DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.
AVISO: Este short-fic es mi regalo de cumpleaños para lightfeatherxa.
-N/A editada-
¡Hola! Hoy salgo un poco de la rutina de mis fics para compartir con vosotras un regalito que he escrito para lightfeatherxa. ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, AL!
Explicaciones:
-Pairing: Draco x Hermione.
-Géneros: Romance/Humor (por poner algo).
-Rated M por futuro lemon.
Al, espero que te guste.
Venganza espumosa
i.
Aún no había terminado la reunión mensual del cuerpo legislativo ministerial cuando las puertas de la sala se abrieron de par en par, dejando salir a una empleada cabreada.
―¡Señorita Granger, vuelva aquí ahora mismo! ―demandó el secretario de magia, Brutus Townsend. Era un hombre bajito, cuyo mal humor era directamente proporcional a su enorme masa corporal―. ¡No tiene permitido abandonar la sala durante el trascurso de la reunión! ¡Tendré que sancionarla! ―seguía gritando.
No obtuvo respuesta, porque Hermione, a quien la rabia hacía andar a grandes zancadas, ya estaba bien lejos.
Otra vez. La habían humillado otra vez. Y la culpa era suya, por creer que la escucharían y la tratarían con el mínimo respeto.
«Señorita Granger, ¿cree usted que el dinero del Ministerio crece en los árboles?» había dicho alguien en broma. Varios miembros del consejo rieron.
«Es cierto, señorita Granger. No podemos ir malgastando nuestros fondos en hacer… ¿cómo ha dicho? ¿una lista con todos los elfos que hay y de qué color les gustan los calcetines?» se había mofado alguien más. A esas alturas Hermione ya estaba demasiado avergonzada como para ver quién había hablado.
Ni el Ministro, que había luchado con ella durante la batalla de Hogwarts, la había tomado en serio.
«Hermione», le había dicho en tono condescendiente, «creo que tu proyecto está hecho con buena intención, pero el Ministerio tiene mejores asuntos que hacer que vigilar a todas las familias que tienen a elfos como empleados». Esclavos, Hermione había querido decirle que los tenían como esclavos, pero ya había visto que era inútil.
Se había resignado a recoger el trabajo de los últimos años y volver a sentarse, pero entonces lo había oído.
«Qué lástima, parecía muy prometedora cuando empezó. Supongo que la sobreestimamos».
Aquella afirmación hizo que le hirviera la sangre. Todos aquellos que la habían recibido con los brazos abiertos y habían presumido de tener a su lado a una heroína de guerra ―y la mejor amiga del Niño que Vivió, ni más ni menos― ahora la miraban con lástima y la repudiaban porque su sueño era darles a los elfos unas condiciones de trabajo dignas.
Se cruzó con varias personas, pero ninguna se atrevió a interponerse en su camino; todos reconocían a esa Hermione «te mataré si me hablas» Granger.
¿Todos?
―Vaya, Granger, ¿te han dicho alguna vez que cuando andas así pareces la persona más vulgar del mundo? ―Draco Malfoy se detuvo en medio del pasillo, con una mano en el bolsillo del pantalón de su caro traje y una sonrisa altiva en el rostro―. Muy marimacho, la verdad.
Ella se detuvo el tiempo suficiente para asesinarlo con la mirada y dedicarle un resoplido antes de rodearlo y seguir su camino hasta la pequeña oficina que compartía con nueve empleados más.
Solo cuando cerró de un portazo, se permitió apoyar la cabeza en la madera de la puerta y derramar las lágrimas de frustración que había contenido durante todo ese tiempo.
Estaba harta, harta de estar estancada en un trabajo monótono, sin poder ver cumplido el sueño en el que llevaba tantos años invirtiendo su tiempo y esfuerzos. Un trabajo que le había costado su relación.
A veces desearía mandarlo todo a la mierda y dejar el trabajo, buscarse algo mejor, ¿pero qué podía encontrar que le gustara más que aquello? En el fondo, seguía donde estaba por las promesas implícitas que le hicieron tantos años atrás, cuando empezó en el Ministerio. Le habían hablado de ascensos, de trabajar por la igualdad y la justicia…
Basura.
En ese momento llamaron a la puerta.
Hermione retrocedió dos pasos y se secó las lágrimas, esperando que, fuera quien fuera, se largara.
―Granger, sé que estás ahí.
Puso los ojos en blanco. ¿Qué demonios quería Malfoy?
―Granger, no seas patética y ábreme la puerta. Te he oído llorar, así que sé que estás ahí dentro.
―Vete a la mierda, Malfoy ―replicó ella, con los brazos cruzados.
Oyó cómo él reía.
―Creo que tú conoces el camino mejor que yo, puedes llevarme.
Hermione apretó los dientes. Estaba a un comentario despectivo más de abrir la puerta y romperle los dientes de un puñetazo.
―Bueno, en vista de que no quieres abrirme, nos vemos esta noche en el Black Swan.
Olvidado ya su determinación de ignorarlo, Hermione abrió la puerta de golpe. Malfoy sonrió, complacido.
―¿En el Black Swan? ―Un restaurante mágico que habían abierto en Knockturn Alley, en un intento porque el lugar dejara de ser visto como un hervidero de magia negra―. ¿Para qué? ―inquirió.
Malfoy movió una mano en un ademán ambiguo.
―Tenemos cosas de las que hablar.
Hermione se cruzó de brazos. Su mirada se volvió piedra.
―Lo dudo mucho.
Él se encogió de hombros.
―Oh, pero seguro que esa cabecita tuya ya está dándole vueltas a por qué alguien como yo ―se señaló a sí mismo con vanidad; Hermione estaba segura de que no compartían la misma opinión sobre el matiz de ese «yo»― quiere algo de alguien como tú.
Ella imitó su sonrisa arrogante y se acercó un paso a él. Debido a la diferencia de altura, tuvo que levantar la cabeza para clavar sus ojos marrones en las pupilas grises de él.
―No creo que tengas nada para ofrecerme, Malfoy.
El tono de desdén de su voz, lejos de ofender al ex mortífago, pareció divertirle.
―Lo comprobaremos esta noche. ―Se giró y empezó a alejarse por el pasillo―. Ah, Granger… ―se detuvo y la miró con la cabeza ladeada― ponte algo bonito. Tengo una reputación que mantener.
ii.
El Black Swan era un restaurante pequeño situado al principio del Callejón Knockturn. Los dueños, cuyo apellido ni siquiera había sido digno de mencionar o temer durante la guerra, habían cambiado el mugroso restaurante (lugar de reunión de muchos delincuentes y seguidores de Voldemort) por un restaurante que aspiraba a ser elegante, un punto de referencia y cambio respecto al ambiente lúgubre y oscuro del Callejón.
Hermione se acercó a paso decidido. Cuando abrió la puerta, una campanita anunció su llegada. El restaurante estaba vacío a excepción de dos mujeres que ocupaban una mesa en un rincón y dos camareros.
Y Malfoy, sentado en la mesa del centro. En cuanto la vio, sonrió con confianza, como si no hubiera dudado en ningún momento que acudiría a su cita.
Hermione se acercó a su mesa, retiró la silla que había enfrente de él y se sentó.
―Bueno, ¿qué quieres?
―¡Eh, eh, eh, tranquila! ¿Tanta prisa tienes? ―preguntó con una sonrisa divertida. Se inclinó hacia delante―. ¿O es que no quieres que te vean conmigo en público?
Hermione estaba decidida a no dejar que la sacara de sus casillas. Se recostó en la silla y enarcó una ceja.
―No, claro que no. Estoy encantada de que me vean con un cabrón ex mortífago en el lugar donde más proliferaba la magia negra hasta hace unos años. Sin contar tu casa, claro ―replicó con todo el sarcasmo que pudo expresar.
―¿Qué desean tomar? ―El camarero no pudo ser más inoportuno. Hermione lo fulminó con la mirada.
―Una botella de champagne ―pidió Malfoy.
Tanto Hermione como el hombre lo miraron con perplejidad.
―¿No quieren comer nada?
El mago rubio negó con la cabeza, por lo que el camarero se retiró. Nadie más habló hasta que les trajeron una botella de champagne y dos copas de cristal.
―¿Qué celebramos? ―quiso saber Hermione.
Draco llenó él mismo las copas y le ofreció.
―Depende de ti. ―Dejó las manos entrelazadas encima de la mesa y miró a Hermione con atención―. ¿No estás harta de que se rían de ti esos chupatintas del Ministerio? ―inquirió.
―¿Y a ti qué te importa? ―espetó ella.
Malfoy sonrió de lado.
―Oh, no me importa. De hecho, era bastante gracioso verte dar tus discursos y ver cómo te rechazaban cada vez. Aunque si me aceptas un consejo…
―No.
―… tus discursos son más aburridos que las clases de Historia de la Magia, cámbialos ―terminó, ignorando por completo su negativa―. Como decía, no me importa, o no me importaba, hasta hoy. ―Entornó los ojos―. ¿Irás a la fiesta de este sábado?
―¿A la fiesta que ha organizado el Ministerio para el cincuenta cumpleaños de su mayor benefactor, tu padre? Ni de coña ―exclamó.
Los Malfoy habían restaurado su buen nombre después de la guerra a base de cheques y donaciones. Al principio, la comunidad mágica se había mostrado reticente, pero el dinero lo compraba todo, si se ponía el empeño suficiente.
―Lo suponía. ¿Pero y si te digo que necesito que vengas conmigo?
Hermione sonrió y meneó la cabeza. Se inclinó hacia delante y dejó las manos encima de la mesa, a centímetros de las de Malfoy. Quien los viera desde una perspectiva externa, podría malinterpretar la tensión acumulada entre ellos y decir que eran dos amantes en una de sus reuniones clandestinas.
―Claro, porque siempre me ha importado lo que a ti te pase ―sonrió ella con cinismo.
La sonrisa descarada de Malfoy se amplió.
―¿Y si te digo que te daré el dinero que necesitas para que tu estúpido proyecto se convierta en realidad? ―añadió.
Hermione se echó para atrás de pura sorpresa. Escudriñó sus facciones, buscando la más mínima señal que lo delatara, pero no encontró más que diversión en su mirada y una sinceridad que la desconcertaba.
―Déjame que lo entienda: quieres que asistamos juntos a la fiesta en honor a tu padre que se celebra este sábado. ―Él asintió. Hermione entornó los ojos―. Para que cualquier historia sea buena, necesita abarcar seis puntos: quién, qué, cómo, cuándo, dónde y por qué.
Malfoy puso los ojos en blanco.
―Pareces una jodida Ravenclaw.
Hermione lo fulminó con la mirada.
―Como sigas hablándome así, te corto la lengua y se la doy de comer a los thestrals ―lo amenazó.
―Me encantaría verte intentarlo ―replicó él con una sonrisa felina.
―A lo que iba ―Hermione carraspeó― es que no me has dicho por qué quieres ayudarme.
Él suspiró y la miró como si fuera una niña tonta e inocente.
―No quiero ayudarte, pero si ayudarte sirve para ayudarme a mí mismo… ―se encogió de hombros―. Piénsalo: ¿no te gustaría ver a todos esos imbéciles darte la razón al final? ―Al ver la expresión ambiciosa que se estaba formando en el rostro de Hermione, sonrió―. Lo que suponía. Bueno, ¿aceptas o no?
―Todavía no me has dicho por qué ―respondió Hermione, tozuda―. Debes de necesitarme a mí en concreto, o llevarías a alguna rubia con curvas de escándalo, alguien como Astoria Greengrass. ―Mencionó a su ex prometida esperando alguna reacción por su parte, pero Malfoy ni pestañeó―. ¿Por qué yo y por qué esa fiesta?
―No recordaba lo cargante que puedes llegar a ser, Granger. Vaaaale ―se rindió―. Si voy contigo, consigo tres cosas: joder a mi padre, impresionar al Ministerio y molestar a tu ex novio. ―Hermione abrió mucho los ojos al escucharlo mencionar a Ron―. ¿No te basta con eso? ―preguntó―. ¿O quieres que te escriba un ensayo de metro y medio de pergamino?
Hermione se mordió el labio inferior inconscientemente. Se estaba alejando de su motivación principal.
―Lo he pensado y me importan bastante poco tus motivos. ―Ya los averiguaría más tarde―. Lo que quiero saber es ―volvió a inclinarse hacia delante―: ¿de cuánto dinero estamos hablando?
Malfoy soltó una carcajada.
―Ahora hablamos el mismo idioma, Granger. ―Sonrió con petulancia―. Soy asquerosamente rico, así que tú pones el precio. ―Cogió su copa de champagne―. ¿Brindamos?
Ella sonrió. Cuando sus copas chocaron, se oyó el sonido de la victoria.
―Por los tratos bien hechos.
Bueno, hasta aquí la primera parte :) Todo lo que no haya quedado claro en esta parte se verá en la segunda. Nos vemos pronto.
(Este fic fue originalmente titulado "La venganza es un plato que se sirve mejor con champagne" e iba a ser un two-shot).
¿Reviews?
MrsDarfoy
P.D: Al, espero que te haya gustado. Lo he hecho con mucho amor :)
-fin N/A editada-
