Boku no Hero Academy le pertenece a sus respectivos creadores.
Espero y sea de su agrado.
The Floating Girl and the KA-BOOM! Guy parte I
Ella flotaba
Estaba flotando, y no, no estaba pensando en el famoso payaso obsesionado con los globos, ella literal estaba flotando. Flotando en medio del pasillo solitario del colegio, cercana a las escaleras del primer piso. El reloj había marcado más de las cuatro de la tarde y su falda revoloteaba en ondas lentas por la anti-gravedad de su levitar, su cabello castaño estaba bañado de la luz solar en tonalidades suaves que se colaban por la ranura de una de las ventanas, quebrada por el equipo de béisbol, los rastros del sol por la vereda que llegaban hasta la ranura contorneaban su cuerpo; uno de sus zapatos estaba volando a la altura de su cabeza, los botones de las mangas de su playera estaban desabrochados y ella estaba perdida, con una mirada extraviada en el paisaje detrás de la ventana, las facciones de su rostro se relajaban y lágrimas comenzaban a flotar en sus pestañas, capturando la salina agua.
Con los labios entre abiertos y a dos metros de altura, la chica con cara de ángel flotaba ensimismada en las veredas que escondían segundo a segundo el sol. Asustada y fascinada, las lágrimas flotaban a su alrededor como perlas, como burbujas de colores anaranjados.
Él sostuvo la respiración desde la esquina del pasillo contiguo.
Él la vio llevar sus manos a la cabeza para no golpearse contra el techo del colegio. El crujido de la vieja madera, las exclamaciones suaves de sorpresa de la misma joven, su zapato zafándose de su pie izquierdo, sus largos mechones cubriéndole el rostro, tapando sus lágrimas, tapando sus mejillas sonrojadas y redondas.
Si alguien abría las ventanas, la joven podría escapar y flotar más de dos metros. Si alguien abría la ventana aquella chica podría ver de cerca el melancólico e inquietante atardecer tras las veredas y riachuelos. Si ella salía por la ventana, ella podría flotar a la altura del mismo sol… O eso pensó el joven Katsuki al ver a su compañera de clases flotar en el pasillo.
Ella se percató de la presencia del rubio y sus mejillas brillaron con más intensidad que las nubes rojizas del ocaso; miró angustiada y llena de espanto, giró todo su cuerpo para darle la espalda, pero antes de completar el movimiento, la adolescente dejó de flotar.
Dejando escapar un ahogado grito, cayó al suelo... ella, su zapato derecho y sus lágrimas.
Bakugou se acercó en silencio y con ella a sus pies la observo, aquella compañera de salón se mantuvo en el suelo, con el pecho contra el suelo, ocultando su mirada tras sus lacios cabellos, ignorando la presencia del muchacho. Él observó con el entrecejo fruncido y la boca torcida, molesto.
Verla en el suelo era patético.
– Ey, tú, cara redonda. – la llamó con agresividad, pero ella se mantenía con los ojos cerrados, ignorándolo. –¿Por qué no te saliste por la ventana? ¿Querías ver más de cerca el atardecer, no es así? – al escuchar tales palabras la chica alzó su rostro y con una gentil mirada se apresuró en responder:
–¡No! ¡Para nada! – dijo – La imagen del paisaje desde aquí es mucho más bella, no sólo veo el atardecer, sino que veo los filtros de luz en los vidrios de la ventana y las construcciones del colegio que lentamente se van descubriendo del abrazador sol.
Se miraron a los ojos, él enojado y ella avergonzada por su inútil respuesta. El veía desde lo alto, inclinado hacia abajo, ella lo veía desde abajo, alzando su mentón.
Ella lo recordó, escalofríos en su cuerpo.
–No le digas a nadie que tengo poderes.
–¿Eh? ¿quién te crees para pedirme algo?
–¡Por favor Bakugou-kun! ¡Si mis padres se enteran de que soy una anormal, tendrán que enviarme a esas escuelas caras del gobierno!– poniéndose de rodillas contra el suelo y jalando el pantalón holgado del rubio, lo miró suplicante. – ¡Mi familia no tiene dinero para enviarme a escuelas como esas!
–¿Por qué crees que lo haré aun si me lo suplicas?
–Porque tú eres igual a mí, Bakugou-kun.
Arrugó su nariz y su cara se desfiguró en pura ira, ella tenía razón. No obstante, a todo esto, ¿esta chica cómo se llamaba? Su semblante se relajó y la miró detenidamente, ¿no era ella la que siempre estaba con Deku y el presidente de clases?
¿Cuál era el nombre de esta chica flotante y cómo sabía de su secreto?
Él explotaba
Él era una granada de mano, era un arma mortífera, un joven que cuando se le provocaba en cualquier segundo podría explotar en una des-afanada rabia y en violento odio. Sus carmines ojos siempre inyectados de un salvajismo adolescente, de un desprecio reticente y voraz orgullo con una voluntad de hierro; él era así de ambicioso e inconformista. Él era una bomba de tiempo.
En cualquier momento él explotaría.
Ella lo veía desde la acera de las calles de la ciudad, sólo necesitaba acercar más la nariz para verlo ahí; lo veía en los callejones pelear a puño limpio contra tres y a veces siete personas a la vez; lo veía luchar contra la ira que comía su pecho y lo arrastraba a peleas sin sentido.
Uraraka lo veía desde lo lejos, siempre oculta y sin ser percibida, la veía con lástima y con ganas de salir a su apoyo, pero si lo hacía él rechazaría su ayuda con más ira. La voz de Bakugou era igual de letal que sus puños, tan puntiaguda y filosa. Él explotaba en cólera con la mínima provocación, con la mínima palabra no requerida de los otros, él le provocaba miedo y a la vez curiosidad.
Uraraka había escuchado de Midoriya algunas anécdotas de éste cuando eran pequeños, había escuchado de otros que Bakugou era de lo peor, que éste joven podría desviarse fácil del buen camino. Que Bakugou un día explotaría para mal.
Aquel día, después de las clases matutinas, Uraraka se dirigió a su casa, había decidido ahorrar el dinero del transporte público de la semana para un momento de emergencia o algún libro por lo que se fue caminando y para acortar el trayecto, se desvió de las calles principales y pasó por los callejones que se conectaban entre sí con otros callejones más largos y oscuros. Caminaba sin prestar mucha atención a su alrededor, no obstante, de un callejón a la izquierda –a unos 10 metros de ella– vio un resplandor iluminar la penumbra, disipándola por 3 segundos.
Parpadeó sorprendida, curiosa y pensativa, ¿qué había sido ese resplandor? Miró sus pies, temblaban no de miedo sino de emoción, ¿qué había sido aquella luz? Tragó su saliva con dificultad y dio unos pasos tremulantes hacia el callejón y otro resplandor más intenso la cegó por un segundo. Se acercó y ahí lo pudo ver.
Ahí estaba Bakugou, jadeando y sudando, apenas se podía mantener de pie, su respiración era errática y sus manos sangraban, pero no era cualquier sangre, era sangre quemada. La castaña se tapó la boca antes de dejar escapar una exclamación de sorpresa. Estaba herido, pero ahí sólo estaba el joven Bakugou, no había nadie más que él en ese callejón, no había ni una daga o algo inflamante, no obstante, en la pared estaban grandes manchas negras como si fueran pólvora recién usadas. El joven rubio miraba con repulsivo odio las marcas y con la boca se removía la sangre que empezaba a secarse. Respiraba agobiado, la cólera subía por sus mejillas y oídos. Estaba agotado, pero en cada segundo el chico se volvía en un bodijo de frustración.
Pestañeaba, las pupilas se dilataban y se retractan consecutivamente, el rojo iracundo de sus ojos parecían cristales. Lágrimas sucias caían por sus mejillas, lágrimas secas marcaban el camino de viejas lágrimas. Lágrimas polvorientas lo impedían ver correctamente.
Ella lo miró atenta y a escondidas, él apenas y podía mantenerse de pie, agobiado en su propia ira, Bakugou explotaba en un triste llanto inaudible y salvaje, en un chasquido, una explosión que iluminó la oscuridad, todo rincón invisible devino visible, todo animal como ratas o cucarachas huyeron despavoridas por ser descubiertos en esa luz cegadora. Uraraka se cubrió los ojos con sus manos, impedida a retroceder a tiempo. Su falda se alzó sobre sus muslos, su cabello fue empujado con fuerza hacia atrás, se mantuvo en pie aun trastabillando hacia atrás, el resplandor de aquella pequeña explosión la cubrió en un manto blancuzco amarillento.
El calor era abrazador, pero cálido, muy cálido.
Quitó sus manos de los ojos y buscó al viejo amigo de Midoriya pero lo único que encontró fue a un joven con las manos destrozadas, llenas de sangre y heridas, quemadas y suspendidas en el aire, cabizbajo y con los ojos cerrados, las chispas seguían tronando a su alrededor, el humo salía de su espalda y brazos. Tambaleaba ahora sin rastro de ira o frustración, sólo tambaleaba perdido en su dolor, en su momentánea ceguera que no fue provocada por aquellas explosiones, sino por sus lágrimas que se negaban a detener su paso por sus sucias mejillas. Luz en sus manos heridas, otra explosión.
Él abrió los ojos; ella salió corriendo, tropezando con la basura o con algo que se interpuso en su camino. Reincorporándose con premura, siguió su carrera, Bakugou la mataría si se enterase de que ahora ella sabe su secreto. Pero, a todo esto, ¿por qué el joven estaba llorando?
Antes de que él explotara…
él parecía quebrarse lentamente.
Cara redonda
Sin gravedad, su cuerpo era ligero y sus manos se escapaban del agarre, ella estaba ahí sosteniéndose de la sudadera del joven rubio, su rostro lleno de espanto la hacían rasguñarlo del brazo mientras que él, alterado y gritando, la sostenía de una mano. No sabía qué exactamente hacer más que apretar tan fuerte de su mano para que no se soltara.
Ochako se escapaba directo al cielo, el sudor de la mano de Bakugou no ayudaba y las exclamaciones de terror exasperaban la corta paciencia del rubio.
–¡No me sueltes! – gritó ella con igual de exasperación, aferrándose más a la sudadera y a la mano de Bakugou que, por si no fuera poco, estaba sujeto con la otra mano, aferrándose a un tuvo para no ser arrastrado por ella.
–¡Suéltame, maldita perra! ¡Te voy a matar! – pero no la soltaba y la tiraba contra él, ayudándola. – ¿Es que no sabes desactivar tu poder, idiota? ¿cuántos años tienes y no sabes usar tus poderes?
–¡Mi habilidad no tiene nada que ver con volar! – el tirón de Bakugou la empujó hacia él y aprovechando la oportunidad, Uraraka lo tomó del cuello de la camisa con ambas manos. – ¡Flotar es sólo levitar! ¡Y no, no puedo escoger qué dirección ir! ¡Mi poder se activa o desactiva inconscientemente! Perdón...
Unas manos cubrieron su cintura y el peso del joven la hizo caer sobre su pecho; el rubio la apretó contra sí, dejándose caer en el suelo para ganar más peso y no salir flotando con ella. Uraraka adivinó la intención y se sujetó a él rodeándolo por la espalda con sus brazos, escondiendo sus avergonzadas mejillas en el hueco del cuello del joven Katsuki.
–Mujer inútil…– susurró Bakugou, sintiendo cómo el poder anti-gravitatorio de la chica lo empezaba a arrastrar por el suelo.
–Lo sé… - y su poder mermó
– Eres un fastidio. – soltó cuando sintió todo el peso de Uraraka sobre su cuerpo, ¡y vamos! Uraraka no era la más delgada de la clase, de hecho, era una chica de estatura media con regordetas mejillas y muslos grandes. No era liviana eso es seguro, algo muy contradictorio a su habilidad. Él no la soltó, la siguió estrechando y tratando de ver por el rabillo de sus ojos las mejillas coloradas de esta chica que se llamaba Uraraka.
–Gracias, Bakugou-kun.
–¡Quítate de encima, maldita gorda! – gritó empujándola, con un violento sonrojo en las mejillas y orejas.
Se pusieron de pie y con una mala mirada Bakugou la observó en silencio, Uraraka se limitó a esperar los gritos y los insultos, pero lo único que logró escuchar fue un chasqueo por parte del rubio.
–Entonces, a cielo abierto, ¿qué tan alto flotas? – Tal vez sólo era curiosidad, pero en aquellas palabras Bakugou pudieron denotar una ligera preocupación hacia ella. Ambos se vieron a los ojos, en calma.
–No lo sé. – respondió la castaña bajando la cabeza, observando la punta de sus pies. –Tal vez demasiado alto que la caída sería mi muerte… - hizo una prolongada pausa. – Pero, me gusta flotar. – alzó su mirada sin vergüenza alguna, mostrándole una pequeña sonrisa y el brillo de sus grandes ojos, sin mencionar que las mejillas de Uraraka estaban encendidas y Bakugou quien había olvidado por completo que esta chica era alguien como él, era totalmente optimista y amable.
"Tiene la cara era muy redonda." Eso fue lo único que pensó, distraído y fascinado.
Luces de bengala
Jirou y Tsuyo le habían preguntado a Uraraka del por qué se había alejado tanto de Midoriya e Iida, ¿en dónde se pasaba todo el tiempo? ¿Qué tanto hacía y con quién? Sus amigas se miraban preocupadas cuando ella llegó con una pequeña quemadura en la mano, pero Uraraka sólo sonrió feliz por la preocupación de sus amigas y las calmó con un pequeño: "Deberes de la casa, ayudo a mis padres." Después de una excusa que ni Jirou y Tsuyu terminaron de creer, Ochako partió a la ciudad, en la biblioteca donde sin duda se encontraría con Bakugou que, sin esperarla, sabía que llegaría.
Esto se volvía costumbre.
En los estantes de química, los más apartados en la esquina izquierda al fondo, los dos se encontraron. Él bramó molesto, ella sonrió en modo de saludo. Se aproximaron mutuamente.
Bakugou la recibió con unas hirientes palabras, ella se limitó a tomarle de la mejilla y darle un suave beso en los labios.
Un beso que lo hizo sacar chispas cual luces de bengalas. Iluminando el oscuro pasaje, quemando algunas esquinas de algún libro.
Algún día harían explotar toda la biblioteca.
Pero por el momento, él flotaba.
Quemadura
Cuando Ochako le tomó por primera vez de la mejilla, cuando ella lo miraba decidida y con valentía y él no pudo hacer nada más que mirar con sorpresa la osadía de esta chica cara-huevo, retrocediendo unos pasos instintivamente, chocando con la pared del callejón.
Su mano estaba fría y con ella de frente, muy cerca, pudo lograr captar la esencia de su fragancia: Ochako olía a sandía dulce. Miró al suelo, sus mejillas empezaban a arder, podía jurar que sus manos sudaban y nada bueno sucedía cuando eso ocurría, pero, cuando Uraraka con valiente decisión se acercó más al rostro del rubio cenizo, éste empezó a hacerse más alto…
Una chispa escapó y quemó quedamente la mano de la castaña.
Ella miró asustada, no por el dolor de la reciente quemadura sino por el chico que empezaba a flotar. Rápido, lo agarró de la oreja y con la otra mano, del cinturón.
Él estaba flotando.
A 5cm. del suelo, Bakugou se percató que sus pies no tocaban el suelo y que el jalón de la cara-huevo empezaba a lastimarlo. Abrió los ojos malhumorado y muy perturbado.
–¡BÁJAME O SI NO TE VOY A MATAR, MALDITA GORDA! – aulló iracundo.
Ella explotaba
Sus rostros se tornaron rojos, rojos por la vergüenza de su notable cercanía, rojos porque los ojos de Bakugou, que en sí eran rojos, se confundían con el rojo de sus mejillas. Sus narices se tocaban y las manos de Bakugou apresaban las muñecas de ésta quien, sin saber qué exactamente hacer, lo miraba con igual entusiasmo.
Cosquillas en el botón de sus pechos.
Uraraka no lo había hecho molestar (cómo si eso fuera una sorpresa), pero esta ocasión era un poco diferente, más bien, había sido ella quien ha provocado todo esto.
Ella tenía la culpa por saber su secreto, por tener un poder prohibido igual que él, por ser redondita y tener un rostro de ángel, divino; Uraraka tenía la culpa, ella provocaba todas estas innecesarias emociones en un chico impulsivo y orgulloso, ella tenía la culpa por hacerlo desear más cercanía y tacto. Era únicamente culpable por provocar en él estas chispas de deseo juvenil.
Le apretó con fuerza sus muñecas y sin aviso, la besó.
Ella abrió ligeramente la boca, dejándose llevar por el violento beso del tosco rubio. Muchos allá fuera repiten sin descanso "que el síntoma se goza", y Uraraka no podía estar más acuerdo, los besos de Bakugou no eran dulces ni inocentes, mucho menos calmados y lentos, sus besos eran como sus palabras: pesadas e hirientes; sus besos eran como su personalidad, eran brutalidad medida. Besador inexperto por igual, Uraraka experimentaba por primera vez el violento arrebato del amor. No obstante, sin que se percatara, ella ya estaba flotando, pero los brazos de Bakugou la atraparon a tiempo, abrazándola contra él.
No la dejaría escapar tan fácilmente.
Él sería el peso que la mantendría con los pies en la tierra, y si no, él flotaría con ella o ella explotaría como él, pues las mejillas de ella llegaron a un punto crítico, rojas incandescentes, hasta comenzó a sacar humo de los oídos.
Ella lo rodeó del cuello con sus brazos, besándolo con igual intensidad.
Ahora ya sabía cómo activar su habilidad.
Diente de león
Una tarde después de clases, en las afueras de la ciudad, Uraraka y Bakugou se encontraban visitando las colinas para descansar y leer. Prestaban poca importancia al hecho de que su cercanía se había vuelto casi tan necesaria como ocultar sus poderes del Estado, sin embargo, lo único que agradecían eran tardes como estas, tardes de las cuales el viento corre con mucha violencia y agita los cortos cabellos caoba de la joven y hacen reír al muchacho, burlándose de su cabello hecho un desastre. Agradecían estas tardes cuando el viento era inclemente con estos dos enamorados, aunque ninguno era consciente de ello.
Las ráfagas arrastraban la falda de Uraraka de un lado a otro, sentir frío es un clima caluroso, a sujetarse de las manos sin decirse una palabra, el temor del rubio era que ella empezara a flotar el viento se la llevara lejos, muy lejos de aquí. Sonreían con una notable paz en sus facciones, acostados en la hierba.
Se miraban a los ojos.
Las lágrimas de Bakugou brotaron lentamente. Desvió la mirada hacia otro lado y miró una pequeña flor a su lado. Se enderezó y rápido se limpió las lágrimas con el dorso de su mano, Uraraka lo siguió, preocupada. Soltando la mano de Uraraka, Bakugou se acercó y tomó la flor, cortándola al instante.
Era un diente de león.
–Toma. – dijo él ofreciéndole la flor. Uraraka sonrió alegre en respuesta, extendiendo su mano.
Su mano quedó pendida en el aire, tocando los dedos de Bakugou que tomaban del tallo al diente de león. Se observaron cómplices y una violenta ráfaga hizo que el diente de león se desmoronara en sus miles de pétalos, llevándoselos junto Uraraka que comenzó a flotar y ser llevada por las ráfagas violentas del viento.
Bakugou fue rápido y pudo tomarla de la mano.
El viento era inclemente, pero él lo era mucho más.
–¡Bakugoou! – gritó su nombre, divertida a pesar que el viento la levantaba con más fuerza y el joven Bakugou era arrastrado.
–¡Ni te atrevas a soltarme, estúpida! – respondió él con igual diversión en su voz, pero con una mueca de preocupación, si esto seguía así, ambos flotarían.
–¡Jamás! - respondió ella cuando una ráfaga más violenta los alzó más, separando al rubio del suelo.
Notas: Es mi primer fic kacchako! Mi primera vez escribiendo a Bakugou y qué complicado es u.u un dolor de cabeza, pero qué divertido es usarlo. Actualizaré cuando tenga más ideas: Estoy abierta a cualquier recomendación/pedido!
¿Review? ¿Observación o mano ayuda? ¿consejo o tip? Cualquier corrección está bienvenida y agradecida enormemente ;)
Nos vemos~
