N.A. No es mi costumbre colocar fichas de contenido en los fics que subo a Ffnet, es algo que suelo hacer sólo en las entradas de mi Livejournal por las características del sitio, sin embargo, un lector (Lana) amablemente lo solicitó y he aquí más o menos como se hizo la entrada.

Título del fic: "Bajo las cicatrices"
Fandom: Naruto, canonverse, referencias al anime: Naruto arco del Noroimusha (episodios 162-167), pre-shippuden.
Género: Aventura, amistad, humor.
Clasificación: +13 (por palabras altisonantes y una que otra situación extraña y no, no es yaoi aunque a ratos lo parezca ¬¬)
Warnings/Spoilers: No betado, menciones de personajes de Shippuden.
Argumento: Una serie de desapariciones en Tori no Kuni hace que pidan la ayuda de Konoha; mientras, Iruka ha solicitado se le envíe a una misión larga para aliviar la monotonía de sus últimos tiempos.
Estatus: en progreso

Bajo las Cicatrices.

May you have the hindsight to know where you've been,
The foresight to know where you are going,
And the insight to know when you have gone too far.

Traditional Irish toast.

Capítulo 1: Para alejarse por un tiempo.

"No importa qué tan lejos escaparas, siempre te atrapabas a ti misma."
Padre Puerco, Terry Pratchett.

La sala de misiones de la Aldea Oculta de la Hoja bullía de actividad. Los respectivos capitanes entregaban, no sin bastante desorden, informes en variopintos estados de pulcritud. El barullo armado no disminuía a pesar de la hora tardía, al contrario, parecía que en vez de regresar cansados y calmados de sus jornadas, habían tomado demasiado café, lo cual también era cierto.

Shiranui Genma se entretenía en su pasatiempo favorito: jugar con su senbon, era la forma en que manejaba su nerviosismo e impaciencia. Sin embargo, esta vez el senbon tenía un sabor diferente, hizo una mueca de disgusto y miró con sospecha a Anko que conversaba en voz baja con Iruka, reclinada provocativamente sobre la mesa de la sala de misiones. Ella pareció sentir su mirada y volvió el rostro hacia él, achicando los ojos y sonriendo perversa. Genma sintió el estómago dar un doble salto mortal y al momento salió corriendo de la sala, mientras el ruidoso grupo de jounin y chūnin estallaba en carcajadas.

– ¿Qué le hiciste a Genma, Anko? –preguntó Iruka sin dejar de revisar el informe.

– ¿Qué le podría haber hecho? –contestó con la mayor inocencia de que fue capaz.

– Algo me dice que no eres tan inocente como quieres aparentar –dijo Iruka volviendo la vista hacia el reporte de misión– está incompleto.

– ¡Claro que no!

– Complétalo –insistió Iruka regresándole el papel.

– No querrás que la pobrecita de mí trabaje extra, ¿o sí sensei? –dijo Anko rodeando la mesa y acercándose a lamer la oreja de Iruka, que enrojeció.

– Qué rayos...

– Aw, sabes a canela.

– Canela mis narices. Déjame en paz Anko –gruñó Iruka, indignado de las bromas que le hacía la mujer.

– No eres divertido.

– Maa, Iruka-sensei, necesitas relajarte más –dijo Kakashi acercándose a tenderle su informe.

Iruka suspiró profundamente, tratando de reunir paciencia para no gritarle al segundo jounin más molesto del planeta; en su clasificación personal el primer lugar le correspondía a Anko. Los dioses parecían haberse confabulado en su contra para que tuviera la bendita suerte de recibir reporte de misión de los dos en el mismo día.

– Pft… ofrecí relajarlo y no quiere –le dijo Anko a Kakashi con voz quejumbrosa y haciendo un puchero.

– Creo que heriste sus sentimientos Iruka-sensei –exclamó Aoba desde su lugar, aplanado contra la pared a un lado de la ventana.

– No hacen mi trabajo más fácil, ¿saben? –murmuró Iruka, escondiendo el color que se negaba a desaparecer del todo de sus mejillas.

– Aw, senpai ¿qué le haces al pobre Iruka?

– Nada, acabo de llegar –afirmó Kakashi declarándose inocente.

– Más que suficiente –dijo Iruka entre dientes y era cierto, la sola presencia del ninja-copia bastaba para ponerle los nervios de punta.

Desde el punto de vista de Iruka, Hatake era altanero, prepotente, manipulador y un total fastidio, su sentido del humor parecía centrarse en atormentar a chūnin y genin por igual, sin contar que disfrutaba entregándole reportes de misiones particularmente difíciles de leer. Aunque visto de manera positiva, casi se podía integrar al escuadrón de descifrado.

Podía continuar por largas horas mentales encontrando puntos en contra del hombre. Suspiró resignado, ambos gozaban poniéndolo en circunstancias embarazosas.

Miró el reloj calculando el tiempo que faltaba para terminar su turno, haciendo caso omiso a las pullas que ambos jounin le lanzaban. Se sentía particularmente cansado y el rechoncho portafolio con tareas a calificar le garantizaba al menos unas cuatro horas antes de poder dormir lo suficiente para estar fresco y presentarse a las clases que tenía que dar al día siguiente.

Anko le entregó el reporte con la corrección que le indicara y Kakashi pareció notar en su semblante el mal humor. Ambos guardaron silencio, esperando que terminara la revisión.

– Gracias por su buen trabajo –dijo Iruka a ambos, repasando los reportes distraídamente, sin echarles un segundo vistazo.

Repartió el papeleo acumulado en los diferentes rimeros y los reportes que le entregaran Anko y Kakashi en una carpeta para asuntos pendientes; tomó su portafolio saliendo de la sala ante las miradas atónitas de ambos y otras cuantas de los presentes. Umino tenía su carácter, pero por lo general estallaba y volvía a comportarse como si nada pasara, todos advertían que últimamente había cambiado.

Anko y Kakashi intercambiaron miradas, el comportamiento del amable sensei era bastante raro, Iruka nunca aceptaba los reportes tan rápidamente y tampoco solía dejar trabajo para el día siguiente. Decidieron atribuirlo al cansancio evidente en la palidez que tenía el usualmente moreno rostro.

*************

Iruka se enfundó en un holgado par de pants y una camiseta de manga corta y se dejó caer pesadamente sobre el sofá, se soltó el cabello soltándolo sobre la cara y se dio un ligero masaje en el cuero cabelludo. La liga que mantenía aprisionada la abundante cabellera, ya para el final del día, era un sufrimiento peor que el podrían causar las torturas de Ibiki.

Echó la cabeza hacia atrás, reposando la nuca en el confort que le ofrecía el respaldo del sofá, cerrando los ojos y aspirando el olor del hogar. Los sonidos de la noche comenzaban a arrullarlo, así que decidió empezar de una buena vez a calificar tareas antes de que el sueño acabara con las pocas ganas que tenía de trabajar. Se levantó, puso la tetera sobre la estufa y armándose de paciencia comenzó la labor, se interrumpió tan sólo por unos instantes para servirse una humeante taza de té.

No sabía por qué estaba tan irritable. No podía ser tan sólo por las bromas de que lo hacía víctima Anko, después de todo era su amiga, no podía tomarla en serio; tampoco por los espantosos reportes que entregaba Hatake y la antipatía que sentía contra él, eso era parte de la rutina, y muchas veces se preguntaba qué haría si esa constante en su vida fallara.

Terminó el trabajo de sus clases en la Academia, se sentó dispuesto a disfrutar bien una segunda taza de té y decidió analizar sus propias emociones con la misma determinación con que hacía todo. Cuando alcanzó la comprensión decidió que era un hombre de rutinas, de patrones establecidos tanto tiempo atrás que parecía ser una eternidad desde que los adoptara.

Por supuesto, eso implicaba un riesgo. Profesor de academia o no, ante todo Umino Iruka era un shinobi y un shinobi que caía en la rutina era un shinobi muerto. Advertir que había caído en la invariabilidad era una especie de grano de pus que amenazaba con expulsar su feo contenido en cualquier momento, prueba de ello era el mal humor que comenzaba a permear incluso en la academia.

Se daba cuenta que necesitaba modificar sus patrones. No podía cambiar su vida pero sí podía elegir cómo vivirla. Decidió que al día siguiente le solicitaría a la Hokage que lo enviara en una misión larga que lo apartara de la rutina y le hiciera sentirse vivo nuevamente.

***************

– No.

– Tsunade-sama...

– Eres el mejor maestro que tenemos en la Academia, Iruka.

– Agradezco la estima Tsunade-sama pero es necesario –el traidor rubor le coloreó las mejillas.

– ¿Por qué consideras que lo es? –preguntó Tsunade, la barbilla apoyada sobre manos acodadas firmemente en el escritorio, la mirada penetrante de sus ojos color miel en completo modo Hokage.

En el tiempo desde que estaba a su servicio se había familiarizado con el lenguaje corporal de su líder, esa mirada lo ponía nervioso, implicaba que estaba decidida a negar cualquier cosa que le fuera solicitada porque ya había tomado su decisión. Pocas veces asumía esa postura, pero cuando lo hacía era totalmente inamovible. Se sintió derrotado.

– Necesito un cambio –musitó sin querer darse por vencido.

– ¿Cansado de la Academia? Te puedo dar un permiso de vacaciones.

– Eso no es lo que quiero.

– ¿Qué quieres exactamente Iruka?

Se quedó callado, le avergonzaba exponer sus conclusiones personales sobre su situación. Después de todo, era un engranaje más en la maquinaria que hacía funcionar Konoha. ¿Qué derecho tenía para regatear? ¿O para confrontar a su líder?

– Es difícil de explicar –se removió inquieto, desplazando el peso alternadamente entre uno y otro pie.

– Inténtalo –ordenó Tsunade observando que, a pesar del nerviosismo, su expresión facial era desafiante, manteniendo su mirada.

– No he ido a misiones importantes desde hace mucho tiempo.

– Eso no disminuye tu valor.

– Quisiera creerlo –murmuró Iruka, mirando el suelo de la habitación como si fuera algo muy interesante.

Tsunade se sobresaltó, si Iruka no hubiera estado mirando tan atento hacia otro lado habría advertido el ligero fruncimiento de las delgadas cejas. Atrapó una uña entre los dientes y se recargó en la silla, ladeando la cabeza; percibió la perturbación de Iruka que parecía haberse aislado en una dimensión paralela. Carraspeó para llamar su atención.

– ¿Sí, Tsunade-sama?

– Lo consideraré.

– Gracias Tsunade-sama –dijo Iruka, hizo una reverencia y se retiró apresurado, cerrando con cuidado la puerta.

– ¿Qué opinas Ibiki?

El jefe de T.I. emergió de entre las sombras de la pared a su izquierda, adelantándose hasta quedar frente a su líder.

– Que debería asignarlo a una misión, Tsunade-sama.

– Iruka hace misiones.

– No de alto nivel.

Tsunade respiró hondamente. El solo hecho de que Iruka pasara los días esquivando proyectiles dirigidos hacia él por un grupo de intentos de ninja era más que suficiente para mantener sus reflejos en óptimas condiciones. El requerimiento físico era intenso, pues no solamente se limitaba a clases teóricas, sino a largas horas de práctica en las que demostraba, y a la vez ajustaba, las posiciones corporales de cada uno de esos engendros. Lidiar con padres sobre-protectores y líderes de añejos clanes implicaba poseer una delicada mezcla de agudeza mental y diplomacia que pocos tenían. En resumen, era una larga serie de habilidades las que se requerían para poder entrenar a los retoños de la hoja.

Ibiki pareció leer sus pensamientos.

– Umino-san es un excelente ninja. Sólo que él no lo sabe.

– ¿Crisis de identidad?

– No iría tan lejos. Más bien es un auto demérito.

– Tsk… lo que menos necesito es otro monstruo ególatra, con el mocoso de Kakashi tengo suficiente –dijo Tsunade rechinando los dientes, provocando una sonrisa que Ibiki disimuló bajando la cabeza.

– Hatake no es ególatra, sólo muy seguro de sí mismo. Hay una diferencia.

– Lo sé, déjame desquitarme ¿sí?

– El temor a arriesgarlo puede ser peligroso, Tsunade-sama –acotó Ibiki cuidadosamente, en definitiva no quería provocar la ira de su Hokage.

– ¿Sabes Ibiki? A veces que actúes como mi consciencia es bastante molesto –gruñó Tsunade haciendo un mohín que la hacía ver aún más joven.

Ibiki hizo una ligera inclinación de cabeza agradeciendo el velado cumplido.

– Lo dejo en tus manos. Arma un equipo para Iruka y asígnale una misión. Shizune te entregará las de alto rango que hay disponibles.

– Entendido.

– Puedes retirarte.

Tsunade se acomodó en la silla tras la partida de Ibiki, aún cuestionando si era una sabia decisión involucrar a Iruka en una misión de ese tipo. No era porque dudara de que se desempeñara bien, sabía de sobra que lo haría, era más bien una preocupación a nivel personal por su bienestar. Pero eso, tampoco se engañaba, era una pérdida para él. Suspiró profundamente.

Anko se había aparecido ante ella muy temprano para decirle, de manera sutil, que el humor de Iruka había ido agravándose últimamente, convirtiéndose en una especie de agresión pasiva que comenzaba a poner de nervios tanto a jounin como a chūnin. Los temperamentales estallidos habían evolucionado a un estoico abandono que no iba para nada acorde con su personalidad.

"Parece estarse marchitando".

Esa última afirmación había hecho que Tsunade llamara a Ibiki para que presenciara la apresurada cita que Iruka solicitara antes de empezar su horario en la mesa de misiones.

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Las misiones que involucraban un ninja que no era del todo de campo, eran monedas flotando al azar esperando el veredicto de la gravedad.

Balancear el equilibrio de cada equipo enviado a misión consistía principalmente en conocer tanto sus fuerzas como sus debilidades. Cuando ese balance era incorrecto, tanto las vidas de los involucrados en ella, como la misma misión se veían amenazadas, con la pérdida económica y humana que ello implicaba. El trabajo de la Hokage, visto por muchos como carga burocrática, era una agobiante tarea que Tsunade acometía diariamente; apoyándose algunas veces, para las misiones más delicadas, por Morino Ibiki y otras por Yamanaka Inoichi, ambos conocedores de los intrincados caminos de la mente humana.

Morino Ibiki repasó la selección de misiones que Shizune le entregara, todas ellas entre rango A y S, junto con un montón más pequeño de expedientes personales. Tsunade había hecho unas cuantas anotaciones sugiriendo tal o cual shinobi para integrar el equipo. Ibiki sonrió al ver los nombres repetidos en las observaciones, la preocupación de su líder estaba innegablemente impresa en los caracteres garabateados a toda prisa.

Si Konoha había tenido un padre ese había sido Sarutobi, y si ahora tenía una madre, esa persona, aunque poco convencional, era Tsunade. Ibiki conocía de primera mano la pena que invadía el alma de la mujer cada vez que se perdía una de las vidas y en ocasiones era demasiado. El sake, expertamente oculto en el segundo cajón derecho del escritorio era prueba fehaciente. Su líder era médico antes que shinobi y ese mismo hecho era visto por Homura y Atatane y aún más viciosamente por Danzô, como una incompetencia específica, como algo incongruente, pero desde el punto de vista de Ibiki no lo era, alguien que valora las vidas sabe que son necesarias para poder seguir funcionando.

****************

– Yo, Genma –saludó Kakashi sonriente, emparejando a su compañero sin apartar la vista de su libro.

– Mi vida apesta, Anko la ha agarrado conmigo –se quejó Genma, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones y bajando la cabeza, mientras removía nervioso el senbon.

– Pude notarlo.

– No le he hecho nada Kakashi.

– Tal vez a eso se deba –volvió la página del libro.

– No estoy para bromas.

Kakashi cerró su Icha Icha y lo empacó en su bolsillo trasero. Genma estaba de mal humor, prueba de ello era que se había sacado el senbon de la boca, optando por sostenerlo y pasarlo entre los dedos en un movimiento repetitivo que casi parecía maniaco. Anko solía hacerles bromas pesadas a todos, nadie se libraba de ello, pero todos lo aceptaban y con el paso del tiempo había pasado a ser parte integral de la interacción con ella.

Caminaron en silencio hasta la torre Hokage y ambos entraron a la sala de jounin. Anko estaba recargada sobre el borde de la ventana mirando el horizonte, mientras Aoba jugaba cartas con RaIdô, Shikaku y Ebisu.

– No sabía que estabas en servicio Shikaku –comentó Genma.

– Mi muchacho cubrirá turnos en la academia, y vine por los papeles de transferencia temporal de Ino y Chôji –dijo Shikaku encogiendo los hombros– porque Asuma salió a misión y alguien tenía que capitanearlos. Es problemático.

– Yo por los de Lee y Ten-Ten –dijo Aoba ajustando sus gafas.

– Mismo caso –dijo Raidô levantando una mano.

– Tch, demasiadas transferencias. ¿Hay una misión especial en ciernes? –preguntó Genma, mirando confundido a sus compañeros.

– Hay varias y tu trasero está en una de ellas –dijo Anko separándose de la ventana.

– No he sido informado.

– Si no hubieras pasado tanto tiempo en el baño habrías recibido la notificación –contestó ella sonriendo, sostenía entre los dedos un pergamino.

Genma se abalanzó contra Anko e intercambiaron golpes un rato. El grupo los dejó desahogarse, hasta que Kakashi y Ebisu decidieron separarlos.

– Ya déjenlo –gruñó impaciente Ebisu agarrando a Genma de los brazos.

– Anko, eso es información confidencial –susurró Kakashi a su oído, la tomó de un brazo sacándola de la sala y quitándole el pergamino.

– Vamos Kakashi, sólo quería molestarlo un poquito.

– ¿Hay algo entre ustedes dos?

– Nada que te importe –se sacudió del agarre de Kakashi.

– Maa, ya me contestaste –dijo Kakashi– ahora entiendo.

– Cuídalo, o alguien lamentará que pierdas una parte de tu escuálido cuerpo –dijo Anko sonriente, lanzándole una mirada a la entrepierna.

– Genma no necesita niñera.

– No me refiero a él.

– Oh…

***********

Morino Ibiki era un tokubetsu cuyo solo aspecto provocaba desasosiego. Pocos lo habían visto sonreír alguna vez, menos lo habían visto fuera del imponente uniforme que usaba todo el tiempo y nadie lo había visto mostrar debilidad, ni ante propios ni ante extraños. Sus cuarteles estaban en la sección de Tortura e Interrogatorios aledaña a la prisión para enfermos mentales de Konoha, lugar a donde iban a parar los ninja que habían sido considerados como un peligro para su propia gente.

Iruka recorrió los pasillos con aprensión. El llamado de la Hokage para que se presentara en las elegantemente llamadas 'oficinas' de Ibiki, lo había obligado a cuestionarse qué era lo que había hecho mal, o si el hecho de haber solicitado una misión de rango superior significaba que estaba a punto de perder el último tornillo que estaba evitando que se desarmara. Su mente trabajaba a velocidad barajando opciones que iban desde haber obligado a Hanabi a disculparse con Hiruko por la bomba de tinta, hasta el reporte regresado a Anko en el turno de la mesa del día anterior.

Antes que pudiera darse cuenta, se encontraba frente a la temida puerta. Tragó saliva, respiró profundo y antes que sus nudillos tocaran la madera, vino del interior la voz de Ibiki.

– Entra, Iruka.

– Ibiki-san –saludó inclinando la cabeza ligeramente.

– Siéntate –le señaló la silla frente a su escritorio.

– Gracias.

– Relájate.

Ibiki permanecía de pie, recargado sobre el escritorio, Iruka no separó la vista de él mientras tomaba asiento, sin saber cómo tomar lo dicho por su superior. Podía significar muchas cosas, algunas de ellas nada agradables. Sacudió la cabeza tratando de deshacerse del temor que le causaba el hombre.

– No necesitas interpretar nada. Esto no es una asignación de interrogatorio –señaló tocando con el índice el fólder.

– No sabía que leyeras la mente –dijo Iruka, riendo nervioso, apenado por lo evidente de sus reacciones.

– No la leo, sólo la conozco. Como sea, no estás aquí para T&I –dijo Ibiki tendiéndole una taza de té que Iruka miró con sospecha.

El recelo del chūnin casi hizo reír a Ibiki, pero era algo comprensible puesto que muy pocos sabían algo sobre otra de las facetas de su utilidad como tokubetsu. Habían aprendido a relacionarlo intrínsecamente con la sección de la que era titular y nada más. Observó el nerviosismo con que el joven tomaba la taza.

– El té no está envenenado ni drogado. Godaime me puso a cargo de aleccionarte para tu próxima misión.

– Los niños...

– ¿Acaso no era eso lo que querías?

– Sí, es decir, pero...

– Shikamaru cubrirá parte de tus clases.

– Oh... Shikamaru no estará contento.

– De hecho, aunque quizá eso le ayude a superar su tan cacareada pereza. Tu puesto en la mesa será cubierto por Ino y Ten-Ten.

– Debe ser algo muy importante para tener esta reunión precisamente aquí –aunque no las pronunciara, sus palabras implicaban y contigo.

– La misión lo requiere, Iruka.

Iruka levantó la vista de su taza de té. El tono que empleara Ibiki aceleró su latido cardiaco, aunque en contra de lo que él mismo esperaba, era más de anticipación que de temor. Ibiki parecía incapaz de quedarse quieto, se desplazaba de un lado de la habitación hacia el otro como si fuera un felino al acecho de su presa, obligándolo a girar el cuerpo para seguir el paseo.

– En tu expediente no aparece ninguna misión con ANBU.

– ¡Por supuesto que no! Pero yo no... no solicité a Tsunade-sama una misión con... ellos.

Ellos también son shinobi.

– No quise decirlo en ese sentido. ¡No estoy al nivel! –sonaba casi desesperado. Ahora sí estaba sintiendo aprehensión.

– Estás aquí porque has sido asignado a una misión rango A, posiblemente llegue al S.

– ¡No puede ser!

– ¿Creí que sólo Naruto era capaz de cuestionar las órdenes de Godaime...? –tanteó Ibiki con tono divertido.

– Yo, no, es decir yo... iré a la misión.

– Perfecto, porque no tienes opción –declaró Ibiki paseando aún de lado a lado en los confines de la oficina.

Ibiki se detuvo por fin y se dirigió a su escritorio, tomando asiento y relajando su postura conscientemente. Iruka tenía las manos enlazadas sobre el regazo, los nudillos casi blancos por la presión ejercida y las mejillas cubiertas por un aparatoso rubor.

– La misión consiste en infiltración, espionaje y dependiendo del resultado, asesinato. –Esperó su reacción, tan sólo la ligera palidez que sustituyó casi al instante al rubor, delató el estado de ánimo de Iruka– Los detalles le serán entregados al equipo por Tsunade-sama cuando sea tiempo de que partan.

– Entendido.

– Un ANBU no tiene identidad –comenzó Ibiki, Iruka asintió– incluso si la averiguas deberás callártelo. Un ANBU no cuestiona órdenes, obedece.

– No soy ANBU.

Efectivamente.

"Ah eso es enojo" pensó Ibiki, observando la manera en que la mandíbula de Iruka se tensaba al apretar con fuerza los dientes.

– Por eso te lo estoy diciendo. Tampoco irás como novato en entrenamiento... aunque puedes considerarlo como uno.

– Ibiki-san, ¿qué es lo que intentas decirme? Porque todo lo que has dicho hasta ahora es algo que ya sé.

– ¡Muy bien sensei, ese es el espíritu! –aplaudió Ibiki.

– Tampoco estoy aquí para que juegues con mis emociones.

– Muy perceptivo –levantó la mano para contener la enojada réplica de Iruka–. Estás aquí porque tengo que advertirte que las personas con las que trabajarás, no tienen nada que ver con lo que conoces o crees conocer de ellos. Estás aquí para aprender que sus personas-ANBU pueden ser radicalmente diferentes a cualquier concepto que puedas tener de ellos o del escuadrón en sí.

– No tengo mala opinión de ANBU –musitó Iruka.

– Tus palabras indican otra cosa.

– No es mi intención...

– ¡Escucha! –ordenó Ibiki. Iruka reaccionó como lo hace un shinobi ante un superior: se sentó muy derecho y lo miró a los ojos, aunque visiblemente molesto– para un ANBU un chūnin es lo equivalente a un civil, No y repito No te sentirás ofendido por lo que digan o cómo lo digan. Estás aquí porque esto que te dije te permitirá aprender a resistir a la interacción con ellos.

– Eso es un insulto.

Eso es un consejo.

– Eso sí me agrada –no pudo contener la nota de sarcasmo en la voz, porque se sentía aterrado. La risa de Ibiki terminó de llenar hasta el borde la copa de su terror.

– No creo necesario darte más 'consejos', es todo. Bien Iruka, puedes retirarte.

Iruka asintió dudoso y salió de la oficina. Ibiki levantó la mano y al instante emergieron de las sombras 4 figuras con máscara de porcelana y capuchas blancas.

– ¿Qué opinas, Lobo?

– Tiene... carácter, es algo que ya sabíamos... Lo que yo no sé es, ¿por qué demonios me escogiste a mí?

– Fuiste la sugerencia recurrente de Tsunade-sama.

– Tsk... no estoy en servicio desde hace años.

– Por eso solicité que presenciaras la entrevista, senpai –respondió Ibiki sin darle importancia.

– ¿Tenías que hacerle esas advertencias Ibiki? –preguntó Gallo, con tono ofendido.

– Eran consejos y si va a tratar con ustedes, lo creí conveniente.

– No estamos tan locos como crees –intervino Ardilla, riendo bajo la máscara.

– Si lo estuvieran, no formarían parte del escuadrón –afirmó Ibiki racionalmente.

– ¿El novato en entrenamiento ya recibió la misma lección?

– No Gato, por eso será entrenamiento.

– ¿Bautizo de sangre? Incluso para tus estándares, Ibiki, creo que lo llevaste algo demasiado lejos.

– No será tu primera vez, Lobo.

****************

La quinta Hokage de Konoha se dio un masaje en las sienes con las yemas de los dedos. El día amenazaba comenzar tormentoso considerando la presencia del ANBU que posaba la rodilla derecha en el suelo de su oficina.

Había recibido el reporte de Ibiki a primera hora; al principio se había preguntado el porqué de que hubiera insistido en hablar primero con el joven profesor, pero tras meditarlo un poco, decidió que quería asegurarse de darle algunos consejos antes de enviarlo al hocico del lobo, casi literalmente hablando.

– ¿Qué es lo que quieres, mocoso? Si es tu remoción del equipo de Iruka, olvídalo.

– ¿Querías a Lobo? Tienes a Lobo y él no está contento con la asignación. A todo esto, es el equipo de Lobo.

– ¿Sabías que comenzar a hablar de uno mismo en tercera persona es un síntoma de locura?

– ¿Cuándo he proclamado mi sanidad?

Tsunade rió de buena gana y lanzó un pisapapeles en su dirección, Lobo lo esquivó fácilmente.

– ¡Vaya!, veo que conservo mi encanto.

– No te confíes.

– No era necesario renovar mi juramento, ¿sabías?

– Por supuesto, ¿cuál es tu punto?

– Mitarashi amenazó con privarme de algunas de mis más preciadas posesiones si no funciono debidamente como niñera.

– Seguro que Anko sabe cómo amenazar, pero como no estás asustado... entonces ¿acaso dudas de tus capacidades? –no pudo evitar provocarlo.

– ¿Alguna vez he hecho algo que afirme lo contrario?

– Ka-

– Lobo, Tsunade-sama.

– Ah sí, ¡perdón! Lo olvidaba... el ególatra, autoritario...

– Gracias por los halagos, fomentan mi vanidad.

– Repito, ¿cuál es tu punto, Lobo?

– Otro que tener que funcionar con personalidad múltiple, cuando mi personalidad normal en sí es suficiente para sacar de sus casillas a Umino, pues... creo que no.

– ¿Temes que fracase la misión o temes desagradarle más a Iruka?

– Ninguna de mis misiones ha fracasado y no es mi obligación agradarle a nadie.

– ¿Temes por Iruka? –volvió a tantearlo, sabiendo la respuesta de antemano.

– Eso es un insulto que Lobo no está dispuesto a tolerar.

– Por mucho que eleves tu nariz... ¿Alguna otra cosa?

– ¿Posibilidad de sustituirme con Uzuki?

– Kakashi...

– ¿Sí, Tsunade-sama?

– Cuida bien de él.

– Temía que dijeras eso. Le dejaré los cambios de pañal a Gai.

El segundo proyectil se estrelló contra la pared, haciendo una profunda muesca en la mampostería, justo en el lugar que el legendario Lobo ocupara una fracción de segundo antes.

El resto de las preocupaciones de la líder eran un poco más concretas, como comenzar a pensar en la manera de lidiar al día siguiente con un montón de padres no-ninja enfurecidos por la sustitución temporal del profesor de sus niños.