Bueno, hola a todos~~ Esta idea se me ocurrió justo anoche y en cuanto he tenido tiempo me he puesto a escribir el primer capítulo. Aún no tengo totalmente decidido cómo se va a desarrollar la historia, más bien me inspiraré en lo que una amiga y las reviews vayan diciéndome.

Ya de paso, voy a dar gracias a mi amiga Vlady por haberme apoyado con esta idea, aconsejarme y también por leer los capítulos antes de subirlos yo aquí.

Aprovecho también para decir que no se si hay un fic que tenga una historia parecida a esta, así que si existe lo siento mucho y espero que no moleste.

También aviso de que en cierta parte de la historia habrá un poco de sangre, intentaré avisar del capítulo en el que sale, para no desagradar a nadie, pero avisados estáis.

Disclaimer: todos los personajes que aparezcan aquí son del manga y anime Naruto, así que todos ellos pertenecen a Masashi Kishimoto y no tengo ningún derecho sobre ellos.


Aquel era un día más que corriente en la universidad. Hacía calor pues el verano ya se estaba acercando, y eso se notaba en la cara de los alumnos: unos mirando por la ventana con ansias de salir de ahí por fin, otros escribiendo de manera distraída, alguno hablando por la parte de atrás y otros, simplemente, intentaban pasar entretenidos mi soporífera clase entreteniéndose con sus móviles.

Al principio todos se mostraban interesados en la asignatura que yo impartía, pero a medida que el curso avanzaba, iban acostumbrándose y las clases teóricas se les hacían eternas. No es que llevase muchos años como profesor ahí, de hecho hacía seis años que había terminado mi doctorado y cinco desde que daba clase en la universidad en la que estudié. Sin embargo, aunque fuese profesor, no había olvidado mi etapa de alumno recién ingresado en la universidad, esperando con ilusión que los profesores nos enseñasen cosas interesantes… hasta que me di cuenta de que esos momentos "animados" eran los menos, y que la mayor parte del tiempo había que estar copiando todo lo que el profesor decía.

Estaba seguro de que mi cara en aquel entonces era igual que la que tenían mis alumnos en ese momento. Cogí uno de mis libros, lo cerré calmadamente y tras eso di un golpe con él en la mesa, asustando a la mayoría de los que estaban distraídos. Ahora todos los ojos me miraban a mí.

– Bien, ya que es viernes y os veo ansiosos por salir dejaré la clase aquí. – Todos empezaron a recoger así que tuve que alzar la voz para que me escuchasen. – Recordad que para el miércoles me tenéis que entregar vuestros trabajos sin falta. – Viendo que apenas me atendían por estar hablando sobre los planes que tenían para el fin de semana empecé a recoger yo también mis libros y los metí a aquella cartera de cuero que siempre solía acompañarme.

Me quedé sentado en la silla del profesor, esperando a que los alumnos saliesen del aula por si alguno quería comentarme algo, pero todos parecían tener prisa, así que a diferencia de los días de invierno, la clase acabó vacía en pocos minutos. – Anda que no se dan prisa cuando les interesa… – Me levanté con un suspiro y salí para cerrar la clase con llave, pues ya no se utilizaría más hasta la semana siguiente y… nadie se atrevería a dejarla abierta. Siendo un aula-laboratorio, los "altos cargos" siempre insistían en que esas clases estuviesen cerradas por peligro de robos. Y yo entonces me preguntaba ¿quién iba a querer llevarse un hueso humano a casa?

Negando con la cabeza me giré, guardándome la llave en el bolsillo del pantalón para encontrarme con un chico sentado justo frente a la puerta. Me estaba mirando con sus ojos azules. No me sonaba de haberle visto en clase, aunque tampoco es que me aprendiese los nombres o las caras de mis alumnos. Sería demasiada molestia con el comienzo de cada curso. Pero él me seguía mirando sin decir nada. – ¿Necesitas algo? – Mi voz resonó en el pasillo, casi desierto de no ser por nosotros dos, pues al parecer los alumnos habían huido en bandada para disfrutar las últimas horas de sol del día.

El chico se levantó del banco y se acercó a mí. No parecía muy contento por el rostro que tenía, parecía preocupado. Diría que quizás algo más, pues al tenerle cerca pude ver que tenía los ojos rojos. – Perdone, ¿está seguro de que no quedaba nadie dentro? –

Miré a la puerta y asentí. – Claro, he esperado a que todos recogiesen y saliesen. – Ese rubio bajó la mirada y suspiró.

Su voz sonó algo temblorosa al volver a hablar, como si le costase contener sus emociones. –Ah… bueno entonces me voy, muchas gracias. – Sin despedirse ni nada se alejó a paso rápido de allí.

No había entendido muy bien qué pasaba con él, pero me olvidé del tema y salí del edificio para volver a casa. Me esperaba un largo fin de semana de correcciones y de preparar las próximas clases. Y así pasé el fin de semana entero, entre papeles, libros y bolígrafos, incluso quejas de algún estudiante vía email por la mala nota que habían obtenido en sus últimos trabajos… nada fuera de lo común. O quizás sí que tendría que decir había algo destacable. Ese cabello rubio brillante y los ojos azules resplandecientes bajo su flequillo volvían de forma efímera a mi mente de vez en cuando durante unos segundos, distrayéndome de lo que hacía. Bah, ni siquiera parecía ser alumno mío, no era probable que me lo volviese a encontrar. Pero no podía olvidar esa mirada que mostraba una mezcla de tristeza y preocupación.

Una nueva semana comenzó… lunes, nueve de la mañana… eso significaba que tenía que impartir la clase de anatomía a los de tercero. Una clase llena de bostezos hasta que llegó la parte práctica y les pedí que se dividiesen en grupos. Así parecieron animarse bastante, aunque ese pequeño experimento no era nada del otro mundo. Bueno, al menos no se dormirían otra vez.

Al dar por finalizada la lección salieron todos corriendo para poder llegar a su siguiente clase a tiempo. La vida universitaria tenía esas pegas, siempre tenían que estar con prisas de un lado a otro. Cuando salí de la clase vi, para mi sorpresa, que el rubio que vi el viernes por la tarde volvía a estar frente a la puerta, pero, al ver que cerraba el aula, simplemente se levantó y se marchó sin decir nada. Aquel comportamiento era cuanto menos curioso, pero no le conocía, así que no podría reclamarle nada.

La semana fue pasando y pude darme cuenta de que, cada vez que daba clase a los alumnos de tercero, el misterioso chico rubio aparecía delante del aula donde yo impartía. Llegó el viernes de nuevo, y como acostumbraba ya a hacer, terminaba la clase antes de tiempo para que los alumnos pudiesen disfrutar de una pequeña parte más de la tarde. Y como era habitual ya para mí, ahí estaban otra vez esos ojos azules, repasando las caras de cada persona que salía de la clase, hasta que me veía salir a mí.

Pero esta vez no iba a dejar que se fuese sin ninguna explicación, así que tras cerrar la puerta aceleré el paso hasta colocarme a su lado. – ¿Por qué apareces siempre delante de mi clase? –Hablé con voz clara y seria, sin rodeos. No iba a tener tanto tacto cuando él parecía que estaba acosando a alguien de manera obsesiva.

Él detuvo sus pasos y me miró a los ojos. Estos estaban ligeramente brillantes, como si quisiese llorar o algo. – Perdone, es que busco a alguien que debería ir a su clase, pero no parece que venga. – Apartó la mirada de mí y suspiró. Curiosa manera de buscar a alguien a quien conocías. ¿Dónde quedaban todas esas nuevas tecnologías? En la actualidad no había complicación alguna para poder comunicarse con alguien.

¿Sería una mentira? Quizás estaba buscando algo más, o necesitaba algo. El chico parecía un poco afectado, pero seguía pareciendo contenerse. – ¿Estás bien? Si lo que deseas es entrar a mis clases solo tienes que pedírmelo, no es necesario que estés matriculado en la asignatura. – Él solo negó con la cabeza. Así que no era interés en la asignatura… no se me ocurría nada que pudiese hacerle venir todos los días sin falta.

No es que yo fuese una persona que mostrase sus sentimientos a los demás, de hecho conocía varios de los apelativos tan cariñosos que me habían puesto los alumnos de la facultad. Eso era sarcasmo por supuesto. Pero ese chico me conmovía, y pocas cosas conseguían conmoverme a mí. Al final decidí que quería saber qué pasaba con él, porque me sentía algo observado a decir verdad. – Acompáñame a mi despacho. Hablaremos más tranquilos allí. – El chico me siguió un par de pasos más atrás pero se decidió a entrar cuando llegamos.

– Bien, ahora cuéntame... ah… – Le miré expectante ya sentado en mi silla, esperando que se presentase.

– Deidara, me llamo Deidara. – Curioso nombre para un chico… Pero no iba a parar la charla ahí; si estaba siempre en el pasillo esperando algo querría.

– ¿Estás interesado en la carrera? – Solo negó en silencio otra vez, pero con mi mirada pareció forzarse a hablar.

– No soy alumno de la universidad. Ni siquiera estoy interesado en estudiar una carrera. – Esa conversación no iba a ser muy amena por lo que estaba viendo, y no se me daba bien hablar con gente que a vista de cualquiera estaba hundido. Aquella respuesta que me dio me despistó del todo, no entendía qué hacía el chico allí si no era alumno.

– Sabrás que no está permitido estar en esta facultad si no eres alumno o parte del personal, ¿verdad? – Más que nada era por seguridad, ya que había productos que solo se permitía manejar a profesores y alumnos de cursos superiores.

– Sí, sí, lo sé bien, y lo siento. Pero es que es muy urgente. Como le he dicho antes, necesito encontrar a alguien que debería ir a sus clases. – Me quedé mirándole, esperando alguna explicación, pero no parecía por la labor de dar más detalles.

– Ya veo… – Saqué una hoja de la carpeta en la que aparecía una lista con los nombres de los alumnos y a su lado las firmas de aquellos que habían acudido a las últimas clases. – Dime el nombre de la persona que buscas. – Me miró extrañado un momento pero yo solamente le asentí para que me tuviese algo de confianza. Tras parecer dudar unos segundos me dijo el nombre… "Uchiha". Pasé la mirada rápidamente por mi lista buscando ese apellido hasta dar con él pero… – Siento decirte que esa persona no ha venido a las últimas 4 clases. – No era algo que me extrañase, muchos alumnos decidían no acudir a mis clases, aunque así lo más probable era que suspendiesen por no presentar los informes de las prácticas de la asignatura.

– Ah… – No me costaría nada decir que el chico estaba decepcionado. De hecho a mis ojos seguía pareciendo que se aguantaba el llanto.

– Oye, Deidara. ¿Ha pasado algo? ¿Necesitas ayuda? Sé que no soy más que un desconocido para ti, pero puedo ofrecerme a comunicarme con él por ti. En los registros sale su número de teléfono y su email. – Parecía que al rubio le espantaba esa idea y se levantó de golpe de la silla donde estaba.

– ¡No, no! No es necesario. Ya encontraré la forma de hablar con él. – Miró su reloj nervioso y después miró la puerta. – No hable con él, de verdad, me las arreglaré yo solo. Gracias por su ayuda. – Tanto respeto por su parte me extrañaba bastante, casi hasta me ponía nervioso. Y… ¿estaba asustado? Esa reacción que había tenido me había sorprendido aún más.

– Está bien, no te preocupes. – Me levanté para despedirme de él y le acompañé a la puerta. Educación ante todo, como solía decir. – Espero que tengas suerte en tu búsqueda. – Sonreí levemente, algo muy raro en mí, y dejé que se marchase.

Aquel chico llamaba mi atención con su actitud. Apareciendo siempre delante de mí, tan callado, tan nervioso, tan triste… y algo me decía que no sería la última vez que le vería por aquí.


¡Y ya está! Primer capítulo terminado. Pues gracias por leer hasta aquí a los que habéis llegado. Como he dicho arriba, se aceptan reviews con recomendaciones o peticiones y consideraré ponerlas si encajan con la historia que tengo pensada. Además, todas las reviews son bienvenidas, que me hace ilusión 3

No creo tardar mucho en subir el próximo capítulo, pues ya lo tengo a empezado. Gracias de nuevo por leer, besitos~~