De pie frente al espejo y bajo el amparo de la soledad de tu habitación, observas el reflejo que te devuelve el espejo. Tus ojos, verdes ahora que te has despojado de las lentillas, te recuerdan la madeja de mentiras en la que te has envuelto, la mentira en la que te has convertido.

Hoy la viste y ella, tan vivas como siempre, te ha sonreído mientras te saludaba a la distancia; aquello fue suficiente para alegrar tu día.

Oh, Ren, ¿Qué tanto has llegado a amarla?

Demasiado, tanto, que te asusta.

Estás aterrado, sí. Temes que ella lo note, que sepa cuanto la amas, pero por sobre todo, temes que sepa la verdad, que descubra que el perfecto senpai al que tanto admira y respeta no es más que una máscara, una de las tantas caretas que empleas para ocultar a tu verdadero yo.

Temes que descubra el hecho de que le has mentido todo este tiempo.

Ella te odiará cuando lo sepa. Oh, sí, y tú lo sabes, tienes la certeza de que se irá, por eso estás aterrado.

Temes perderla.

Porque lo sabes. Hay una gran diferencia entre decir una mentira y ser una mentira.

Y tú, Tsuruga Ren, eres una mentira.

Kyoko jamás te perdonará por eso.