Chicas, pues aquí les traigo un regalito para MARCELA LUNA mi "Alter ego" por su cumpleaños ;-)
Advertencia únicamente para ojos golosos, que al igual que yo gustan de deleitarse con delicioso postre Grandchester.
¡Contenido adulto! Si no te agrada abstente de este suculento relato.
"Rascumparare Dulce"
*Dulce Redención*
El joven se despertó un poco desorientado al no reconocer el lugar donde se encontraba. El intoxicante aroma de aceites aromáticos impregnaba el ambiente, pero más que nada la fragancia del jazmín. Los recuerdos empezaron a llegar lentamente a su aletargada memoria.
No sabía porque pero después de haber estrenado la obra se sentía completamente solo. Se sentía eufórico por el éxito rotundo de aquella función, pero al mismo tiempo vacío. No tenía a nadie con quien compartir ese momento especial. Así que en vez de aceptar la invitación a festejar por parte de la compañía, había decidido ir por su cuenta a un bar. Dicen que los viejos hábitos tardan en morir.
Después de unas cuantas copas seguía con aquél mismo sentimiento de vacío abismal en su alma. Era irónico que alguien que era capaz de conectar con cientos de personas a la vez no fuera capaz de conectar con una sola alma en particular. Una especial con quién pudiera compartir algo de su verdadera esencia.
Había abandonado la asfixiante cárcel que le representaba el colegio que había sido su "hogar" desde que tenía uso de razón, con el firme propósito de buscar su propio destino, de forjarse un camino negando su abolengo. Nada había ahí que lo retuviera.
Siempre rodeado de las mismas insulsas jovencitas impresionadas por su sangre azúl. Ahora se reía ante la ironía, había cambiado a las colegialas por fans. Pero él seguía sin poder conectar. Ya no debía extrañarle, por locos momentos se sentía preso de una maldición.
-Vos deberíais ser amado como se debe- habían sido sus provocadoras palabras.
Esa preciosa gitana española le había dejado sin habla. Era un hermoso y delicioso enigma que disfrutaría resolver. Se encontró a sí mismo regresar sobre sus pasos a la entrada aledaña al carnaval donde la había visto el día anterior. Tan solo la palma le había tocado y sintió una conexión extraña.
Su naturaleza desconfiada lo obligó a burlarse de sus palabras.
-¿Y, acaso serás tú quien me amará?- Le preguntó arrogante.
- No, idiota, todavía no os lo habéis ganado- Su respuesta, su actitud retadora era lo que más había llamado su atención. El desafío en sus grises ojos gitanos, cargados de sabiduría ancestral le daban un aire más maduro del que representaba su edad física.
Dándose la media vuelta, la chica lo había dejado ahí parado simplemente escuchando las monedas unidas a la mascada amarrada en su cintura que alegres se movían con el vaivén de sus abundantes caderas.
En esta ocasión estaba dispuesto a averiguar un poco más. Dudó en entrar, sabía perfectamente cuál era la tienda donde podía encontrarla. La había visto ayer. La luz de la misteriosa luna era lo único que alumbraba la explanada de la feria desierta a esas altas horas de la noche.
Se sobresaltó al ver la lucecilla a manera de luciérnaga, proveniente de un cigarrillo escondido, brillando entre la oscuridad. La bella chica de no más de 21 años exhaló el humo el cual formaba redondas volutas que se desvanecieron lentamente.
-Así que regresasteis- Le dijo sonriendo pícara, mientras le daba el último trago a su café.
-¿Quiero saber si ya me gané el derecho de ser amado por esta bella dama?- Le preguntó galante al tiempo que se le acercaba cerrando el espacio entre sus cuerpos. Estiró su mano hacia ella y en un rápido movimiento le quitó el cigarro de entre sus labios para darle una fuerte calada, percibiendo el sabor que la chica había dejado en éste. Deliciosa mezcla de tabaco y aromático café con un toque de algo más que de momento no alcanzó a distinguir.- ¡Ah! Picante canela- le dijo paladeando con disfrute absoluto y su voz cargada de ronca sensualidad.
-¡Tendrás tanta suerte majo! Con ese porte garboso que os cargáis cualquier chiquilla caería a vuestros pies. Pero sábete de una vez que Marcela Luna *Salvatorul de Suflete no es cualquier chica.- Le dijo con aire de arrogancia, como si perteneciera a la más fina de las estirpes gitanas.
-Entonces explícame de una vez a que te referías con eso de que… Perdón, pensé que..-Contestó el inglés algo atribulado al ver como la chica levantaba sus cejas.
-¿No habéis pensado que os ofrecía mis favores? Pero habrase visto…, por la mano de Fátima que no puedo, ¿Este que se ha pensado?- Terry la veía pasmado platicando con el viento. Manoteando al tiempo que sus largos espirales castaños rojizos cual canela se agitaban al igual que su falda con sus enérgicos movimientos.
- Bunica buna, o voi face- (esta bien abuela, lo haré)- decía en su natal rumano. El joven actor casi se arrepentía de haber sucumbido ante esos expresivos ojos y pronunciadas curvas. Lentamente comenzaba a alejarse cuando sintió una fuerza que lo hizo detenerse.
-A donde pensáis iros. Mirad que hay más de una forma de ser amado, vos lo que necesitáis primero es haceros estos baños y os advierto que no estoy jugando- le advirtió con seriedad. Parecía que su pelea con quien quiera que hubiera estado ahí a parte de él había finalmente terminado.
- Ya sé que no me creéis y francamente me importa un comino. Habéis de saber que a los varones de vuestra familia les ha caído una maldición, de esas que se tardan generaciones en desaparecer. Aunque tratéis de negar vuestro origen, este no os ha negado a vos. En vuestro caso estáis doblemente maldito por una mujer de sangre azúl, que os ha odiado desde vuestro nacimiento. Pero está bien, que te sepas que las pagará todas juntas. No os preocupéis que **"A cada cerdo le llega su San Martín" y creo que vos sabes muy bien a que cerdo me refiero.-
Terry soltó una carcajada por el juego de palabras empleado. Aún así no le creía, esta vez rió ahora con amarga incredulidad.- ¡Ah! Ya entiendo.- dijo sarcástico.-¿Cuánto me van a costar estos baños?- Pregunto un tanto decepcionado, Marcela no le había dado la impresión de ser "ese" tipo de gitana.
Los expresivos ojos grises de la joven reflejaban la luz de la luna dando la impresión del oleaje del mar nocturno atrapado en ellos. La ira de la marea alta se hizo presente.
-Ahora mismo os costará añadir otra maldición a vuestra colección si no cerráis la petulante bocaza- Terry no sabía cómo explicarlo, sintió algo extraño dentro de él. Cómo sí alguien le hubiera susurrado algo importante al oído. Extrañamente después de escuchar esa amenaza por parte de la bella hechicera, se llenó de confianza.
-Está bien perdón, no logro entender ¿Que se supone que debo hacer?- Dijo levantando las manos en resignación. La chica le robó el cigarrillo de entre sus dedos y aspiró fuertemente dándole la última calada antes de apagarlo en los restos de su taza de café. Lo tomó de la mano y subieron los escalones de su casa-coche rodante. Terry sintió esa electrizante sensación de nuevo al entrar en contacto con la mano de la joven.
El joven actor se sorprendió al entrar y ver una estantería llena de frascos con hierbas. Le parecía que estaba en la droguería de algún antiguo apotecario descrito en las novelas Shakespearanas.
Marcela sacó algunos frascos de distintos colores junto con un pequeño mortero. En este molió unas raíces a las que agregó apenas gotas de distintos contenedores. Terry la veía entretenido, mientras con sus ojos buscaba algo que no parecía encontrar. Ya no pudo contenerse más y finalmente le pregunto.
-Dime, ¿Dónde es que tienes tú bola de cristal? Siempre he querido ver una.- Preguntó burlonamente divertido para aligerar la seriedad de la situación.
-Chaval cuando lleguéis a mi edad no requeriréis de algún cachivache para leer la energía- Le dijo muy segura con un tono de voz que parecía venir de otra dimensión. El joven se quedó de una pieza ante esas palabras que se le antojaban dichas por una abuela.
La vio esparcir una pizca del contenido del mortero sobre una pañoleta blanca que amarró a su cabeza.
Después la enigmática gitana llenó un balde de agua y en este vertió los contenidos de su extraña mezcla. Sacó una jícara y se la entregó a Terry junto con una toalla. –Ándate ya al baño niño, al baño.- Lo apuraba mientras lo empujaba hacia el pequeñísimo cubo que hacía las de cuarto de aseo.
-¿Pero, aquí?-Le preguntaba dubitativo, observando la cortina que fungía como puerta del baño y única protección. El joven se preguntaba a sí mismo como es que se había metido en aquel lío.
-Tengo que quitarte esas costras astrales que os cargáis majo, no pretenderás que me contagie de vuestros bichos energéticos ¿o, sí? – El ojiazul resignado se despojó de sus ropas lentamente. Al vaciar el primer jicarazo sobre su cabeza se sintió fresco, ligero y más audaz.
Marcela se movía presta por el pequeño espacio que hacía las de su hogar.
-Nu te mai juca cu mine-(Dejen ya de jugar conmigo) decía algo molesta en su lengua materna. Un papelillo se le cayó de su libreta de recetas y ella lo persiguió a los pies de la entrada de la entreabierta cortinilla.
Se agachó a recogerlo en el justo momento que el bello joven salía dándole la espalda para secarse.
Sacudía su cabeza para deshacerse del exceso de agua. El cabello ligeramente largo y mojado se le adhería al rostro de lado, un mechón caía sobre una de sus espesas pestañas. Otro acariciaba su quijada cuadrada tocando apenas su recta nariz, el más largo cubría parte de su cuello rozando con las puntas su manzana de adán y su ahora torcida sonrisa devastadora. Se sabía endiabladamente sexy.
Marcela todavía hincada en el piso se quedó sin respiración al recorrer con su mirada la espalda ancha que se estrechaba a medida que bajaba hasta los duros músculos de sus bien torneadas nalgas y fuertes piernas. Terry maliciosamente se dio la vuelta al tiempo que la chica se ponía de pie. Marcela casi se va de espaldas cuando se topó cara a cara con aquéllo que colgaba impresionante. Terry se agachó para ayudarla a ponerse de pie. Orgulloso no disimuló su desnudez mientras la veía desafiante a los ojos quemándola con sus cobaltos encendidos.
El ambiente cambió entre ellos. - Ți-am spus deja să nu te deranjezi. Știu foarte bine ce ar trebui să fac-(Ya les dije que no estén molestando. Sé muy bien lo que debo hacer) dijo algo molesta otra vez hablándole al aire, según veía Terry.
-Esta chica está loca de verdad- pensó el bello joven quien ya no fue capaz de articular palabra al ver la coqueta sonrisa que Marcela le lanzó, clavando sus ojos desvergonzadamente en su entrepierna.
La bella y exuberante gitana se alejó de él, subió su pierna a un banquillo cerca de su cama recogiéndose lentamente la falda hasta el muslo y se desató las cintas de los botines. Después se despojó de la mascada en su cintura la cual cayó pesada al piso a causa de las monedas, para por último dejar caer su falda.
El cuerpo de Terry reaccionó ante la evidente invitación, elevándose orgulloso, listo para satisfacer.
Marcela se quitó su blusa con cuidado de no quitarse la pañoleta en la cabeza, quedando tan solo en su fondo de algodón que se transparentaba a la luz de las velas marcando su silueta de reloj de arena. Un hermoso talismán en forma de mano, colgaba de su pecho soltando destellos desde las pequeñas piedras preciosas que adornaban el ojo en medio de éste. A Terry se le secó la boca al ver esos turgentes pechos que lo incitaban a perderse en ellos.
–Venid guapo- le dijo coqueta con un movimiento de su dedo. El joven no dudó en acercarse al ver la seguridad en los ojos de ella. Besó sus carnosos labios succionándoloss de a poquito ganando terreno. Ella entreabrió los labios para darle acceso a su lengua que se desplegaba a su antojo explorando. Sintió entonces un brusco empujón que lo desconcertó. Ella se separó de él y se dio media vuelta para quedar de espaldas. Él aprovechó para hacerle a un lado los rebeldes rizos y besarle la delicada piel detrás de la oreja. Marcela se estremeció al sentir su aliento sobre la sensible superficie.
Terry la despojó de su camisón para sentir piel con piel. La Luna se deslizó hacia abajo estrujándose contra el fornido pecho hasta sentir su protuberancia recorrerle la espalda. Terry se estremeció ante esa caricia salvajemente sexy. Los cabellos de la chica cubrian sus vellos haciéndole cariñitos en su larga extensión viril. Mientras se deleitaba en la vista de los bien dotados pechos de Marcela.
Se agachó para levantarla y sin más la tomó entre sus brazos para llevarla hacia la cama. Terry la recostó sobre las cobijas y se le fue a los labios una vez más. Esos labios picantes que parecían guardar mil y un secretos, tomando su boca con ardorosa pasión. Después le levantó los brazos besándola desde las puntas de los dedos hasta el hueco de la axila hundiendo su nariz en ella, aspirando sus feromonas en un salvaje ademán que enloqueció a la gitana. Marcela más que verlo, lo sintió sonreír complacido por su reacción. Siguió su camino con su boca por uno de los costados de la chica, mientras que su mano recorría el otro. Ignorando monumentalmente sus senos con sus erectas cúspides. Siguió acercándose peligrosamente a la femenina cadera que añorante se retorcía hacia su boca, hacia el calor de su aliento. Pero Terry siguió por los lados de las largas piernas, mientras su cabellera húmeda dejaba un camino brillante sobre la apiñonada piel gitana, acariciando, besando, lamiendo, mordisqueando. Al llegar a los pies observó un pequeño tatuaje en el tobillo derecho. Era un 8, eran dos lunas engarzadas en cuarto menguante. Simbolizaban el infinito, ó por siempre Luna. A Terry le pareció coqueto y sexy, besó los dedos de los pies dando pequeños mordiscos en las yemas. Empezó a bajar por el interior de la pierna hasta llegar al muslo.
-Espera Terruce, espéradme un momento por favor- le dijo la chica suplicante con cierto hilo de ¿Temor? En sus grises ojos.
La antes segura chica temblaba entre sus manos, ante su evidente dominio del arte amatorio. Terry se detuvo preocupado, soltando lentamente la pierna de Marcela. Se apartó un poco.
-¿Es que no estás segura? Pensé que al igual que yo, también lo estabas disfrutando.-Dijo con cierto dolor en sus intensos cobaltos.
- Por supuesto que quiero esto, bueno quiero que pase y valla que lo estoy disfrutando garañón. Solo que hay algo que debo hacer antes- Le regaló una deslumbrante y tranquilizadora sonrisa, al tiempo que se incorporaba, obligándolo a él a recostarse sobre la cama.
Marcela tomo un puñado de emplaste del mortero que usara antes, el cual se encontraba ubicado en una silla que sostenía una vela y un florero de jazmines blancos. Frotó la mezcla entre sus manos y se santiguo cerrando los ojos al momento que se sentaba sobre el regazo del atónito actor. Sus genitales aún no interactuaban de la manera deseada, cuando la gitana empezó a pronunciar un rezo.
-Ceea ce a fost, nu mai este, ceea ce a rămas în urmă, ce ar trebui să fie, este o realitate. Oferta care trebuie plătită va fi livrată în mod voluntar.-
-Que lo que fue, ya no sea más, que lo que haya sido quedó atrás, que lo que deba de ser, que sea una realidad. Entregada será por propia voluntad la ofrenda a pagar.-
Repitió estás palabras una y otra vez untando aquel emplasto helado en el pecho de Terry, sobre su corazón.
El joven empezó a sentir esa cataplasma primero congelar su pecho, después como si fuera un imán empezó a sentir que jalaba la energía de todo su ser. Drenándolo por completo. A medida que absorbía su energía aquél emplaste fue incrementado su temperatura hasta que sentía como si unas brazas incandescentes le quemaran el corazón desde dentro hacia afuera.
- ¿Qué me estás haciendo? ¿Qué no vez que me quema?- le dijo tratando de moverse, queriendo empujar a Marcela de encima de él. Pero sintió como unas frías manos lo detenían en su lugar. Marcela seguía todo este tiempo con su rezo y con sus manos posicionadas sobre el corazón de Terry. Tomando con una de sus manos el pañuelo blanco que hasta entonces había cubierto su cabeza retiró por completo el emplaste del pecho del joven lo amarró y lo incendió con la flama de la vela echándolo en una cubeta.
-Lament de infernal- (Lamento infernal) pronunció con coraje mientras sus ojos brillaban. La flama se elevó casi hasta el techo y Terry se remolineó preocupado bajó la gitana. Un fuerte grito salió de entre las llamas justo antes de que se apagaran por completo.
-Rascumparare dulce- (Dulce Redención) La gitana dijo esta frase en un dulce tono y con una sonrisa llena de ternura en completo contraste con las que pronunciara con anterioridad.
Hasta entonces, fue que el bello joven sintió una calidez que lo recorría. Nacía desde su espalda baja recorriendo su vientre y subía hasta su corazón. Sentía la sangre fluir tibiamente por su venas inflamando de nueva cuenta su virilidad.
Volteó a ver a Marcela y se perdió en las vetas azules, casi plateadas de sus grises ojos. Estaban llenos de absoluto amor, empatía, cariño todo mezclado en esos bellos espejos de su alma. Se vio reflejado a sí mismo en ellos. Con toda su capacidad para amar, para sentirse merecedor del infinito amor del universo.
La sintió levantarse unos centímetros de su regazo y con manos temblorosas tomo su miembro para posicionarlo en su entrada cálida y húmeda. La vio deslizándose lentamente sobre la máxima expresión de su hombría y la vio apretar sus bellos ojos al tiempo que soltó un grito de dolor. El la sintió deliciosamente estrecha, lo envolvía con sus carnes trémulas y de repente, sintió que un líquido lo bañaba en su intimidad. Bajo la mano hacia su pubis y al llevarla a sus ojos se dio cuenta que era sangre.
¡Sangre virginal!
El impacto de esa situación le golpeó en la cara con brutalidad absoluta. Sentándose con cuidado la atrajo hacia él, envolviéndola entre sus brazos.
-No debéis separaros, debemos estar así unos momentos más- Le dijo ella entrecortadamente mientras le humedecía el pecho con sus lágrimas.
Terry le acariciaba los espirales color canela que le caían rebeldes por la espalda con tiernos movimientos de sus manos. No sabía que decir, no sabía que pensar. Todo eso había sido por mucho el momento más aterrador, inverosímil y hermoso que hubiera experimentado jamás.
Esa sublime creatura le había entregado su regalo más preciado. No sabía si era merecedor de tal acto.
Marcela levantó la mirada - Dejad ya de dudar de vuestra valía, que yo no me hubiese entregado jamás a un cobarde- le dijo recriminándole sus pensamientos.
-La maldición requería un fuerte sacrificio, una ofrenda. Solo así quedaríais libre de ella.- Terry la veía incrédulo, agradecido y conmovido a la vez.-No os preocupéis por mi, me da gusto que haya sido por una buena causa...- El joven cubrió sus labios con los propios y la hechicera ya no pudo seguir hablando.
La besaba tierna y ávidamente. Siguió besándola por la mandíbula. Llego a su lóbulo y lo succionó provocando que la gitana se estremeciera. Terry entonces bajó sus labios lentamente al cuello de ella hasta llegar a sus pechos. Ahí le demostró su devoción al cubrirlos de besos con reiterada reverencia. Marcela empezó a sentir una urgencia por moverse. El la tomó por la cintura y la levantó para volverse a hundir en ella. La chica soltó un gemido del más puro placer. Terry le sonrió algo pícaro, pero más aliviado por hacerla disfrutar. Ella comenzó a mover sus caderas. Terry mordió suavemente su pezón izquierdo mientras sus manos recorrían el canal de su espalda. Marcela lo empujó de nuevo a la cama y lo empezó a cabalgar más libremente, cada vez más ansiosa.
Terry observaba extasiado a la amazona que lo montaba con sus pechos moviéndose acompasadamente, bañada en sudor al igual que él. Era una visión digna de ser plasmada en su mente por siempre. Marcela lo tomó por las manos entrelazándolas con las suyas. El le sirvió como punto de apoyo para ejercer mayor presión y acelerar los movimientos. Terry empezó a encontrarla a medio camino elevando su pelvis. La Amazona sintió como un rayo de luz dorada se desprendió de la luna atravesándola desde la cabeza y recorriendo su espalda hasta llegar a su centro de placer conectándose con Terry en un lazo inquebrantable. El joven sintió una fuerte energía recorrer su cuerpo, desde ese punto donde su cuerpo se unía al de Marcela subiendo por su columna vertebral encendiendo chispazos luz a su camino y llenando su corazón con la flama inagotable del amor incondicional alcanzando el éxtasis al mismo tiempo.
En el estupor de las energías entrelazadas Terry tuvo visiones de una pequeña niña abandonada que portaba un abriguito azul con un triángulo rojo cocido en la solapa. Llevaba un hermoso bolso artesanal con un violín dentro. La niña de no más de cuatro años era la dueña de los más bellos ojos grises que hubiera visto jamás. Ojos que se encontraban opacados por una profunda tristeza.
Continuará...
*Salvadora de almas
** Refrán español que hace referencia a la celebración de San Martín donde los platillos principales son a base de carne de cerdo.
Lo sé soy muy mala que les digo es mi naturaleza malévola!
Nos seguimos leyendo!
Elby8a ;-)
