I: Encuentro

El frío nocturno caía sobre la ciudad como un oscuro manto de escarcha, tétrico y ensombrecido, como llevaba siendo durante meses. Por un callejón, el tenue susurrar del cuero rojo acompaña los elásticos pasos del corpulento joven que sigue un rastro de sangre, invisible para todo aquel que no sepa lo que está buscando. La sangre es verde, y su dueño, un demonio. Dante Sparda alzó la vista del suelo para oler el aire y susurrar, más para si mismo que otra cosa:

-No puede andar muy lejos este hijo de puta…

Al fondo, en el extremo del sombrío callejón, una sombra pasó como una exhalación. Parecía perseguir a alguien, y de la sombra sólo se vio el amplio vuelo de una gabardina negra. A los oídos del cazador de demonios llegó el tintineo metálico de armas, y la respiración acelerada de alguien perseguido.

Dante se fijó en ello, y aceleró el paso hasta llegar al final del callejón para ver por donde habían ido las dos sombras que había visto pasar.

-Joder… espero que no sea ese hijo de perra que haya aprendido a volar… Si no me pienso cagar en su tumba… por hacerme correr…

Echó a correr ágilmente, siguiéndoles, y acertó a ver la gabardina negra desaparecer en la boca de otro callejón. Un corto alarido hendió la noche, y fue rápidamente acallado, bruscamente, por el seco sonido de un disparo hecho con silenciador, que fue captado por los aguzados oídos del semi demonio.

Dejó de correr y caminó de manera normal hasta allí, abriendo su gabardina roja con un seco movimiento para desenfundar dos grandes pistolas, una negra y otra plateada, de su cinturón. Las sacó con lentitud y las sostuvo en las manos en prevención de lo que hubiera allí, apuntando al cielo, con los brazos pegados al cuerpo y los codos flexionados, haciendo ruido con sus enormes botas al pisar los charcos de la lluvia caída recientemente. Con cuidado entró en el callejón, y se detuvo.

En el callejón vio a una mujer, bastante alta, de espaldas a él, vestida completamente de cuero negro. La gabardina que había visto era la suya. A los pies de la mujer yacía un cadáver con un balazo en la frente y un pequeño hilo de sangre saliendo de la herida. En la mano de la mujer, que al estar entre las sombras estaba medio oculta, había una beretta plateada, con un silenciador acoplado al cañón, aún humeante. Al escuchar sus pasos, ella se giró, saliendo a la luz, escrutándole con la mirada atentamente.

Era más una niña que una mujer, su rostro tenía rasgos muy dulces pero ahora aparecían duros y fríos, muy serios. Sus ojos azules revelaban mucho y poco a la vez, fríos como la misma escarcha, inmutables. Dante la observó de arriba abajo, evaluándola. A pesar de parecer tan joven, se notaba a la legua que era peligrosa. Alta, mediría como 1,75 u 1,80, con una larga cabellera rubia de hermosos bucles dorados en varios tonos, con mechones más cortos enmarcando desenfadadamente su hermoso rostro. Poseía una belleza sobrenatural, seria, perfecta, pálida y etérea como una estatua de mármol. Y le miraba con expresión pétrea, enarcando una perfecta ceja en ademán interrogativo. No le apuntó con la pistola.

Dante ladeó el rostro desde su 1,90 de altura, secretamente complacido de que ella tuviera que alzar la vista levemente para mirarle, y olfateó levemente, sin apuntarla tampoco.

-¿Y tú de dónde sales¿Eres una niña salida del reformatorio con ganas de venganza? – sonrió seductoramente, riendo por lo bajo, señalando con la cabeza el cadáver.

Los rojos y sensuales labios de la chica no amagaron ni una sonrisa, pero sus ojos azules brillaron por un instante con diversión, contagiada por el tono de chanza del cazador.

-¿Y tú¿Eres un tío salido del psiquiátrico con ganas de palmarla?

Dante sonrió. Esa chica le caía bien. O mejor debería decir 'esa vampira'… Guardó a Ebony y a Ivory en sus fundas con ágil movimiento y se acercó lentamente, pasando por su lado. Con el dedo índice de la mano izquierda tocó la frente de la chica, notando complacido su calidez a pesar de que era muy pálida, empujándola levemente.

-No acostumbro matar vampiros, pero no descarto la posibilidad, niña…

-¿Y cómo sabes que soy un vampiro? – ella no pareció molesta por el gesto, sino que le siguió con la mirada cuando él se agachó junto al cadáver para inspeccionarlo.

-Hueles a sombras… y a sangre, pero tan levemente que llama a engaño… Diría que descuidas tu alimentación, o que por lo menos no bebes sangre 'viva'¿me equivoco? – alzó su mirada azul, con ese brillo sobrenatural que le delataba, hacia ella, maravillándose de nuevo de la serena y calmada belleza de esos ojos que le observaban.

-No. No te equivocas. – ella se negó a explicar más, y él no insistió, pero mentalmente le anotó un punto más. Tomó al hombre del cuello de la camisa y lo levantó para poder inspeccionar sus bolsillos. Nada. El capullo o sabía hacer bien su trabajo, sin llevar identificación, o era un redomado gilipollas. Alzó de nuevo la mirada hacia ella, que le observaba con diversión, y antes de que preguntara, respondió.

-Era un ghoul. Llevo siguiéndole toda la noche para estar segura de que era el que buscaba. Trabaja para un vampiro, se ocupa de secuestrar gente para llevársela a su Amo. Merecía morir.

Dante asintió. Otro punto. Conciencia en un vampiro… Interesante.

-¿Sabes quién era?

Ella esbozó una sonrisa de medio lado, que embelleció de manera increíble su ya de por si hermoso rostro. Le mostró un paquete de tarjetas primorosamente adornadas.

-Edgar Smithson, abogado, del bufete de abogados Hagen y Smith. Trabajan para SwordCo.

El semi demonio asintió de manera ausente. SwordCo… una empresa controlada por vampiros, más concretamente por vampiros pertenecientes al Sabbat, la facción digamos, 'más mala' de los vampiros. Interesante, ya que no se conocía que tuvieran sucursal en Nightbeach Port.

Miró el limpio agujero justo en el centro de la frente del muerto.

-Buen tiro.

-Gracias.

-¿Vas a ir al bufete?

-Ahá.

Dante se levantó, sacudiéndose la gabardina con algo de chulería. Pasó por su lado para salir del callejón y dirigirse a su Mustang rojo ocre, rozándola al pasar.

-Pues a ver quién llega antes.

La rubia vampiro enarcó una ceja y salió también del callejón, tomando la dirección opuesta, sin responder.

El cazador llegó junto a su coche y se dejó caer pesadamente en el asiento del conductor mientras metía la llave en el contacto y arrancaba. Antes incluso de que cerrase la puerta, el potente motor se había puesto en marcha, y el coche rodaba calle abajo en dirección a su destino. Se saltaba semáforos sin cuidado alguno, deslizándose sobre el asfalto sin ruido alguno del motor trucado, amparándose en la soledad de las calles por la noche debido al mal tiempo.

Cuando llegó al edificio vio con algo de sorpresa que ya había allí una moto apoyada contra la pared, negra y plateada. Bajó del Mustang con tranquilidad y se acercó para inspeccionar la moto. Una vaharada de perfume le envolvió mientras se acercaba, y lo identificó como perteneciente a la vampira. Sonrió. Para llegar antes que él había tenido que conducir como el mismo Diablo… Decididamente, esa chica se había ganado otro punto.

Alzó la vista hacia los ventanales cuando un leve fogonazo de luz atrajo su atención. Un disparo. Y a ese le siguieron varios más. Todo en silencio. Excepto por el pequeño grito que fue sofocado bruscamente, con el inaudible crujido (inaudible para todo aquel ser no sobrenatural, por supuesto) de un cuello partido. Frunció levemente el ceño, murmurando para si.

-Seguro que sabe ser más sutil, por favor…

Su sexto sentido le avisó, y miró a su alrededor con disimulo, olfateando levemente. Se giró con lentitud para ver a un demonio menor, una especia de león verdoso con tentáculos en la boca, enorme, que se encontraba encima de su adorado Mustang.

-¡Pero será cabrón!

El demonio, que no se veía en el plano normal, sino en los otros seis planos sobrenaturales (Apunte: la realidad tal y como la conocemos es sólo uno de los siete planos. En los otros seis habitan cosas que pululan por ahí pero que los humanos no ven) se materializó y extendió sus tentáculos hacia Dante, que le esquivó ágilmente mientras desenfundaba a Ebony y a Ivory. De un vistazo constató que el demonio tenía una herida de mal aspecto en el vientre de donde salía abundante sangre verde que humeaba. Bien, la presa le había encontrado a él.

En ese preciso momento, la vampira rubia salió del edificio, y se detuvo en mitad de la acera, con expresión de sorpresa al ver el panorama. Pareció que su primer impulso era largarse, pero en vez de hacerlo, sacó de debajo de la gabardina una enorme escopeta que parecía llevar sujeta a una de sus largas piernas, apuntó al demonio, y sin inmutarse ni pensárselo ni un segundo, le descerrajó un tiro.

En el corto lapsus de tiempo que transcurrió desde que ella sacó la escopeta y disparaba, Dante la miró, y sus ojos se cruzaron con los de ella. El semi demonio se sorprendió un poco al leer en esos ojos azules que ella sabía que con ese disparo no iba a conseguir nada, ni siquiera que el demonio se riera del ridículo intento, pero aún asi lo hacía. No tuvo tiempo de meditarlo más, ya que el demonio dejó de intentar alcanzarle y volvió inmediatamente su atención a la vampira cuando la bala se alojó en su cuello. El enorme león rugió en un tono muy muy bajo, casi ultrasonido, que hizo que a ambos, vampira y semi demonio, les dolieran los oidos.

Dante aprovechó la distracción para arrojarse a un lado y disparar repetidamente al demonio, 16 balas impactaron en el objetivo, haciendo que la sangre verde saltara. El demonio cayó al suelo sobre un costado, exhalando casi inmediatamente su último suspiro. Pero la sangre había caído sobre el Mustang, manchándolo de motitas verdes que humeaban, y Dante guardó las pistolas con enfado.

-¡JODER!

La vampira miró el demonio con expresión pétrea, después miró el Mustang, y por último miró a Dante, con una tenue media sonrisa, apenas tensando la comisura de los labios.

-Vas a necesitar un trapo muy grande para limpiar eso… si no te agujerea el coche.

Dante le dedicó una sonrisa que duró apenas un segundo, y se acuclilló junto al demonio para comprobar que estuviera muerto.

-No me quedaría aquí mucho tiempo, se descomponen con mucha rapidez… y huelen peor que los muertos. – la miró con intención mientras cogía la solapa de su gabardina con dos dedos y la acercaba a su boca para hablar en voz baja por un micrófono oculto.

Ella en ese momento acercaba su moto, una imponente Harley Davidson Sportster 883 53c, realmente preciosa. No hizo caso a la pulla mientras subía a la moto, pero mantuvo ambas botas en el suelo.

-Bueno, ya que no necesitabas mi ayuda de todas maneras, me largo… aún me queda un vampiro que matar antes de que salga el Sol.

Dante se incorporó y se acercó a ella, apoyando una mano en el manillar, admirando la hermosa moto y mirando disimuladamente a su ocupante.

-Si… tú acaba con los tuyos, que yo acabaré con los míos… Un vampiro que caza vampiros y un demonio que caza demonios… Interesante.

Ella apoyó ambos codos en el manillar, mirándole a los ojos, con una leve expresión de divertida ironía en su bello rostro que la hacía aún más irresistible y misteriosa para el curtido cazador.

-Buena combinación.

-Letales. – Dante esbozó una media sonrisa de niño malo.

-Solitarios. – ella correspondió con un levísimo asomo de sonrisa, pero sus ojos siguieron tristes.

-Aguerridos… - Dante bajó la voz cómicamente, aguantando la risa.

-Fin del anuncio. – ella sonrió encantadoramente, divertida.

Los dos se miraron y soltaron una carcajada a la vez. Dante anotó un punto más en su lista mental. Su risa era tan encantadora como toda su rubia persona. Y ese aura de misterio… deliciosa. Sonrió para si mismo, pensando que la curiosidad mató al gato. Pero el gato tiene siete vidas… y un demonio aún más.

Abrió la boca para decir algo más, pero el sonido de un inmenso camión de la basura le interrumpió. El camión aparcó junto a ellos, y de él bajó un chico, muy joven, y de aspecto totalmente normal y humano… Bueno, normal, llevaba unas pintas de gótico impresionantes, pero era en verdad atractivo. Miró extrañado a la rubia vampiro y luego se dirigió a Dante después de devorar la imponente moto con la mirada.

-¡Tío¿Ya te has cargado a otro¡Como apesta!

Dante sonrió y asintió, pero no se apartó de la moto.

-Si, Mike… anda, ocúpate de él, que no lo vea ni Cristo.

El joven suspiró.

-Siempre tengo que encargarme yo de la mierda que vas dejando por ahí… manda huevos.

Comenzó a sacar materiales del camión, y tras envolver el cadáver en una red, logró subirlo a rastras a la plancha elevadora. Luego accionó el mecanismo, y el cuerpo del demonio desapareció en la trituradora de la caja del camión, mientras él se apoyaba en un costado, silbando. Después sacó una manguera y empezó a limpiar el desastre, rezongando algo sobre la limpieza, y mojó por entero el Mustang para quitar las motas de sangre verde de la carrocería.

Dante miró a la vampira de nuevo, sonriendole.

-No me has dicho tu nombre.

Ella sonrió, ladeando su rostro con descaro.

-No. No te lo he dicho. Ni tú me has dicho el tuyo.

-Dante. ¿Nos veremos otra vez?

Ella enarcó una ceja y sonrió aún más.

-Michelle. Seguro que nos volvemos a ver.

Sin más arrancó, y la potente moto rebasó a Dante y desapareció por la esquina del callejón.