Capitulo 1: El comienzo

30 de agosto de 2552/Reach

Mis sentidos alerta, ante la inminente destrucción que alrededor mío devora la pequeña resistencia del planeta, pernos de plasma silban por todos lados, rompiendo con el cada vez más débil escudo de mi mjolnir. Horda tras horda de monstruos guerreros fijan su mirada en los desafortunados soldados, que para mi pesar van cayendo uno a uno; cada uno es un amigo, un hermano y sus gritos resuenan por mis ya cansados oídos antes de terminar tendidos sobre un charco de sangre.

Levanto la vista tratando de encontrar una manera de sobrevivir por más tiempo, de encontrar una salida pero es inútil solo se ven cientos de naves enemigas cristalizando lo que uno vez fue la potencia militar que sustentaba la guerra contra el maldito Covenant, y un suelo teñido con la sangre de cientos de héroes. Estoy perdido.

¿A cuántos he matado? Ya perdí la cuenta, mi cuerpo dice ya no, pero mi mente movida por años de entrenamiento me ínsita a no rendirme y continuar luchando y mirar hacia arriba.

Algo no está bien. Se supone que el sol de Reach brilla con un intenso color amarillo y no este azul eléctrico de…. Hirviente plasma azul.

Salto, rodando hacia un lado esquivando el poderoso impacto del tanque wraith mientras que la onda expansiva pasa sobre mí terminando de drenar el escudo de mi mjolnir. Miro el cráter de piedra derretida donde segundos antes estaba parado y diviso el tanque Covenant a 10 metros delante de mí.

«Adiestramiento —había dicho el teniente Kurt Ambrose—. Su adiestramiento tiene que convertirse en parte de su instinto. Entrenen hasta que forme parte de sus huesos»

Reaccione sin pensar, y en un mili segundo me encontré sobre el acorazado Covenant, haciendo honor de las palabras – el más veloz de los spartan III- dichas por el sub oficial Franklin Méndez. Tome mi última granada de fragmentación para hundirla en la cabina del acorazado azul y dar un salto mientras escucho los gruñidos y gritos del guerrero sangheili para que momentos después su sangre ensucie mi armadura y la explosión nuble el visor de mi HUD.

Un momento de silencio me inundó, mi radar ya no mostraba objetivos enemigos aunque por desgracia a ningún compañero tampoco. ¿Lo habré logrado? Una intensa sensación de alivio y felicidad me inundo pero por desgracia no duro mucho.

Puntos rojos se colaron en mi radar…, una docena, dos docenas y luego cientos. El campo de batalla se sumergió en murmullos que luego se hicieron gritos por parte de hordas y hordas de grunts, jackals y elites. Nunca me imaginé que enviarían a un ejército completo para matar a un puñado de spartans, me di cuenta de que había firmado mi sentencia de muerte al haber elegido quedarme y cubrir la salida del pillar of atumn con el cañón MAC que Emile había dejado. Pero esto no quiero decir que me arrepentía, ya que gracias a eso el capitán keyes pudo escapar y consigo el tan preciado paquete que la doctora Halsey me había confiado llamándolo "la salvación de la humanidad". -Una muerte hermosa- dirían nuestros homólogos griegos.

Y con la bravura espartana me dispuse a disparar cada gota de munición que me quedara en mi rifle de asalto MA37 a cualquier objetivo móvil que aparezca en el rango de visión.

Los segundos parecen horas y los minutos días, corro por el campo tomando y vaciando contra los enemigos las armas de mis compañeros caídos, pero estoy arrinconado, el dolor inunda toda mi parte abdominal por numerosos impactos de plasma y aguijoneador, mi armadura echa un desastre, las placas de acero reforzado hierven por las altas temperaturas y radiación de los proyectiles alienígenas dejando a su paso ampollada carne que arde como el infierno.

El tiempo se detiene. Una mancha verde nubla mi visor seguido de un impacto colosal que tira mi cabeza hacia atrás con violencia causándome el peor dolor que haya sufrido en mi vida. Todo se vuelve negro, a lo lejos escucho las pisadas y gritos de una docena de sangheilis que con paso firme se acercan a mi posición.

Mi casco dañado me asfixia por lo que al quitarlo noto el enorme agujero causado por un rifle de plasma. Que suerte tengo de seguir vivo, de haber sido un rifle aguijón hubiera sufrido el mismo destino que Kat.

Mis pulmones queman y se llenan de sangre que me es obligada a expulsarla con violencia hacia el suelo, siento los mechones de cabello castaño (mucho más largos que el corte reglamentario) pegarse a mi frente sudorosa y llena de sangre, al levantarme con dificultad mi vista nublada trata de focalizar la dirección de los disparos, no lo logro.

Desenfundo mi M6 y junto con el MA37 disparo a las manchas purpuras que me acechan, caen 4 pero antes de abatir al 5to, este me sacude con una potente tacleada, sorprendentemente el golpe quita la niebla de mis ojos justo a tiempo para evitar la estocada de un zealot armado con su clásica espada de energía y hundirle el cráneo con un fuerte golpe, mientras rechazo de una patada a otro zealot que trataba de apuñalarme con su daga de energía.

Ya no puedo más, mis brazos caen mientras veo como se aproxima un capitán general elite con espada en mano, cierro mis ojos esperando el fin –eres un vector híper letal- suena en mi cabeza, creo que esto va más allá de cualquier humano, aun siendo spartan.

Dicen que antes de morir la vida pasa por los ojos para recordar y analizar todas las acciones que te han llevado al fin…. No saben cuánta razón tienen.

24 OCTUBRE 2531. A bordo del POINT OF NO RETURN del UNSC.

El coronel Ackerson se pasó ambas manos por sus cada vez más escasos cabellos, y luego se sirvió un vaso de agua de la jarra que tenía sobre la mesa. La mano le temblaba. Resultaba irónico que su carrera militar hubiera llegado a aquello: una reunión secreta en una nave que técnicamente no existía, a punto de discutir un proyecto que, si tenía éxito, jamás afloraría a la luz pública.

El contra almirante Rich llego primero, acomodando su canoso cabello a pesar de sus 40 años, se sentó a la derecha de Ackerson, tomando un sorbo de lo que juzgando por el olor era whisky barato desde una pequeña ánfora dorada.

Seguido por el capitán Gibson y la vicealmirante Parangosky.

Las puertas volvieron a cerrarse inmediatamente tras ella sin dejar el menor resquicio. Sonaron tres nítidos chasquidos a medida que los cerrojos encajaban entre sí, y a continuación la estancia se sumió en un silencio artificial.

El coronel Ackerson depositó cuatro placas de datos sobre la mesa

—Por favor, almirante —dijo—, si tiene la bondad.

—Muy bien —masculló ella y se sentó.

Los tres oficiales echaron un rápido vistazo al documento.

El capitán Gibson lanzó un suspiro colérico y apartó la placa.

—Spartans —dijo—. Sí, todos estamos familiarizados con su historial operativo. Muy impresionante.

Por la mueca de desagrado de su rostro, quedaba claro que «impresionado» no era como se sentía.

—Y —observó Rich— ya conocemos sus sentimientos respecto a este programa, coronel. Espero que no nos haya traído aquí para intentar de nuevo echar el cierre a los Spartans.

—La cuestión es ésta —dijo Ackerson. El sudor le chorreaba por la espalda, pero mantuvo la voz tranquila. Si no los convencía, Parangosky podría aplastarlo, y se encontraría degradado a sargento y patrullando por algún polvoriento mundo fronterizo. O peor—. No estoy sugiriendo que echemos el cierre a los Spartans —prosiguió, y gesticuló ampliamente con ambas manos—. Al contrario, libramos una guerra en dos frentes: rebeldes que erosionan nuestra base económica en las colonias exteriores, y el Covenant, que, por lo que sabemos, está decidido a aniquilar a toda la humanidad. —Se irguió y su mirada se cruzó con las miradas de Gibson, Rich y, finalmente, con la de Parangosky—. Sugiero que necesitamos más Spartans.

—Proyecto spartan III: más baratos, muy eficiente, y estar adiestrados para llevar a cabo misiones que tradicionalmente jamás se contemplarían. Ni siquiera por parte de los superhombres de Halsey. —

—Misiones suicidas—terminó con confianza el contraalmirante Reach.

—Quiere canjear vidas por tiempo —susurró Parangosky.

Ackerson hizo una pausa, sopesando con cuidado su respuesta, luego dijo:

—Sí, señora. ¿No es ése el trabajo de un soldado?

30 JULIO 2537, a bordo del POINT OF NO RETURN del UNSC

Kurt siguió con la mirada perdida en la apantalla cubierta de estática, con el corazón latiendo desenfrenadamente mientras, de cierto modo, esperaba que las imágenes cambiaran si reproducía el video una y otra vez. Que mostraran a un herido Shane ayudando a levantarse a Robert y Jane, y luego a los tres juntos huyendo en un pelican del infierno en el que se llevó a cabo la operación PROMETEO, heridos, pero vivos.

Por desgracia el vídeo seguía mostrando la cruda realidad, a ellos y a los 300 spartans que conformaban la compañía alpha, muertos, en un infierno al que fueron mandados a morir.

Kurt los había entrenado durante 5 años y había llegado a respetarlos. Ahora estaban muertos. Su sacrificio había salvado innumerables vidas humanas y, sin embargo, Kurt todavía sentía como si lo hubiera perdido todo. Quiso apartar la mirada de la pantalla, pero no pudo.

Aquello era culpa suya. Les había fallado. Su adiestramiento no los había preparado lo suficiente, si tan solo les hubiera podido proporcionar una protección mejor, si tan solo no tuvieran que haber sido enviados con la basura a la que llaman armadura semi potenciada MARK II (SPI).

Aun podía ver las caras de satisfacción que tenía el contraalmirante y la vicealmirante al decirle que la operación fue todo un éxito. Y que al preguntarles el estado de sus spartans, sus caras no reflejaran más que una falsa tristeza que duro una fracción de segundo.

El teniente trato con todo su esfuerzo de contener esos sombríos pensamientos en el fondo de su mente, tenía la responsabilidad de entrenar a una nueva compañía de spartans III y se prometió a si mismo que les brindaría un entrenamiento mucho más completo, además de proporcionarles las mejores tecnologías para darles mayor oportunidad de sobrevivir.

Los candidatos estaban ya en camino hacia el planeta ónix. 500 niños de los cuales solo 300 serían escogidos, había diseñado junto con su entrenador y mano derecha, el jefe Méndez, la manera más rigurosa de quedarse con los niños de mayores aptitudes que sería sometidos a un entrenamiento mucho más extremo que la recién fallecida compañía alpha.

26 DE SEPTIEMBRE del 2538. BASE DE ENTRENAMIENTO: PLANETA ÓNIX. 7:00 am.

Kurt observó a los Pelican que se acercaban. Las mastodónticas naves impulsadas por reactores estaban tan lejos que no eran más que manchitas recortándose en el sol poniente.

En los últimos meses había desarrollado el programa definitivo de adiestramiento que esperaba, mejorara los resultados de BETA. Había creado pistas de obstáculos, campos de tiro, aulas, comedores y dormitorios a partir de las necesidades de la nueva compañía.

Todo el personal estaba ya en sus puestos: seis docenas de instructores seleccionados cuidadosamente, fisioterapeutas, doctores, enfermeras, psicólogos y los importantísimos cocineros; todos estaban allí excepto la persona más decisiva, que se hallaba ahora en uno de los transportes que se acercaban: el contramaestre mayor Franklin Méndez.

Los pelicans aterrizaron uno a uno y del más cercano emergió el mayor Méndez más motivado de lo que jamás se había visto.

—déjame ver a los reclutas jefe—ordeno el teniente con un tono serio, pero respetuoso, ya que a pesar de tener un rango superior estaba frente a la persona que lo entreno y lo vio crecer.

Méndez se volvió hacia los Pelicans, aspiró con fuerza, y gritó:

—¡ Reclutas, todos fuera ¡—

Un tropel de niños descendió por las rampas de las naves de desembarco. Cientos de ellos pisotearon el campo de aterrizaje, chillando y arrojándose terrones de tierra unos a otros, totalmente desmandados tras haber permanecido encerrados durante horas. Todos ellos de entr años de edad, traídos de orfanatos destinados a resguardar niños provenientes de las colonias destruidas por el Covenant que al igual que en alpha, ellos mismos se ofrecieron de voluntarios.

—Atención, reclutas —dijo Kurt, y se colocó con los brazos en jarras—. Soy el teniente Ambrose. Todos habéis soportado grandes penurias para estar aquí. Sé que cada uno de ustedes ha perdido a sus seres queridos en Jericó VII, Harvest y Biko. El Covenant los ha convertido a todos en huérfanos.

—les voy a dar una oportunidad de aprender a combatir, una oportunidad de convertirse en los mejores soldados que la UNSC ha producido jamás, una oportunidad de destruir al Covenant. Les estoy dando una oportunidad de ser como yo: un Spartan—

Los niños se apelotonaron ante él, cerca…, pero ninguno se atrevió a tocar la reluciente armadura verde pálido.

—No podemos aceptarlos a todos, sin embargo —prosiguió Kurt—. Son quinientos y nosotros tenemos trescientas plazas. Así que esta noche, el Jefe Méndez —señaló con la cabeza a su acompañante— ha ideado un modo de separar a los que realmente desean esta oportunidad de los que no.

Entregó al Jefe una placa de datos.

— ¿Jefe?

Méndez leyó rápidamente la placa y la sorpresa se infundió en su cara por un breve instante antes de asentir.

—Sí, señor —murmuró.

A continuación, Méndez gritó a los niños:

— ¿Queréis ser Spartans? Entonces regresad a esas naves.

Las criaturas se quedaron estupefactas, mirándolo fijamente y uno por uno, temeroso y nervioso, volvió a ingresar a los pelicans.

Méndez rápidamente ordeno a los instructores abordar las naves con los niños dándoles instrucciones detalladas. Y el mismo se dirigió a las naves no sin antes voltear ligeramente y preguntar.

¿Está seguro de esto señor?

A lo que Kurt solo asintió.

—Con todo respeto señor esta prueba es incluso más dura que a la que se le sometió a los de alpha — insistió de nuevo el jefe Méndez con una mezcla de asombro e indecisión.

—si queremos que tengan más oportunidad que alpha necesitamos que los candidatos sean algo más que normales— contrarresto Kurt —estos chicos se convertirán en los mejores soldados jamás producidos—dijo con convicción— si superan esto, estarán preparados para todo lo que les aremos pasar.

Méndez soltó el aire con fuerza.

— ¡Si señor ¡ — contesto, y salió en dirección al pelican más cercano.

Sin embargo a medio camino fue detenido por una niña de aspecto un tanto delicado, con el cabello castaño y un corte que le recordaba al integrante de una antigua banda del siglo XXI que su pequeña hija admiraba aun hoy en día.

—Eres sorda chiquilla—el jefe le dijo con enfado —dije claramente que todos regresaran a las naves— agrego con mirada intimidante— o es que tienes tanto miedo que estas petrificada.

La pequeña infante alzó la vista lentamente. Decisión. Fue completa decisión, no miedo, lo que el jefe pudo divisar en esos grandes ojos verdes que le sostenían la mirada sin titubeo.

—Claro que no tengo miedo— le contesto con una voz aguda propia de un chiquillo de no más de 5 años— are lo que sea para vengar a mi familia y derrotar a los monstruos— su voz se quebró a mitad de la frase y pequeñas lagrimas se asomaron de sus ojos, pero con una sacudida de cabeza volvió a recuperar el valor en su mirada.

El jefe Méndez salió rápidamente de su asombro y con una leve sonrisa le dijo —me alegra oír eso — y dándole una palmada en la espalda agrego— ahora sube a ese pelican o quedaras fuera niñata.

—¡enseguida!— dijo y salió corriendo a la nave más cerca, deteniéndose a un par de metros de la rampa, girándose para enfrentar de nuevo al jefe—¡ soy un niño y mi nombre es Brandon, no niñata ! — grito con fuerza con un pequeño puchero en su rostro e ingreso a la nave.