-Este drabble forma parte del #retodeescritura del grupo Amolad fandom hispano (español)

Los personajes son propiedad de Snipster


Un suspiro escapó de sus labios una vez que bajó del taxi que lo había llevado a su nuevo hogar. Leo Spindler dirigió su mirada esmeralda al descuidado edificio de departamentos ante él. No quería entrar pero no es como si tuviera otra opción, después de todo él se había ido de casa para nunca volver. La mano que sujetaba su improvisada maleta tembló levemente al recordar a sus padres, esas personas que decían que lo amaban y sin embargo lo habían echado a la calle en cuanto se habían enterado de la verdad: a Leo le gustan los hombres.

Un nudo apareció en la garganta del joven mientras un par de lágrimas rebeldes recorrían sus mejillas. Leo las limpió apresuradamente, se había prometido no llorar, no les daría la satisfacción. De pronto, como si el clima se hubiera sincronizado con sus sentimientos, empezó a llover. Era una llovizna leve y lastimera, que comenzaba a mojar su cabello lentamente. Bueno, ahora nadie se daría cuenta que estaba llorando.

Si tan sólo le hubieran dicho, unas horas antes, de que pronto estaría solo, llorando bajo la lluvia, a punto de entrar a un destartalado y sucio departamento porque sus padres lo repudiaron, no lo hubiera creído. Él había tenido la firme convicción de que sus padres lo iban a aceptar tal y como era.

-Mamá… papá… tengo algo muy importante que decirles-Estaban a la mitad de la cena y él no podía aguantarlo más, había estado callando esos sentimientos por años y ahora por fin había reunido el valor para decirlo- soy gay.

Sus progenitores se quedaron en silencio, estupefactos, contemplando a su único hijo como si fuera un desconocido. Entonces su padre estalló en cólera, él no permitiría que un marica viviera bajo su propio techo, su madre había roto a llorar, culpándose por su hijo "desviado". Ambos le habían ordenado que se fuera y que no volviera hasta que "recuperara la razón".

Las últimas palabras de sus padres herían como si fueran dagas. Estaba solo, nadie lo quería en ese barrio perdido, era sólo un desconocido más. ¿A quién le importaba si él desaparecía para siempre? Su mirada se dirigió a los autos que pasaban a su lado. Tal vez era momento de terminar con todo.

-Ya no quiero vivir-su voz sonó entrecortada por el profundo dolor que lo embargaba y dio un paso al frente. Todo ocurrió muy rápido, un brillo de luz lo iluminó y se escuchó el chirrido de los frenos contra el pavimento mojado, pero el impacto nunca llegó.

-¡Cielos!- Un ángel muy bien vestido había bajado del flamante auto que casi lo atropella, su cabello negro con mechones rubios se estaba mojando cuando se acercó a él- ¿Estás bien?

En ese momento sus miradas se cruzaron y el tiempo se detuvo. Una sonrisa tímida apareció en los labios de Leo mientras un suave sonrojo coloreaba las mejillas de Des Aeva. Tal vez el nuevo vecindario era más interesante de lo que había imaginado.