He estado intentando escribir el capítulo final de mi historia "El Destino", pero no he podido negarme a escribir el inicio de otra historia y ver la acogida que tiene.
Aclaración: Los personajes pertenecen a CLAMP.
La Promesa
Prefacio
Syaoran entró apresurado a la habitación que compartía con su amante, el corazón le latía con fuerza, casi con prepotencia e intentaba salirse de su pecho con la rudeza de un guerrero. Miró la estancia y estaba todo pulcramente ordenando, las ropas en las gavetas y cajones, la cama estirada, los adornos expuestos en forma simétrica —tal y como a ella le gustaba—, en aquellos pomposos muebles de diseñador que él se había empeñado en comprar, para agasajarla; aunque eso jamás se lo había confesado.
Volvió a barrer la estancia con la mirada y hubo algo que no encajó, bajo uno de los cojines de la cama sobresalía el lomo de un libro que él no había visto jamás. Curioso, se acercó y lo tomó entre sus manos, lo volteó dispuesto a leer el título, pero se percató que había algo que impedía que aquel libro se cerrara por completo, enarcó una ceja y abrió en la página donde estaba ese objeto, que no era otra cosa más que un lápiz. Identificó la caligrafía de ella y se sentó en la cama aturdido por un presentimiento.
Sus ojos comenzaron a pasar sobre las líneas y las consonantes junto con las vocales fueron creando las palabras, que de a poco fueron clavándose como espinas en su espíritu.
Quien escribe estas líneas es un epítome de lo que debiese ser una persona, alguien que ya no tiene un lugar en este mundo, no en el mundo de Syaoran Li. Fui una estúpida al creer que podría valorar los sentimientos que siento por él. Que sentía por él. Sí, que sentía.
¡Oh, rayos! ¿A quién quiero engañar?
Sigo amándolo, y eso prueba que mi nivel de estupidez es de proporciones olímpicas. Me odio por sentir de esta manera, por no poder controlar esto. Me odio por no poder odiarte Li.
El corazón del hombre se contrajo y sintió que las manos comenzaban a sudarle. Su mirada se perdió en un punto indiferente de la pared, sus ojos se negaban a seguir leyendo lo que auguraba ser nefasto. Pero se obligó a continuar, buscó entre las líneas, hasta que situó su dedo índice justo en el reglón que había quedado.
Sí, Li. Ojala algún día pudieses leer estas líneas, pero sé que jamás volverás al lugar que rentaste para que fuera tu amante por una noche, una noche por la cual pagaste. La que te vendí por desesperación y lo sabes, era la vida de mi hija la que estaba en peligro y aún así no mostraste compasión.
Volvió a detenerse al notar que el temblor que veía en el libro, era producto de los espasmos que expresaban sus manos. Con los nervios multiplicados por mil, prosiguió y un hondo respiró inundó sus pulmones de aire.
Lo paradójico en este caso, es que te rogué porque me liberarás de mi parte del trato, no quería sentir que era sólo la culminación de un acuerdo, quería que fuese por el amor que yo siento (sentía) por ti. ¿Qué es lo paradójico? Simple, pagaste por algo que te hubiese dado sin necesidad de tratos estúpidos. Algo que pudo haber sido hermoso, pero que lo manchaste al ponerle esa connotación. No quería que mi primera vez fuese de este modo.
¿Te sorprende?
Quizás debí decirte que jamás había estado con otro hombre en la cama, pero ¿me hubieses creído? Por supuesto que no, tengo una hija y lo del espíritu santo no aplica por estos días. El origen de Misame es algo que prometí no contarle a nadie, pensaba contártelo a ti, pensaba romper la promesa y confiar en ti, manteniendo nuestra propia promesa, ¿recuerdas?, aquella de ser siempre honestos entre nosotros y ser felices juntos.
Te supliqué que me liberaras, que me dejaras no cumplir mi parte del trato, pero todo fue inútil, y pesé a que disfruté como jamás imaginé en tus brazos, saber que para ti no significaba lo mismo arruinaba la magia del momento. Pero todo se fue al diablo. Me lastimaste y me heriste de la peor forma que un hombre puede herir a una mujer y aunque tenga que sufrir las penas del infierno, no volveré a verte.
Me iré con mi orgullo herido, mi respetabilidad mancillada. Pero con mi hija sana y salva, gracias al tratamiento que tu dinero pudo pagar y gracias al amor que he intentado darle.
Te amo, Syaoran Li.
Quizás mañana pueda decir: Te amé, Syaoran Li.
Ahora sólo escribiré que el trato queda consumado y que fue un 'placer' hacer negocios con usted.
Sakura Kinomoto.
N/A: ¿Y, qué tal? ¿Merece la pena continuarla? Házmelo saber con un comentario aquí abajito.
Un Abrazo.
