N. de A: Dedicado con cariño a MariSeverus, quien encendió la llama de mi inspiración para escribir sobre Undertaker. Espero lo disfruten!
Cae. Ha sido arrojado por uno de los balcones y cae. Sebastian se arroja sobre él, en un intento por salvarlo del mortal impacto. Inútil. La enorme guadaña del Undertaker lo atraviesa de lado a lado y no son sus manos las que llegan a tocarlo, sino su sangre. La sangre de un demonio.
Ciel puede sentir el vértigo subir hasta su garganta, la poderosa atracción de la gravedad sobre su cuerpo y el inevitable terror ante la proximidad de la muerte.
Ésta vez, no hay nada que lo separe del abismo y él cae.
¿Cuándo?
¿Cuándo comenzó a caer en verdad?
¿Fue en ese barco, arrojado por la fuerza del Undertaker?
¿O quizás antes..?
Su mano aferraba otra mano oscura, casi intangible. Demoníaca. Su boca susurraba las palabras malditas y en su cuerpo se sellaba un contrato. Su vida era acompañada por la constante presencia de un mayordomo negro...
¿Allí fue que su caída comenzó?
No.
Ya no puede negarlo. El suelo está demasiado cerca y él no puede mentir cuando el final se encuentra tan próximo.
Su caída comenzó antes. Mucho antes de conocer al demonio. Antes de que su familia fuera asesinada, antes de su secuestro, antes..
Era tan felíz. Mamá y papá habían hecho que los sirvientes prepararan el hogar para recibir la navidad. Los aromas de la comida recién preparada llenaban sus sentidos. Los obsequios eran dignos del mejor fabricante de juguetes de toda Inglaterra. Todos reían y disfrutaban de las festividades. Era querido, era especial, podía tener todo lo que quería, todo..
Excepto.
"Él será algún día, la cabeza de la familia Phantomhive" Había dicho aquel día su madre, con la más cálida de las sonrisas.
Ellos eran iguales, su cuerpo, sus pensamientos, todo era igual en ellos, amaba a su hermano como a una parte de sí mismo. Sin embargo ese día..
Una brecha se había abierto entre los dos. Solo uno heredaría el título. Un título que a él no le importaba, que jamás había tenido relevancia en su vida...ahora se convertía en una barrera, en un abismo insondable que tarde o temprano terminaría por separarlos.
Él no quería eso. No quería ser separado de su hermano. Lo amaba. Lo amaba tanto..
Y ellos lo sabían..
Aquel horrible hombre los había secuestrado a sabiendas del cariño que se profesaban. Los había visto en la fiesta que su padre había organizado. Había seguido sus movimientos, sus interacciones y luego..
Luego había actuado.
La celda era pequeña, claustrofóbica. Demasiados niños. La oscuridad siempre le había dado miedo, pero al menos estaba con su hermano. Su hermano, quien susurraba palabras de consuelo contra su oído, quien buscaba tranquilizarlo, a pesar de los gritos, del olor a sangre, de su propio miedo..
"¡Traigan al Conde Phantomhive!." Alguien había ordenado y por un irracional minuto él había pensado que era a su padre a quien llamaban.
Tu padre está muerto, lo has visto. Le había dicho una voz en su mente. En aquel instante todo se había tornado más real. Su padre, su madre, asesinados, mutilados ¿Qué habían hecho con sus cuerpos? No le quedaba nada, nada a excepción de..
Su hermano estuvo a punto de dar un paso al frente, pero él lo detuvo aferrando su mano. No, no podía perderlo a él también. Si iban a matar a alguien que sea a él. Él que no era el heredero, que no continuaría con la tradición de Condes, que era prescindible...
"¡El conde Phantomhive soy yo!" Gritó adelantándose, fingiendo un valor que no tenía.
No pudo explicarle a su hermano, quien solo alcanzó a mirarlo mudo del asombro. No pudo decirle lo mucho que lo amaba, el sentido de su sacrificio, la razón de su mentira.
No pudo.
La bala resonó con mortal contundencia, quitándole cualquier posibilidad de acción. El cuerpo de su hermano cayó a sus pies y él ni siquiera pudo atinar a detener su caída. Las manos de aquellos hombres lo retiraban del lugar, le quitaban las ropas, lo colocaban sobre una extraña mesa..
Su hermano estaba muerto. Lo habían asesinado por su mentira. Era su culpa y él ni siquiera había podido evitar que su cuerpo impactara contra las duras baldosas.
Años después, como una cruel burla del destino, es él quien cae y no hay nadie que pueda recibirlo.
Ciel cierra los ojos.
Lo merece.
