Seido Kindergarten
Capítulo 1
El chico nuevo
Hola! Esta es mi segunda historia, nació gracias a los fanarts que hay en tumblr de los Daiya Boys como maestros y alumnos, así que quise hacer mi propia versión. Espero les agrade y si gustan dejar un comentario son bienvenidos.
Disclaimer: Ace of Diamond no me pertenece, es propiedad del gran y talentoso Terajima Yuji-sensei. Yo sólo hago esto con fines de diversión.
Advertencias: Universo alterno, OCs, arcoiris y ponys rosas(?)
Los músculos de la cara ya le dolían. Eso de estar sonriendo todo el tiempo no era lo suyo, definitivamente.
—Buenos días, Miyuki-sensei. —Arrastrado esa última palabra tanto como pudo, una de las muchas madres de los niños a su cargo le saluda coquetamente.
—Buen día, Narita-san. Espero que Aki-chan no haya olvidado sus libros esta vez.
—¿Libros? —La mujer se tensó un momento mientras parecía recapitular algunas cosas— Claro que los trajo consigo, incluso tomé su sugerencia sobre forrarlos con plástico para evitar que se maltraten.
—¡Eso suena bien! Andando, Aki-chan, ya es hora de empezar la clase. Hasta luego, Narita-san.
Apenas se dio media vuelta con la pequeña mano de la niña entre la suya, esa sonrisa de galán de telenovela se desmoronó dando paso a una mueca de hastío. Amaba su trabajo, en verdad adoraba ser maestro de preescolar y encargarse de la formación de todos esos pequeñitos que pasaban por su salón de clases, pero odiaba lidiar con algunas madres coquetas y descaradas.
Seido Kindergarten era una escuela ubicada al oeste de Tokio con tremenda calidad educativa que dejaba muy claro que a pesar de sus instalaciones sencillas y pequeñas no tenía nada que envidiarle a las grandes instituciones de enseñanza.
Kazuya Miyuki se desempeñaba como profesor titular hacía apenas seis meses, pero rápidamente ganó fama no sólo como un buen maestro sino por ser tan buen mozo. Las madres, casadas o solteras, solían casi suplicar que sus hijos fueran admitidos en la clase de Miyuki-sensei, pensando en que así tendrían una oportunidad de intercambiar algunas palabras con el castaño. Recién regresaba de unas vacaciones tomadas no por gusto sino por necesidad ya que se había enfermado, así que adaptarse nuevamente a esa bulliciosa rutina le estaba costando un poco.
—¿Tan temprano y ya estás de mal humor? —Yoichi Kuramochi, con su rebelde cabello peinado hacia arriba y enorme sonrisa, se apareció justo frente a él. Era el maestro de educación física y tenía buena mano con los niños aunque la pinta de vago diera otra impresión.
—Algo así, simplemente me molesta recibir tanta atención. —Kazuya se rascó la cabeza y desvió la mirada un tanto apenado. De haber sabido que ser maestro implicaba todo eso, seguramente hubiera optado por estudiar otra cosa. Tampoco es como si serlo hubiera sido su primera opción.
—¡Kyahahaha! —Kuramochi soltó una carcajada bastante ruidosa mientras le daba un golpecito amistoso en el hombro —Es culpa tuya por ser como eres, si no te hicieras al chico misterioso te aseguro que todas irían tras Chris de nuevo. Como sea, esfuérzate y piensa que la paga vale la pena.
Acomodando los lentes de marco grueso color negro sobre el puente de su nariz, Kazuya entró al salón en donde impartía clases. El lugar estaba decorado con papel tapiz color salmón y lleno de pizarrones de corcho para poder colocar los trabajos realizados por los niños, escritorios pequeños dispuestos en semi círculo frente a uno más grande se extendían por el lugar y varias estanterías contenían juguetes y material didáctico.
—¡Buenos días, niños! —Saludó enérgico.
Un coro de voces infantiles respondió de la misma forma y posaron sus ojos en él, expectantes de las instrucciones que les daría para ese día. Se dispuso a pasar lista de asistencia, tomando un folder de plástico de su escritorio y uno a uno los fue nombrando.
—Sawamura Eijun… ¿Eh? —Había un chico nuevo al final de la lista y él ni siquiera estaba enterado de que tendría a alguien más en su clase—Bien…al parecer tendremos un nuevo compañero pero no se presentó. Iniciemos de una vez, quizá mañana aparezca.
—Lamento interrumpir tu clase, Miyuki, pero este pequeño acaba de llegar y el director Kataoka me pidió que lo trajera contigo.
Chris Yuu Takigawa, maestro del tercer año, estaba parado bajo el marco de la puerta con un niño castaño junto a él.
—Eijun Sawamura, ¿cierto?
El chiquillo asintió enérgicamente con una enorme sonrisa en el rostro, pero los restos de lágrimas en sus ojitos eran señal de que había estado llorando, seguramente, al despedirse de su madre.
—Adelante, Eijun. —Con una mano en el bolsillo del pantalón y la otra sosteniendo la lista de asistencia el joven profesor lo invitó a pasar.
Eijun miró a Chris-sensei, quien le parecía tan alto y fuerte como un roble, y de despidió de él con la mano para adentrarse al aula.
—Es todo tuyo, Miyuki, cuídalo bien.
—Sabes que lo haré, Chris-senpai.
—Ya deja el senpai, somos compañeros de trabajo aquí y hace mucho que abandonamos la escuela. —Chris se dio la media vuelta para retornar a su salón. Esperaba que Kuramochi no estuviera teniendo problemas con sus niños pues eran un tanto rebeldes cuando no estaba.
—Bien, entonces vamos a presentarte ante los demás chicos.
Los niños miraban curiosos a quien sería su nuevo compañero, intercambiando miradas y murmullos entre ellos.
—Como ya oyeron, él será nuestro nuevo compañero. Se llama Eijun Sawamura, por favor trátenlo bien y sean amables.
Eijun posó sus enormes ojos color chocolate en todos y cada de uno de los niños, prestando especial atención en la niñita de cabello rosa que escondía medio rostro bajo el flequillo. Al lado de ella había un pequeño pelinegro que estaba a punto de quedarse dormido.
—Por favor siéntete como en casa, estaré aquí para cualquier cosa que necesites. Toma asiento junto a Haruichi.
—¡Harucchi! ¡Hola!—Eijun corrió hacia el único asiento vacío y se acomodó en él, colgando su bolso con forma de pelota de beisbol en el respaldar de la silla, saludando muy amistosamente.
—No se llama Harucchi, es Haruichi. Aprende a hablar. —Quien hizo esa acotación fue Shinji Kanemaru, un niño rubio con el ceño fruncido.
—¡Harucchi es Harucchi! ¿Verdad, Harucchi? Ella es feliz siendo Harucchi. —Inflando los mofletes se cruzó de brazos.
—Haruichi es un niño como tú y yo, Eijun-chan. —Hideaki Tojo se unió a la charla.
—¡¿Niño?!— Eijun giró la cabeza tan rápido que sus huesitos tronaron —¡Harucchi es un niño! —exclamó dándose cuenta de su error y quedando con la cara tan roja como un tomate.
—Haru…es un niño… —dijo el pelinegro, Satoru Furuya que sólo hablaba muy contadas veces.
El maestro se echó a reír pues hacía tiempo que no se armaba tal alboroto en su clase y al parecer ese chico nuevo Eijun llegó para revolucionar todo. Luego de recuperar la atención de sus alumnos se dispuso a dar inicio a la lección que tenía preparada.
—¿Pasa algo, Eijun-chan? —Se acercó al niño que sólo miraba la hoja de papel con desdén mientras torcía los labios en una rara mueca, asemejando a un piquito de pato.
—Eijun no sabe cómo dibujar a su papi… —Sus ojos color miel se aguaron.
—E-espera, Eijun-chan, no vayas a llorar. —Tragó grueso, pues se ponía muy nervioso cuando los niños lloraban y no sabía cómo calmarlos. Acarició con suavidad y algo de temor los castaños cabellos del pequeño en un intento de reconfortarlo—¿Por qué no sabes cómo dibujarlo? Sólo piensa en cómo es, es alto o bajo, fornido, sonríe mucho o siempre tiene las cejas muy juntas, como enojado.
—Esa es mamá. Mi mami siempre parece molesta pero es buena. —Giró el rostro y observó el dibujo de Haruichi con tristeza. El pelirrosa había trazado una silueta que no parecía un papá, pero al menos tenía algo —Papá es… —Hizo una larga pausa meditando la respuesta. A su mente vino la imagen y la sonrisa traviesa de un hombre y entonces dijo: —Papá tiene el cabello del color del sol y ojos como el cielo.
—Bien…entonces vamos a dibujarlo. Le pasó los crayones de cera amarillo y azul para que pudiera ponerle los detalles.
Eijun empezó a hacer trazos por aquí y por allá hasta que se sintió satisfecho. Su mami seguramente se pondría muy contenta cuando le mostrara el dibujo. Las horas pasaron hasta que llegó el momento de salir al receso para que los niños pudieran jugar.
—Oye, Miyuki, estamos organizando un partido de futbol con los niños de tercero, ¿alguno de tus chicos quiere jugar?
Kuramochi preguntó bastante alegre sosteniendo un balón algo gastado. El futbol no era su deporte favorito pero le gustaba lo suficiente como para disfrutar jugándolo, así que armaba juegos rápidos entre los alumnos durante el receso.
—¡Eijun quiere jugar! —Corrió tan rápido como pudo hasta quedar a los pies de Kuramochi.
—Vaya, y tú ¿quién eres?
—Es un alumno nuevo, Chris lo trajo esta mañana.
—Ya veo. Entonces bienvenido a Seido.
El juego dio inicio en el pequeño patio que tenían, con los niños alrededor apoyando y los dos equipos dando lo mejor de sí mismos. Kuramochi observaba con creciente interés al pequeño Eijun, había algo familiar en él, algo que no lo dejaba tranquilo pero no conseguía decidir qué era.
—¡Ei-chan, anota! —El siempre calmado Haruichi estaba gritando a todo pulmón.
Eijun corrió para patear el balón pero sus cálculos fallaron y terminó por perderlo. Hizo tremendo berrinche al fallar ese tiro y corrió hacia Chris, quien le provocaba una sensación de confianza tremenda, abrazándose a sus piernas.
—Parece que tu nuevo alumno es igual de malo en el futbol que tú, eh Miyuki.
—No soy tan malo.
—Eres pésimo, admítelo.
Continuaron platicando un rato más mientras esperaban la hora de volver al aula. El resto de la clase transcurrió con relativa calma, se la pasaron cantando rondas infantiles y charlando sobre trivialidades. A Miyuki le gustaba escuchar hablar a sus alumnos no sólo para detectar algún problema que pudieran tener, sino par ayudarlos a que adquirieran confianza expresándose libremente.
—¿Dónde vivías antes, Eijun-chan? —Tojo, con la cabeza recargada sobre las manos, preguntó con curiosidad.
—¡En una casa grande frente al mar! —Hizo ademanes con las manos para ejemplificar el tamaño—Eijun, mamá y…y…
—¿Papá?
—¡Sí! Eijun, mamá y papá. Los tres vivíamos lejos, en otra ciudad, pero papá ahora tiene un trabajo nuevo, así que mamá y Eijun lo acompañaron para que no se sienta solito.
—Así que otra ciudad. ¿Cómo se llaman tus padres, Eijun? —Al menos quería saber para saludar correctamente cuando los viera.
—Mamá se llama…
—Lamento interrumpir, pero han venido a recoger a Eijun anticipadamente. Por ser la primera vez hicimos una excepción, así que puede irse temprano. —La psicóloga de la escuela, Takashima Rei, se asomó con una sutil sonrisa.
—¡Papá vino por mí! —Eijun se puso de pie y descolgó su mochila a toda prisa, corriendo desesperado y feliz hacia la mujer de lentes —¡Adiós, Harucchi! ¡Adiós, Miyuki-sensei!
—Nos vemos.
Ese pequeño remolino le causaba una agradable sensación en el pecho más que cualquier otro alumno que haya tenido antes. Era extraño, muy extraño pues apenas tenía un día tratándolo pero sentía que lo conocía de antes, de alguna otra parte. Quizá sólo era su imaginación o la nostalgia que le provocaba su apellido.
Sawamura… ¡Ah, cuántos recuerdos venían a su mente con sólo mencionarlo!
En la puerta de la escuela un hombre alto y fornido esperaba ocultando la mirada bajo unos lentes de sol. Apenas vio a Eijun esbozó una sonrisa y se hincó en el piso, abriendo los brazos para recibirlo.
—¡Viniste por mí!—El chiquillo se lanzó a sus brazos para abrazarlo fuerte ¿Dónde está mamá?
—Mamá no pudo venir, pero está esperando en casa con un rico almuerzo…o algo así.
—Gracias por escoger nuestra escuela, Eijun obtendrá la mejor educación posible. Por cierto, es un gusto verte otra vez.—Takashima hizo una pequeña reverencia con la cabeza, alegrándose de volver a ver a aquel muchacho convertido en todo un hombre.
—Lo mismo digo.
Miyuki, por curiosidad, se asomó por la ventana para ver al famoso padre recoger a su retoño. Y cual no fue su sorpresa al encontrarse con una cara familiar, muy familiar.
—Mei…Narumiya…
Seguramente era un error, Mei no podía ser el padre de Eijun porque tenían apellidos diferentes…sobre todo porque solo conocía a una persona cercana al rubio que ostentaba ese apellido y era alguien de quien él jamás había podido olvidarse.
Gracias por haber llegado hasta aquí, espero la lectura haya sido de su agrado :) ¡Hasta la próxima!
