Si cuando sacaron a Sophia del hospital psiquiátrico alguien le hubiera dicho que su vida llegaría a ser tan infeliz, probablemente se habría regresado a su cuarto con ventanas selladas y se habría echado en su cama a esperar la muerte. Había llegado el día de marcharse a Malfoy Manor, y estaba más que dispuesta a arrojarse desde el segundo piso de la casa Tonks con tal de no ir.
Durante la semana que pasó en casa de los Tonks, Sophia se la pasó recostada en su cama como si fuera una inválida. Los únicos momentos en los que se levantaba era para hacer sus necesidades y para tomar un baño, y su tía tenía que ayudarla en ambas ocasiones.
La tía Andromeda la atendía, le llevaba su comida, le daba sus pociones y le cambiaba sus vendajes. Tío Ted llegaba en las tardes a contarle chistes y a darle dulces sin que su tía se diera cuenta, y Dora pasaba de vez en cuando a jugar naipes explosivos o a leer revistas de adolescentes. En cuanto a su guardián, pues... no lo vio para nada durante la semana con los Tonks. Ojalá se hubiera quedado así.
Un ruidoso 'crack' se escuchó en el jardín trasero de los Tonks. Cuando salieron a ver, se encontraron con un pequeño duende parado ahí, mirándolos con temor. Su cara y enormes orejas estaban manchadas de hollín, al igual que la pequeña funda de almohada que cubría su cuerpo.
—Sophia Black —susurró el duende mirando a la azabache con sus grandes ojos llenos de lágrimas—. Dobby esperó toda su vida por conocer a la gran nædàr. Es el mayor honor que Dobby a tenido en su vida.
Sophia se acercó hacia él y extendió su mano para saludarlo, pero el pequeño lanzó un grito antes de echarse al suelo a llorar, balbuceando que no era digno y que merecía ser castigado.
—Dobby es un elfo doméstico, Sophia —le explicó tío Ted parándose junto a ella—. No hace mucho, todos los elfos eran tratados como esclavos por sus amos. Al parecer los Malfoy continúan con esa vil práctica con sus elfos.
El cuerpo de Sophia se tensó por completo. Si los Malfoy trataban así a seres que les servían, no quería ni imaginarse lo que le harían a quienes les "molestaran". Debía de andarse con cuidado las siguientes dos semanas.
Les tomó unos minutos calmar a Dobby y convencerlo de que no tenía por qué castigarse a sí mismo, pero al final tía Andrómeda y su voz suave lograron hacer que el elfo saliera de su pequeña crisis.
Tío Ted se acercó a Sophia para despedirse y le entregó una pequeña maleta donde estaban sus cosas personales, como su cepillo y ropa interior. La semana pasada recibieron una nota de Narcissa, en la que le decía que no se molestara en empacar ropa, le había comprado "algunas prendas" para su estadía.
Sophia abrazó a sus tíos y a Tonks, quien le pasó un par de bombas fétidas sin que la tía Andrómeda se diera cuenta.
–No puedes ir desarmada a la casa del enemigo, tercera regla de ojoloco.
—Si la gran Sophia Black está lista para partir, Dobby llevará a la gran Sophia Black a la mansión de sus amos —dijo el pequeño elfo cuando dejó de llorar.
—De acuerdo —resopló Sophia sujetando su maleta con una mano y extendiendo la otra para tomar la de Dobby, pero el elfo se agachó e intentó tomar su zapato— ¿Oye, qué haces?
—Dobby no es digno de tocar la mano o las ropas de una bruja, Sophia Black, señorita. Un elfo debe tomar el pie de un mago cuando lo aparece, tiene que hacerlo con su mano más limpia y tiene que quemarse las manos como castigo por haber tocado un objeto de un mago.
—Dime, ¿los Malfoy son los únicos que te dan órdenes, o puedes obedecer me a mí también? —preguntó Sophia enojada.
—¡Dobby estaría honrado de obedecer a la pequeña gran Sophia Black! —respondió el elfo moviendo sus enormes orejas.
—Entonces te pido que no le digas sobre esto a ningún Malfoy —dijo tomando fuertemente la mano del elfo—, y no puedes auto castigarte ni pedir que te castiguen, ¿entendiste?
Dobby la miró como si estuviera a punto de llorar, su cuerpo entero temblaba y su mirada iba de sus manos unidas al rostro sonriente de Sophia una y otra vez, hasta que al fin levantó su mano libre y chasqueó los dedos.
La mansión de los Malfoy era tan inmensa que más bien parecía un castillo. Tenía como cuatro pisos de alto, grandes ventanas en los muros pintados de verde oscuro y el na gran puerta negra al frente. Estaba rodeada por un gran terreno, delimitado por una reja enorme cubierta de enredaderas.
Aún así, Sophia prefería la pequeña cabaña de los Tonks en Rickman. Al menos allí no había gente pomposa y estirada como los Malfoy.
—Si la señorita Sophia Black siguiera a Dobby, Dobby la llevará a la entrada —dijo el elfo señalando el camino.
Sophia lo siguió por el camino de piedra que iba desde la reja de entrada hasta la puerta. A medida que se acercaban, Sophia pudo ver pequeños detalles que no vio antes, como que las ventanas estaban cerradas, y no se podía ver hacia adentro.
El interior de la mansión era tan grande y lúgubre como su exterior. Las paredes eran de un verde un poco más claro, pero seguía siendo opaco, y las cortinas de todas las ventanas estaban cerradas, por lo que no había mucha luz adentro.
Dobby la guió por in par de pasillos hasta que llegó a un salón bastante grande, pero que sólo tenía un pequeño juego de sala. Allí estaban centrados Lucius, Narcissa, Draco y otra mujer.
—Vaya, vaya, parece que nuestra invitada ha llegado —dijo Lucius haciendo un gesto con la mano para que se acercara—. Te esperábamos con ansias, Sophia. En especial Draco.
Sophia miró a Malfoy Jr, quien tenía su mirada puesta firmemente en su taza de té.
—Me parece que no conoces a la abuela materna de Draco —dijo señalando a laujer desconocida, quien la miraba con desdén—. Esta encantadora dama es Druella Black, madre de Narcissa.
La mujer era bastante parecida a Narcissa, misma altura, misma forma de la cara y mismo color de ojos. La única diferencia era que la mujer era castaña, aunque tenía varios mechones blancos. Además estaba más arrugada que Narcissa.
—Hola —saludó Sophia, sabiendo que su falta de modales haría enojar a los Malfoy.
—Te pareces demasiado al vago de tu padre —escupió Druella mirándola de arriba abajo—, y no solamente en el físico. Eres tan irrespetuosa, grosera y desaliñada como él. Me tomará todo el verano corregirte.
—¿Disculpa? —exclamó Sophia con incredulidad— Yo no necesito que nadie me corrigia.
—¡No hables si no se te ordena que lo hagas, jovencita! Además, tendremos que hacer un plan de alimentación. Un poco más y tendremos que vestirte con las sábanas.
Sophia frunció el ceño molesta. ¿Qué era lo que se traía todo el mundo con su peso? Primero el Hufflepuff de la enfermería y ahora Druella. ¡Ella no estaba gorda, joder!
—Y mira esos harapos. ¡Pareces una sangre sucia!
Sophia no entendía que tenía que ver su ropa con todo eso. Iba vestida igual que siempre. Pantalones, camiseta, zapatos deportivos y una chaqueta marrón.
—Pues si quieres quitarme esta ropa prepárate para perder un par de dedos —la amenazó Sophia, recordando la última vez que alguien intentó quitarle su chaqueta.
La cara de Druella se puso totalmente roja.
—¡¿Cómo te atreves a hablarle a una dama de mi categoría de esa forma?! Muchacha insolente...
—Discúlpate con la tía Druella, Sophia —exigió Lucius con los ojos brillando de furia.
—Jamás. Y esa tipa no es mi tía.
Sophia no sabía de dónde sacaba las agallas para hablar así. Una cosa era hablarle así a Draco y el resto de niños insoportables en Hogwarts, pero era muy diferente insultar a magos adultos a la cara. Los adultos podían usar magia peligrosa contra ella. En especial los Malfoy.
—Entiendo que tu educación con los... Tonks haya sido tan pobre en cuanto a modales y respeto a tus superiores se refiere, Sophia, pero te advierto que las personas civilizadas nos comportamos de forma muy diferente a...
—Yo no veo ninguna persona civilizada aquí, tía Luci —interrumpió Sophia casi en automático—. Y no te atrevas a insultar a los Tonks.
—Tú no me das órdenes a mí, muchachita estúpida —siseó Lucius metiendo su mano en el bolsillo.
Rápidamente, Sophia sacó su varita y la apuntó hacia Lucius, quien la miró con una sonrisa burlona.
—¿Qué crees que vas a hacer, niña tonta? ¿Lanzarme un par de chispas a la cara? Igual que tu padre, siempre corriendo a pelear batallas que no podría ganar...
—¡Mocomurciélago!
Sophia miró entre asqueada y divertida como salía una cascada de mocos por la nariz de Lucius.
Narcissa corrió al lado de su esposo con un pañuelo en la mano, pero por más que intentaron, los mocos no dejaron de salir. Sophia nunca estuvo tan agradecida con los gemelos por enseñarle aquel hechizo.
Druella intentó llamar a los elfos, pero ninguno contestaba. Sophia pensó que tenía que ver con Dobby, quien había desaparecido en cuanto entraron al salón.
Sophia trató de no reír muy fuerte. Algunas heridas aún seguían cicatrizando, y su cabeza le dolía cuando se esforzaba de más.
—¡Haz que se detenga! —exclamó Draco al ver que ni su madre ni su abuela lograban detenerlo.
—Lo siento, Dragoncito —dijo Sophia sonriendo con inocencia—, pero no conozco el contra hechizo.
Draco intentó sacar su varita, pero Sophia fue las rápida, tomando su brazo con fuerza.
—Ah, ah, ah. Yo no haría eso si fuera tú, Dragoncito, a menos que quieras acabar como papi.
Draco la miró aterrorizado por un momento, antes de sonreír y empujarla con fuerza haciéndola caer sentada.
—Tienes cinco segundos para detener esto —siseó Druella apuntando a Sophia en la cara con su varita.
Sophia miró la varita de Druella. Si no hacía lo que le decía, sólo Merlín sabía lo que está urraca amargada sería capaz de hacer, pero si lo hacía... Si lo hacía significaba darse por vencida y someterse a la voluntad de los Malfoy.
—Dame tu mejor golpe, anciana.
Los ojos de Druella se entornaron peligrosamente.
—Tú te lo buscaste. ¡Crucio!
Un chorro de luz roja salió de la varita de Druella, dirigido justo al rostro de Sophia, quien por instinto cerró los ojos y trató de cubrirse con las manos, olvidando por completo su varita.
Esperó el impacto.
Y esperó.
Y esperó.
Sophia abrió los ojos con temor, pero el miedo fue reemplazado por asombro al ver un enorme escudo de luz azul frente a ella, bloqueando el hechizo de Druella.
Sophia miró en la dirección de donde venía el escudo, topándose con un par de fríos ojos azules, clavados peligrosamente en Druella Black.
—¿Cómo te atreves? —preguntó la mujer temblando de furia.
—No vuelva a levantar la varita en contra de Sophia Black, o lo lamentará —siseó el "intruso" con voz baja y ronca, haciendo estremecer a Druella. Y un poco a Sophia.
—¿Quien eres tú? —preguntó Lucius, quien había logrado limpiarse la nariz... casi por completo.
—Me parece que el ministerio le informó de la necesidad de mi presencia en su casa, señor Malfoy —respondió con el mismo tono—, al menos mientras Sophia Black se hospede aqui.
Sophia lo vio bajar su varita, pero no la guardó, mirando a cada uno de los presentes con desconfianza, incluso a ella. En especial a ella.
—Mu nombre, señor Malfoy, es Levi Draxler, guardián mágico de la señorita Sophia Black por orden del Ministerio de Magia.
