El potterverso no es mío, pertenece a Jotaká. Lucinda sí es de mi creación.
Lucinda no entendió ese día el porqué del Sombrero Seleccionador para mandarla a Gryffindor,y no a Ravenclaw, como ella misma le pidió...
-Swan, Lucinda-pronunció en alto la señora de moño apretado, pergamino en mano, dando la entrada a Lucinda.
Lucinda se acercó con rapidez al taburete del andrajoso sombrero, temblando y muy, muy nerviosa, se sentó y percibió como la prenda le cubría los ojos y una vocecilla hablaba en su cabeza.
"¡Una Malfoy bajo otro apellido!"exclamó de inmediato la voz.
"¿Cómo sabes tú eso?"preguntó bruscamente, extrañada.
"¿A dónde irás?"dijo misteriosamente, ignorando la pregunta de la niña rubia.
"Slytherin no,por favor" se apresuró a pensar.
"¿No?Tus padres fueron allí, ambos..."
"Slytherin no" pensó tajantemente.
"De acuerdo, si así lo deseas...¿a qué casa pues, crees pertenecer?" le preguntó.
"A Ravenclaw" respondió rápidamente, ella lo tenía claro.
"Tchité, tchité... No vas desencaminada...Pero eres una... ¡GRYFFINDOR!" dijo, gritando las últimas palabras al Gran Comedor.
Lucinda abrió los ojos azules y observó como todo el mundo aplaudía. La aplaudían. Lucinda no lo entendió entonces. Se encogió de hombros y corrió a sentarse en su mesa, junto a las chicas que había conocido en el tren. ¿Qué más daba, al fin y al cabo?
Lucinda no lo entendió sino hasta años más tarde...
Nora estaba tirada en el suelo, llorando a lágrima viva y estirando una mano hacia un cuerpo que jamás podrá abrazar... su padre, Sirius Black había muerto a manos de Bellatrix Lestrange.
Nora en el suelo, desconsolada, con su negro pelo como la noche parecía indicar como estaba su carácter cual metamorfomago, solo que no podía cambiar de color. Y los ojos de Lucinda, azules como el cielo se entristecían ante tal visión, casi llorando.
-¡Te toca a ti! -gritó la mujer de cabello ondulado y ojos fieros, casi riendo. Bellatrix.-¡AVADA KEDAVRA!
Y un rayo de pálido color verde escalofriante salió de la varita que empuñaba, dirigido a su amiga.
-¡Nora, no!-gritó Lucinda, corriendo hacia su amiga a toda prisa.
Nora se giró en el momento en que Lucinda se interpuso entre ella y la muerte. Lucinda sintió que los órganos dejaban de funcionarle, que el corazón se le paraba y cerró los ojos.
"Ya lo entiendo..."
El cuerpo inerte de Lucinda cayó encima de Nora y ella supo que había sido por su culpa. Sus ojos grises se cerraron con impotencia e incredulidad. Tumbó a Lucinda en su regazo y la abrazó llorando.
Bueno... ¿bien, mal?
