---Titulo: Definitivamente no.
Parejas: Anko & Iruka.
Género: Romántico, Humor.
Advertencias: No.
Disclaimer: Naruto © Masashi Kishimoto.
Word's: 1111.
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Definitivamente no.
El no era igual a los otros.
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El sol que se escabulle por la ventana de su cuarto le da en la cara. Pereza, calor. Gruñe molesta y se da la vuelta. Las sábanas le tapan el cuerpo entero. De repente, recuerda, y como un resorte se incorpora. Mira hacia un lado esperanzada y, vacío. Era de esperarse. Después de todo, él es un hombre. Y el que tuviera un gran corazón no le hacía diferente. Aunque debe admitir que la noche que pasó con él había estado de maravilla; la trató como al cristal más fino y delicado del mundo; con un temor irreal de lastimarla, de romperla.
Anko Mitarashi sonríe recordando lo bien que se había sentido ser tan consentida.
Suspira, vuelve a acostarse, perdiéndose en el mar de cojines y frazadas.
Le hubiera gustado mucho pensar que Umino Iruka no era el tipo de persona que obtenían lo que querían y se marchaban sin saludar. Le costaba creer que esa era la realidad. Aunque, vale, ella lo había forzado a que se embriagara y que tuvieran sexo salvaje y desenfrenado toda la noche. Era normal y lógico que él estaría enojado y avergonzado (sobre todo considerando su carácter), y hubiera querido alejarse de ella lo más pronto y lejos posible.
Aún así le dolía.
La mujer hunde su nariz en el mullido almohadón, apretándolo entre sus dedos con rabia. Y sin saber el porqué, siente unos deseos inhumanos de llorar. ¡Dios! ¿Cómo alguien como ella podía ser afectada por algo tan estúpido? Ya no es una niña; es una mujer adulta y madura. Y a pesar de eso, tiene tantas ganas de revolcarse y patalear como una cría caprichosa. Pero ella no llorará. ¡No señor! Ya ha derramado demasiadas lágrimas en vano por muchos otros hombres. Iruka solo es uno más del montón.
O eso quiere creer.
De un jalón se deshace de los ropajes que la envuelven y se pone de pié, furiosa. Y, hostias, por si fuera poco, ¡la noche de juerga le estaba cobrando factura! La migraña que siente solo la enfurece más. Es un hecho: irá al departamento de ese desagradecido chûnin y le dará unas buenas patas en su…
¿Qué cojones?
Al fijar sus ojos sobre la mesa de noche, ve que su itai-ate no está solo; hay otro idéntico que lo acompaña. Entonces la mujer de cabellos morados queda atónita, sin aire. ¿Acaso el…? No. Imposible. Seguramente se lo había olvidado debido al apuro que tenía por salir de allí. Aunque le extraña que ambas bandanas estén tan bien dobladas y acomodadas…
Nuevamente rezonga y decide que es mejor vestirse e ir a la casa del maestro cuanto antes, para sacarle a golpes el porqué de dejarla sola y no tener la mínima delicadeza de despedirse. Debía descargar la frustración y el enojo que sentía en alguien. ¿Y que mejor persona que Iruka? Si bien el profesor tenía un temperamento volcánico, jamás le levantaría la voz a una mujer, mucho menos la mano.
Al salir de la cama se puso algo ligero y se dirigió al baño para alistarse. Pero al poner un pie fuera de su habitación, nota algo singular en el aire; lo reconoce al instante.
No puede ser.
Velozmente baja las escaleras de tres en tres, a los saltos, desesperada. Su mente bloqueada por el aroma que a cada paso se intensifica y la hace sentirse más segura de lo que se trata. Es café. Puro, recién hecho. Esta segurísima. Aunque la sola idea le era absurda. Y era debido a que nunca había sucedido aquello. ¿Cómo ahora él…?
No puede ser, ¡no puede ser!
Al llegar a la cocina la imagen que pasa enfrente de sus ojos la shokea completamente. Sus brazos caen a los lados de su cuerpo, y sus rodillas tiemblan sin control; como si estuviera a punto de desmoronarse en el suelo de madera.
Debo seguir estando dormida.
Porque eso que está viendo debe ser un sueño.
Porque ver ese banquete perfectamente decorado y servido sobre la mesa de su humilde cocina, no puede sacarse de otra parte que no fuese un cuento de hadas. Porque ver a Iruka, un shinobi, un chûnin, un hombre, embutido en su hermoso y sensual mandil rosado que tiene impreso el lema: "Amo las serpientes", es algo que jamás se hubiera imaginado. Ni en sueños. Ni ebria. Nunca.
Cuando el joven maestro se percata de que no se encuentra solo, un furioso sonrojo se adueña de su cara, y Anko puede notar como sus nervios se crispan y suda inquieto. Tan él, piensa. Antes de hablarle deja sobre la mesada la bandeja con galletas que acaba de sacar del horno. Ella se muerde el labio.
—B-Buenos días, Anko-san —saluda cortésmente, haciendo una reverencia. Se quita los guantes y se dirige hacia ella, despacio. No sin antes llenar un vaso con agua y sacar unas pastillas de su blister—. Tome, son aspirinas, quizás le duela la cabeza, p-por lo de anoche…—lo último lo dice en un débil susurro, acalorado. Una suave sonrisa adorna la bronceada faz.
Anko tiene que tragarse las ganas de llorar, o de reír, o quien sabe. Su interior es un mar indescifrable de sentimientos extraños y complicados; contradictorios. Porque todas las dudas y especulaciones que había estado elaborando alrededor del chûnin estaban erradas.
Totalmente erradas.
…Y, demonios, que lindo se ve Iruka en apron.
—Para el desayuno hice tortitas de chocolate y algunos dangos —explica él, mientras le señala el sitio en el que había puesto la abundante comida. Y a Anko no le importaba engordar; se lo comería todo, todo. Iruka incluido, por supuesto—, no sabía cual era tu preferido, así que preparé té y caf-
Anko lo interrumpe: se adueña de la boca del maestro de forma lenta, suave; lame sus labios y siente como el menor abre su boca sumisa, tímidamente. Le hace saber que ella no necesita invitación alguna; que tiene acceso ilimitado. Anko lo saborea, lo degusta. En la noche había sido diferente; había sabido a sake, a traspiración, y a otras cosas. Ahora el beso es dulce. Dulcísimo. Sabe a galletas. Sabe a Iruka. Sabe a gloria.
De repente, de la nada, las bocas se separan. Anko mira al hombre con reproche, con un mohín en la cara. El delfín sonríe y deposita un casto, muy casto beso en su frente. Extiende delante de ella el vaso con agua y le sonríe otra vez, diciéndole que se tome la medicación antes de que la jaqueca re-aparezca.
A Anko se le escapa una sonrisa, y una lágrima de su ojo izquierdo.
Anko ya no piensa que Umino Iruka es como los otros hombres.
Definitivamente no.
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-Finitto-
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Notas;
IruAnko Rulz, Dmnt.
Ok, ese fue mi primer intento de fic hetero –setiraporlasescaleras. Se me hace que Iruka es el tipo de hombre que conciente a su pareja y le da todo su amor fluffioso (?). Y Anko es un personaje tan guay. Queda muy bien con el profesor; se complementan, a mi parecer. En el futuro trabajaré más con esta pariring (ahora mi obsesión es el KakaIruKaka, lol).
Asd ;)
Comentarios & Críticas (constructivas, ofcourse), son muy bienvenidos.
¡Muchos besos!
PD: ¿A esta pareja se la puede considerar Crack? –salecorriendo-
