Disclaimer:El universo de Hellsing, así como sus respectivos personajes son propiedad intelectual del gran mangaka Kōta Hirano y son empleados sin fines de lucro.


El gélido viento de los Cárpatos centrales azotó con fuerza sobre su rostro, llevaba semanas en Rumania y aun no lograba acostumbrarse al frío. Pese a las enormes nubes grises que cubrían el cielo, dando un aire sombrío al día, prefería caminar por las escalinatas de resbaladiza piedra que estar dentro, en las oscuras y frívolas habitaciones del castillo. Integra había fallecido poco después del regreso de su maestro, casi estaba segura de que solo esperaba por él para gritarle una vez más, reclamarle por su ausencia y alimentarlo antes de despedirse para siempre; después de eso él se mantuvo en abstinencia alimenticia durante treinta días, Seras supuso que fue a modo de disculpa por los treinta años que la hizo esperar. Sin un heredero legítimo, la sangre de los Hellsing se perdió y Alucard ya no estaba atado al sello de Cromwell; una vez que el cuerpo de la Sir fue enterrado, decidió abandonar la mansión. Le ofreció su sangre una vez más, para que el vínculo que mantenían se rompiera y ella fuera libre de hacer lo que quisiera, pero nuevamente la rechazó y le suplicó que la dejase acompañarlo, no estaba lista para enfrentarse al mundo.

Y ahí estaba ella, tomando copos helados con las manos, incapaz de sentir el frío del agreste clima rumano a pesar de ir vestida con un ligero abrigo y mezclilla...tan lejos de su natal Inglaterra. La fortaleza Poenari estaba prácticamente en ruinas, encima de un acantilado y con vista al congelado río Arges, pero era el lugar que su maestro llamó hogar. No habían intercambiado muchas palabras desde que se instalaron, él salía a cazar todas las noches, mientras ella trataba de racionar las bolsas de sangre que trajo consigo en su afán de no ser una molestia. Seras jamás podría alimentarse de un humano inocente, la primera y última vez que lo hizo fue con Pip y se prometió a sí misma no repetirlo salvo que fuese de vital importancia para ella, era la forma en que honraba la memoria del capitán.

La tormenta invernal comenzó a escarchar su cabello; odiaba estar sola dentro del castillo, pero si continuaba expuesta al frío necesitaría más sangre y no podía darse el lujo de beber un extra. Se dirigió a su habitación a través de los oscuros pasillos hasta que lo vio, Alucard estaba apoyado contra el barandal de la escalinata que ascendía a la torre donde estaba su sarcófago y las pocas pertenencias que trajo consigo. Retomó la imagen de conde, con su pesada armadura y la barba en candado que le daba un toque maduro y perverso, además del cabello largo y rebelde.

— ¿Maestro, ha regresado?

— Es obvio, chica policía.

Una sola vez se dignó a llamarla por su nombre, cuando regresó a Londres durante el enfrentamiento con los nazis, después de eso volvió a ser "chica policía" para él y se ensañó con su apodo después de que se negó a beber de su sangre. Ese hombre podía ser tan injusto a veces.

— Mi nombre es Seras, Seras Victoria.

— Chica policía está bien para ti.

Sabía que era causa pérdida discutir con él. Se planteó ignorarlo y pasar de largo, pero estiró el brazo para bloquear su camino. Seras lo miró con asombro, era la primera vez que hacía algo como eso, normalmente la ignoraba o se burlaba de ella un poco, pero jamás le negó que anduviera a sus anchas por los terrenos de su fortaleza.

— ¿Necesita algo?

— Tus reservas de sangre están por agotarse.

— Tengo suficiente para un mes o dos. —Mentía. Aún racionando y bebiendo solo lo indispensable, tendría sustento por un mes, quizá menos.

— ¿Y morirás de hambre después?

— Ya me preocuparé por eso cuando la sangre se acabe.

Alucard la miró con frialdad mientras la tomaba por los hombros, empujándola hacia el helado muro de roca. Jamás fue dulce con ella y nunca esperó un trato amable de su parte, pero estaba siendo demasiado brusco, enterraba los dedos en su piel por la presión de su agarre, Seras tuvo miedo.

— ¡Ya no estás en Hellsing, no sirves más a los humanos, eres un nosferatu y tienes que actuar como tal!

— ¡No estoy lista! — Víctima del miedo, habló sin pensar. Rara vez se atrevía a contradecir a Alucard.

— Estás en mi castillo y te regirás por mis órdenes, draculina. — La soltó y le dio la espalda. —Tendrás que aprender a cazar, a no ser que quieras que te traiga bebés del pueblo más cercano.

— ¡No soy una novia, maestro!

— Así que leíste el libro.

— Solo lo relevante para no ser un monstruo como el que mencionan. —Seras estaba colérica y ya no media las consecuencias de sus palabras.

— Te has vuelto muy insolente, chica policía. La sangre de ese mercenario aflojó tu lengua.

— ¡No meta a Pip en esto! Al menos puede guardar algo de respeto por los nombres de nuestros difuntos.

— ¿Nuestros? — Se giró para encararla y aprisionarla una vez más contra el muro. Pudo ver el miedo y la ira en sus ojos, estaba asustada pero no cedía en la conversación. — Ellos no son nuestros difuntos, son ajenos a nosotros, simples humanos que no pertenecen a nuestra especie.

— ¿Y Sir Integra? ¿No significó nada para usted?

— Ella fue la ama a la que me vi obligado a servir, solo eso.

— Miente, ella lo apreciaba a pesar de lo que era y usted...

— ¿Yo qué? Deja de ver emociones humanas donde no las hay. Yo asumo mi rol en la cadena alimenticia, tú deberías hacer lo mismo o terminarás alimentándote con las ratas de los calabozos.

— ¡Prefiero comer ratas, antes que negar mis sentimientos y perder mi humanidad! No todos podemos ser tan insensibles.

Trató de empujarlo, pero Alucard se mantuvo rígido. Sus ojos la miraban fijamente, pero no fue capaz de identificar emoción alguna, ¿enojo, indiferencia, lástima? Seras no lo supo. Su cercanía comenzó a inquietarla aún más, quería creer que no sería capaz de dañarla, pero reconoció que sus palabras fueron insultantes, a pesar de su carácter del demonio, era su maestro y no merecía que le hablara de esa forma. Agachó el rostro para esquivar esos ojos escarlata que no cedían en su escrutinio.

— Yo, lo siento... no quise decir todo eso. — No respondió. Seras alzó un poco el rostro y observó el momento justo en que mordió su muñeca derecha, dejando que dos hilos de sangre brotaran de los orificios dejados por sus colmillos.

— Bebe, Seras Victoria.

De nuevo le ofrecía su sangre, pero esta vez solo podía significar una cosa: la estaba echando de su casa. La única razón por la que Alucard le permitió seguirlo fue porque tenían un vínculo y si lograba deshacerse de él, también lo haría de ella. Se le hizo un nudo en la garganta, todo este tiempo se engañó a si misma al creer que tenían una unión especial que iba más allá del lazo sanguíneo. No le daría ese gusto, se iría en ese mismo instante y jamás volvería a buscarlo, de ser necesario atravesaría el océano para evitar todo posible contacto con él, pero no le daría el gusto de beber de la sangre que le ofrecía.

— Me iré en este instante, si es lo que quiere... pero no beberé de su sangre.

— Aun no entiendes el lazo que nos une, chica policía. Puedo encontrarte, así te ocultes en la cima del mundo y reclamarte cuando quiera. Los libros hablan de las novias de Drácula, pero no mencionan que ellas eran tan débiles y sensibles como tú, y que bastó una orden de su maestro para volverlas unas excelentes amantes y magníficas cazadoras. — Ladeó el rostro y lo acercó a su cuello, lamiendo el lóbulo de la oreja de Seras. Pudo sentir como se encogió ante el contacto de su saliva y el temblor en su cuerpo, como si fuese una presa humana. Habló en susurro por el puro gusto de incomodarla aún más— ¿Eso es lo que quieres, Seras? ¿Qué te fuerce a ser un vampiro? ¿Actuar en contra de tu voluntad y obedecer cada orden que te dé, por más obscena y sádica que sea? Todo este tiempo me he contenido por el control que los Hellsing tenían sobre mí, pero ya no hay nada que me frene.

Seras se congeló por el miedo, ¿y si la obligaba a matar niños o alimentarse de bebés? Él era un monstruo después de todo y no dudaba que su sadismo alcanzara esos límites. Ahí estaba ella, entre la espada y la pared; si bebía de la sangre perdería todo lazo que la unía a ese demonio, pero estaría sola en el mundo y la soledad era uno de sus más grandes miedos... si no bebía, corría el riesgo de volverse un títere y hacer toda clase de actos macabros que la atormentarían siempre. No pudo con el peso de tomar una decisión y se desmoronó frente a Alucard, cayendo de rodillas y llorando curiosas lágrimas de tono carmín.

— Por favor... no me obligue a decidir... haré todo lo que me pida siempre que no involucre la muerte de alguien. No quiero estar sola, no de nuevo, por favor...

Él era todo lo que tenía en la vida. Perdió a sus padres, a sus compañeros, a la mujer que la acogió en su mansión y al único hombre que había amado... Seras solo tenía a su maestro y perderlo significaría perder todo en su existencia. Alucard la miró fijamente por varios minutos, sabía que no importaba lo que dijera o hiciera, la draculina permanecería a su lado. A pesar de verse débil y aferrarse a su humanidad, demostró varias veces su fortaleza y ese afán de aferrase a la vida fue lo que lo cautivó la noche que la convirtió. Tomó su mano para incorporarla y una vez más le ofreció su muñeca para que bebiera.

— Bebe, Seras.

— Pero...

— Ya no estamos en Hellsing y no necesito un sirviente. — Pudo ver el dolor en sus ojos, siempre tan expresivos a pesar de la vampirización.

— Yo...

— Esta es mi tierra natal. Rumania es un país maldito, lleno de inmortales como tú y yo, siempre en busca de expandir sus territorios. No necesito sirvientes bajo mi techo, necesito aliados capaces de combatir a mi lado.

El rostro de la draculina se iluminó, si la consideraba una aliada a pesar de romper el vínculo que los unía, podía permanecer con él sin el miedo de que la obligara a hacer cosas que no quería. Acercó sus labios con timidez al brazo de Alucard y bebió de la sangre que le ofrecía. Pudo sentir una fortaleza como jamás experimentó, incluso después de beber la sangre de Pip, ella no era más una sirviente, ahora sería digna de ser llamada un nosferatu. Se separó después de escasos minutos, estaba disfrutando del sabor de su libertad, pero no quería abusar o incomodar al que siempre sería su maestro.

— ¿Puedo permanecer en el castillo?

— Solo si estás dispuesta a seguir a Vlad Draculea Tepes, el hijo del dragón.

— ¿Y si quisiera marcharme? — Seras no contemplaba esta opción, pero no estaba de más preguntar para conocer la postura de su maestro.

— Sigues siendo mi draculina. Tenlo muy presente, Seras Victoria, yo no perdono la traición.

— No se preocupe... yo, no lo traicionaría, siempre que no me obligue a matar gente inocente.

— ¿Y cómo piensas sobrevivir?

— Yo... —No pensó en eso. Cazar estaba totalmente descartado, tendría que conseguir bolsas de sangre médica por su cuenta. — Conseguiré mis reservas.

— ¿Las robarás? Nadie va a patrocinarte.

— Mmm...—¿Robar? No, eso también estaba descartado, o al menos lo contemplaría como última opción. — Entonces... me alimentaré de las ratas de los calabozos.

La sonora carcajada de Alucard la hizo sentir tonta, tal vez a sus ojos era una idea graciosa, pero para ella era un tormento el imaginarse alimentándose con ratas, era como si tocara fondo.

— Las ratas transmiten la peste, chica policía, no quiero epidemias en mi casa.

— ¡A nosotros eso no nos afecta!... ¿o sí? — Jamás se había preguntado si eran totalmente inmunes a los males humanos.

— Puedes averiguarlo por tu cuenta, pero nadie va a patrocinar tu tratamiento tampoco.

— ¡A veces puede ser tan injusto, maestro!

— Ya no más...

— ¿Eh?

— Ya no soy tu maestro. Ahora eres una verdadera nosferatu, digna de combatir a mi lado. — Seras le sonrió al escuchar sus palabras, sin querer la elogió más de lo que nunca había hecho desde que se conocieron en Cheddar.

— Usted siempre será mi maestro.

— Como sea. Hay animales salvajes que rondan por los bosques, bajo el precipicio, que tendrán mejor sabor que las ratas. Puedes comenzar a tomar tu lugar en la cadena alimenticia con ellos.

Una vez más le dio la espalda, pero esta vez se encaminó a sus aposentos. Fue una prospera noche para Alucard, bebió sangre fresca, acabó con uno de los tantos vampiros que quería hacerse con sus tierras y logró que la humana que lo cautivó con su deseo de vida bebiera de su sangre... ella sería una buena draculina, solo era cuestión de tiempo.