NdA; Esta serie de songfics, está dedicado a tres personas, principalmente; a Aphrodita Sama y Maryzza san, por obligarme a desquitar el dolor sobre el teclado, por colaborar en el MarySue y a la homofobia de quien motivó estos cuatro abandonos y que no nombraré. Espero que los disfruten. Si no, hay más fics por leer, como en botica, para todos los gustos. Lo del disclaimer y eso: los personajes son de T. Kubo, la trama es MIA.

FantasmaAlineal.

1 Wrong –Depeche Mode-

Lentamente, empujada por el viento, la hija del Padre Océano comenzó a levantarse. Un metro, dos, tres, cuatro, cinco…

La delgada figura, el jumpsuit de neopreno negro, con la cruz azul pintada al costado derecho, recorriendo la monstruosa ola desde la cima, bajando por el túnel y acariciando con la mano el lomo de ésta, los ojos cubiertos por los goggles, el cabello atado a la nuca; la tabla blanca de surf, orlada de símbolos celtas y la cruz quincy de cinco puntas en la base, fueron una visión más que desconcertante.

Dos giros, vuelta a subir a la cúspide, rizos de espuma y el rostro absolutamente concentrado. Sólo entonces, Ichigo notó los dientes de tiburón dibujados en el costado del suit de neopreno. Alguien se dejó caer a su lado, sonriendo.

—Fascinante, ¿cierto?

Kurosaki frunció el ceño frente al desconocido. Alto, rubio, el cabello extremadamente quemado por el sol y trenzado en rastas, los largos shorts militares, los tatuajes en el pecho y la tabla de surf lo identificaban como otro de esos vagos. No podía creer que Ishida Uryuu, el último quincy, el orgulloso graduado de la Todai, el hijo único de Ishida Ryuuken y heredero del General Hospital de Karakura, se hubiera unido a ellos y tuviera esa clase de vida.

El rubio notó el gesto de desaprobación y siguió hablando.

—Bodhi es genial… cuando el mundo decidió darle la espalda, los mandó al carajo y ahora, está aquí. Es un campeón .Y de paso, sabe tejer y cocinar y no sé cuanta cosa más ¿Eres su amigo?

—¿Bodhi?

—Sí —. El rubio señaló al Quincy—se llama Ishida Uryuu. Le dicen el Bodhisatva, Bodhi, para abreviar…

Ichigo se sintió mucho más molesto todavía. Una vida hippie, una religión hippie, el abandono de todas sus responsabilidades… ¿qué carajo había pasado con Ishida?

—Sí. Soy su amigo. O lo éramos, de hace tiempo…

El rubio sonrió.

—Me llamo Vania… es diminutivo de Iván —estiró la mano, que el pelinaranja no estrechó y se tiró en la arena, junto a Ichigo—. Conozco a Bodhi desde hace tres años y nunca había mencionado…

—Está bien, es natural… Kurosaki Ichigo.

El rubio abrió la boca, en un súbito gesto de entendimiento.

—Ah… Ichigo… ese Ichigo… ya, ya —soltó una risita—¿Viniste a hacer las paces?

Kurosaki tomó aire. El idiota le estaba colmando la paciencia ¿Con qué derecho se metía tan fácilmente en la vida de Ishida o en lo que hubiera ocurrido entre ellos? ¿Cómo era posible que el quincy tuviera amigos y les contara sus cosas, cuando nunca habían logrado serlo, pese a todo lo ocurrido juntos? Tiró una piedrecita a la arena.

—Francamente, Vania, no creo que sea asunto tuyo…

El ruso soltó la carcajada.

—Más vale que le avise a Bodh… a Ishida: es hora de subida de la marea y está cayendo la tarde. Si no lo llamas, no saldrá de las olas hasta que la luna salga…

Y, poniéndose en pié, silbó tan fuerte que toda la gente que quedaba en la playa se volvió a mirarlos. Ishida, quien estaba flotando ahora sentado sobre su tabla, se percató del silbido y alzándose los goggles, saludó con la mano. El ruso le hizo seña de que se acercara a la playa. Y, en una bajada impecable, en la siguiente ola, Uryuu descendió casi majestuosamente desde la cúspide hasta la arena lisa del borde de la playa, como en cámara lenta.

Ichigo no podía creerlo; Uryuu no parecía haber cambiado…hasta que uno lo miraba de cerca.

Delgado, como de costumbre, notó los aros de plata en la oreja izquierda y el tatuaje hawaiiano bajo el lado izquierdo de su mandíbula -el símbolo de Kuhaimoana, el DiosTiburón- así como la gruesa capa de bloqueador blanco en sus mejillas y las manchas blanquecinas mezcladas en su cabello azul marino, ocasionadas por tanto sol. El siguiente gesto desconcertante fue la enorme sonrisa de Uryuu -¡Por Kami! ¡Los quincy no sonríen!- y el gesto con que saludó a Vania, estrechando sus manos y sus hombros.

—¡Ruso de mierda! ¿Qué carajo haces por aquí?

—Pasaba a ver que trajo la marea… y a ver si ya está listo el jersey para Alicia; me topé con un fan tuyo… —el rubio le señaló al pelinaranja, sentado en la arena. Uryuu se sacó totalmente los goggles; el cabello empapado se le pegaba al rostro y la alegría en éste hizo tragar saliva a Ichigo.

Había olvidado la belleza en los ojos azules del quincy y en su rostro, y nunca se había imaginado que ésta aumentara de esa forma al sonreír. Frunció el ceño.

—¿Quién eres y qué hiciste con el nerd de mi amigo?

El quincy lo miró dos veces. Y luego, totalmente en contra de su forma de ser, saltó a los brazos de Ichigo y lo constriñó en un abrazo capaz de romperle las costillas, empapándolo de paso

—¡KUROSAKI! ¿Qué estás haciendo aquí? Mira Vania, te presento a mi mejor enemigo; Kurosaki…

—Sí, Ichigo, ya me lo dijo.

En un gesto totalmente desinhibido, Ishida despeinó los cabellos anaranjados de Ichigo y lo abrazó de nuevo.

—¡Carajo! ¡No sabes qué feliz me hace verte! ¡¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¿Cómo supiste dónde hallarme? ¡Luces genial!

Ichigo miró a Vania con cara de pocos amigos y el ruso comprendió inmediatamente, despidiéndose casi sin decir palabras.

—Rastreando tu reiatsu, idiota…

Uryuu se acercó a una mochila que estaba tirada en la arena y clavó su tabla en ésta.

—¡Oh! ¿Al fin lo conseguiste? Me da gusto… por un momento creí que te percibía, pero ya sabes, las olas despiden una energía espiritual muy fuerte y pensé que estaba alucinando.

Sacó una toalla de la mochila y comenzó a secarse el cabello. Ichigo no podía salir de su desconcierto; ese Uryuu le era totalmente desconocido. Sonriente, escandaloso, demostrativo… practicando un deporte extremo -él, que normalmente era tan "prudente"- con un tatuaje que indudablemente había sido doloroso de pintar y ¿aros de plata en las orejas? Ishida sacó algo de ropa de la mochila y sin pensarlo dos veces, bajó el cierre completo del suit, saliéndose de éste. La cicatriz de su pecho permanecía; al lado, sobre su corazón, estaba sobre grabada en negro una cruz celta y un dragón entre nubes de tormenta.

Ametatsu, su otro nombre. El dragón de la lluvia.

Ishida limpió y guardó los goggles y sacó sus anteojos de siempre, peinándose con las manos. Se cubrió con una camiseta negra y desgastada y dejó caer el suit al piso, atándose la toalla a la cintura. Ichigo comprendió de inmediato que estaba desnudo bajo ésta y no pudo evitar ruborizarse. Sin embargo, Uryuu no sólo no hizo caso, sino que terminó de secarse las piernas y como pudo, se puso la ropa interior y los shorts militares. Dobló todo cuidadosamente -sí, seguía siendo el obsesivo compulsivo ordenado que siempre había sido, hippie y todo, notó Ichigo- y se puso unas sandalias bastante gastadas. No podía decirse que sus ropas reflejaran una buena situación. En cambio, Ichigo notó que la tabla de surf era profesional y que el suit sin duda no le había costado dos centavos. Ishida se inclinó y ajustó la tobillera con el velcro, soltando la cuerda que la unía a la tabla.

—Vamos a casa, Kurosaki. Así me contarás por qué apareciste… ¿has visto qué atardecer más hermoso?

Se dirigieron al estacionamiento de la playa. Fue cuando Ichigo se dio cuenta; Uryuu ató la tabla a la parte trasera de la BMW650, un verdadero monstruo… que tampoco costaba dos centavos.

—… Eso…

Uryuu sonrió, poniéndose el casco sobre el cabello aún húmedo.

—Sí. Es mía. Aprendí a manejarla hace dos años.

Desde que desaparecí de tu vida.

Ichigo frunció el ceño.

—Te seguiré en el auto…

A lo largo de los siguientes 15 kilómetros, el desconcierto de Ichigo no hizo sino aumentar. ¿Cómo era posible que Uryuu hubiera cambiado a ese extremo? Miró el atardecer de la costa australiana, infinitamente rosado y azul. Vaya que le había costado trabajo localizarlo; de no ser por uno de los inventos de Urahara, le habría sido imposible. Se detuvieron al fin en el siguiente pueblo, frente a una cabaña destartalada, pintada toda en blanco y azul, en la punta de un risco frente al mar. Uryuu detuvo la moto con un rechinido, soltó la tabla y la puso a secar contra el porche y abrió la puerta con el pié; acto seguido saltó un hermoso gato naranja del interior.

—¡Numberone! ¡Ven acá!

El gato pareció sonreír y se enredó en las piernas de su amo, ronroneando cariñosamente. Ishida acarició su cabeza y lo cargó, rascando tras sus orejas.

—¿"Numberone"? ¿Qué clase de nombre absurdo es ése para un gato?

Ishida miró al pelinaranja, un poco desconcertado.

—¿Tienes algún problema? Entra, vamos…

El interior mantenía los colores quincy y pese a la evidente edad de la cabaña, estaba impecablemente limpio y se componía de una sola habitación, con un ventanal enorme que daba la vista al mar; al lado de éste, una chimenea de barro. En un rincón colgaba una hamaca y frente a la ventana, la baja mesita, un montón de cojines, una seki hawaiiana y del otro extremo, una pequeña cocina. Ichigo vio una puerta y supuso que era el baño. Recargadas en el muro opuesto, varias tablas de surfear y un pequeño escritorio, con la indispensable laptop sobre éste. Los contrastes eran impresionantes; Ishida tenía lo último en equipo deportivo –la motocicleta, las tablas- y la laptop era de un modelo reciente. Sin embargo, era obvio que no tenía ni mucha ropa ni muchos muebles y no parecía importarle. El antes impecable quincy, que no permitía ni una sola arruga sobre su ropa, portaba ahora unos astrosos shorts militares y una camiseta desgastada.

Uryuu sonrió y de la cómoda tras la hamaca, sacó una muda limpia… y comenzó a cambiarse, impúdicamente. Ichigo se volvió hacia el mar. Cuando miró de nuevo, el Ishida que conocía pareció haber vuelto; jeans blancos ajustados, camiseta azul sin mangas y una camisa de finas líneas blancas y azul quincy, el cabello correctamente peinado. Numberone en tanto, había saltado a uno de los cojines y miraba con curiosidad a Ichigo.

Uryuu se soltó hablando:

—¿Y Orihime? ¿Y Rukia? ¿Cómo están todos? ¿Y tu padre? ¿Qué te gustaría comer? Tengo almejas, macarela, atún…mmm, hice un poco de miso… pero podríamos comer kookaburra…

—¿Qué diablos es eso?

—Un pájaro local, Kurosaki: se come asado.

Ichigo se acercó a Uryuu y lo arrastró a los cojines:

—Vine a hablar contigo, no a comer.

El quincy elevó una ceja.

—Pues no has perdido nada de tu mal genio… y eso se compondrá con una buena cena. Suéltame, si me haces favor…

Cuarenta y cinco minutos después, Ichigo admiró el despliegue sobre la mesita; misoshirou de macarela, onigiris asados rellenos de atún y otras delicias, junto con una jarra enorme de cerveza.

Menos mal que el hippismo no había hecho que Uryuu perdiera sus habilidades culinarias.

Se sentaron en los cojines y comieron más o menos en silencio, Uryuu dándole bocaditos pequeños a Numberone, el gato relamiéndose de satisfacción. El quincy sacó un postre extraño para el final; una especie de galleta armada con varias capas de un dulce color marrón.

—Es un alfajor… un postre argentino. Ya ves, aquí viene gente de todo el mundo: me lo trajeron mis vecinas, ¿lo tomamos con el té?

De por sí, Ichigo no era bueno con las palabras y el despliegue entero de éste Uryuu hippie había terminado por dejarlo totalmente mudo. Al fin, anochecido ya, Numberone dormido en el regazo de Ichigo y saboreando el chai, Uryuu se dignó preguntar qué había llevado al shinigami a Australia.

—¿Recuerdas cuando te escribí?

Sí. Uryuu lo recordaba porque, pese a la distancia, se escribían casi a diario. Sobre todo, desde que Ichigo le había confesado al quincy que era gay. Sobre todo, desde que el quincy había desaparecido de Karakura, recién terminada la universidad. Y pese a ello, nunca habían hablado de las razones de su desaparición.

—Entonces, viniste por eso…

—Vine a saber por qué demonios te largaste sin dar explicaciones, por qué no has querido darlas, y, a darte una noticia.

Ishida dio un último sorbo a su chai; acercó su bolsa de tejido y sacó las agujas, el clac clac de éstas llenando el aire, tenso de repente. Por primera vez, se puso totalmente serio.

—Es sencillo, Kurosaki. Le dije a mi padre la verdad sobre mí. Le dije que soy homosexual…

Igual que tu.

Ichigo tragó saliva.

—¿Y?

Uryuu sonrió amargamente.

—Bueno, primero, me mandó golpear… afortunadamente, tu padre (¿qué, no te lo dijo?) se encargó de curarme. Luego, Ryuuken me desheredó y me echó del hospital. Y al final, me boletinó en todo Japón, como falto de ética, impidiéndome ejercer la medicina.

Un momento eterno y largo de silencio, Ichigo imaginándose todo el sufrimiento de Ishida.

—¿Qué… qué hiciste?

Uryuu mantuvo su vista en el tejido, mientras hablaba.

—Habíamos pasado por la guerra, lo de Hueco Mundo, los hollows: me di cuenta de que mi padre no me dejaría vivir como una persona normal. Y, cuando ya has estado a punto de morirte, puedes hacer lo que sea. En esta zona no hay tantos hollows, así que no tengo que andar todas las madrugadas persiguiéndolos…

—¿Cómo… cómo sobrevives?

—Oh, eso. Doy clases de surf y buceo a los turistas; soy salvavidas en la oleada de verano y, de vez en cuando, participo en algún campeonato… las olas son increíbles, ¿sabes? —rió un poco—Y el asunto se me ha dado bien.

Ichigo recorrió con la mirada la pequeña cabaña. Todo lucía tan limpio, tan ordenado, tan Ishida… incluso el mismo quincy. Y sin embargo, algo desentonaba. Ichigo no tardó en advertir el qué. Por primera vez en años, su amigo lucía feliz, sin la carga abrumadora de su orgullo o la necesidad compulsiva de proteger a alguien.

—¿Cuál era la noticia que me tenías?

Ichigo sintió como si Zangetsu se clavara en él, desde su cabeza hasta sus pies, atravesándolo.

—Me casaré con Rukia.

Silencio de diez segundos, de veinte, infinitamente tenso para Ichigo, demostrada la tensión en Ishida sólo mediante un leve parpadeo de éste.

—¿Sabe ella que eres homosexual?

Negación de Ichigo, con la cabeza. Uryuu soltó las agujas y puso su tejido en su regazo.

—¿Exactamente, qué estas tratando de decirme, Kurosaki?

Un suspiro largo. La mente del quincy no dejaba de destellar el mismo mensaje.

Error, esunerror, esunerror, esunerror, esunerror…

—Tengo que admitirlo, Uryuu… no soy tú. No podría resistir el rechazo ni el tener que vivir una vida anormal ni privarme de familia ni ser llamado maricón ni todo eso… perdóname.

Uryuu mantuvo la vista fija en el lejano mar.

—¿Perdonarte? ¿Qué tengo qué perdonarte? ¿Qué engañes a Rukia? ¿Qué te engañes?

Ichigo intentó explicarse.

—Creí que…

—… ¿Yo estaba esperándote o algo así? —La risa del quincy despertó al gato y Uryuu negó con la cabeza—Nunca pensé en ti de esa forma, Kurosaki. Y te diré la verdad. Puedo perdonar que no comprendas a los que somos diferentes. Puedo perdonar que me odies por ser un quincy… y un maricón, si así quieres oírlo —el quincy se puso de pié y armó un arco muchísimo más grande, gracioso y elegante de los que Ichigo había conocido jamás, más poderoso en apariencia que el Ginrei Kojaku. Su mirada azul marina se volvió totalmente siniestra al apuntar a Ichigo—lo que jamás te perdonaré… y tómalo en cuenta, Kurosaki, es que te encierres en el odio y la opinión de los demás… nunca fuiste así.

—Tampoco tú eras un hippie.

La sonrisa amarga de Ishida se borró y su expresión fue tan dura como diez años antes, cuando aún eran adolescentes, preparatorianos y atolondrados.

—Yo nunca fui normal, Kurosaki. Y no aspiré jamás a serlo… no lidio con homofóbicos y si no recuerdo mal, cargas con un hollow en tu interior. Un hollow que tengo derecho a destruir… lárgate ya.

—Ishida…

—Te odio, shinigami… jamás olvides eso.

Ishida escuchó el auto alejarse, mientras desvanecía el arco. Numberone lo miraba, intentando comprender lo que pasaba por la mente de su amo.

Nada de esto era necesario… ni siquiera que me rompieras el corazón de esta forma. Después de todo ¿Qué, no éramos amigos? Si yo no esperaba más… ¿hacía falta que me demostraras tu fobia de esta forma?¿Y crees que Kuchiki se merece eso?¿Crees que tu ansia de "normalidad" se llenará sólo con apariencias? Pobre Ichigo, no te odio, en verdad, creo que… comienzo a compadecerte…

Un leve toc-toc en la puerta vino a distraerlo. Era una de sus nuevas vecinas.

—¡Dita-sama!

—Ishida-kun… —la anciana lo miró, intentando leer sus emociones—¿Ocurre algo?

—Nada, Dita-sama, dígame ¿En qué puedo ayudarla?

—Oh Ishida-kun ¿Puedes venir un momento a casa? Parece que se ha metido uno de esos ratones y ya conoces a mi hermana Marisa; les teme más que a nada…

Ishida sonrió. Cargó a Numberone en brazos y cerró la puerta, acompañando a la mujer.

—Veamos de que se trata, Dita-sama.

—Oh, gracias, Ishida-kun, por soportar a este par de viejas gruñonas…

La conversación se perdió entre la luz de la luna. Mientras Numberone atrapaba al ratón y las ancianas lo convidaban con leche, Ishida no dejó de reír del susto de ambas.

Cuando al fin el joven quincy se retiró, Marisa dio un codazo a Dita.

—¿Sabes, hermana? Tenemos que rezar.

—¿Para qué, Afrodita?

—Para que Ishida kun encuentre pronto al hombre de su vida.

Las dos viejecillas rieron.

—¿Crees que se haya dado cuenta de que nos dimos cuenta?

Las risas se perdieron bajo la luz de la luna.

***

Namasté y gracias por sus lecturas y reviews. FA.