Buenas tardes, comunidad fanfiction. Después de cierto tiempo meditando sobre las cosas que he escrito, me he dado cuenta que estoy más o menos lista para escribir la historia como debía ser escrita.

Bienvenidos. Ésta es una historia de ficción de una idea que surgió hace tiempo y que quizá algunos ya han podido leer: Historias de una Slytherin. Siempre quise saber qué hubiese pasado si Albus Dumbledore tuviera a alguien que proteger que fuera de su sangre, alguien que realmente le importara. Sabemos que él es gay, por lo que debía ser toda una historia la cual escribir.

Sin más, les presento el primer capítulo de la historia que estoy reescribiendo.

Disclaimer: La historia y personajes de Harry Potter pertenecen a la autora J.K Rowling. Yo hago uso de la línea temporal de su historia para crear la mía, pero la idea me pertenece así como el desarrollo y redacción de este fic. Les pido respetar la autoría. Di NO al plagio.

Introducción 1: Ahí donde todo empezó.

14 de enero de 1981.

El hombre de ojos azules miró con expresión tensa la casa derruida en medio de la noche. Aunque no había ningún sonido alrededor de la estructura y ninguna señal que delatara a algún posible enemigo, la atmósfera expectante contenía tanta tensión como la que él mismo sentía.

En su mano izquierda sostenía el mensaje de socorro que fue mandado a su despacho a través de la red flu y era aquel mensaje el que le hacía sentir en su alma los más oscuros temores que hubiese sentido en muchos años. Antara no había querido escribir mucho más que lo necesario en el pergamino que le mandó o quizá no había tenido tiempo para hacerlo, pero sus palabras, escritas con toda la urgencia de su requerimiento, revelaban claramente lo que necesitaba.

"Nos ha encontrado. Padre, tienes que ayudarnos. Ven a casa."

Albus Dumbledore había visitado en numerosas ocasiones aquella residencia en medio de la nada, donde su hija y su esposo decidieron vivir y nunca la había encontrado tan silenciosa como aquel día. Su corazón ansiaba que subiera las escaleras y se apresurara a saber qué había sucedido, pero su mente, más brillante que nunca en su centenario de vida, le recordaba que debía revisar los alrededores para revisar si era una trampa, si el mensaje era auténtico o si había Antara había sido coaccionada para realizarlo.

Pero no había nada. Ni un sonido o algún ramalazo de luz o algún detalle que permitiera advertir si allí había sido realizada magia.

Con un movimiento sutil de su varita el anciano mago buscó magia en los alrededores de la residencia. Lo que esperaba, algún tipo de marca tenebrosa, no estaba ahí y, a excepción de un hechizo de ocultación para los ojos curiosos de muggles, no pudo encontrar ningún encantamiento que le permitiese entender si existía algo fuera de lugar en la escena, aunque si se podía percibir cierta energía que parecía provenir dentro de la casa.

Albus inspiró aire lentamente y, con paso seguro y decidido, se acercó a la puerta de la casa, en el porche oscuro donde siempre había hecho falta algún farol o fuente de luz pero que el dueño de la casa, Thomas, jamás había querido poner.

La tensión seguía en el cuerpo del mago pero no hubo resistencia para abrir la puerta. Cuando ingresó en el vestíbulo de la casa también lo recibió una oscuridad que le hizo saber que las lámparas de la casa no estaban funcionando.

Encendió un lumos con un hechizo silencioso y se dirigió a las tres habitaciones de abajo, registrando los cuadros en las paredes, las mesillas donde diversos artefactos y libros estaban desparramados pero limpios y el piso, en busca de huellas, magia, sangre… lo que fuera.

Todo estaba como la última vez que había estado ahí, lo cual hacía latir más rápido su corazón. Dentro de él sentía que los detalles vistos hasta entonces eran como una puesta en escena dispuesta para sus ojos y sus labios finos, arrugados por la edad, estaban fruncidos mientras trataba de descifrar el acertijo.

De pronto, en aquel silencio ensordecedor, escuchó un grito situado a su izquierda, hacía arriba.

Provenía de las habitaciones de arriba. Del cuarto de su nieta.

Dentro de su ser Albus Dumbledore sentía un miedo helado crecer, haciéndole difícil respirar. Había escondido a su familia hacía un año, desde que Antara le dijera que podía estar embarazada y llevaba mucho tiempo protegiendo a su hija de la insensatez de su marido al buscar al lado oscuro y tratar de averiguar los planes de Voldemort, ya fuera para ayudarlo a él con la batalla o para evitar que su matrimonio con la hija de su enemigo los sumiera en el desastre pero no podía estar en todos lados al mismo tiempo y ahora sentía que había cometido un error, aunque no sabía cuándo, cómo o con quién.

Por supuesto que puso un encantamiento Fidelio para proteger la propiedad. Por supuesto que era él el guardián.

Entonces, ¿Cómo es que alguien había podido quebrar una protección mágica que había puesto con tanto cuidado?

Se transportó en volandas con su magia hacía el origen del sonido, tratando de hacer el menor ruido posible y miró hacía todos lados, aunque había hecho la luz de su varita lo más discreta posible, su instinto le decía que, quien fuera que había quebrantado la paz del hogar, ya sabía que estaba ahí.

El grito se oyó de nuevo y ahora estaba suficientemente cerca del sonido para distinguir que era el de un infante. No había ningún niño excepto su nieta, que apenas tenía tres meses de edad, en la casa y el grito no sonaba a ella pero de todas maneras abrió la puerta del dormitorio, endureciéndose para lo que fuera a encontrar dentro.

Nada excepto el silencio y una cuna vacía y una ventana abierta lo recibieron.

Victoria no estaba ahí y no había señal de lo que fuera que hubiera originado el sonido y Albus observó con celeridad la habitación, su paciencia y su prudencia agotadas.

La habitación estaba vacía y no había rastros de las pertenencias y juguetes de su nieta. Lo único que quedaba era la cuna donde Antara solía hacer dormir a su hija y el frío del invierno que la ventana abierta dejaba pasar.

Albus se quedó un momento en silencio y después, con un ademán, convocó su Patronus con forma de fénix.

- Dile a Batilda, Nicholas y Elphias que los necesito. ¡Apresúrate!-

El fénix respondió con su voz cantarina y se desplazó por la ventana hacía fuera. Sus tres amigos esperaban afuera, muy cerca de la casa.

Desde que Albus había recibido aquel fatídico mensaje pidió ayuda a sus más cercanos amigos, apareciéndose los cuatro en el camino que llevaba a la casa de los Dumbledore siendo sólo él quien había entrado en la casa.

Ninguno de sus amigos sabía mucho de Antara, de su vida o de sus asuntos ni tampoco de la madre de ésta, a la que jamás habían conocido, pero ellos confiaban en Albus para apoyarlo y conocían lo suficiente su reserva con respecto a su situación personal como para no hacerle preguntas y estar atentos por si él necesitaba refuerzos.

Albus no esperó a que ellos entraran o a darles instrucciones. Le había tomado todos aquellos minutos para darse cuenta de todo lo que estaba pasando y ahora la prisa era realmente necesaria.

Al salir de aquella habitación empezó a lanzar hechizos de revelación a diestra y siniestra por el resto de la casa. El hechizo de ocultación era sutil y poderoso al mismo tiempo, de tal forma que él no pudo percibirlo ni siquiera al entrar en contacto con él.

El mago se obligó a no prestar atención a sus sentimientos y a concentrarse en lo que hacía, además de barajar las respuestas posibles a la pregunta que tenía en mente, ¿Quién había mandado Voldemort a hacer aquel trabajo? La maestría de los hechizos y el cuidado de su planeación lo sorprendían, no era la magia más potente que había sentido pero, quien quiera que fuese, sabía hacer uso de sus fortalezas y debilidades con mucha habilidad.

Al fin consiguió desbaratar la madeja y la oscuridad desapareció disipándose en forma de cristales rotos.

Y entonces él pudo percibir la verdadera apariencia de la casa de su hija.

En lugar del aspecto pulcro que había notado al ingresar, por todas partes pudo percibir los restos de un duelo encarnizado.

En el pasillo que daba paso a las dos habitaciones restantes de la planta de arriba había seis muebles. Usualmente la pesada mesa de madera estaba llena de fotografías y objetos curiosos que Thomas solía coleccionar y encima estaba un espejo que ocupaba toda aquella pared, dándole un aspecto acogedor al espacio.

Ahora las fotografías estaban hechas pedazos, el papel fotográfico hecho jirones por lo que parecían navajazos, los marcos y los cristales hechos trizas y los pedazos esparcidos por todos lados.

El espejo estaba intacto pero había dos líneas de sangre sobre él, como si alguien hubiera pasado los dedos para manchar su límpida superficie.

El mueble tenía los cajones fuera de lugar y los objetos destrozados impedían su paso.

Alarmado, Albus se precipitó hacía las otras habitaciones, moviéndose con dificultad entre los objetos rotos.

La habitación de Thomas y Antara era la más cercana a la de su nieta y tenía la puerta cerrada. Albus trató de echarla abajo pero había algo que impedía que lo hiciera, por lo que hizo uso de su magia para deshacer la puerta.

Estuvo a punto de entrar impetuosamente a la habitación pero no tuvo que hacerlo para poder ver lo que pasó.

El rostro debajo de los ojos azules empalideció y Albus trastabilló un momento, agarrándose a la pared para evitar caer.

El cuerpo de Antara había estado apoyado en la puerta para evitar que se abriera y cuando él desapareció su soporte cayó hacía un lado.

Ella estaba muerta.

Albus sintió como si alguien lo hubiese golpeado y luchó por respirar, negándose a desfallecer. Su hija era la única persona en la habitación y era evidente que había subido a la habitación a tratar de resistir mientras su padre llegaba. Tenía el cabello cobrizo parcialmente quemado y muchas heridas a lo largo del cuerpo, producto de su lucha con la o las personas que la atacaron.

El charco de sangre que rodeaba a la mujer le hizo comprender a su padre que ella había muerto desangrada.

Albus sólo se tomó un momento para recuperar su fuerza y salió de allí para buscar a Thomas y a su nieta.

Había menos objetos rotos en aquel lado de la casa, lo que quería decir que Antara había tratado de huir a la habitación desde la otra escalera y se había aferrado al espejo para poder seguir caminando a pesar de la sangre que estaba perdiendo.

Después de la habitación de la pareja quedaba una gran pared y el giro hacía el ala oeste donde estaba el estudio de Thomas y la habitación de invitados. Albus abrió rápidamente la puerta de la habitación de invitados, donde siempre había dormido cuando visitaba a su hija, pero estaba vacía.

Destrozó la puerta del estudio de Thomas y encontró la misma destrucción que antes pero ninguna persona. Una de las ventanas tenía los ventanales astillados y una mano estaba firmemente agarrada del alfeizar.

El mago llegó hasta allí y al asomarse por la ventana pudo ver que Thomas era quien colgaba de la ventana. Lo agarró por el brazo y lo arrastró con cuidado hacía la habitación, haciendo espacio entre todos los objetos destrozados para situarlo.

El hombre apenas respiraba y tenía la consciencia por muy poco y Dumbledore empezó a examinarlo en busca de las peores heridas para poder estabilizarlo, obtener información y salvarlo, si era posible.

- Albus…- oyó la voz de Thomas mientras le quitaba el saco negro, dando paso a una camisa empapada en sangre.

- Thomas, no te muevas- ordenó con la voz tan calmada como pudo- Tengo que restañar tus heridas mientras podemos moverte.

- No… - dijo el hombre con el hilo de voz que le quedaba- Tienes que… Se llevó a Vic. Ayúdame, Albus.

Los ojos verdes del hombre lo miraban con una intensidad que llevó al mago a comprender en segundos lo que había sucedido.

-¿Quién?- preguntó inclinándose hacía él con la urgencia de su necesidad y el pánico que estaba tratando de controlar dentro de sí mismo compitiendo con su esperanza. Al menos ella estaba viva.

-Terence…- silbó Thomas con su último aliento- Terence Nott.

Albus se quedó helado un instante, mirando a Thomas, quien había cerrado los ojos por última vez.

¿Terence Nott se había llevado a su nieta?

El mago sabía que debía moverse y correr a resolver aquel problema pero sentía su miedo amenazando con paralizarlo. Siempre se había destacado por su capacidad para hacer frente a todas las crisis y a todos los problemas pero aquello era demasiado personal, demasiado horrible y él necesitaba un minuto.

Tenía que pensar.

- ¡Albus!- oyó una voz a lo lejos y se obligó a concentrarse en el sonido para no derrumbarse- ¡Albus!

Sintió a alguien arrodillarse a su lado y se volvió para ver. A su lado estaba Nicholas Flamel con el rostro distorsionado de angustia.

Tomó la mano que le ofrecía y se puso en pie, obligándose a poner toda su resistencia y fuerza de voluntad en lo que tenía que hacer.

-Terence Nott se llevó a Victoria, Nick. Necesitamos movernos. En este momento, la vida de mi nieta depende de nosotros.-

Agradeció a los cielos que Nicholas no pronunciara palabra alguna, sino que asintiera y lo acompañara. Entre los dos bajaron las escaleras hacía la planta baja, donde Bathilda se encontraba tratando de identificar lo que estaba pasando y arreglando lo poco que podían de lo mucho que había sido destruido.

- Elphias está arriba- informó Bathilda al verlos. – Albus, ¿Qué…?-

- Antara está muerta- dijo Dumbledore sin más explicaciones- Y Nott se llevó a Victoria, así que será mejor que vayas por Elphias, Bathilda, y vayamos a la Mansión de los Nott.-

Bathilda empalideció visiblemente pero asintió con valentía y fue en pos de Doge.

Al final, los cuatro se desaparecieron de aquella casa y aquella tragedia.

Tiempo después, Bathilda admitiría que el corazón de Albus probablemente se quebró por completo aquella misma noche.