¡Hola! Aquí les traigo una historia de mi pareja favorita. No es el primero que hago, pero se me olvidó la clave de mi otra cuenta (no entraba hace años jaja) Espero les guste y dejen sus comentarios, por favor! Un empujoncito no hace mal a nadie :(

Los personajes no me pertenecen, son de Rumiko, yo solamente los tomo prestados.

SIN ARREPENTIMIENTOS

Las noches lluviosas siempre eran iguales en el Segoku. Se hacía presente ese frío que te cala los huesos, y la morena, inteligentemente había llegado a esa época con su típico traje de colegiala y su gran mochila amarilla. Había decidido irse a su época por un par de días gracias a sus exámenes. Bueno, hay que mencionar que antes de marcharse había tenido una de sus tan comunes peleas con Inuyasha.

El hanyou no la había ido a buscarla, estaba segura que él seguía molesto. Kagome comenzó su camino hacía la aldea. Sus labios rápidamente se pintaron de morado y sus manos palidecieron. ¿Por qué no había traído un abrigo? Estaba completamente mojada.

—¿Qué haces aquí?

Esa voz podía reconocerla en cualquier parte del mundo. Se volteó rápidamente y se encontró con sus ojos dorados. Soltó un suspiro y le dio la espalda.

La pregunta era, ¿Qué hacía él aquí? Ella dijo que volvería en cinco días, pero al contrario de las predicciones, sus exámenes terminaron antes de lo previsto. ¡Y su familia se había marchado sin ella!

Lo sintió atrás de ella, demasiado cerca y sonrío débilmente aforrándose a los tirantes amarillos de su mochila. Con tranquilidad la dejó en el suelo, demandando distancia.

—Tengo que buscar los fragmentos de la perla que yo misma rompí.

Recalcó con tristeza las últimas tres palabras. Pues, siempre que ellos tenían una pelea, Inuyasha se encargaba de sacarle en cara qué, si no hubiese sido por ella, jamás tendrían que viajar por el mundo buscando los estúpidos pedazos de vidrios de gran importancia.

—Tonta, no me refiero a eso. —Una socarrona sonrisa adornó su rostro y ella sintió el calor de Inuyasha, estaba demasiado cerca. Se volteó hacía él y cargó su peso en la pierna derecha, de inmediato se sonrojó estaban demasiado cerca. Su plateado cabello estaba empapado al igual que ella.

Inuyasha quedó inmóvil tratando de controlar sus impulsos, ¿Cuándo esa niña chillona y molesta se convirtió en la mujer que ahora ve? El agua que empapaba sus ropas hacía que estas se pegaran a su cuerpo marcándolo y dejando muy poco para su imaginación. Desde hace un tiempo, sus instintos youkais gritaban por marcarla, y él, enojado con sigo mismo, comenzaba a pelear con la azabache.— Se supone que volverías en dos días más. —sin intención su tono fue demasiado brusco.

¿Le estaba reclamando por volver antes?

—Pensé que querías partir antes. —Mierda, e Inuyasha pensó que volvió porque lo extrañaba. Èl acercó sus manos a los hombros de ella, pero sin tocarla—Además, ¿Qué haces tú a estas horas, en la lluvia? —Kagome se cruzó de brazos en un intento por calentarse y de paso tener una posición más firme. Inuyasha frunció el ceño, y dirigió su vista hacia un costado. La muchacha lo siguió y a lo lejos pudo distinguir claramente como las serpientes caza almas merodeaban los árboles.

Auch. Eso si que dolió.

—¡Abajo!

El conjuro mandó a Inuyasha de bruces y a comer barro. Por unos instantes lo mantuvo inmovilizado. Ella tembló y no tan solo por el frío, sino que estaba cansada de esas salidas del Hanyou.

Sus ojos se empaparon de lágrimas.

Lo malo de todo, era que ella juró estar a su lado, y a él parecía importarle un bledo. Seguía encontrándose con su amada sacerdotisa de barro.

—¡Mierda, Kagome! ¿Por qué siempre haces lo mismo? ¡No te hice nada! —Gritó desde el suelo.

Ella no respondió agarró rápidamente su mochila y continúo su camino.

No sintió a Inuyasha seguirla, así que dedujo que había vuelto al lado de Kikyo. Eso le molestó. La azabache deseó haberse quedado los cinco días en su época. Ahora entendía el por qué no la había ido a buscar. ¡Qué tonta era!

—¡Kagome, pareces una rata mojada! —Gritó enojado el hanyou.

Ella dejó caer su mochila al suelo.

—¿Qué? —Preguntó sin voltearse y sin creer lo que escucharon sus oídos.

—¡Te dije que pareces una rata mojada!

Doble Auch.

Si lo anterior dolió, esto fue el doble.

—Aba…! —Y no pudo terminar. Sintió como Inuyasha la agarró por el brazo volteándola hacía él y tapándole la boca con su mano mientras que la otra se posaba en su cintura y la traía hacia su cuerpo.

—No quiero comer barro de nuevo, Kagome. —Él sonrió pero aquella sonrisa se quebró al ver sus ojos cristalinos. Mierda, no soportaba ver a ninguna mujer llorar y menos a ella.

Kagome comenzó a temblar por la cercanía del medio demonio. Estaba claro que Inuyasha no se daba cuenta de lo que hacía. El marrón y el chocolate se fundieron y volvió a sonreír al sentir su aroma a nerviosismo.

—Déjame.

Lo cortó.

Un momento, ¿Kagome estaba siendo cortante con él? Eso le borró su socarrona sonrisa. Emitió un gruñido y bajó su mano hasta la cadera de Kagome, acercándola más a él y mirándola de forma amenazante.

—No.

—Voy a decir el conjuro —Tartamudeó la azabache. Y sintió como Inuyasha la apegó aún más a su cuerpo. Se le olvidó respirar por unos momentos al tener tan pegado el cuerpo de Inuyasha al suyo.

El soltó una carcajada y enterró su mano en la cabellera azabache acercándola por la fuerza a su rostro. Escuchó claramente el acelerado palpitar del corazón de Kagome. ¿O era el suyo? Bueno, eso no importa.

—Hazlo —La desafió. Kagome colocó las manos contra el pecho del hanyou alejándolo. O al menos, tratando de hacerlo. Y comenzó a sollozar.

—¡Vete con kikyo! ¡Eso hacías antes que yo llegara y te arruinara la diversión!

Otro gruñido.

—Yo no hacía nada con Kikyo, ni te atrevas a nombrarla.

—Déjame ir —le ordenó sin tartamudear. ¿Hasta cuando seguiría lastimándola? ¿Acaso se divertía viéndola sufrir? Fue él quien juró protegerla de todos, pero no sabía que el peligro más grande era el mismo propietario de esas palabras.

Otro sollozo.

Desde hace un tiempo Inuyasha comprendió que no sentía nada por la sacerdotisa de barro.

Quizá un profundo cariño y eso era algo que no podía dejar de sentirlo.

Pero por Kagome sentía algo más. Y era tan orgulloso que no sería capaz de decirlo. La azabache estaba tan cerca de su cuerpo, tan apegada a él que tenía que controlarse para no devorarla en esos momentos. Pero ella tenía esa mirada llorosa y rabiosa. Era tan frágil y a la vez tan fuerte. Acercó aún más su rostro hacia ella y tembló. Podía contar cada pestaña, y detallar cada una de sus facciones. ¡Maldita sea por qué debía ser esa niña tan perfecta! Precionó su cadera y sintió el palpitar su sangre. Y la soltó.

Kagome estaba inmóvil y congelada. Por lo menos cuando estaba agarrada por el Hanyou sentía su calor corporal, pero ahora estaba lejos y muerta de frío. Pero a pesar de aquello, no evitar sentir ese hormigueo recorrer su cuerpo al recordar sus manos sobre él.

Entonces lo vio.

Frente a ella, con los ojos cerrados y presionando sus puños. Le pareció que trataba de controlarse.

—Inuyasha…

Todo sucedió demasiado rápido.

Inuyasha se lanzó contra ella como si fuese una bestia. Golpeo su espalda contra un árbol y se apoderó de sus labios con fiereza.

La azabache dejó escapar un suave gemido y se quedó estática. ¿Qué estaba haciendo ella? ¿Desde cuándo había deseado ese beso? No esperó más y enterró sus manos en su mojada cabellera plateada.

Claramente sintió como Inuyasha agarraba su cadera con una mano y la otra la colocaba en su cuello, entonces su lengua rozó el labio de la azabache y ella correspondió gustosa. Su boca sabía a gloria, era mucho más de lo que ambos se habían imaginado. El baile de sus lenguas era acelerado, no había ninguna pizca de dulzura; solo deseo contenido.

Inuyasha siguió acariciando su cadera y salvajemente agarró ambas piernas de la azabache abrazando su propia cadera embistiéndola contra el árbol, ella soltó un suave gemido.

A pesar de ser él comenzó el beso. Ella fue quien lo rompió.

Necesitaba aire, miró fijamente a Inuyasha y trató de averiguar que era lo que sentía. Pero en realidad estaba buscando a Kikyo en los ojos de Inuyasha, pero no la encontró.

—Kagome… —Susurró roncamente, de una forma que ella jamás lo había escuchado— Yo si estuve con Kikyo esta noche...

El corazón de ella se volvió a romper. ¿Cuántas veces puede romperse el mismo corazón en un día?

—Déjame…

Él gruñó y su parte youkai volvió a embestir su cadera, ella ahogo un gemido. No le daría en el gusto.

—Déjame terminar. No te niego que siempre sentiré un profundo cariño por Kikyo… —Ella intentó arrancarse de nuevo—Sé que no quieres escucharme… pero es imperativo que lo hagas. —El hanyou aventuró su nariz por el cuello de Kagome, e inhalo su aroma. Maldito aroma que hacía que sus sentidos youkai se volvieran locos. Volvió a embestirla al sentirla alejarse y esta vez Kagome no pudo evitar un jadeo. Que volvió loco los sentidos del hanyou. Sentía claramente sus garrar aferrarse a la piel descubierta por la falda. —Quiero a Kikyo, más de lo que puedes llegar a imaginarte... —Ella dejó correr las lágrimas por su rostro. Estaban en una posición bastante comprometedora y él estaba hablándole de sus sentimientos hacia Kikyo.

—Déjame ir maldita sea… —Murmuro entre llantos.

Inuyasha no la escuchó.

—No me arrepiento, no me arrepiento de haber ido cada noche a verla. No me arrepiento de haberte dejado esperando a por mí. No me arrepiento de haberte hecho llorar cada día… —Su respiración se volvió más calmada y la bajo. Pero no la dejó escapar pues colocó sus manos al lado de su cabeza y aún la mantenía presa entre su cuerpo y el árbol. —No me arrepiento porque soy egoísta. Eso es lo que soy. Cometo errores, pienso solamente en mí y le hago daño a la gente que me importa. —Acercó su cuerpo al de ella mientras la muchacha evitaba derramar alguna lágrima. — No me arrepiento que quieras estar a mi lado. No me arrepiento que cada parte de mi cuerpo me exija estar contigo. Y no me arrepiento de estar enamorado de ti…

E Inuyasha se quitó un gran peso de encima. Kagome se congeló, y no articuló ninguna palabra. Sintió los labios del hanyou en su cuello quitándole a besos las gotas de agua y se mordió el labio inferior

—La peor decisión que haz tomado en tu vida es estar a lado de alguien como yo. Yo soy malo para ti…

La muchacha colocó las manos en la cintura del hanyou y comenzó a subirlas. Este levantó la mirada y ambas se encontraron.

—No lo eres. —Aseguro, y se atrevió a actuar. Se colocó en punta de pie acercando su rostro a él.

—Te voy a hacer mucho daño. —Aseguró.

—Lo sé.

—No puedo cambiar quien soy…

—También lo sé…

Inuyasha sonrió un poco y de acercó más a ella. Tanto, que sus labios a penas se tocaban.

—Eres increíble.

La muchacha se mordió el labio inferior y beso al hanyou.

No fue un beso como el primero, este fue más suave. Inuyasha colocó ambas manos al costado del rostro de la muchacha y exploró su cavidad bucal con su lengua. Su paladar y sus dientes. Ella se apegó a él aferrándose a su cuello. Y mordió su labio inferior. Inuyasha colocó una mano en su cabellera medio despeinándola y acercándola más a él. ¿Cómo podía haberse aguantado tanto tiempo sin probar sus labios? Ahora que los había probado no la dejaría él. Colocó las manos en la cadera de ella y la empujó contra el árbol. Sonrío en el beso y embistió su cadera contra ella.

Inuyasha no se arrepentía de la pelear que tuvieron. Tampoco se arrepentía de sus sentimientos a Kikyo. Pero si se iba a arrepentir de una cosa; Kagome agarraría un grave resfriado.

No se si les habrá gustado este capítulo. Si encontraron que le faltó algo u no les gustó. Todas las opiniones son agradecidas. ¡Gracias de ante mano!