ya se había dado cuenta de su presencia en el lugar

- ¿Que haces aquí milo? ¿acaso no piensas bajar al pueblo hoy?

- ¿Que te hace pensar eso? – replicaba Milo

- Por lo general esta es la hora en la que te escapas para recorrer tu camino al pueblo, donde seguramente perderás el tiempo con mujeres en bares toda la noche

- ¿Como puedes creer eso de mi?

- Milo no es noticia tu forma de pasar la noches, no porque estemos en tiempo de paz tienes una razón para ese tipo de comportamiento

- El mismo agrio y serio de siempre, deberías bajar conmigo algún día, creo que te hace falta - comentaba el escorpión pero Camus lo ignoraba por completo siguiendo con su meditación- En todo caso, NO, no pienso bajar esta noche, solo vine a avisarte que te llegó una carta de Cristal al santuario y vine a entregártela, ahora si me disculpas me iré a aburrirme a mi casa de Escorpio ya que tu me has arruinado mi noche – terminó mientras se retiraba bajo la mirada fría del caballero de los hielos quien ahora solo abría la carta enviada por su antiguo alumno

"Maestro Camus de Acuario, me dirijo a usted para informarle que he encontrado algo o debería decir a alguien sorprendente, una niña que puede controlar los hielos sin siquiera haber sido entrenada de algún modo, le suplico nos visite nuevamente en Siberia para que pueda apreciar con sus propios ojos la capacidad de esta pequeña

atte. Cristal"

Camus tan solo cerró la carta y regresó a su meditación, ¿que podría realmente ser tan sorprendente en dicha niña? En otra parte del Santuario se le entregaba a Marin un mensaje del gran patriarca igual de sorprendente

- Es un gran honor el que te han dado Marin- decía Aioria detrás de ella acercándose

- ¿de verdad? ¿Como saberlo Aioria, como saberlo? – decia en un susurro la chica mientras doblaba y guardaba el mensaje

- El patriarca solo permite que otros caballeros entrenen a los nuevos integrantes cuando confía en extremo en la fuerza, habilidad y capacidad del maestro

- ¿De verdad el gran patriarca puede pensar eso?, yo no sabría que pensar de él, su actitud cambia constantemente- comentaba la pelirroja mientras se giraba al caballero

- Marin eres una de las mejores amazonas – le decía mientras ponía una mano en su hombro – una gran guerrera créeme sabe lo que hace y le ha entregado una gran maestra a un futuro caballero – le dijo mirándola fijamente, para luego sonreírle y despedirse para regresar a su templo

Milo caminaba frustrado por los terrenos del santuario, después de las criticas de su amigo el acuariano su deseo de salir esa noche se había esfumado, así que no teniendo nada mejor que hacer salió a vigilar el santuario, estaba distraído cuando unas voces llamaron su atención, eran dos solados ocultos tras los matorrales a las afueras del área de las amazonas, estaba por actuar cuando una sombra se acerco a ellos.

- te lo digo, hay unas chicas tan hermosas en este lugar de verdad vas a sorprenderte

- pero si nos atrapan aquí nos meteremos en problemas

- no – dijo una voz delante de ellos – ya están en problemas- terminó Shaina amenazante mientras salía de las sombras, lanzo uno de sus poderes destruyendo el piso cerca de donde se encontraban los dos soldados que ahora estaban aterrorizados- tienen hasta la cuenta de tres para marcharse, si no quieren que los mate ahora - los hombres asustados salieron corriendo mientras que el caballero dorado que había visto toda la escena se acercaba a la amazona sonriendo.

- vaya no es mentira lo que dicen después de todo, en verdad asustas a los hombres – decía Milo tratando de hacer conversación con Shaina pero esta se dio media vuelta sin decirle nada dejando molesto al escorpión.

Más allá, en algún otro lugar del mundo era una noche llena de estrellas, en un gran salón se llevaba acabo un baile, una fiesta entre las familias más ricas de la nación, todos parecían disfrutar de la misma, todos excepto un niño que salía al pasillo de aquella mansión pues no soporta seguir en semejante fiesta

- ¿como pueden obligarme a venir a estas cosas?- dice mientras camina, sin embargo una risa musical llamo su atención, curioso decidió entrar al cuarto junto al lujoso salón, no era más que una sala para recibir visitas con un gran ventanal, pero lo que realmente llamo su atención fue la silueta de una niña un poco menor que él asomada a la ventana, fascinada por las miles de estrellas que brillan en el cielo.

- ¿Que es lo que te causa tanta alegría niña?

- jeje, ¿que no puedes verlas? mira – dijo jalando su brazo- mira cuantas estrellas, su brillo es tan hermoso, de colores tan diferentes

- ¿pero que dices?, todas las estrellas son blancas

- por supuesto que no, obsérvalas bien, fijamente, cada una tiene un color diferente y su brillo nunca es el mismo, ¿lo ves?

Aquel niño no entendía que era lo que esa niña le decía, para el todas las estrellas eran iguales y su brillo era blanco, siempre de la misma forma, estaba a punto de responderle cuando una pareja entro al cuarto

- hijo es hora de irnos, vaya veo que después de todo encontraste a la hija de nuestros viejos amigos – decía la mujer mientras el hombre se acercaba a ellos

- hijo mio ella es la pequeña Pandora

- ¿Pandora...?- repetía el pequeño de cabellos rubios y mirada dorada…

Otro día más llegaba al santuario y todos sus residentes iniciaban con sus actividades, algunos entrenando otros con guardias, todos y cada uno de ellos al servicio de la diosa Athena. Marin era una de ellas, comenzaba a realizar sus entrenamientos cuando algo la distrajo, era Aioria que miraba melancólico hacía el templo de Sagitario, era más que obvio que aún extrañaba a su hermano y a ella de alguna forma le dolía el verlo así

- ¿estas bien Aioria?

- Marin, no te sentí llegar, descuida no es nada solo viejos recuerdos, debo terminar mis deberes discúlpame – le decía retirándose del lugar y aunque a ella le desagradaba verlo así, sabía que tenía que darle espacio.

La tarde había caído ya, pero Itza no se sentía cansada y continuo con su entrenamiento, sentía que no era suficiente por lo que decidió continuar en las afueras del santuario, en el área rocosa del mismo, a decir verdad estaba prohibido aquel lugar, las paredes de aquellos riscos eran tan peligrosos que solos formaban un gran escudo para el santuario pues no cualquiera podría pasarlos y sin embargo era eso lo que llamaba su atención, era el lugar perfecto para entrenar.

Comenzó a subir por el risco con extrema habilidad, cada sanco, cada aumento de velocidad era un reto para ella, uno que confiaba podía vencer, sin embargo en el último salto la piedra en la que apoyó su pie se derrumbo desequilibrándola haciéndola caer inevitablemente, para su fortuna sus buenos reflejos le ayudaron a no hacer de la caída mortal pero lastimándose el tobillo. Sentía dolor pero tenía que levantarse, escucho entonces un par de voces cerca de ella

- mira nada más que tenemos aquí, una de las bravuconas amazonas, después de todo no son más que inútiles mujeres - comentaba uno de los sencillos guardias del lugar

- si eso parece, mira que venir a este lugar para herirse- decía otro de los guerreros

- idiotas dejénme sola

- cierra la boca niña ¿o es que quieres que te demos una lección?

- déjenla en paz, soldados - interrumpió una varonil voz desde el fondo

- ¿quien se atreve a ….?- callo el soldado al darse cuenta de quien se trataba, era nada más y nada menos que uno de los santos dorados - señor … nosotros

- váyanse ahora mismo

- si señor - gritaron los hombres mientras salían despavoridos, el dorado los vio irse con sus fríos ojos y cuando se habían perdido de su vista se acerco a la amazona caída.

- ¿Estas bien? – pregunto el hombre de forma seca

- ¿Quien dijo que necesitaba de tu ayuda?- le dijo la amazona con coraje – no necesito que me salven

- Como tu digas – contesto Camus dando media vuelta mientras Itza se levantaba, pero el fuerte dolor de su tobillo roto la hizo temblar y dejar salir un grito de dolor, Camus la miro y nuevamente se acerco posando su mano derecha en su herida, Izta estaba por reclamar cuando sintió el cosmos calido de Camus en su pie mientras que una fina capa de hielo rodeaba su tobillo proporcionándole un frío que calmaba su dolor

- Frío y calido al mismo tiempo – susurraba la joven

- Esto te hará sentir mejor, una vez que el hielo se derrita tu tobillo habrá sanado, se esta haciendo tarde regresa a las tierras de las amazonas si no quieres meterte en más problemas

-Espera … al menos puedo saber el nombre de quien me ha ayudado – le dijo de forma sarcástica

- Mi nombre es Camus, Camus de acuario – contesto con frialdad el caballero

- Un caballero dorado … ¿pero como es que no me lo dijiste antes?… por eso la actitud de "héroe" rescatando a damas en peligro – le pareció increíble que no lo conociera, pero sobre todo ya había escuchado suficiente de reclamos tontos así que le dio la espalda para marcharse pero nuevamente su voz lo detuvo

- Espera por favor… - tomo aire la chica y lo soltó – gracias por ayudarme – dijo con sinceridad, Camus la miro por un momento y luego respondió

- No fue nada.