¡Hola a todos! Verán, me disculpo por mi inusitada ausencia de fanfiction... Todo noviembre estuve metida en NaNoWriMo (logré las 50,000 palabras a costa de muchas desvelas), y los trabajos me tenían hasta el cuello. Sigo con trabajos, pero de momento Alonso Quijano (mi lap top) está en el "hospital" y vendrá a casa pronto, aunque la pantalla murió. Hoy iba a subir un capítulo de Fly, pero el archivo está allí... al rato que llegue Alonso, lo seguiré. De momento los dejo con un fic que iba a subir hasta enero, pero en la PC me aburrí y comencé a escribir la idea... no sabía cómo comenzarla hasta ahora, pero entre sueños surgió solo. Prometo acabar Fly (debo terminar unos trabajos de la escuela para la semana que viene. No obstante, ya es menos), y en cuanto acabe, seguiré con este fic. Gracias a todos por sus reviews en los fanfics, y los PM's preguntándome cuándo volvía... también ando con algunos problemas de salud, por eso es que me había tardado (por todo, creo). Sin más por el momento, les dejo esta historia que espero sea de su agrado.
Mi nombre es Bumi.
"Tell me and I forget,
teach me and I may remember,
involve me and I learn."
-Benjamin Franklin.
Beautiful boy.
La mar sigue ondeando, rebelde como siempre... como Kya. ¿En dónde puede estar ahora? Es agua que palpita y golpetea, dócil cuando lo necesito... oportuna, pero cruel como el calamar-tiburón... uno nunca sabe.
-Brigadier Bumi – habla una voz detrás de mí. Es uno de los cabos.
-¿Qué ocurre?
-Se va a empapar. Son pocas chispas, pero pronto pueden ser...
-¿Más chispas? Lo dudo. No conoce alta mar, cabo. Puede estar tranquilo.
Me hace la señal y se retira. Bebo un poco más de licor de cactus, el mismo que me mantiene el pecho caliente en la mujer más salvaje que conozco... Ahora entiendo por qué ella y las mujeres de tierra no se llevan bien. A excepción de mamá... y Kya... y la hija de mi tío Zuko... todos ellos.
Es una lluvia menuda que sólo da risa, ¿para qué querría ir adentro?
El cielo es cruzado por un relámpago intenso... ¡Espíritus! Siempre he tenido cierto temor hacia ellos, aunque ahora mismo no sé si el jugo de cactus me hace olvidar su intensidad, o si es que ya crecí y no necesito de nadie para protegerme... o casi.
-¿Qué ocurre, muchacho?
-Tengo miedo.
-¿miedo? ¿a qué?
Un rayo como el de hace rato partió las nubes de Ciudad República. Me cobijé y abracé a mi conejo de felpa que mamá había hecho para mí.
-De eso...
-Ya veo... ¿Puedo sentarme junto a ti?
Asentí.
-Oh, Bumi. Verás... es sólo la naturaleza que está haciendo su trabajo.
-Hace mucho ruido, y uno muy feo – le dije -, es muy estruendoso y tengo miedo. Estoy enojado.
Fruncí el ceño.
-¿Qué pasó, Bumi? ¿Por qué te enojas?
Seguí enojado... después lo miré: alto, fuerte... poderoso.
-Es que no soy fuerte y soy un cobarde.
-Por supuesto que no, Bumi. Tener miedo no es malo...
Se inclinó y susurró:
-A veces yo también tengo miedo.
¿Mi papá tenía miedo? Eso era imposible porque él... él era poderoso. O está demás decirlo: es poderoso.
-¿Tú tienes miedo, papá?
-Sí... pero no es cobarde el que tiene miedo, ni es valiente el que no lo tiene. Sólo debes aprender a controlarlo.
-¿Controlarlo? ¿Como los elementos?
-Sí, Bumi.
Volvió a verse el brillo de un trueno... Me asusté y volví a echarme las sábanas al rostro poco embravecido que tenía en ese momento. Me creía valiente... Ja, claro que no lo era.
-Está bien, hijo – comentó papá, abrazándome.
-Pero tengo mucho miedo...
-Es normal.
Nos quedamos callados un rato y se escuchaban los ruidos del agua sobre las tejas... sonaba a vómito de marinero cayendo tras una borrachera inmensa.
-¿Ya mejor? - preguntó.
-¿Y si los truenos me hacen algo?
-No te pasará nada... eres valiente, Bumi.
Papá me miró unos instantes; tenía sueño, claro. Kya apenas había nacido, y tanto mamá como papá tenían el doble de trabajo por hacer. No quería molestarlos... Sin embargo, se le ocurrió una idea genuina, una que me habría de forjar.
-Ven conmigo – propuso.
-¿A dónde vamos?
-Te mostraré algo.
Buscó entre mis cosas alguna manta que me pudiera cubrir, y me recalcó que debía salir con todo el cúmulo de ropa encima.
-Cobíajte bien, Bumi... que si tu madre se entera que te saqué a la lluvia, seguro me mata.
Salimos a una de las terrazas del templo para observar mejor los rincones del aguacero... el mar, intranquilo como siempre lo ha sido, hacía rebotar el oleaje en las rocas que se hallaban al fondo del acantilado... sí, me daba miedo, temblaba como un vulgar marinero novato, igual que mi primer día en la armada.
Hizo un pequeño domo con agua-control para que ambos nos cubriéramos.
-¿Ves todo esto, hijo?
Era un mancebo mozalbete de casi seis años que iba a observar las aguas de Ciudad República con su padre... Lo veía, y tenía miedo. De suerte no hice del baño en mis calzoncillos.
-¡Es enorme! - le dije, aferrándome con firmeza a los pantalones de pijama que portaba.
-No te pasará nada, Bumi – gritó, porque con el ruido marino no le escuchaba gran cosa. Después me montó en sus hombros para apreciar mejor el paisaje. Otro estruendo se dejó venir.
-¡Bájame, bájame! - pedí desesperado, pero él no me hizo caso.
-Estás en buenas manos, hijo... ¿No te gusta?
-No ahorita...
Seguía cubriéndome de la lluvia, mientas ambos mirábamos todo lo que había. Al cabo de unos minutos entendí por qué papá me había llevado; la ciudad, sus luces, la estatua, el cielo... todo cobraba cierta belleza estando en los hombros de un gigante, mirando y escrutando detalles fascinantes, disparejos y que me parecían horrendos cuando los contaban. ¿Qué tenía de bonito una ola que se hacía picadillo frente a una roca? Estaba todo pedregoso, sin simetría... Y de repente hasta las nubes negruzcas me parecían borreguitos que pastaban allá en los cielos... El domo de agua hacía rebotar las gotas. Todo se hacía claro.
-¿Esto es... la naturaleza? - le pregunté.
-Así es, hijo. ¿No es hermoso?
-Sí...
Varios truenos se dejaron oír, todos de corrido. Me aferré a las orejas de mi papá, unas muy enormes debo decir, y le causé sobresalto.
-Cualquier niño se habría orinado estando aquí. Pero tú lo lograste, Bumi... ¿Oíste que ya no gritaste cuando te asustaste?
No me había percatado... sólo sentí el susto de lo inesperado, y cuando vi que el cielo se había iluminado, supe que algo se me había detenido... supe que el estruendo tenía poder, que mandaba sobre un sinfín de cosas más, tanto así que cruzaba todo a su paso.
-¿Y por qué las nubes no se asustan?
-Porque lo respetan.
-¿Y qué es respetar?
-Es cuando... bien... es cuando tú, digo... es cuando tú eres amable con las cosas cuando no te han hecho nada malo. La gente cree que es miedo, pero a veces es sólo respeto a algo...
-¿Como los acólitos con mamá y contigo?
-Sí, hijo. Así es... Es hora de entrar, o mamá estará enojada...
Pasa un trueno de nueva cuenta... De seguro que la mar está enojada y sus maridos nada hacen por ella... ¿O también son sus esposas? Sí... dije que ella no se llevaba con las mujeres, pero los tiempos están cambiando de maneras que no me esperaba. Somos un montón de damas y caballeros aventados, locos y exagerados los que estamos listos para que ésta nos devore o nos deje bailar, beber, hacer el amor y hasta llegar a tierra con la firme idea de que estaremos bien.
Sí... desde aquella vez que papá me mostró el poder que hay aquí afuera, supe que quería estar en el mundo y ser parte de él, no sólo de Ciudad República...
Las gotas engordaron...mhhhh... o se pondrán a dieta y abdominales a partir de mañana, o debo entrar a mi camarote...
Lo segundo es una mejor opción.
~ Fin del capítulo ~
