I
Sabe que será un fiasco, o por lo mínimo un completo desastre.
Es lo primero que piensa cuando ve a su madre entrar a la alcoba con un traje demasiado ostentoso para su gusto y tan rojo como la sangre que ha derramado días antes en una expedición, en búsqueda de un dodo parlanchín que sólo ocasionaba que el huerto del Cerdo Burgués llorase por la falta de sueño. ¿Pero qué más puede hacer cuando ya ha demostrado su descontento en las últimas siete horas de todas las formas posibles? Sabía que escapar sería inútil, su madre lo encontraría apenas pisara el suelo del castillo, como sucedía desde que tenía cinco años cada vez que lo obligaba a hacer algo que no desease, como las clases de modales o tocar el violonchelo, aún no entendía como es que lo descubría tan rápido. No le quedaba más que permitir que las criadas lo vistiesen con esa asquerosidad demasiado llamativa para su gusto, hubiese preferido irse junto a sus amigos hacia el bosque durante toda una semana para así evitar las estúpidas fiestas de té que organiza el Rey por lo menos cada tres días. Pero tampoco hubiese resultado sin esas estúpidas cartas vigilando cada perímetro del lugar.
Y nadie es lo suficientemente estúpido más que Katsuki, para ir en contra de las ordenes de la Condesa del reino de Corazones, Bakugou Mistuki, o por lo menos no demasiado suicida.
— Por favor cambia la cara. Tenemos que mostrar clase para el baile de su Majestad y con ese ceño lo único que harás será asustar al Rey.
— Pues que así sea. — Murmura mientras ya se ha colocado la chaqueta que le entrega la distintiva altura del hijo de la familia Bakugou. Su madre golpea su cabeza lo suficientemente fuerte para que el chico cambie el semblante por uno menos agresivo, o al menos hace el intento. Sus criadas ríen por la situación, él sabe que jamás podría escapar de tales celebraciones y aún así ejerce resistencia. —
— No quiero sorpresas, Katsuki. Esta es una noche muy especial, así que trata de no arruinarlo.
— ¿Qué dirá ahora? ¿Qué se ha conseguido cartas nuevas? — Responde a modo de burla, y es que el Rey celebraba hasta por los días soleados. Su madre se lo deja pasar, está demasiado ocupada arreglando su cabello en el espejo. —
— Anunciará su compromiso.
— Tan rápido... — Es lo único que atina a responder, luego de unos minutos en silencio. Su madre lo observa con cautela, sabe que su hijo se puede estar sintiendo levemente agobiado, pues la noticia aún cuando dista mucho de ser novedosa, nadie la esperaba tan pronto. —
— Es mejor así. ¿No lo crees?
— No.
Su madre acaricia su cabeza antes de salir de la habitación. Sabe que Katsuki no hablará más y si desea hacerlo, podrá encontrarla de todas formas cuando se sienta preparado. Mientras él solo observa su reflejo en el espejo de pie que casi puede observar su habitación entera. No está muy convencido aún de sus ropas, pero no significa que se vea mal, todo lo contrario. Piensa que podría usar el color para una de sus fundas o en el equipo de montaña. Tal vez no sería mala idea acostumbrarse al rojo de todas formas. Así la sangre además no sería difícil de quitar.
Cuando decide dirigirse hacia la sala principal da una última mirada a su habitación, un cabeza se asoma desde el respaldo de su cama, enfurecido, cierra la puerta de golpe. Agradeciendo que sus criadas se hayan retirado hace ya bastante tiempo.
— Que mierda quieres, Ochaco. — Cuestiona una vez que su cuerpo se ha expuesto totalmente. Quedando una dulce niña de no más de quince años recostada en las sábanas de su habitación, con nada más que un holgado vestido de muñeca, y con una sonrisa excesivamente grande para verse adorable. Mas bien parece el diablo, piensa, que tal vez no sólo eso se le parezca. —
— Que grosero eres Conde, y yo que te traía buenas noticias. — Menciona lamiendo su mano, su cola y sus orejas son lo último en aparecer, meneándose de un lado a otro juguetonamente, no esta para nada asustada de su comportamiento. Katsuki por su parte solo bufa, acercándose a ella con impaciencia. —
— De que se trata.
— ¿No tienes por ahí algún pastel de calabaza?
— ¿Me ves cara de pastelero? — Responde irritado, ella está demasiado acostumbrada a cambiar el tema cada vez que le plazca, y no tiene tanto tiempo para escuchar sus tonterías. —
— No importa, de seguro Eijiro me dará un poco de lo que ha organizado para su fiesta de esta noche. ¿Hay algo nuevo que celebrar?
— Si no tienes nada que decir, me largo. — Responde ya cansado de escuchar sus balbuceos. —
— A todo esto. ¿Estará bien que haga una fiesta con un Jabberwocky suelto? — Katsuki se voltea, alterado. Pensando que tal vez no ha escuchado correctamente, mas recuerda que Ochaco es muy mala mintiendo, por lo que su corazón comienza a latir ansioso, con esa característica alma de cazador que mantiene desde su mas profundo ser. Si hay un Jabberwocky suelto, significa que tiene que atraparlo con sus propias manos. El solo pensarlo hace que sus piernas quieran correr hacia el bosque con tan solo un cuchillo y su arco.— Tu cara me da miedo, pensaba que estarías feliz.
— Tú -
— ¡Katsuki, date prisa! — El chico carraspea con molestia cuando escucha la voz de su madre llamándolo desde la sala principal, la maldita gata se lo ha vuelto a hacer. Pero tendrá que darle mas información al respecto, no la dejaría escapar tan fácil y tiene que evitar que se lo cuente a medo reino. Es su mayor deseo desde que tiene cinco años. —
— Será mejor que aparezcas en la fiesta y te mantengas callada, perra.
— Pero soy una gata...
Es lo último que dice la gata de cheshire antes de verlo correr hacia la salida. Ochaco por su parte suspira pesadamente, pensando que tal vez no tendría que haberle dicho la noticia con tanta anticipación, ni mucho menos en un día tan importante para él y su querido amigo. La bestia que ha visto hace unos minutos antes no es en absoluto lo que comentan los cuentos heroicos, es mucho más agresiva y evidentemente más grande de lo que sus amigos pensarían, fácilmente podría devorarcelos de un solo bocado con mínimo esfuerzo, y ella casi se muere del terror que le dio al verla unos cuantos kilómetros en los extremos del reino. Mas le resta importancia tan rápido cuando oye explosiones desde un lugar lejano y ve los primeros fuegos artificiales salir del castillo del Rey. Conoce la noticia que será revelada ante todo el reino, lo ha escuchado todo de la madre de Katsuki antes de aparecer por completo en la habitación, pero algo en su corazón, le pide a gritos que evite que su amigo vaya a la ceremonia.
— O tal vez sea hambre, meow.
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— ¡El marqués de tréboles, y su amada esposa! — Anuncia el conejo blanco encargado de presentar a cada invitado de esa noche, como todas las ceremonias, o prácticamente cada día por medio. Un acto ridículo, piensa Katsuki, todos se conocen desde siempre y eso solo retrasa mas el inicio de algo que espera termine pronto. —
— ¡La condesa de corazones y su familia!
Anuncia ya cuando sus padres son los siguientes. Al momento de detenerse para ser anunciado con propiedad, incluso el conejo lo mira de pies a cabeza con desaprobación. Todos en la fiesta están vestidos de blanco y negro, él es el único que se ha vestido de los colores de la realeza. Pero más que simplemente retirarse avergonzado, levanta la mirada con soberbia, esperando que alguien se atreva a decirle una mala palabra. Nadie hace comentario alguno, es natural de Katsuki Bakugou hacer ese tipo de cosas de todas formas.
Cuando ya puede dirigirse hacia el salón para probar un bocado de la comida que han expuesto para ellos, una molesta voz lo detiene. Lo ignora tan rápido como puede huyendo hacia las parejas que conversan animadamente. Pero el chico en cuestión es demasiado determinado en conseguir llamar su atención, por lo que lo toma del brazo una vez lo ha alcanzado. Katsuki bufa con notoria molestia.
— Eres bastante valiente para llegar a esta fiesta vistiendo con esos colores, ¿eh Bakugou?
— ¿Que mierda quieres? — Responde casi en un rugido, Kaminari por su parte no se sorprende por su actitud, es parte de su querido amigo de todas formas —
— Te estaba buscando, ¿sabes cual es la noticia que Eijiro quiere darnos? — Cuestiona un tanto serio. Katsuki lo observa confundido. —
— ¿No lo sabes? — Pregunta, evitando sonar sospechoso. Ellos dos son bastante cercanos desde ya hace un par de años, cuando él se dedicaba mas a la caza, pasando semanas fuera del reino y Kaminari pasaba más tiempo en el castillo compartiendo con el Rey. Por lo que creía que Eijiro ya se lo había dicho. —
— Pues si es algo reciente no. Yo y Eijiro estamos peleados hace varios días.
— Ahh. — Es lo único que sale de sus labios, no puede decir que se siente realmente triste, pero Kaminari lo ignora y sigue. —
— Pero no tengo que esconderme, aun cuando hayamos tenido problemas sigue siendo mi Rey y pues... Es deber de nosotros ser parte de estas celebraciones, ¿no?
Antes de que Katsuki pudiese responder ante ello, las cartas tocan las trompetas en las escaleras principales, anunciando la llegada del hombre que tantos problemas y celebraciones les da al prospero reino de corazones, los invitados lo observan con admiración, otros con una simple sonrisa en los labios. Eijiro Kirishima es un hombre que tuvo que tomar el trono al cumplir los trece años, por lo que su cuerpo lo ha entrenado para verse mas adulto de lo que aparenta, en sus actuales veintitrés años cumplidos hace un par de meses podría decirse que ha cumplido bastante bien lo que significa hacerse cargo de una nación entera, aun si el reino de corazones sea bastante pacífico en comparación del resto del continente. Su cabello rojo se encuentra atado en una coleta detrás de su cabeza, con algunos cuantos mechones rebeldes en su rostro, su traje, tan rojo como el de Katsuki, se encuentra ornamentado en pequeños detalles dorados que le dan una imagen casi etérea e intimidante al mismo tiempo. Cuando lo ve junto con Kaminari, se pueden apreciar esos dientes afilados como los de una piraña, y una gentil sonrisa que no pasa desapercibida ante nadie. Es bien sabido que Katsuki Bakugou es el favorito del rey, aun si eso moleste a muchas personas.
Cuando Eijiro da la orden para que la música siga tocando, baja las escaleras en dirección hacia ellos, siendo detenido por mas de una pareja que quiere tener un par de palabras con el rey. Como si no fuese suficiente con verlo en cada momento, piensa Katsuki. Cuando ya ha llegado, a él no se le escapa la mirada de angustia al ver a Kaminari. Este por su parte solo suspira resignado mientras lo saluda con toda la educación que un Conde ha aprendido. Puede que no esté de acuerdo con su amigo, pero si ante el hecho de que por muy íntimos que sean con Eijiro, el sigue siendo el rey.
— Te sienta bien el rojo. — Menciona, un poco mas emocionado de lo que le gustaría. Katsuki solo gruñe, no quiere recordarlo en ese momento. Luego de unos segundos, se siente un tanto incomodo con ambos mirándose como cachorros golpeados. Por lo que menciona que quiere ir a buscar algo para beber, largándose hacia la mesa. —
— Denki se ve desanimado, ¿peleo con Eijiro? — Pregunta una sonrisa al lado de un pastel de uva, Katsuki aprovecha y la atraganta con atún. — ¡Que asco!
— ¿No te habían dicho que no tenias que estar acá en el salón? — Cuestiona, recordando la deplorable escena que había ocasionado cuando se atoró entre las ropas de las cartas, creando el mayo desastre de efecto dominó que el reino había sufrido hace ya un par de años atrás. —
— Pero solo está mi carita. — Afirma, permitiéndose ver ahora todo su rostro hasta su cuello. —
— Eres demasiado tétrica.
— Eso también me lo dijo la cocinera cuando me vio hace unos minutos. — Antes de que Katsuki pudiese preguntar mas sobre lo que le había dicho en su habitación. Las luces del salón se apagaron, dando espacio a lo que parecía ser un espectáculo preparado por el rey. — Huele a rosas.
— ¿Rosas?
Antes de voltearse, Ochaco ya se había ido y un fuerte estruendo se escuchó desde la puerta del salón y a Eijiro tomando lugar en el trono real, sin entender mucho lo que sucedía, se dirigió hacia el centro del salón para saber cual era el nuevo show que el chico había preparado. Pero detuvo el paso cuando una explosión se escuchó desde el cielo del salón, confundiendo a los presentes, cartas de diferentes series caían hacia el publico, mostrándose como un interesante espectáculo visual. Una vez que todo pareció relajarse, una sombra se observó desde el gran candelabro que colgaba casi junto en la cabeza de Katsuki, un hombre, pensó. Uno muy delgado con ropas muy extrañas, lo único que pudo identificar fue una alborotada cabellera verde, como la de la copa de los arboles mas profundos del bosque, y una mirada tan intensa que por un momento, sintió que le quitaba el aliento. Mas su conexión no fue mas de unos segundos, se dirigió hacia otro lugar dejando caer una ultima carta, tímidamente cayendo hacia su dirección, la tomó con confianza cuando la tuvo a su alcance y las luces comenzaron a exponer un espectáculo que el reino jamas había presenciado. Katsuki sin embargo, estaba enfurecido por el maldito payaso una vez observó de que se trataba la última carta.
La reina de corazones.
Definitivamente si disfrutan las novelas sobre los cuentos clásicos necesitan leer Heartless. Esta historia se basará en ciertos hitos importantes de la obra. Pero se sustentará de diferente manera. El final se mantiene.
Espero que disfruten la siguiente lectura.
Nos vemos~
