¡HE VUELTO!

Madre mía como os eché de menos a todos. Os explico unas cuantas cosas:

1#, sé que os prometí dos historias antes de ponerme con la secuela. La razón por las que no las he subido es porque una de ellas ha sido cancelada y la otra está todavía en el limbo. Quería darle prioridad a ésta antes de nada, y tenía muchísimas ganas de empezar. Necesito práctica y un reto.

2#, he tardado igual más poco de lo que creíais. Os dije que estaría subida antes de Navidad, igual creíais que sería a mediados de noviembre. El motivo principal es uno de salud. Sé que os importará un bledo y nadie lo leerá, pero tuve un ataque de ansiedad hace unas semanas y me han recomendado que me distraiga. Me dijeron que intentara relajarme, y esto me relaja y me gusta.

También he vuelto a verme las dos temporadas de DC: Sendokai. SÍ AMIGOS SOY UNA SUPERVIVIENTE PORQUE LO VI ENTERO EN UN DÍA SIN CANSARME. En fin, ahora ya me los conozco a todos mejor. Espero que empiece pronto la tercera temporada...

Todo lo demás os lo diré en el siguiente capítulo, ñejñej.

NOTA: eh, hay una parte que empieza en cursiva pero luego está en fuente normal. Se supone que es un flashback. Lo puse así para no mataros la vista y que no lo tengias que leer todo en cursiva.

¡Disfrutadlo y comentad! - icechipsx ha vuelto.

Los días habían vuelto a ser normales de una vez por todas en la Región. Laynn, Orhen, Herfredon, Akros, Drissa, Nollia, Icadún y Xenon. Todos aquellos reinos descansaban en paz.

... bueno, relativamente.

Si ahora la heredera de Laynn estaba tan tensa e irritable, valdría más rebobinar en el tiempo y retroceder un poco, una semana después de la restauración de Punta Central, para explicarlo todo.

Al principio, las cosas iban muy bien. La ciudadanía volvía a llevar un ritmo de vida normal y tranquilo, sosegado y sin prisas. Las tiendas abrían a su hora y las flores florecían como debían, de colores y curvadas hacia el costado. Los niños podían salir a la calle para bailar y las fiestas populares se celebraban como era debido. No había cancelaciones, enfermedades, peligros, ¡incluso tormentas!

Parecía que la calma había llegado a la Región lentamente. Había tardado, pero llegó a su manera.

Pero como todos sabemos que pasaría, la dicha y la estabilidad se fracturó. Precisamente por un pequeño incidente.

Un temblor. Fue débil, pequeño y casi imperceptible. Lamentablemente, Fenzy estaba tomando un batido aquel día con Cloe, y éste cayó junto a otros tres. Ellas sí lo notaron, y fueron las únicas que no se lo tomaron a cachondeo. Todos creían que un terremotillo travieso no era para tanto, que era demasiado temprano para que la paz se acabara. Claro que no era para tanto, pero nunca se debía bajar la guardia.

Después de éste, vino otro más fuerte. Éste pilló a Zak en la cama y le tiró al suelo de golpe. No le dio tiempo a reaccionar para quejarse, porque recibió una llamada de Fenzy desde su reino. También lo notaron allí y la gente sí se alarmó aquella vez. Kiet luego visitó a Cloe para preguntarle si lo notó, y ella contestó afirmativamente, frotándose la cabeza y preguntándose que demonios hacía levantada tan temprano.

El tercero llegó el Día de Cartas en Icadún. Éste fue tan fuerte que derribó a todos al suelo. Los niños lloraban aquel día, la gente estaba asustada y los príncipes y princesas, impotentes ante el prodigio de la naturaleza. Incluso Uriah se alarmó por ello. Todos los puestos se hicieron trizas y la celebración se canceló.

El cuarto fue común y lento, pero el quinto y el sexto fueron casi catastróficos. El terremoto sacudió las tierras de Akros en especial, y derrumbó un torreón del palacio. Zak no resultó herido, pero sí tranquilizado por Cloe y sus amigos. La chica estaba hiperventilando cuando oyó la noticia.

El séptimo temblor dejó una advertencia firme en las memorias de todos. Éste sacudió las Montañas Cuarzo y creó una gran brecha tras el palacio del Reino del Hielo Invernal. El palacio estuvo en gran peligro aquel día, pero resultó ser una tontería al fin y al cabo. La brecha aún está abierta cómo una nuez recién partida.

El número ocho supo como respuesta a varias preguntas que la gente se hacía: ¿sería esto para siempre? El terremoto duró ocho minutos con tres segundos según el cronómetro de Lon, que empezó a contar el tiempo con sangre fría y piernas flacas. Temía por la seguridad del pueblo y sobre todo por sus amigos, que, a pesar de no serlo al completo, estaban allí para todo.

"¡Hagan sus apuestas! ¿Cuándo vendrá el siguiente?" apostaban unos.

"¡Mañana!"

"No, ¡en dos días!"

A Cloe le ardía la sangre en noble indignación respecto a la ligereza con la que se tomaban la pequeña crisis de la Región. ¿No había derrumbado la serie de temblores casas y tejados? ¿No había llorado ya bastante gente? Los ciudadanos seguían tranquilos, y los soberanos rezaban para que siguieran así. Por desgracia, Zak y Cloe se miraban, expertos en esto de las ilusiones. Y sabían que en el fondo, los pueblos sabían todo y no estaban tranquilos. Los dos empezaban a temer de nuevo lo que pudiera pasar de ahí en adelante. Sólo les quedaba abrazarse con amor mutuo y esperar una señal.

El noveno no se llegó a notar mucho, pero el décimo derrumbó árboles en Herfredon. Pero eso no era lo importante. Lo peor de todo fue que pilló a todos en la coronación en Herfredon.

El mismo día en el que Kiet sería el Rey del Reino de los Árboles.


"Parezco una niña repipi."

"¡Que va, Fenzy! Deberías ponerte vestido más a menudo, ¡te queda genial!" le insistió Cloe con una esplendorosa sonrisa.

El precioso vestido blanco de Fenzy le llegaba por las rodillas con gasa dejada, suave y muy ligera. Las mangas eran de encaje y le llegaban por los codos, blancas y muy bonitas. La parte de arriba era algo más gruesa y menos liviana, con encaje y tela por debajo, algo apretada. En la cintura se veía que ambas piezas estaban separadas al nacer y luego se habían cosido. Cloe terminó de cerrarle el vestido al subir la cremallera en la espalda.

Por su parte, Cloe llevaba un vestido de color celeste, largo y de princesa de cuento. El escote tenía forma de corazón un poco puntiagudo y con varias capas de tela sobre una base de un material desconocido. A la cintura se le estrechaba una cinta de gasa del mismo color, que ahogaba sus curvas hasta la saciedad con un copo de nieve blanco atado a la tira. La falda no tenía ningún estampado: era lisísima y larga hasta rozar el suelo, color azul claro, color de las nubes mejor pintadas. Llevaba unos zapatos algo más blancos de aguja con plataforma, cuyos tacones tenían un octoedro al final, en forma de punta elegante y bonita. Eran blancos, de terciopelo, de edición limitada.

"Ni se te ocurra sacar fotos." le espetó la pelirrosada.

"Alegra esa cara." le dijo Cloe, sonriendo con mucha satisfacción, "¿De veras quieres que Kiet te vea con esa cara?"

La celebración en Herfredon se celebraba en el castillo del reino, rodeado por un bosque en un radio de 17 metros. Dentro de ese área, había un jardín lleno de vegetación, varios senderos y una fuente justo en el centro. Debías pasar por un puente de piedra para acceder al lugar, ya que el Río Nerva era caudaloso esa temporada y no había más puntos de acceso. Éste se bifurcaba en un punto y rodeaba el área del castillo, y luego se unían de nuevo. El puente se había dejado abierto para que la gente pasara sin problemas. Se había invitado a muchísima gente de todos los reinos, la suficiente para casi llenar el salón de baile. Era un día soleado, algo abrasante, pero agradable.

Ahora, Cloe y Fenzy estaban en una alcoba de invitados, saliendo de la sala y cerrando la puerta. El evento ya había empezado, y ambas querían ir a ver al futuro príncipe antes de la coronación. Debía sentirse nervioso por el acontecimiento, algo inseguro ante todo. Era normal. Después de todo, te enfrentabas al reino entero y ponías toda la carne en el asador.

"Ahora me pregunto dónde estarán esos dos..." murmuró Fenzy andando por el pasillo, algo más rápida que Cloe.

Ésta se apartó su flequillo largo de la cara, poniéndoselo detrás de la oreja mientras intentaba avanzar con los tacones. Se clavaban en la mullida alfombra del pasillo y dificultaban el andar. Intentando no quedarse atascada por todos los medios, caminó más ligeramente, con los brazos estirados a los lados. No acostumbraba a llevar tacones tan altos, y menos mal que no andaría mucho, si no, pobres pies.

"Deben estar abajo, en el vestíbulo." especificó la peliazulada, ganando equilibrio, "Ya oigo a la gente hablando. No saben hacer otra cosa."

Las dos se asomaron desde una columna del pasillo. Tanto ese palacio como el de Laynn tenían dos alas, izquierda y derecha, conectadas por pasillos en todos los pisos. En el piso bajo, una gran abertura en la pared se abría en el medio, dando paso al vestíbulo y salón de bailes. La única diferencia con el del Reino del Hielo era que no había una sola escalinata escaleras, si no dos que bajaban hacia los lados. Entre ambas había una porticada que debía llevar al laboratorio. Todos los reinos tenían un laboratorio en los palacios, ya fuera para exploración de enfermedades o desarrollo de pociones.

Había gente de todos los reinos de la región, con vestidos de todos los colores y formas: si una llevaba un vestido de bailarina, algunas vestían vestidos de gala concebidos para ser de boda. Otros lucían esmóquines y algunos iban con los pantalones y la camisa. Los más chulos llevaban polos y vaqueros. Eran en su mayoría estudiantes de magia experimental, gente que no nació con un elemento y solían llamarse los Unánimes. No tenían poderes concretos, pero la esencia que poseían no estaba muy integrada. Muchos de ellos usaban la magia para cosas en concreto, que no había sido creada para matar si no para modificar el medio.

En medio de toda esa gente dispersa por el salón, estaban Zak y Kiet rascándose los brazos. Eran como gatos erizándose por la electricidad estática. Estaban incómodos y desacostumbrados, hablando de algo que les hacía reír de vez en cuando. Fenzy usó las manos como megáfono, y se dispuso a gritar, "¡Eh, vosotros!"

Ambos oyeron a la Princesa de Orhen gritar como las vendedoras de Drissa, y se giraron. A Fenzy le revoloteó el corazón cuando vio que a Kiet se le salían los ojos al verla, porque la verdad es que iba monísima. Lo mismo iba para Zak, que se ajustó la corbata y sonrió a su novia, quien bajaba la escalera sin inmutarse de la mirada del chico. Estaba demasiado centrada en no caerse por las escaleras, pero a Zak eso no le llegaba a importar mucho. Después de los sucesos anteriores, preferiría captar cada segundo que estuviera con ella, sólo por si acaso.

Bajando por las escaleras anaranjadas e intentando, de nuevo, no perder el equilibrio, Cloe se subió el vestido por la parte de arriba y siguió bajando, encontrando de alguna manera el equilibrio en la presencia de Zak más cercana, un paso menos lejos. Las cosas no habían cambiado en absoluto, desde la última vez, y ahora estaban un poco más ocupados con el asunto de los terremotos. Pero eso no quitaba que se vieran alguna que otra vez. Al contrario; cada vez que se veía todo sabía más a gloria. Haciendo gesto de dicha premisa, la chica intentó no romperse los tobillos y correr hacia Zak. Éste la recibió con los brazos abiertos, intentando no caerse al suelo. La chica le había acometido una embestida que demostraba la fuerza que había ganado.

Mientras los dos polluelos enamorados hacían gala de su amor, los otros dos solitarios que se anhelaban el uno al otro en secreto mantenían las distancias. Aún con la cabeza un poco gacha, se miraban el uno al otro. Podrían abrazarse, pero ¿valdría la excusa de que era por no sentirse solos e intimidados ante su amor? Seguramente no.

"No puedo creérmelo." dijo Fenzy sorbiendo un poco de su bebida, con fresa y vainilla, "Kiet antes era ese bonachón sin maldad que no mataba ni a una mosca, ahora va a ser príncipe. ¡Príncipe!"

Cloe la miró de reojo, dándole un sorbo a su granizado. Ojeó cuanto le quedaba, dejando a Fenzy hablar, "Es increíble el hecho de que ahora estemos tú y yo aquí, sentadas en un balcón esperando al hecho inminente. Es algo muy inmenso, ¡espero que a Kiet no le quede muy grande!"

La otra princesa notó que el vaso no estaba tan frío como su piel, por lo que agitó un poco el batido para escuchar el contenido, "Vaya contrariedad. No me queda casi nada."

"Pero es que me encanta eso de que se lo tome tan a la ligera." Cloe sorbió un poquito de su batido, escuchando a su gran compañera y amiga babear sobre el chico. Increíble siendo Fenzy, "Va a ser príncipe dentro de minutos, la gente se agita y yo tiemblo. ¿Cuánto tardará en ser rey? AAAAAY, ¿por qué tiene que ser todo tan emocionante?"

Cloe sorbió aire, "Ahora sí que no me queda nada." y se quedó callada, sabiendo que la pelirrosada seguiría hablando. Gastaba toda su lucidez en hablar de Kiet esta noche. Era la primera vez que la Princesa de Laynn era testigo de ello, y por ahora intentaría memorizarlo en su retentiva.

"¡Qué cosas tiene la vida! Nunca creí que fuera a hablar así de un tío, siendo como soy." suspiró, "Supongo que el amor es así."

Por fin, cinco segundos después del discurso, la pequeña por fin calló. Enmudeció y miró a Cloe, quién estaba mirando las estrellas dando pequeños golpes en el cristal del vaso. Cualquiera que la conociera esperaría que ese vaso se envolviera en escarcha, pero no fue así. Lo único que se formó fueron pequeños sonidos de las uñas de Cloe contra el cristal. La verdad es que aquella patología estaba ya bajo control, y no era una molestia. ¿Quién diría que sólo necesitaba tiempo y algo de cariño?

Fenzy intentó mirar a Cloe a los ojos. Cuando iba a decir algo, la fría soberana (que no era tan fría al fin y al cabo) la adelantó:

"Son preciosas, ¿verdad?"

"¿Eh? Ah, ¿te refieres a las estrellas?" Cloe asintió, "Lo son."

Ambas se sentaban en el alfeizar del gran balcón, observatorio desde el palacio del reino. Era de piedra grisácea, no estrictamente pulida y con reflejos de colores violetas y azulados. La Luna brillaba con más destreza sobre el rostro de las muchachas, sonrientes, e iluminaba el gran castillo. Los abetos y los diversos árboles del bosque hacían contraste y sombras en el césped. Creaban reflejos en las aguas del río Nerva que rodeaba el área, e incluso cobijaban a alguna que otra parejita de la lumbre. Era la idea de Cloe de romanticismo, el estar dos amados en silencio, juntos. Lamentablemente, para Zak eso era un poco imposible. Solía gustarle más la diversión que la paz y esas cosas. Las estrellas eran preciosas aquella noche y las había de diversos colores dispersas por la bóveda celeste.

"Últimamente, con todo éste asunto de los terremotos, me empiezo a preguntarme sobre la estabilidad de la vida." dijo Cloe con los ojos cerrados, cuando se había apeado del alfeizar y ahora se inclinaba sobre él, "Y... todo me recuerda a ello. Me cuestiono si de veras todo es tan estable como quiero creer. Las estrellas acabarán por consumirse o desaparecer a la luz del día, y no serán visibles. ¿Sabes? Y me pregunto... ¿algún día hablarás con Kiet sobre esto?"

Fenzy jugó sus pulgares, enfrentando sus puños y meneándolos, "Es... complicado."

"Eso me decía yo." resopló la chica del pelo azul. Parecía estar cansada, pero sus ojos expresaban la más sincera tranquilidad, "Pero ya ves como pasó todo. Hay veces que es mejor expresarse y dejarlo escapar si se puede."

"Pero todo te ha ido bien con Zak."

"No del todo." admitió ella suspirando, "No me tomes como ejemplo, porque nos costó demasiado salir adelante. Lo hicimos todo mal y tuvimos suerte de estar vivos. Fenzy, debes hablar con él cuando puedas. Kiet es comprensivo, y yo puedo ver que te quiere."

La Princesa de los Vientos sintió esas mariposillas en el estómago reventar hasta invadir sus labios para sonreír con timidez. Era la sensación de la ilusión, la misma que el despertar en un día sin problemas por delante, o la de sentir un abrazo de esperanza. Se le contrajo el corazón y soltó una risilla, "¿Y tú como sabes eso?"

"Vamos, que no nací ayer. Voy a contarte una historia:" empezó Cloe, "Hace un tiempecillo, salí con Silenna a dar un paseo para ayudarla con un asunto en el Observatorio. Todavía recuerdo el olor a libros y el ambiente tan acogedor que se respiraba en aquel lugar tan espectacular. Las estrellas brillaban un poco menos que hoy. De repente, estalló una gran ventisca. Silenna, acudiendo a su caritativa personalidad, me imploró que me quedara. Era tarde, de noche, y aquella noche era muy fría y vacía. Nos quedamos en una esquinita del lugar con una manta y un grandísimo cojín de plumas.

» Las dos llevábamos tiempo sin hablar, y empezamos a contarnos cosas. En un alarde de sinceridad, me confesó estar enamorada de Uriah, y yo, como recompensa, le conté que me iba a casar con Lon. La mirada que mantuvo estaba desconcierta, sorprendida, dilatada, absorbiendo la información con su gran creatividad floreciente que echaba chispas. Me hizo muchas preguntas, todas concretas y llenas de lógica. Me preguntaba por Zak y yo, por mis sentimientos por Lon y si lo aprobaba. Obviamente, le conté que sentía. Fue la primera persona fuera de ámbito familiar que supo lo de la boda concertada, que luego se hizo pública a los medios. Después de aquello, Silenna me contó todo sobre Uriah, parecía que me lo quería vender. Muchas cosas empezaban a encajar en mi mente, y a pesar de saber que Uriah estaba loquísimo por ella, decidí que lo descubriera ella sola. La propuse que yo vigilaría los movimientos de Uriah, y que la informaría sobre todo lo que él hiciera que tuviera que ver con ella.

"... así que hice lo mismo contigo. Lo sigo haciendo. Baila especialmente bien cuando está contigo. ¿Casualidad?" Cloe meneó la cabeza en señal de duda irónica, "Lo dudo."

"¿¡Me has estado psicoanalizando!?"

"A ti no. A Kiet." corrigió la otra.

"Mira, Cloe. No quiero ser borde," la peliazulada sabía que si la chica empezaba así una oración, significaba y olía a problemas, "pero no te metas en asuntos que no te incumben."

Cloe arqueo una ceja. Se sentía un poco decepcionada con aquella respuesta, insolente y muy basta. Lo único que quería hacer era ayudarla, agradecerle todas aquellas veces que Fenzy la había escuchado y devolverle el favor ayudándola. Pero Fenzy era como era, y se veía que preferiría ocuparse ella sola del asunto. Entonces, una campanada llegó a la auditiva de las chicas, ambas caminando hacia el salón de coronación en total silencio.

El salón de coronación del palacio en el Reino de los Árboles era de paredes de ámbar, anaranjados y puntillosamente pulida. Los suelos también eran del más fino ámbar, con reflejos claros de la lámpara de diamantes colgando un poquito de las varas planas de oro. Era extraño ver tal estructura en ese reino, lleno de cosas de madera y barnizadas en caños naturales. A lo largo de la sala se extendía una estrecha alfombra verde color hoja, con rebordes de color oro hasta el trono de platino afilado. La gente se amontonaba por allí, a los rebordes de la alfombra en espera del chico.

Habiéndose infiltrado entre la multitud, las chicas encontraron a la primera a dos personas muy familiares: Zak y Lon, hablando por una vez pacíficamente. Por alguna razón, nunca llegaron a llevarse bien, pero después de todo, ambos empezaban a apreciarse un poco. Lon le tenía como un simple príncipe más, demasiado inmaduro – en cambio, Zak pensaba que el moreno era demasiado prepotente. Afortunadamente, aquella aventura del pasado hizo que Lon cambiara su opinión y empezara a comportarse mejor con él, que también cambió la perspectiva del Príncipe del Sol.

Cloe tomó la muñeca de Fenzy y la ayudó para avanzar. Perder a la chica sería un poco lioso, y ahora mismo no estaban para coñas. Guiándose por la orientación, la princesa de los cabellos azules se topó con la espalda de Lon y le sobresaltó.

"¡Anda!" Lon se giró, y Zak les sonrió a las dos, "Qué, ¿viniendo a ver la coronación del grandullón?"

Fenzy y Zak rieron la broma, pero Cloe sólo sonrió y asintió. Al mismo tiempo que se situaba entre los dos príncipes, sintió que algo no estaba en su sitio. Como una sábana arrugada en un rincón, notó esa anomalía en el aire. Un mal presentimiento, un desorden en el ambiente. La Princesa de Laynn temía que algo fuera a estropear la tarde, y al ver que el rubio la miraba de reojo, la joven supo que él también lo notó. Como si al ser novio tuvieran una nueva especie de conexión nueva que les dijera que pasaba. Ambos se acercaron un poco más el uno al otro, sólo por si acaso.

Entonces sonó una gran trompeta, con notas ascendentes y otras más graves que daban pie a la gran entrada del príncipe que pronto sería Kiet. Éste estaba atraviado en un uniforme negro y verde, de rayas verticales hasta el tórax, dónde se giraban hasta los hombros. Su paso era uniforme, pero inseguro y a la vez tímido. El chico parecía no estar dándose cuenta de que toda aquella fiesta era importante, aunque era maduro y cauto. Seguramente estaba algo perdido entre el baño de miradas con esperanza que le peinaban las dudas.

Se arrodilló ante las escaleras que conducían hacia el trono en el que algún día se sentaría, con seriedad y el semblante plano como una tortita. Un federal empezó a hablar, con la gran corona de oro macizo pendiendo en sus manos. Pero con tanto bullicio y gente hablando, ninguno de sus amigos oyó el ritual. Cortó el monólogo, y precedió a colocarle la corona al chico. A Kiet, amigo de sus amigos y fiel a sus creencias: sería el príncipe perfecto y le daría muchas alegrías a la gente.

Pero el suceso detonante de la duda no tardó en llegar. La gran sacudida hizo que la gran fortaleza temblara ante la potencia del terremoto. Inmerso en el pánico, Zak agarró a Cloe lo más fuerte que pudo y la aferró a él lo máximo posible, dándole prioridad a su seguridad antes de la suya propia. Lon también intentó proteger a Fenzy, quién optó por agarrarla un poquito sin rozar la invasión del espacio íntimo. Algunos trozos de techo cayeron por las paredes, y uno de gran tamaño tiró a la gente al suelo e hizo temblar la sala. Sobresaltado por los temblores, al federal se le cayó la corona de las manos. Ésta rebotó en el suelo a cámara lenta, sin llegar a sonar demasiado pero haciendo un hito dramático en la sala. Los temblores cesaron, y todos se recuperaron un poco. El Príncipe de Akros nunca se alejó de Cloe de todas maneras, y no la soltó por si acaso.

Una niñita, a la que la Princesa de los Hielos Eternos reconoció por los bailes en los pueblos y por su pelo albino como la nieve, recogió la corona, que había caído escaleras abajo. La sostuvo a los cielos, e infirió con voz en grito:

"¡La corona ha caído al suelo sin tener dueño ni cabeza que adornar!" exclamó la chiquilla, que tenía toda la atención del público, "¡La caída del símbolo real predice la mala suerte del entorno del que no llegó a ser coronado! ¡Ahora todo queda en manos del destino!"

Y sin más ni más, la gente se quedó callada durante toda la velada.


Nadie del reino pudo conciliar el sueño desde aquel fatídico día. La gente, piadosa de la niñita de pelo como la nieve y sabiendo que tendía a decir la verdad, temblaba a recordar el solemne grito. Nunca se diría que una voz tan juvenil soltaría tales palabras.

De ahí en adelante, las precauciones aumentaron y se creó una patrulla, conformada por los príncipes de la región y algunos súbditos. Aquella misma noche, las chicas se alojaron en el palacio de Orhen, el más seguro, y esperaron pacientemente la llegada de los otros. Lamentablemente, una persona que conocemos perfectamente no lograba descansar con la mente tranquila.

Enfundada en un vestido largo, blanco, de manga larga y sin vuelo, la preciosa Princesa de los Hielos Eternos era todo suspiros y preocupaciones. Esperaba la llegada de los chicos tras la ventana de la habitación de Fenzy, observando como la tormenta de nieve sólo empeoraba y disminuía las esperanzas de la chica. Tenía la mano derecha apoyada sobre su corazón y la otra en la cintura derecha, con frío en el organismo y mucha desesperación. Una gran capa azul marino le cubría los hombros y la espalda, llegando hasta el suelo, pero el único provecho que podía sacarle a la regia vestimenta era aferrarse a ella e intentar calmarse. La nieve tapaba la vista al horizonte. Era de noche y una tormenta en plena madrugada con Senza Dios sabe donde era una mala idea. A estas horas se cumplían las cuatro horas de búsqueda, sin ningún fruto que le confirmara que Zak, Kiet, Lon y Uriah llegarían con vida.

Por suerte, los terremotos habían cesado y parecía que todo volvía a la calma, pero con tantos problemas, Cloe se había vuelto un poco escéptica y no auguraba nada bueno de semejante temporal. Apenas había entrado en el castillo cuando se puso a nevar entre voraces vientos; una niebla se desplegó por todo el Reino de los Vientos y nadie encontraba el camino a casa. Quizás fuera ahora todo cuestión de suerte y no bastaría con que la peliazulada rezara en silencio.

''Hey.''

La dulce, suave y aterciopelada voz de Silenna interrumpió el silencio de su amiga, que no se giró pero si reparó en la presencia de la Princesa de Nollia, quién avanzó hacia el ventanal con pequeños pasos. Debido a las bajas temperaturas, la rubia cenizas también se aferraba a su capa burdeos con fuerza, ''¿No deberías bajar? Vamos a ver una película y nos gustaría saber que estarás.''

Lamentablemente, la joven sabía más de lo que aparentaba, y conocía las prioridades de Cloe a la perfección. Le puso una mano en el hombro y esbozó la más tierna de sus sonrisas, ''Volverán.''

''¿Y si no vuelven?'' se preguntó la chica de ojos azules, con voz temblorosa y tensión en auge, ''¿Y si Senza les pilla por el camino, o mueren de frío?''

Sin quererlo, Silenna rio un poco ante la absurdidad de las preocupaciones de la otra. Ninguno de ellos iba a dejarse ganar por una estúpida tormenta de tres al cuarto, y menos teniendo claras las razones por las que luchaban. Lon y Uriah querían vengar la semi-destrucción de sus respectivos reinos; Kiet quería proteger a Fenzy de cualquier futuro inseguro; Zak tenía la enferma necesidad de vengar el dolor por el que Cloe pasó. Siendo sinceros, los chicos eran fuertes y valientes. Había pocas posibilidades de que no salieran de aquella espinosa situación. Cualquiera diría que esa que temblaba de miedo era la antes fría Princesa de Laynn, débil ante el acecho del antes Príncipe de Drissa.

''Cloe, escúchame por una vez y deja de temblar como un flan.'' le ordenó la bronceada chica, frunciendo un poco el ceño, ''Esos cuatro son demasiado cabezotas como para rendirse a la primera de cambio. Te aseguro que no les va a pasar nada si van con cuidado y piensan un poco. Cosa que igual les cuesta pero lograrán si se lo proponen.''

''Pero.. Silenna-''

''Chst!'' le calló la soberana del Reino de los Astros, con una mirada determinada a calmar a su amiga, ''Vámonos.''

''Pero-''

''AHORA dije.'' y Cloe suspiró con la cabeza gacha, dejando que la vencedora Silenna. Aquella peculiar chica, ahora un poco más suelta, tendía a negar que existía un problema en vez de solucionarlo, principalmente debido a su obsesión a ser optimista. Esa timidez que antes la callaba la había convertido en alguien diferente que no terminaba de calar en el ánimo de la abatida chica de ojos como el cielo primaveral.

Antes de poder rechistar, la Princesa de Nollia ya se estaba llevando a la otra a rastras por el pasillo, sin escuchar las plegarias de Cloe para que fuera más despacio por las escaleras y no se hiciera una contusión en cualquier parte del cuerpo que luego necesitara. Pero la rubia cenizas no la hizo mucho caso y siguió andando. Muy para el pesar de las dos chicas, un soldado atraviado en negro venía de la puerta principal del castillo con dos farolillos en la mano y se chocó con ellas. Cuando las vio y se le iluminó la cara, las dos princesas supieron que éste pobre hombre en el suelo las estaba buscando. Y la temporal profetisa que predijo el terremoto en la coronación de Kiet intuyó que algo tuvo que ir horriblemente mal. Y el audaz soldado supo que sus intenciones se había visto a la luz del día.

''¡La comisión ha vuelto! ¡Están todos a medio camino del puente!''

Entonces Cloe usó todas sus fuerzas para liberarse del agarre de Silenna, y corrió a toda velocidad hacia las puertas que ella abrió con velocidad, habiéndole cogido un farolillo al soldado y saliendo del castillo corriendo. Se tapó un poco los ojos para que la nieve no le estropeara la vista mientras el irregular farolillo de luz verdosa y bordes negros pendía de un asa negra en sus manos. Se menaba al ritmo de la carrera de la Princesa de los Hielos Eternos, esperando ver algo a través de la nieve y la niebla, espesas pero menguantes mientras avanzaba por el puente. Llegó a un punto en el que tuvo que pararse por los zapatos y el cansancio, pero por suerte, divisó a la comitiva andando lentamente hacia el castillo. Y sólo la silueta de los chicos no auguraba cosas buenas.

Había un total de veinte personas, pero cuatro avanzaban por delante y uno de ellos se sostenía a duras penas gracias al soporte de otros dos. Éste llevaba el pelo cardado y alto, la luz de algunos faroles revelaban destellos amarillos de su armadura, y rojo y verde a su lado. La esperanzada princesa se llevó las manos a la boca con preocupación y vocalizó el nombre de su novio, corriendo en ese mismo instante a ayudar en la medida de los posible. Confirmó sus dudas al ver a la gente sorprendida por la repentina llegada de Cloe, pero lo peor eran las caras de Lon, Uriah y Kiet, apenados por los daños en la persona de Zak. Una Cloe que estaba hiperventilando se lanzó a abrazar al rubio, quién no pudo evitar sonreír y abrazarla difícilmente: sabía que sería la primera en estar allí. Incluso en medio de una tormenta de nieve, la chica era todo nervios en esos críticos momentos.

''¿¡Qué narices ha pasado para que estéis así!?''

Lon suspiró y se llevó las manos a la cabeza, irritado por lo mal que todo, ''Unas Rapsodias Sombrías nos hicieron una emboscada y Zak nos defendió a todos. No pudimos hacer nada. Vagamos durante una hora entera por el Bosque de Cristal hasta encontrar el camino a casa.''

''Vale... es igual.'' murmuró Cloe, aún sujetando a Zak con el corazón en un puño. Afortunadamente, la inteligente princesa había guardado su pulsera de la aventura anterior, y trazó un simple plan que sólo requería atención y un poco de sentido común, ''Entrad en el palacio vosotros. Los médicos de mi palacio arreglarán a Zak como puedan.''

''¿Vasallevarla túsola?'' habló Uriah a ritmo de preocupación y duda.

''Mis alas harán todo el trabajo.'' la peliazulada pasó la mano por encima del brazalete y se quitó la capa, poniéndosela a Zak por encima para que no pasara más frío, ''Mañana hablaremos de esto. Recuperaros todo lo que podáis y descansad, os lo merecéis. Silenna y Fenzy están dentro esperandoos.''

Y sin decir una sola palabra, la chica que no podía con más estrés despegó hacia su palacio acordándose de toda la familia de Senza y lo que les haría ahora mismo.

La noche en el Reino del Hielo Invernal dejaba claro que el día no había podido con tantas tensiones y que se necesitaba un poquito de descanso. Por desgracia para todos, la siempre curiosa Cloe buscaba respuestas en la madrugada, andando por el pasillo y su capa cubierta con nieve derretida.

Con Zak descansando en la enfermería e inconsciente después de muchos sedantes para dominar sus dolores, la peliazulada estaba más tranquila, pero no por ello sosegada como la tormenta anterior. El farolillo temblaba por el nervioso pulso de su dueña, que se encabezaba hacia sus peores pesadillas con seguridad renaciente y dedos temblorosos. Yendo hacia el vestíbulo y casi retrocediendo por la oscuridad en el salón, la chica se acercó a un reloj de péndulo y abrió la cristalera, dejando verse el propio péndulo de cartón parado para dejarla pasar. Detrás de aquel simple pasadizo había una puerta que llevaba a los calabozos.

La prisión era una simple gruta cúbica de muchísimos metros de altura y otros cientos de longitud, iluminado todo con una luz verdosa que hacía que la piedra adquiriera un tono esmeralda muy tétrico pero bonito a ojos de cualquiera. Una escalera diagonal recorría la pared de la prisión e intentaba advertir a la chica que no era buena idea estar allí. La piedra resbalaba y los lamparones en el techo se mecían sobre una brisa inexistente, llenos de telas de araña y polvo sin limpiar. El silencio parecía que iba a romperse en cualquier momento, pero después de cinco minutos de pie enfrente del gran laberinto de celdas, Cloe suspiró y agarró el farolillo y su abrigo más fuerte, obligándose a continuar con paso inseguro.

Lo único que se oía en aquel lugar eran sus pasos. Cloe había aprendido una insólita técnica para manejar la ansiedad y las ganas de salir por patas: imaginarse una canción, una melodía, corriendo por su cabeza como un tocadiscos. No funcionaba en éstos precarios momentos, mientras la solitaria buscaba la celda R. Era una celda especial que se encontraba dos celdas hacia adelante y cuatro hacia la derecha, encontrándose casi al margen del terreno subterráneo. Llegó un momento en el que Cloe se fijó en que sus respiraciones se veían, haciéndola retroceder unos pasos.

En aquella gruta, las temperaturas están siempre controladas y no debería hacer frío. Inmersa en esa incógnita, la pensativa joven casi deja pasar la celda de su enemigo por una razón escalofriante:

No está aquí. pensó la chica, aferrándose aún más al abrigo e intentando alumbrar más la celda, buscando algún punto muerto en el que no hubiera luz. Sus alarmas saltaron al instante, y a pesar de no quererse girar, lo hizo. Temía que fuera secuestrada en una esquina, que saliera de un ángulo sin sentido y que la atraparla. No podía permitirse tal peligro. Divisando la puerta de salida en lo alto de la pared de enfrente y al final de las escaleras, una gran brisa sopló en su nuca y le revolvió el cabello. Pero ésta conocía a aquel viejo amigo con el que solía convivir hace unos meses. Sabía sus nombres y sus cientos de significados, recordó todos los flashbacks y reconoció ese sentimiento de que se le congelara el alma.

Se asustó y la respiración se le paró a mitad de camino. No podía permitirse volver a encontrarse con el pasado. Se sumergió en el pánico más sincero de su subconsciente, pero prefirió no enfrentarse a él cómo ella habría querido, y caminó a mayor velocidad hacia la modesta puerta escaleras arriba. Mientras subía, juró haber visto algo por el rabillo del ojo. Deshaciéndose de la curiosidad que la llevó hasta aquel lugar a primeras, subió las escaleras más rápido. Sintiéndose más segura allí arriba, Cloe se llevó la mano que sostenía el abrigo al corazón, con respiraciones entrecortadas y frío aún más latente. Sin ningún pensamiento más, Cloe suspiró con una mezcla de miedo, alivio e irritación y salió de los calabozos antes de que pudiera mirar atrás.

Y el silencio, la brisa y el miedo desaparecieron del lugar súbitamente, dónde nadie parecía habitar ni nunca haber habitado.

•fin del prólogo. •

Muy a prisas y casi no llego a subirlo hoy. No había tenido más problemas en mucho tiempo pero bueno, aquí está.

Eh, no sé si la semana que viene llegaré a subir el siguiente capítulo, porque estoy ocupadísima y esas cosas. Lo pondré en mi perfil cuando vaya a subirlo y ya está.

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