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La Caída de la Fortaleza Roja

I

Sandor


Madre Gentil,

fuente de toda piedad,

salva a nuestros hijos de la guerra y la maldad,

contén las espadas y las flechas detén,

que tengan un futuro de paz y de bien.

Madre Gentil, de las mujeres aliento,

ayuda a nuestras hijas en este día violento,

calma la ira y la furia agresiva,

haz que nuestra vida sea más compasiva.

Se le había olvidado el resto de la letra. Tenía miedo de que la matara en cuanto dejara de cantar, pero tras un instante el Perro le apartó la daga de la garganta, sin decir palabra.

El instinto le dijo que alzara la mano y le pusiera los dedos sobre la mejilla. La habitación estaba a oscuras y no lo veía, pero notó el tacto pegajoso de la sangre, y una humedad que no era de sangre.

—Pajarito —dijo una vez más, con la voz ronca y rasposa como el sonido del acero contra la piedra.


Fue cuando el cielo volvió a iluminarse, una llamarada verde y extensa llenó de reflejos el interior de su alcoba y pudo ver el brillo rojo en la cara del Perro, solo que este ya no le miraba. Bruscamente se alejó en dirección a su ventana y soltó una maldición, se volvió hacia ella con la cara contraída por la furia, afuera el fuego Valyrio seguía ardiendo y le daba un aspecto aun más feroz, lo sabía, iba a matarla en ese momento y en ese lugar.

Sin embargo, solo la cogió del brazo con una fuerza que lo hubiera partido y la arrastró con él.

— ¿Qué hacéis? — preguntó aterrorizada, mientras que sus piernas hacían todo lo posible por mantenerla dentro de su habitación, se cogió del dosel de su cama, pero al lado del Perro su fuerza era completamente inútil, cuando llegaron a la puerta trató de, nuevamente, oponer resistencia, pero el Perro la cogió de la manga de su vestido y este se rasgó. Sansa retrocedió y él se quedó mirando el pedazo de tela, luego levantó los ojos hacia ella y volvió a sujetarla del brazo como si de una garra se tratara.

— Inténtalo de nuevo pajarito… y te romperé el cuello— la arrastró todo el camino de vuelta al torreón, bajaron las escaleras y se dirigieron al puente.

Afuera el cielo parecía de día, como si estuviera amaneciendo entre los reflejos rojos, anaranjados y verdes que teñían las nubes de humo, los gritos de los hombres se escuchaban de manera confusa y lejana, sin embargo de a poco parecían crecer en intensidad, como si avanzaran directamente hasta la Fortaleza Roja, Sansa recordó el día en que debieron despedir a Myrcella y el caos que se había suscitado, ahora le parecía mil veces peor el tratar de salir a la ciudad, además los informes de Osfryd habían sido realmente desalentadores, el Perro decía que la defendería, pero ¿Quién lo defendería a él de la furia del pueblo? Nuevamente sus pies se congelaron sobre la piedra del patio y comenzaron a empujarla en otra dirección, de vuelta a su alcoba. Comenzó a llorar:

— No, no ¡No salgamos! ¡Vamos a morir! ¡Ser, por favor! ¡Dejadme acá, dejadme ir! — el Perro no parecía escucharla, solo halaba de ella como si fuera una muñeca sin vida y sin voz, Sansa prefirió arriesgarse a desobedecer a Clegane, antes de dejar que la sacaran de la Fortaleza.

— ¡No soy ningún Ser! — rugió este sin dar la cara y sin detenerse desenvaino su espada.

"Lo hará ahora, me cortara la cabeza y se la llevara a Joffrey"

Las lágrimas brotaban de sus ojos sin que pudiera controlarlas. Pero en vez de voltear hacia ella, el Perro gritó una orden para que los capas doradas bajaran el puente.

— ¡Las ordenes de la reina dicen que nadie sale sin su permiso!

— ¡Me vale mierda! ¡la bajas o la bajo yo! — el guardia no se dejó intimidar, e insolente le contestó.

— ¡Quiero verte subir Perro! — solo entonces, Clegane la soltó bruscamente, empujándola. Sansa tropezó con su vestido y cayó de bruces, en cuanto perdió el contacto con su secuestrador, el brazo le ardió y de inmediato se llevó su mano libre ahí para aliviarse.

Escuchó pasos tras ella y el miedo de que fuera Joffrey o la reina volvió a paralizarla, otra explosión como de la piedra resquebrajándose iluminó el cielo de verde y rojo y, asustada, giró a enfrentar su miedo. Casi sonrió al notar que solo eran los movimientos torpes de Ser Dontos y todo su interior agradeció por ello. El caballero borracho parecía más sobrio que nunca, sus ojos no brillaban febrilmente y su aliento no apestaba, así mismo sus movimientos le resultaron calculados y precisos cuando se arrodilló frente a ella y le habló:

— ¡Pequeña Jonquil! ¡¿Qué hacéis?! ¡Os dije que fuerais a vuestro cuarto, no estáis a salvo acá! — Sansa asintió aturdida y antes de que la confusión la ganara, se puso de pie, dispuesta a huir nuevamente. Solo que esta vez la garra del Perro la cogió de la cintura y atrayéndola hacia si, la hizo girar hasta dejarla tras él.

— ¡Piérdete borracho antes de que abra la cabeza! — ordenó el Perro.

— !¿Qué ocurre acá?! ¡¿Qué es esto?! — la voz chillona e infantil del rey sonó por encima de los cascos de los caballos, Joffrey que hasta ese momento había estado en la entrada de la fortaleza, llegaba a su lado con un séquito de capas rojas, doradas y blancas que lucían cansados y asqueados —¡Perro! ¡¿Qué es esto?! — volvió a gritar y a Sansa le pareció que Joffrey temblaba por controlarse. Sin embargo no vio titubeo alguno cuando descendió del caballo y se encaminó hacia ellos — ¡¿Acaso pensabas huir pequeña zorra?! — Sansa solo supo que debía caer sobre sus rodillas y suplicar perdón, pero antes de hacer cualquier cosa Joffrey ya la sujetaba del pelo —¡Contéstame estúpida! — Sansa tragó y en sollozos quiso decir algo, pero no le fue posible.

— ¡Mi rey no! ¡no! — se adelantó Ser Dontos — ¡era el Perro! ¡El Perro la estaba arrastrando, quería llevársela consigo! — ante esas palabras Joffrey se olvidó de ella, para centrar su vista en Sandor Clegane. Algo irreconocible pasó por los ojos del Rey y este, en vez de soltarla la abofeteó haciéndole nuevamente caer.

— ¿Os habéis vuelto loco? — preguntó Joffrey a Ser Dontos — ¡Ser Meryn! — y el caballero se adelantó — ¡Quiero su cabeza en una pica! — Ser Meryn se adelantó y sin decir absolutamente nada, atravesó de lado a lado el pecho del bufón. Ser Dontos quedó ahí con un gemido ahogado en medio de la garganta y se desplomó sin permitir que Ser Meryn le quitara la espada del pecho, el capa blanca debió de poner su pie sobre el cuello del bufón y cuando arrancó la espada, un charco de sangre salió del pobre bufón.

Nuevamente Sansa recordó otros días, cuando viera a Ser Hugh del Valle caer con una astilla sobre que cruzaba su cuello de lado a lado. Aquella vez la montaña fue el ejecutor.

"Mi Florian"

Fue cuando Joffrey volvió la vista a ella.

— Ahora es tu turno — a diferencia de otras ocasiones fue el mismo rey quién volvió a cogerla del pelo y la obligó a colocarse de pie — ¡Por eso pedias clemencia para el borracho, eras su puta! — le gritó mientras le halaba el cabello.

— ¡Mi rey, por favor! — lloró, pero Joffrey la hizo callar a bofetadas, luego la alzó del cuello y le propinó un puñetazo en medio de la boca, Sansa no sintió como sus labios se partían, solo la presión sobre sus dientes y encías y, luego, el sabor ferroso de la sangre llegar a su lengua. Se acercó entonces a ella y sus ojos refulgían al igual que el cielo, un verde lleno de miedo y locura. A centímetros de su oreja con voz ronca le susurró:

— Tu maldito hermano con su ejército de demonios nos tomó por la retaguardia, está en las afueras de Stokeworth, mientras que el traidor de mi tío nos ataca desde el Aguas Negras, una vez te dije que te regalaría la cabeza de tu hermano cuando lo matara, pero lo estaré esperando con la tuya…

"¡Robb, Robb está cerca!"

Se guardó, sin embargo, de decir nada. Si era capaz de distraer a Joffrey lo suficiente…

"¡Robb vendrá, me rescatará!"

Nuevamente las lágrimas rodaron por sus mejillas y por unos segundos dejó de sentir la mano de Joffrey que se enredaba en sus cabellos y le hacía daño, la sangre en la boca y la hinchazón de su labio.

— ¡Perro! — lo escuchó gritar, Sansa había olvidado que estaba ahí, desde la muerte de Ser Dontos, Sandor Clegane que había prometido protegerla se había quedado quieto y en silencio — ¡Que nadie salga sin mi permiso! — Sansa se dejó asir en silencio y callada, quiso resistirse, pero el Perro o Ser Meryn podían matarla. Tenía que idear algo y hacerlo rápido.

Otro relámpago de piedra rompiéndose sonó y los gritos aumentaron, el cielo volvió a iluminarse, solo que esta vez el calor golpeó toda el lugar, como si de pronto un sol verdusco o dragones sobrevolaran el cielo, Sansa tropezó y cayó de rodillas, Joffrey quiso hacerla levantarse, pero de nuevo unos brazos fuertes y que la apretaban como garras la tomaron de la cintura, como si de una muñeca se tratase y la separaron del rey.

— ¡Perro! — escuchó la voz de Joffrey, pero tras la muralla de músculos que era este no pudo verlo, su voz reflejaba miedo. Sandor Clegane se había interpuesto entre ambos —¡Perro!

— Ya no tocaréis a esta mujer — Sansa no vio el gesto del rey, y no tuvo el valor para hacerlo, pero claramente notó cuando el Perro blandió su espada en dirección a Joffrey — me la llevaré conmigo y si intentáis arrebatármela lo lamentaréis.

Hubo un extraño silencio y Sansa, asustada y confundida, solo escuchó los pasos tranquilos de Ser Meryn que, desde atrás, dejando el cadáver de Ser Dontos ya sin cabeza, se acercaba.

"Mi Florian"

Otro rugido de la piedra le hizo estremecerse.

"Los dragones, han despertado a los dragones de los Targaryen"

— ¡Te acuso de traición! — gritó Joff con su voz de niño asustado — ¡Guardias, guardias! — Sansa quería verlo, ver el miedo que su voz reflejaba, pero no pudo moverse, tras la sombra del Perro, el resquebrajar de los muros y el griterío de toda la ciudad, la voz de Rey a penas se escuchaba.

"Tengo que huir, Robb está cerca"

Se puso de pie y nuevamente, una sombra blanca, la cogió del cabello.

— ¡Guardias matad al Perro, ha traicionado al rey! — ordenó Ser Meryn, al tiempo en que ponía la espada ensangrentada en su garganta — ¡Matad al Perro, ha traicionado al rey! — volvió a gritar y desde los muros Sansa notó que los hombres miraban en su dirección. Algunos otros se acercaron a paso duditativo hasta que vieron a Joffrey con ellos, de a poco las espadas comenzaron a salir de sus vainas y los arcos y ballestas comenzaron a ser cargados.

— ¡Traidor! — gritó Joff, apuntándole — ¡Me traicionas por esa puta! ¡Quiero su cabeza en una pica¡ — volvió a gritar — ¡Ahora! ¡Haré caballero y daré tierras al que lo haga! — Sansa trató de inclinar su cabeza, pero la espada de Ser Meryn pareció enterrarse en su cuello, sintió el tacto caliente y tibio de la sangre de Ser Dontos y llevó ambas manos al filo para alejarla de ella. Robb estaba tan cerca, no podía morir, no en ese momento.

— ¡Sueltala! — rugió el Perro a Ser Meryn —¡Ahora!

— ¡Guardias matad al Perro ahora! ¡Ha traicionado al rey! — un murmullo de incredulidad recorrió el lugar y tras ella, Sansa notó que Ser Meryn temblaba.

— ¡Primero tú te vas conmigo! — ladró el Perro.

Sansa cerró los ojos, sabía que solo bastaba un movimiento de caballero para dejar de existir, sintió como la hoja se movía entre sus manos, mientras ella trataba de alejarla y el filo, frío y lacerante cortó sus palmas tratando de regresarla a la realidad.

"Dama"

¿Habría sentido lo mismo su padre cuando le cortaron la cabeza? No, no lo creía, Hielo era un espadón de acero Valyrio y nada cortaba como el acero Valyrio, ella se llevaba la peor parte. ¿Sentiría como su piel y como sus tendones y huesos serían separados antes de morir? Solo esperaba que así no fuera, había aguantado tanto, sobre vivido a tanto para terminar así, justo cuando su hermano estaba tan cerca. Recordó los días en que estaba enamorada del príncipe Joffrey y como para que no la separaran de él, fue y le contó a la reina el plan de su padre. Lord Eddard Stark, señor de Invernalia. ¿En qué momento se había creído más astuta que él? Soltó un gemido lleno de su angustia de niña y el sonido de un cuerno recorrió toda la ciudad callando a todos los otros ruidos, contestando a una plegaria que no había hecho, sentenciándola al silencio junto a todos los llantos y gemidos, al crepitar del fuego explosivo y la piedra resquebrajándose, todo el ruido de la ciudad se cortó como pronto lo estaría su garganta, inclinándose ante el avasallador cuerno y el llamado de los ejércitos que destruirían aquella ciudad. Y Robb venía al mando de todos ellos, solo que cuando se volvieran a ver, sería su cabeza la que le entregaran a su hermano.

"Dama"

Ser Meryn se tensó, apretó la espada contra su cuello y ella solo pudo sujetarla con todas sus fuerzas, era su última resistencia antes de terminar como el pobre Ser Dontos. Escuchó un gruñido, un grito del rey y el murmullo general de las flechas saliendo de sus arcos y ballestas, lo reconocía, pues en muchas ocasiones debió estar atenta a cuando Joffrey cazaba gatos y conejos en los patios de la Fortaleza Roja, el movimiento de ropas y metal se mezclo con un aire de confusión que afectó a todos. Ocurrió demasiado rápido para entenderlo, pero sabía y lo supo de inmediato, la Madre, la Anciana, el Padre… su padre le habían dado un par de segundos más que su cabeza llenó de recuerdos de su hogar, sus hermanos y su madre.

Su respiración se detuvo, al igual que su corazón.

"Lo lamento tanto papá, lo lamento tanto"

Suspiró, seguía viva y no entendía la razón de ello, hasta que alzo la vista, necesitaba saber que era lo que detenía a su ejecutor.

La cabeza de Ser Meryn Trant sangraba profusamente y, mezclándose a la de Ser Dontos, que ya adornaba su cuello se unió la del guardia real para empaparla; cálida y tibia le mojó el cabello, extendiéndose lentamente por su mejilla derecha, cayendo a su cuello, manchando su vestido rasgado, inundando su corpiño, metiéndose entre sus jóvenes pechos. El capa blanca emitió un estertor y de pronto aflojó la espada, cuando lo notó solo ella la sujetaba evitando que el caballero le abriera la garganta. El cuerpo de ser Meryn cayó hacia un lado, inerte y con un palmo de acero entre los ojos que le atravesaba todo el cráneo.

Frente a ella, la oscura sombra de Sandor Clegane, tenía ambos brazos extendido como si aún blandiera la espada que cruzaba toda la cabeza del caballero caído.

— Pajarito… — y Sandor cayó sobre ella, era imposible que Sansa pudiera con el peso del hombre, pero aún así trato de sostenerlo, retrocedió un par de pasos, los suficientes para que el Perro apoyara el rostro en su regazo.

— Ser — musitó Sansa al borde de la histeria y con los ojos llenos de lágrimas — Ser Sandor… — fue cuando Sansa pudo notar las flechas que habían hecho de la espalda del Perro un arfiletero, no las contó, pero pudo verlas, tantas y tan juntas que en medio de aquella noche de fuego, solo eran una sombra informe y negra — Ser… — volvió a musitar, consciente de que ahí quedaba su última opción de escapar con vida, sintió sobe sus muslos que él algo le decía para después quedarse quieto, entonces volvió a llorar, triste y desesperada. Lloró por ella misma, por el Perro –por quién había rezado esa noche- por Ser Dontos su Florian, por su hermana, su madre y su hermano. Por todos aquellos a los que no vería y cuando ya no podía más, se dejó caer y sin importarle lo que le dijeran abrazo la cabeza del Perro, como el único consuelo al cual podía aferrarse.

"Que me maten de una vez"

El cuerno volvió a sonar, logrando esta vez el efecto contrario, toda la ciudad, todos los hombres incluido el Rey dieron gritos y órdenes, el ejército ya fuera de Stannis o Robb se acercaba y aquél cuerno de guerra le recordaba vagamente a algo más.

Volvió a sonar y otra explosión verde y roja le acompañó. Fue cuando lo reconoció, alzo la vista y notó como Joffrey le miraba fijamente.

El cuerno sonó una tercera vez, solo que su sonido fue más agudo y amenazante, más cercano y temible. Como respuesta los caballos se encabritaron y los perros ladraron y contestaron con aullidos.

El cuerno volvió a sonar.

— Es el lobo de mi hermano — dijo autómata y sin vida — es Viento Gris.


N/A: En cuanto Sansa le contesta a Joffrey "O tal vez él me entregue la suya" ideé esta historia, solo que había imaginado todos los escenarios posibles, uno de ellos iba en que Robb no se quedara en el Cruce de Bueyes con todas las consecuencias posteriores, pero era extenderlo demasiado y con todas mis historias largas estoy a golpes y patadas. El track que les dejé me inspiró a finalmente hacerlo de esta manera, mezclando el penúltimo capítulo de Sansa de Choque, con mi propio relato.

Espero lo hayan disfrutado, ahora mismo continuo con el segundo.