disclaimer: Naruto es propiedad de Masashi Kishimoto.
aviso: Este fic participa en el reto Fobias del foro La Aldea Oculta entre las Hojas.
Tafofobia: Conocida también como tapefobia es el miedo irracional y persistente a la idea de ser enterrado vivo.
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"Puede afirmarse, sin vacilar, que ningún suceso se presta tanto a llevar al colmo de la angustia física y mental como el enterramiento antes de la muerte."—Edgar Allan Poe.
Sepultado
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A Gaara no le gustaba dormir.
Toda su vida lo había deseado, ignorante de la angustia que suponía el sueño para una mente atormentada. Conocía de pesadillas porque su vida era una—Gaara era una pesadilla en sí mismo—, y creía (esperaba, deseaba) que acabaría si el demonio desaparecía.
Entonces el demonio se fue, pero quedaron las sombras.
Cerraba los ojos para dormir y veía el pánico en los rostros de sus víctimas antes de ser cubiertas por la arena. Un rostro diferente cada noche, y Gaara comenzó a sentir el pánico como suyo y a verse a sí mismo en lugar de ellos. Era presa del horror continuo, hasta que el miedo irracional a ser sepultado ya no solo se limitaba a sus sueños, sino que se extendía también a sus horas de vigilia. No afectaba su trabajo— Era el Kazekage y debía actuar como tal— o relación con los demás, pero siempre estaba allí la terrorífica influencia. Y así fue por años.
Luego llegó la guerra, y con ésta el Tsukuyomi Infinito.
Gaara fue el único que no despertó.
Ninguno de los presentes pudo darse cuenta en un principio, cuando aún eran difusas las líneas entre la realidad y la ilusión del jutsu. Se levantaron del suelo con la confusión pintada en el rostro y movimientos ralentizados—como si del fondo del mar se tratara—, y vítores se escucharon en todo el lugar al disiparse la bruma del sueño. Pero, cuando sólo el joven líder permaneció inmóvil sin ninguna señal de despertar, supieron que algo estaba mal.
Temari y Kankuro se abrieron paso entre la multitud hasta él, preocupados porque más que Kazekage Es mi hermano, no puede estar...(Por favor, despierta). Fue Tsunade quien después de examinarlo, confirmó lo que temían.
(Un héroe caído, el Kazekage).
El funeral tuvo lugar en Sunagakure los días siguientes. Sus hermanos recibieron las condolencias con la cabeza en alto pero distantes, con el corazón hecho pedazos en el pecho.
Ninguno entendía qué —cómo, por qué— había ocurrido, pero La guerra es ésto, esa era la única explicación.
Gaara tampoco entendía lo que ocurría cuando abrió los ojos encontrándose con la absoluta oscuridad, tan familiar y aterradora. ¿Otra pesadilla? No importaba, porque el miedo era real. Estiró las manos, buscando una salida y encontrando a cambio el duro material de la caja. Es un ataúd, tú ataúd, se dijo antes de olvidar todo significado de autocontrol.
Quiso gritar, pero solo un jadeo salió de sus labios. Sus pulmones parecían oprimidos por un peso inconmensurable que solo empeoraba con los espasmódicos esfuerzos por salir de allí. Intentó hacer uso de su chakra, pero no tenía nada. En su desesperación por falta de aire, comenzó a golpear y arañar la tapa del ataúd, pero nada funcionó. Tendría una muerte que siempre había temido.
Allí, sepultado, ya no era el Kazekage, porque el Kazekage que todos conocían no temía a nada. En ese ataúd solo estaba Gaara, el asesino, obteniendo la muerte que merecía.
