Y ella… ¿quién era?

¿Estaba allí desde antes… o acababa de aparecer?

Katsuki nunca la había visto y ahora, aparecía como espectro en la esquina de su ojo.

Sabía que ignoraba a muchas chicas, notando sólo a las hermosas con las que siempre salía de fiesta, pero a ella… ¿Por qué si era un fantasma más, algo le había robado la atención?

Justo a la otra esquina del salón, la cabeza castaña se enfrascaba en la lectura de un libro de pasta gruesa, sin darle importancia a las risas que los demás chicos tenían en aquella hora en que la maestra había salido por unas cuestiones y dejado solo el salón.

¿Fue aquello, entonces?

Esa manera olímpica en que ella pasaba de los demás, tal y como Bakugou había pasado de ella. Entonces, de ser así, él se declaraba perdedor: ella ignoraba mejor que él mismo.

Soltó una risa por su propio razonamiento, volviendo la vista al frente cuando una chica, su novia, subió a la mesa del banco y acercando a su oído, le susurró—: en la biblioteca, después de clases.

Volvió a reír: sabía lo que eso significaba.

Mantuvo la atención necesaria el resto de las clases, sólo para ser tomado de la mano por su novia en cuanto el timbre de fin de jornada sonó. Fueron al baño un momento, esperando que los pasillos se vaciaran, y cuando supieron que estaban solos, anduvieron hacia la siempre abierta biblioteca.

Se internaron entre los anaqueles de libros, hacia la sección de geografía, y allí, su novia se arrodilló frente a él.

Bakugou tomó la cabeza de ella, igual de rubia que la suya, y acariciando sus cabellos, la apremió para tocar su miembro ya endurecido.

Aquella bajó su cierre, obteniendo fuera el miembro, soltando un suspiro sobre la cabeza rosa justo antes de succionar de ella, robando jadeos pesados de él. Katsuki empujó dentro de su garganta, invitándola a seguir, mientras ella conseguía tener la longitud con su lengua, dejando cortos hilos de saliva entre la piel y sus labios.

Esa chica tenía un gran potencial en esos aspectos, y era por eso que Bakugou le había dado el nombre de novia. Cuando ella dejara de acceder a dar esos momentos, entonces sería descartada, más mientras ese tiempo llegara, Katsuki estaba llegando al orgasmo.

Lo sentía aprisionar su miembro, recorrer ese líquido por todo el tronco y finalmente salir disparado por el orificio en dirección a la garganta de la chica. Ella siguió lamiendo la línea, mientras Katsuki se retiraba el sudor de la frente.

Iba a decirle a su novia que subiera su falda cuando aún en la somnolencia de su orgasmo, retumbaron en sus oídos los pasos en la soledad de la biblioteca.

Y entonces, al instante en que buscaba el origen de los pasos, el fantasma apreció en el final del pasillo, contrastada con el iluminar del sol crepuscular interferido por las cortinas de un ventanal. Llevaba en sus manos un libro que decía Geodesia.

Les dedicó una mirada. Primero al rostro de Katsuki, luego al de la chica y por último, a los libros en el anaquel.

Se encaminó dentro del pasillo y dejó el libro allí, sólo para tomar otro, saliendo de esa situación.

Katsuki la siguió con la mirada, sin perder atisbo de sus movimientos.

Cuando se fue, no pudo sino sorprenderse: ¿así actuarían otras personas en esa situación?

Tanto él como su novia llegaron a la conclusión de que aquello había sido demasiado incómodo y que era mejor dejarlo por la paz e irse.

Para el momento en que llegó a su hogar, Katsuki no se quitaba la imagen de la chica de la mente.

La pudo ver de frente, con detenimiento, paseando entre cada recuadro de sus movimiento, del batir de su cabello, del espacio entre pestañas que sólo parpadearon cuando tomó el libro de nuevo y se fue.

También pudo observarle el cuerpo y se maldijo por nunca haber notado ese par de pechos redondos: él pensaba que su ex novia, la anterior a la actual, era la chica con los pechos más increíbles que hubiera visto, pero no. La fantasma llevaba una delantera de envidia y un trasero que seguro sería delicioso follar.

Más sabía que no era ese cúmulo de características las que lo mantenían al pendiente de ella.

Un sosiego, una calma, casi una impersonificación. Una chica que vivía lejos de sí misma y de los otros. Alguien que tenía piel y parecía no sentir; alguien que tenía corazón y parecía no vivir.

Y no era como que Bakugou fuera sinónimo de vitalidad, pero sí sabía que tenía y demostraba tal vez sólo las emociones más explosivas.

En cambio, ella…

En una situación tan inoportuna, su respuesta fue por demás estoica.

¿Acaso estaba deprimida? ¿Tan malos eran sus problemas que no la dejaban sonreír?

Ella muy bonita, piel hermosa, labios besables y ojos expresivos. Tendría una hermosa sonrisa, seguro. Pero dudaba verla de seguir de así.

Giró en su cama, con los pies colgando desde el borde y el rostro cubierto por la almohada.

Elevó la cabeza, para pensar: ¿y si se proponía sacarle una sonrisa?

Él mismo no sonreía mucho sino era para llevarse a una chica consigo, pero tal vez esas mañas seductoras podrían servirle de algo. Podría ser ella la más dura prueba para sus dotes de conquista.

Por eso, a la mañana siguiente, tomó por el hombro a Kirishima que se besuqueaba con una chica de cabello obscuro y algo desalineada.

—¡Ey! ¿Qué sucede contigo, Bakugou?—, gritoneó.

—Necesito tu ayuda—, se sentó en la misma banca del campo deportivo—. Necesito información acerca de una chica.

Entonces, Kirishima se arregló la camisa y algo el cabello—: si necesitas algo de una chica, Kirishima mismo es el mejor—, se alagó a sí mismo. Y era obvio que sí tendría información: si bien Bakugou siempre iba por las chicas más lindas, Kirishima tenía por meta estar con cualquier chica, sin importar físico, por lo menos una vez.

—Bien. La chica va en nuestro salón. Es castaña, pequeña, y tiene pechos grandes.

Kirishima lo escuchó con atención, buscando en su memoria alguna chica que se pareciera a lo que le describía su amigo—: ¿tiene el cabello corto o largo?

—Corto. Dos mechones le sobresalen y parecen enmarcar su rostro.

—¿Uraraka?—, preguntó la chica entonces, Tsuyu—. Hablas de Uraraka Ochako.

Los amigos se miraron—: ¿hay alguien llamado así?—, preguntó Kirishima. Si él también se preguntaba quién era, Bakugou había preguntado a la persona equivocada.

—Sí—, volvió hablar Tsuyu—. ¿No la conocen? Siempre tiene el primer puesto en clases. Nadie habla realmente con ella, pero entre chicas se dice que quiere tener un trabajo en un área donde sólo hay hombres, así que tiene que estudiar demasiado si quiere lograrlo.

Entonces se preguntó si el título del libro que le había visto el día anterior era la confirmación de lo que decía Tsuyu—. Geodesia…—, recordó Katsuki—. Ella leía un libro con ese título. ¿Es acaso un empleo?

—Mi padre es arquitecto—, le respondió la chica—. Él de vez en cuando menciona esa palabra. Creo que son quienes miden los terrenos para las construcciones.

Bakugou elevó una ceja.

¿Ella quería trabajar midiendo la tierra?

Realmente no parecía un empleo para una chica.