Cuando menos lo esperes.


Misty suspiró, y se acomodó mejor en el taxi, mientras éste giraba rumbo a su casa. Cerró los ojos para calmar el dolor de cabeza que le había durado todo el día, y se recordó que ya sólo faltaban unos 10 minutos para al fin poder descansar; y ese pensamiento la contentó.

Después de una larga y tediosa junta con la Liga Pokémon, todo lo que quería era un buen baño y dormir.

No era que hubiera pasado algo especialmente problemático. Había sido sólo la junta habitual de cada fin de mes. Incluso morir de aburrimiento era lo usual.

No habría nada de espectacular con ese día si no fuese porque era su cumpleaños.

Pero eso no significaba mucho, de hecho.

En realidad, si ella se había considerado alguna vez la protagonista de muchas aventuras, eso había sido hace incontable tiempo atrás. Tanto que había llegado a aceptar que su vida consistía en ser la secundaria de alguna otra historia: la pequeña hermana de las tres hermanas sensacionales, la amiga de Ash Ketchum, uno de los más grandes maestros Pokémon del mundo, una conocida del Profesor Oak, el famoso investigador Pokémon, en fin, una líder de gimnasio más entre miles para los numerosos entrenadores Pokémon que iban buscando una nueva medalla cada día.

Ya sólo era un personaje de relleno, de esos que salen una vez de vez en cuando hasta que son completamente olvidados. Ella sabía que no era la parte importante de ninguna trama.

Pero Misty no era una pesimista. ¡Claro que no! Había decidido que nada de eso la molestaría. Ella sería feliz con su vida ordinaria. Verán, a ella no le importaba en absoluto, y no era que fuera conformista, porque ser la ausente secundaria, tenía sus muchas ventajas.

Misty fue recibida por sus hermanas en cuanto entró.

"¡Misty! Ya era hora."

"¿Cómo, por qué te tardaste tanto?"

"¡Hemos estado esperando, como siglos!"

Una a una le reclamó mientras ella cerró la puerta y luego, sin prestarles mucha atención caminó dejándolas atrás.

"No sé de qué hablan. Siempre es así cuando voy a una junta. Ya lo saben," les contestó sin mucho interés.

He aquí una de las ventajas. No había necesidad de explicar demasiado sobre su vida.

Sus hermanas la siguieron hasta su habitación. Ni siquiera tenía sentido molestarse en preguntarles desde cuándo les importaba. Ya se enteraría de sus razones egoístas, quisiera o no.

"Misty, necesitamos hablar seriamente contigo," Daisy le dijo mientras Lily cerró la puerta de su cuarto.

La única luz era la que entraba por fuera de su ventana, así que Misty encendió la luz de su lámpara y no tuvo más opción que sentarse en su cama para escucharlas.

"Está bien. ¿Qué sucede? Si tiene que ver con el gimnasio puede esperar a mañana..."

Daisy se acercó a ella.

"Misty, hoy cumples 22 años, y..."

Oh, ¿era eso?

"Uh, chicas, no es gran cosa... Sus felicitaciones esta mañana fueron más que suficientes. Y, me gustó el vestido. Hoy todo lo que quiero es..."

"Misty, termina de escuchar lo que Daisy quiere decirte." Violet la interrumpió en tono serio.

Lily no dijo nada pero se veía igualmente seria.

Guardó silencio y Daisy continuó.

"Misty, nuestra familia tiene un secreto que ha sido pasado generación tras generación." Daisy la miró por un momento. "Cada chica de nuestra familia al cumplir cierta edad se encuentra lista para..."

La pausa dramática la estaba matando.

"Encontrar el amor verdadero." Lily terminó la frase.

"Ok. Chicas, quiero dormir."

Misty se dejó caer en su cama, las pocas fuerzas que tenía se le fueron en ese instante. Colocó un brazo sobre sus ojos para cubrirlos de la luz.

"¡Lily! ¿Ves lo que hiciste? Ya perdimos su atención. Y eso no es lo importante." Violet le reclamó.

"¡Claro que es lo importante!"

"Chicas, basta." Daisy interfirió de nuevo. "Misty, mira," Misty escuchaba, no tenía de otra. Pero no volteó a verlas. "la cosa es que tienes 100 días para conseguir que alguien que te ame verdaderamente, te bese," le dijo todo de una sola vez.

Misty no se movió.

"No nos cree." Violet susurró.

Misty comenzó a reírse y se levantó. Sus hermanas la miraban expectativas. Suspiró. Supuso que incluso eran un poco lindas por querer bromear con ella en lugar de ignorarla como siempre.

"Está bien, pero tengo algunas preguntas." Decidió seguirles el juego.

"Claro, hermanita." Daisy asintió aliviada.

"¿Por qué a los 22? Yo creía que eran más populares otras edades. Por ejemplo, los 16. Esos parecen ser muy mágicos. Y, además, sería mucho más fácil. Con eso de que dicen que a los 16 siempre es amor verdadero."

El sarcasmo era notorio, pero sus hermanas parecieron perdérselo.

"Bueno, o sea hermanita, tú siempre has sido lenta." Violet intervino. "¿Se acuerdan que le llevó año y medio aprender a caminar?" Sus tres hermanas se rieron en complicidad.

Misty les lanzó una mirada asesina. Tachen lo de lindas.

"De hecho, Mist, esperábamos que esto te ocurriera hace años." Daisy le confesó en un tono mucho más ligero que antes. "A mí me ocurrió a los 10. A Lily y Violet a ambas les pasó a los 15. Pero contigo... bueno, año con año nos estresábamos pensando si ya era tu hora o no. Ah, pero al fin, está ocurriendo hermanita." Concluyó emocionada.

"¿Al fin?" Preguntó más cansada que interesada. "Y por cierto, exactamente, ¿qué me está ocurriendo?"

Ellas guardaron silencio, de pronto toda la seriedad volvió a ellas.

"um, Misty... Esta parte... Es complicada." Lily sonó muy nerviosa. "La verdad... yo sí estoy preocupada." Volteó a sus otras hermanas. "No creo que para ella sea tan fácil como para nosotras."

Para nada lindas. ¿Qué insinuaba? ¿Qué le era imposible conseguir que alguien la amara verdaderamente antes de 100 días? No es que les creyera ni lo fuera a intentar.

"Misty, es cierto. Esto es serio. No tenemos tiempo que perder. Así es como supimos que era tu hora." Daisy se sentó junto a ella en la cama, y sacó una pequeña foto del bolsillo de su pantalón. "Quiero que sepas que te ayudaremos. Todo saldrá bien."

Misty miró la fotografía. Estaban ellas 4 sonrientes sentadas una al lado de la otra en los escalones de la entrada de la vieja casa de su abuela. Misty tendría unos 4 años, Lily 8, Violet 9 y Daisy 10. En un primer momento, pensó que no había nada raro con la fotografía. Pero entonces notó un pequeño detalle.

"Mist, este es el punto... si no lo consigues antes de 100 días, vas a desaparecer. Ya ha empezado a suceder, por eso lo sabemos." Violet le explicó.

En la fotografía Misty se veía borrosa, casi transparente.

"Chicas, esta broma la están llevando muy lejos. ¿Desde cuándo son tan buenas con Photoshop?"

"Aún no nos cree." Violet dijo algo exasperada.

"Misty, en serio, mira a tu alrededor. Mira las fotos en tu buró." Lily le dijo acercándose.

Hizo caso movida por la curiosidad de comprobar que incluso se tomaron la molestia de hacer lo mismo con cada una de sus fotos.

"Chicas, estoy cansada."

"Misty, no sólo estás desapareciendo en las fotos. ¿No lo has notado?" Daisy le dijo con tristeza tomando su mano.

Cayendo en su juego, se miró casi esperando que estuviera desapareciendo igual que en las fotos. No era así. Sintiéndose tonta por creerles aunque fuera un poco, se levantó.

"Es una tontería, paren ya. Quiero bañarme."

"Misty, ¿recuerdas el día de la foto?" Lily le señaló una en su buró.

Misty miró la fotografía. Una sonriente y transparente chica de unos 12 años cargando a un Togepi la miró.

Pero no podía recordar cuándo le habían tomado la foto.

"No recuerdas, ¿verdad?" Violet se acercó un poco triste.

No contestó nada. Se sentía rara. Un poco mareada.

"Mira, e intenta recordar las demás fotos."

Las miró, pero no podía recordar. Ella sabía que debía saberlo. No era que hubiera olvidado a las personas en las fotos, pero no podía recordar qué había pasado esos días y mientras más lo intentaba, no podía recordar las cosas más sencillas sobre su vida.

Daisy finalmente pronunció las palabras que hicieron a Misty sentirse como una protagonista después de mucho tiempo.

"En 100 días desaparecerás y será como si nunca hubieras existido."

Era algo irónico, ahora que lo pensaba. Porque la ventaja número uno de ser un personaje de relleno, era no tener sobre sí el peso de responsabilidades como esa.

Al menos, no era el mundo quien dependía de ella, sólo su propia vida.

El mareo y el dolor de cabeza hizo que todo le diera vueltas y cada uno de sus recuerdos faltantes se perdieron en la oscuridad que la envolvió.

El reloj de la sala sonó doce campanadas. De hecho, le quedaban 99 días.


Disclaimer: Pokémon no me pertenece.