Desde hace años que Jonia era un lugar tranquilo y pacífico. La invasión de Noxus dejo muchas marcas, pero poco a poco se iban superando. Llevaban 4 años de paz por aquel entonces y todos disfrutaron ese tiempo. Pero, lo que no nadie esperaba, es que pronto se acabaría, y no solo en Jonia. Un meteorito cayó del cielo, aterrizó en el océano de los guardianes. Una pequeña isla artificial había sido creada por un poderoso ser en tan solo 3 horas. Este ser era completamente desconocido, nadie sabía lo que era. Unos pocos se aventuraron a la isla, pero no volvieron con vida.
Este misterioso ser, envió a muchos de sus poderosos esbirros por alrededor de Runaterra. Tenían un poder increíble, costaba mucho eliminarlos y su poder, no era nada comparado al poder de su amo. Muchos pueblos fueron arrasados y muchas vidas fueron arrebatados. Muchos guerreros lucharon con todas sus fuerzas contra estos monstruos, solo los más fuertes han sobrevivido, pero, aun así, nadie era lo suficientemente fuerte como para luchar al rey. Por el momento.
La orden Kinkou, había escondido un orbe que, reunía el poder de un dios y el poder de un demonio. Desde la aparición de estos seres, la Orden Kinkou ha intentado dar con la persona adecuada para portar este poder, pero nadie era capaz de controlar ese poder, sus vidas eran arrebatadas tras el primer contacto en serio con la esfera. El mundo estaba llegando a su fin.
Llevaba tres días perdido en el bosque, sin saber donde iba. Desde que Jeff de 17 años se escapó de su casa, tras el continuo maltrato de sus padres, había podido sobrevivir con unos pocos suministros que había cogido de su casa, encontró diversos ríos donde pudo beber un poco de agua, había descansado unas 24 horas entre los tres días, aun así, estaba exhausto. Necesitaba algún lugar donde alojarse rápido, un lugar fijo, no quería seguir moviendo las piernas.
―¡Joder! Llevo caminando por tres días y este puto sol de los huevos no para de enfocarme a mí, su puta madre ―exclamó Jeff en voz alta.
A lo lejos, pudo ver un templo. Su día de suerte, solo debía de caminar 10 kilómetros más y llegaría.
Tardo 5 horas en llegar, ya se estaba oscureciendo. Comenzó a subir las escaleras poco a poco, no veía a nadie por el alrededor. Al llegar arriba, no había nadie vigilando la puerta.
"Que extraño" pensó.
Sin contenerse, entro en el templo sin vigilantes. Lo primero que vio, fue un amplio pasillo que iba a la izquierda, a la derecha y en frente. Aunque no hubiera guardias, las antorchas estaban encendidas. Pensaba que el templo estaba abandonado, pero al parecer no.
Decidió ir por la derecha y al segundo paso que dio, cayo dentro de una trampa. El chico gritaba mientras caía, pensaba que caería en un campo de espinas y que allí se acabaría su vida. Estuvo cayendo y gritando por un largo minuto, comenzó a ver una luz lila al final de la larga caída. Cada vez se iba acercando mas a ella, pensaba que este era su fin. Pensaba, pero en realidad, el destino le aguardaba una cosa diferente. Cayó encima de un orbe que emitía un color lila, aun con la gran caída, no había muerto, pero si recibió un gran dolor en el estomago que lo dejo sin respirar durante unos segundos. Miro a su alrededor y vio a dos personas, una chica como de su edad, de cabello rubio y ojos marrones, sorprendida con la inesperada llegada del chico, y un hombre musculoso, con pelo negro y corto y ojos azules, sentado con los brazos cruzados, aunque este no tenía ninguna emoción en su cara.
Cuando recupero el aliento, se dispuso a hablar―Ups, lo siento, parece ser que he llegado en un momento inoportuno, jeje.
Tras decir eso, la luz lila de orbe se hizo expandió hasta al punto de dejar a todos en la sala ciegos. Jeff, al momento de abrir los ojos, no notaba nada raro. La sala estaba igual, las mismas personas estaban igual, con el simple hecho que la chica estaba estirada en el suelo aún más sorprendida que antes, el musculoso hombre seguía igual.
―Oye, acabas de quedarte ciego por unos momentos y sigues igual, impresionante tio ―dijo Jeff.
Pronto se dio cuenta, que el hombre llevaba una gran cuchilla en su espalda, Jeff pensó que ahora sí, este era su fin, pero se volvió a equivocar. El hombre acercó la cuchilla lo suficientemente cerca para que el chico pudiese ver su reflejo. Se miro a el mismo en la cuchilla y comprobó que tenía su ojo izquierdo completamente negro y su pupila era roja, y su ojo derecho era de color lila y su pupila negra.
―Eh… Esto… ¿Disculpa, que acaba de pasar? ―preguntó el chico, extrañado por el color de sus ojos.
El hombre musculoso se levantó y le ofreció su mano, el chico la aceptó y se levantó con la ayuda del hombre.
―Mi nombre es Shen. Lider de la Orden Kinkou. ¿Cuál es tu nombre?
―Jeff, a secas.
Un hombre entro en la sala― ¡Maestro Shen, hay problemas! ¡Uno de los esbirros viene hacía aquí!
Shen asintió con la cabeza y volvío a ver a Jeff― Jeff, necesitamos tu ayuda, ahora mismo, te has convertido en un ser supremo, ahora eres un Semi Dios y un Semi Demonio a la vez.
―¿Qué cojones dices?
―No hay tiempo de explicar, vamos arriba o si no todos moriremos ―Shen se dirigió a la chica―. Albion, coge tu equipamiento y prepárate para luchar.
La chica se levantó rápidamente y se fue sin dejar de mirar a Jeff.
―Vamos Jeff, tenemos poco tiempo.
Jeff se quedo de piedra, no tenía ni puta idea de lo que estaba pasando. Siempre intentaba tomárselo todo con humor, pero esto no había donde tragárselo, así que dijo lo primero que le vino a la cabeza.
―Oye tio, ¿Qué clase de drogas tomas?
