Día cinco de la UshiOi Week. Es la primera, primera vez que participo en esto, así que gracias de antemano por la paciencia y disculpen el OoC.
Haikyuu! no me pertenece a mí; sino a esa entidad todapoderosa que responde al nombre de Haruichi Furudate.
-Conflicto-.
Aunque Oikawa odiase el tener que estar sembrando bajo el sol en pleno verano, debía resistir. Por él, por sus pocos animales y por la comida de los meses venideros.
La gente le pagaba sus servicios como veterinario con parte de sus propias cosechas; pero en ocasiones no era suficiente y tampoco se sentía capaz de mendigarles algo. Llevaba un tiempo allí, en el campo, con el afán de encargarse de los olvidados animales de las granjas de Miyagi y pese a no poder ayudar a todos y cada día recordarlo siempre, seguía levantándose a diario aunque se sintiese morir de cansancio. Podía apostar a que cuando sus padres lo vieran de nuevo ni lo reconocerían. Mucho menos esos colegas que al principio dijeron apoyarlo y a final de cuentas lo hicieron a un lado cuando no todo era palabrería sino acciones.
Oikawa Tooru, cerca de los treinta años, veterinario y sobreviviente en un sitio donde no creció; pero donde todos mostraban piedad u benevolencia con él. Y sí, en parte era por su trabajo, porque no cualquier egresado de su carrera estaba interesado en un aburrido campo olvidado por la gente de la capital. Un campo donde las condiciones para salvaguardar las vidas de los animales eran complicadas sin los patrocinadores adecuados.Y Oikawa no los tenía, no de esos que firman cheques sin preguntar a dónde va el dinero y porqué tanta cantidad cada vez. Pero tenía cubierta esa base; aunque no la de su bienestar propio. Como se dijo antes, había quien le pagaba con comida o con animales y unos cuantos cursos sobre cómo sacarles provecho y pese a que Oikawa absteníase de usar esos términos, gozaba de los beneficios. A todos les había puesto nombre o apodos, mejor dicho.
La gente lo apreciaba, las chicas en ocasiones también le llevaban algo, sobre todo limonada o cualquier bebida fría y él sólo podía decir gracias. A veces se quedaban con él, platicando; aunque eso no agradaba mucho a las cabezas de familia. Confiaban en él como veterinario; pero no como hombre y Oikawa podía darles algo de razón en ello. Sin embargo para esas alturas y con esas responsabilidades el ser prometido de alguien había salido de su cabeza como de rayo.
De nueva cuenta subió su vista al cielo y se arrepintió de inmediato en cuanto el sol pegó de lleno en sus ojos. Sólo chasqueó la lengua por olvidar usar su mano como visera. ¿Cuánto más faltaba para que lloviese?
Ese día, una chica le llevó una jarra con agua helada y se quedó un momento con él. Su semblante lucía preocupado; pero no porque ella supiese algo de antemano, sino más bien por un tema que sentía o le habían dicho ella debía estar preocupada.
Mientras la tela de su larga falda se hallaba entre sus manos, le contó a Oikawa cómo el hijo único de los Ushijima había vuelto a preguntar por él.
Esto no hizo feliz a Oikawa y el gesto que puso fue la prueba. A Oikawa no le agradaba Ushijima Wakatoshi, más por lo que la gente decía de él y su familia y su granja que por lo que él tuviese de conocimiento tras un contacto con el joven adulto.
"Todos los veterinarios nos dejan porque prefieren trabajar para los Ushijima. No deje que lo compren a usted también, señor Oikawa. Sin usted nuestros animales ya estuvieran muertos".
"Nosotros no tenemos dinero ahora; pero le podemos pagar con nuestras cosechas o algunos animales."
"Mi familia y yo no podemos viajar a la capital, mucho menos llevarnos a algún animal con nosotros para curarlo y usted ha llegado como un milagro".
Y cada día era una frase tras otra, pidiéndole que no los abandonase como aquellos que también prometieron servir de forma desinteresada. Oikawa tampoco quería caer; pero el dinero era algo que necesitaba y no era capaz de jurar que sería imposible hacerlo cambiar de opinión, así que no quería tratar con los Ushijima y la gente tampoco daba informes sobre él.
Oikawa sobreviviría atendiendo a todos los animales y no sólo a un sector exclusivo de ellos.
Del otro lado estaba Wakatoshi Ushijima. El único hijo de la casa Ushijima, regida por su madre y abuela.
Él sabía de Oikawa y sabía también cómo sus parientes le echaban el ojo a ese nuevo veterinario que no tenía mucho de haberse mudado.
Ushijima no entendía la postura de Oikawa. Con su talento y habilidades y desinteresado altruismo podía vivir de mejor manera, una que no perjudicase su salud y que ésta decayese con el paso de los meses. Después de todo, si su organismo enfermase por sobrevivir a medias y trabajar con un cuerpo "no apto" para el rigor de la cosecha y el cargo de unos pocos animales domésticos, no iba a seguir siendo de ayuda. Si trabajase para él y no para su familia, Ushijima podría permitirle brindarle servicios a la gente del pueblo y a su vez Oikawa obtendría sus respectivas recompensas por cuidar de los habitantes de sus establos.
En cambio con su madre y su abuela la historia sería muy distinta. Sin embargo, era un asunto que los granjeros no eran capaces de entender.
Luego de ese aviso, Oikawa continuó evitando a Ushijima y tuvo suerte. Así siguieron transcurriendo los días. Uno, dos, cuatro y cuando estaba cerca de cumplirse una nueva semana completa, algo irrumpió esa racha. Al sexto día Ushijima se propuso detenerle el paso, así Oikawa dijera que tenía algo urgente por hacer.
—¿Acaso no tienen ya suficientes veterinarios, Ushiwaka-chan? -con una postura adusta, una que evidenciaba las marcas de la edad en su rostro.
Y Ushijima se sorprendió, aún si su gesto no lo señalase, porque Oikawa los veía a ellos como un sólo ser, como el resto.
Aunque lo que más le desagradó fue el mote que el veterinario le había dado.
—Ayúdala, Oikawa —dijo, con esa voz que ha hecho estremecer a varios con su profundidad. Ignorando por completo la pregunta que le plantearon.
Oikawa mantuvo silencio. Dudando sobre el plan y acciones de Ushijima. ¿Qué no iba a convencerlo a como diera lugar, con las sucias artimañas de los de su "linaje"?
—¿Qué no tienes a tu séquito de veterinarios que compras en cuanto llegan a aquí?
—Ellos son el séquito de veterinarios de mi madre y abuela.
Todas esas advertencias eran ciertas; pero mal enfocadas; aunque a Oikawa siguió sin parecerle algo digno de su atención.
—Ayúdala, Oikawa —pidió de nuevo, sin recurrir al contacto físico o inclusive al llanto como las personas a las que Oikawa había auxiliado antes.
—... ¿A quién? —salió de su boca, sin estar seguro de si fue una buena decisión.
—A mi vaca —contestó Wakatoshi. Sin adornos, ni cursilerías innecesarias.
Y hasta ese entonces fue capaz de darse cuenta del tiempo de vida que le había estado quitando a la vaca de Ushijima a raíz de sus prejuicios.
Ushijima no creía en las habilidades de los veterinarios de su granja y por ese motivo recurrió a Oikawa. Pero cuando iba su casa nunca lo veía y cuando podían toparse en el pueblo nadie le hablaba sobre su paradero por temor a que lo robasen también.
Si durante la mañana alguien le hubiera dicho a Oikawa Tooru que iba a terminar yendo hacia la casa de Ushijima Wakatoshi a la hora de la tarde, él habría reído muy fuerte, sin creerlo ni por un segundo.
Oikawa dejó el establo con un mal semblante y Ushijima supo qué esperar. Ya no se podía hacer gran cosa por esa vaca, básicamente por haber desperdiciado casi una semana. De modo que el veterinario riñó con el granjero. Dolido y enojado porque no recurrió a otro de sus colegas. Y sí, también era culpa del mismo Oikawa por haberse dejado influenciar por los pueblerinos y no escuchar lo que Ushijima tuviera que decirle.
Ushijima regresó a sus actividades muy poco después de ese evento y a Oikawa le enfadó todavía más. Vio fotos en esa casa. Fotos de Ushijima con esa vaca que cuidó desde que era una ternera. Pero no mostraba que estuviese dolido por perderla. Es más, cuando se enteró que no tenía mucha salvación asumió que lo mejor era dormirla. Sí, dormirla, para que no sufriera más. Que era mejor que ya no hubiera esperanza en vez de hacerla viajar a la capital y prolongarle el sufrimiento. Y como no tenía remedio hubiera sido un sacrificio en vano. Sólo que eso no lo consideró Oikawa y Ushijima tampoco se lo dijo.
Al ver su semblante Oikawa calló en seguida y de forma abrupta. Ushijima no lloraba; mas era evidente que esa vaca era una especie de amiga, como para Oikawa lo fue su reptil llamado Iwa-chan.
Oikawa tampoco lloró al recordarlo; aunque entendió que el granjero no tenía tiempo para sentirse mal y detener actividades y por consiguiente descuidar al resto de su parte de la granja.
Le parecía curioso y estúpido sentirse él también mal por un tipo como Ushijima que no se detenía a dar explicaciones o aclarar siquiera los malentendidos y vivía conforme lo que pensaba y sentía y no conforme lo que otros dijeran.
El veterinario también quería a sus animales, así como el granjero a los propios, ¿estaría traicionando a alguien si uniese fuerzas con él...?
