Este es solo un pequeño fic sobre esta pareja que tanto me gusta. Salió de una idea de pensar: si Anaís tuviera ya que decirse entre su familia y su amor que haría?. Espero les guste. Advertencia este capítulo tiene contenido lemon
Magic Knight Rayearth y sus personajes son creación de CLAMP y por lo tanto no me pertenecen. Yo solo los uso por diversión.
No Hay Ningún Impedimento Para Este Amor
Capítulo 1: Con el Corazón Roto y Sin Futuro
Era la quinta vez que miraba el anillo puesto en su dedo, y no pudo evitar derramar más lágrimas, se sentía tan miserable, tan poca cosa. La situación de hace unos momentos no dejaba de torturarla, tantos gritos, tantos insultos, tanta rabia y desilusión expresada en cada palabra que el amor de su vida le había dicho. Todo era triste, todo era tan confuso y ella sólo deseaba despertar de la pesadilla en la que su hermoso sueño se había convertido media hora atrás.
Se levantó y se acercó al espejo, definitivamente parecía toda una princesa, con su hermoso vestido regalo de Caldina y Presea para una ocasión tan especial como esa: su decimoctavo cumpleaños, claro está que Marina y Lucy habían participado en la elección y en todo, ellas le habían insistido tanto en que dejara los lentes y sí, tenían razón se veía mejor así o pues ya no lo sabía, su maquillaje estaba tan estropeado y sus ojos tan hinchados de llorar.
Cerró sus ojos trayendo a su mente recuerdos…
…
—Claro que no — dijo Caldina cruzándose de brazos —, así tenga que secuestrarte no voy a dejar que te vayas.
—¡Ay! Caldina no seas exagerada, si Anaís no puede estar para ese día aquí no podemos hacer nada — indicó Presea.
—Pero claro que ella puede estar aquí — afirmó Marina con emoción —, Anaís ese día va a ser inolvidable, ya lo veras, nosotras nos vamos a encargar de que todo sea perfecto, tú sabes cuánto me encanta a mi organizar fiestas — dijo guiñándole el ojo.
—Claro que sí, va a ser igual de genial a como fue la mía — Lucy sonrió —. Vamos amiga no seas amargada, además yo estuve hablando con Latis y me dijo que Paris andaba preparando algo para tu cumpleaños.
La rubia suspiró — pero es que ustedes no entienden, mis padres esperan que este con ellos, además…
—Pues lo siento mucho por ellos — la interrumpió la bailarina —, pero ya está decidido, y no lo digo yo… sino el príncipe de Céfiro.
—Muy bien dicho Caldina, ¡entonces manos a la obra! — exclamó la peliazul brincando sobre la cama mientras que las otras se reían y aplaudían.
Anaís sonrió con amargura al ver a sus amigas. Tenía tantas cosas en la cabeza y le preocupaba tanto su futuro, su relación Paris…
…
Negó con su cabeza, había sido tan egoísta con él por tanto tiempo, ignorando o más bien tratando de ignorar sus sentimientos y planes con ella, pero es que no podía ser sincera con su príncipe, no después de todo lo que él había hecho por ella. No pudo contenerse y más lágrimas aparecieron al recordar todos los momentos que había compartido junto a él.
Había escuchado a Guru Clef felicitarlo por su esfuerzo y dedicación. Cualquiera que lo veía se daba cuenta lo feliz y enamorado que estaba, muchas veces le había dicho que todo era gracias a ella, a su compañía y sobretodo a su amor.
…
—Bueno cariño, ¿y cuándo es que vas a presentarnos a ese novio del que tanto le has hablado a Lulú? — le preguntó su madre mientras tomaba los cubiertos.
La rubia dejó el tenedor sobre la mesa. No sabía que decir, para desgracia de ella, su príncipe no podía ir a su mundo, se encontraba muy ocupado con las cosas de su futuro gobierno; las veces que ella le había pedido irla a visitar siempre se había presentado algo. Además no era fácil para alguien de Céfiro ir a otro mundo y menos como el mundo místico donde todo era tan pero tan diferente. Había escuchado el testimonio de Latis de las cuatro o cinco veces que había estado en Tokio y sin querer había escuchado a Marina y a Guru Clef hablar sobre las veces que el mago se había escapado para pasar la noche en casa de la guerrera mágica.
—Debes saber Anaís que para nosotros como tus padres es importante saber con qué clase de persona te estás involucrando— señaló su padre con seriedad.
La guerrera cerró sus ojos y como pudo contuvo las lágrimas. No podía explicarles a sus padres quien era Paris, de qué lugar venia. Se sentía tan confundida y desesperada.
…
Su mirada parecía tan vacía. Todo estaba perdido y no podía dejar de sentirse culpable. Y es que no era fácil su situación, tenía su vida partida en dos, en Céfiro estaban sus amigos que se habían convertido en personas importante y sobre todo su corazón, el amor de su vida, la única persona que había amado y de que estaba segura amaría toda la vida, mientras que en la Tierra tenía su familia a quien tanto amaba y por la que estaba dispuesta a dar la vida.
Pero sus preocupaciones no eran sólo esas sino había algo más que la agobiaba…
…
Anaís entró al estudio donde la esperaba su padre.
—Cariño que bueno que estas aquí — la recibió con un gran abrazo.
Sonrió y correspondió al abrazo — buenas tardes papá.
—Debo decirte que me encuentro muy contento.
—Eso me parece bien.
—He escuchado que te está yendo muy bien en tus estudios — dijo sonriendo —. Esto lo he recibido hoy — el Sr. Hououji le entregó un sobre.
—Pero... ¿qué es esto? — preguntó mirando el nombre en el sobre.
—Tú madre me comentó que habías enviado una solicitud para una beca y aunque sé que estuvo mal que lo haya revisado, debo decirte que me alegra muchísimo saber que has sido aceptada.
Los ojos de la guerrera se abrieron hasta más no poder. No sabía si sentirse feliz o llorar. Definitivamente esa noticia no la esperaba y menos en ese momento.
—¡Cariño te vas a estudiar al extranjero! — afirmó su padre abrazándola mientras ella seguía en shock temiendo por lo que esto significaría para su relación, para sus amigas, para su vida.
…
Ya habían pasado casi seis meses desde entonces y a pesar de que entre Lucy, Marina y ella no existían secretos, ellas no sabían nada. No había encontrado el momento, además si se les decía a ellas también tendría que hacerlo con Paris y no quería lastimarlo ni mucho menos romperle el corazón.
Todavía le parecía increíble lo que había sucedido. Su madre le había informado algo sobre eso y ella no le había dado mucho interés a la beca, había enviado la solicitud sin darle importancia, simplemente era algo por salir del paso y nada más. Pero ahora todo era diferente, su padre estaba muy entusiasmado con la idea y ya estaba haciendo todo para el viaje de su adorada hija.
Era más que claro que la fiesta había terminado. Cada uno de los invitados se habían ido y los habitantes del castillo descansaban o intentaban hacerlo, la verdad es que luego de lo sucedido era muy difícil que hubiera tranquilidad, Paris sabia eso de sobra.
En uno de los jardines del castillo el príncipe permanecía recostado en el césped, con los ojos cerrados, un brazo flexionado sobre su frente y el otro sobre el césped arrancando el pasto haciendo su mayor esfuerzo para calmar su rabia y frustración. Su corazón lloraba y se desmoronaba cada segundo que pasaba. No entendía, no podía comprender porque lo había hecho. Ella, su ángel, su diosa, la dueña de su corazón, lo había destruido en menos de cinco minutos.
Sus ojos se abrieron y dejando escapar un largo sollozo, comenzó a llorar como un bebe, no aguantaba más, necesitaba desahogarse, sacar todo ese dolor. Ni cuando recuperó su memoria y comprendió que su hermana había sufrido al ser el pilar y tener que dejarlo solo a la deriva lloró como lo hacía en ese momento.
—Anaís… — la llamó sintiendo que al pronunciar ese nombre se le escapaba la vida — ¿por qué? Si todo estaba perfecto…
…
El día estaba bellísimo como siempre que las guerreras mágicas estaban de visita.
El lugar que había escogido Paris estaba increíble, con un hermoso paisaje que tenía flores de todos los tamaños y colores, ella miraba su alrededor con una gran sonrisa mientras que él se encargaba de preparar todo para el picnic. Por fin había encontrado el momento y había reunido la suficiente valentía para decirle lo que en verdad sentía por ella.
Paris conocía a su chica y sabía que a pesar del tiempo juntos seguía siendo muy tímida con él, aun así él estaba dispuesto a todo por ella, la amaba y lo único que quería era verla feliz. Sabia de sobra que las relaciones de sus amigos iban mucho más avanzadas pero no le importaba, quería hacer las cosas bien. Anaís era mucho más calmada y reservada que Marina y Lucy.
—Bueno amor ya todo está listo — dijo con una gran sonrisa.
La rubia lo volteó a mirar y al ver todo lo que había hecho no dudó y corrió hasta su príncipe —Paris todo esta hermoso.
—No nada de eso — Paris se acercó y rosó con suavidad los labios de su novia —, aquí lo único hermoso eres tú.
—Te amo — susurró besándolo.
—Y yo a ti mi querida Anaís —tomó a su chica del mentón atrayéndola más hacia él. Cada beso que recibía de ella lo embriagaba y lo incitaba a besar más y más.
—Paris… — la guerrera se separó un poco recuperando el aire — es mejor que comamos algo.
El príncipe sonrió y tomó la mano de la rubia invitándola asentar en el césped —, espero que te guste lo que preparé. La verdad es que no soy buen cocinero que digamos. Presea me dio algunos consejos.
Ella sonrió al escucharlo y fijó su mirada en aquella mirada ámbar, él hizo lo mismo al sentir que esas dos esmeraldas lo observaban. Todo parecía estar bien pero a diferencia de otras veces pudo notar algo extraño que lo inquieto.
—Anaís...
—Si… si tienes razón… vamos a probar esto — dijo concentrando su atención en la canasta y en las demás cosas.
Paris movió un poco su cabeza y prefirió ignorar lo sucedido, no había razones para que su guerrera estuviera triste. Él confiaba bastante en ella y sabía que si algo la estuviera afectando ya se lo habría comentado.
—¿Sabes qué?, no me disgusta para nada — señaló sonriéndole.
El príncipe terminó de convencerse al verla sonreír.
—¿Quieres? — tomó un trozo de comida y comenzó a darle en la boca a Paris, mientras que este disfrutaba de las atenciones de su amada novia.
Y así pasaron toda la tarde en medio de mimos, cariños, besos y una que otra caricia. Definitivamente todo era perfecto, más feliz no podía sentirse, cada vez que se encontraba al lado de la guerrera del viento confirmaba que lo mejor que le había podido pasar era haberla conocido. Ella era todo lo que necesitaba para ser feliz el resto de su vida, no podía concebir su existencia si no era al lado de ella.
—Bueno, creo que ha llegado la hora de irnos — señaló la rubia al ver que estaba oscureciendo.
—Espera… — el peliverde la detuvo tomando de la mano, sorprendiéndola.
—¿Qué sucede Paris?
—Anaís… — se levantó y la miró fijamente — tú sabes que yo te amo, que doy mi vida por ti si fuera necesario… tú eres mi vida, mi todo… yo te amo como a nadie en este mundo…— Paris hizo una pausa y tomó un poco de aire.
Los ojos de la guerrera no dejaban de mirarlo mientras que pequeños sollozos escapaban.
—Anaís… — sin poder contener las ganas de besarla se aproximó y posó sus labios sobre los de ella — quiero estar a tú lado por el resto de mi vida, quiero que ser la última persona que veas al dormir y la primera que veas al despertar. Eres la razón de mi vida — dijo una vez la besó —. Le agradezco a mi hermana el que te haya escogido a ti, porque gracias a ti tengo motivos para vivir y ya no me siento solo… te amo mi bella y hermosa Anaís.
La reacción no se hizo esperar, conmovida, emocionada, feliz, ¿triste?, cualquiera que fuera la emoción de ese momento, la guerrera lloró mientras se aferraba al peliverde y lo besaba, repitiéndole una y otra vez que lo amaba, que lo necesitaba, que ella no podía vivir sin él.
…
Desesperado apretó sus puños hasta casi lastimarse mientras se sentaba. Quería morirse, cerrar los ojos y dejar de sentir.
Después de la declaración Anaís se había vuelto mucho más cariñosa con él, cada visita que hacían, ella no quería nada más que estar a su lado. Cada beso y abrazo parecía como si fuera el último. En algunas ocasiones la había encontrado con lágrimas en los ojos pero siempre que pedía explicación, decía que era por culpa de las pequeñas peleas que tenía con su hermana y aunque lo más normal entre hermanos era pelear, ella odiaba eso y por eso sentía mal.
Su agonía no tenía fin, por más que se esforzaba no lograba sacarla de su mente y mucho menos de su corazón. Odiarla esa idea no podía si quiera concebirla. Si bien era cierto que se sentía frustrado, dolido, solo, triste, desesperado, utilizado, no podía sentir nada negativo por ella.
—¿Cómo puede decirme que no me amó nunca? — se preguntó tomando aire.
…
En la mesa se encontraban todos hablando muy animados, Guru Clef y Marina discutían y peleaban como siempre. Esa pareja amaba pelear y no era para menos porque habían encontrado el modo de solucionarlos en la intimidad, aunque el mago se empeñaba en mantener su secreto muy escondido, tristemente ya todos sabían o sospechaban de la situación. Latis y Lucy más que hablar, hacían cualquier cantidad de demostraciones de amor bajo los continuos regaños del gran Guru. Rafaga y Caldina hacían exactamente lo mismo, de hecho la guerrera y ex pilar de Céfiro había aprendido de la bailarina quien le aconsejaba como seducir a su espadachín, ella era la mejor en ese sentido. Ascot y Presea eran más recatados, habían sorprendido a todos al anunciar su relación y pronto compromiso, pero se les veía muy feliz y eso tranquilizaba enormemente a la peliazul y al mago. Y en cuento a Anaís y Paris pues ellos no se quedaban atrás, hablaban, se daban pequeños besos, el peliverde aprovechaba cualquier descuido para susurrarle cosas haciéndola sonrojar. En esa ocasión no había dejado de ser así, sólo que en vez de él decirle algo a ella, había sido la rubia la que le había insinuado algo que no sólo le había sorprendido sino que lo había confundido.
Cuando la cena concluyó Anaís tomó la mano de su novio y sonriéndole como pudo se aproximó — te amo, no lo olvides — dijo levantándose —. Buenas noches a todos — se despidió haciendo una pequeña reverencia.
—¡Buenas noches! — dijeron todos.
—¡Buenas noches amiga! — gritaron al unisonó Marina y Lucy.
—Amiga, quería comentarte algo — dijo Marina antes de que su amiga se fuera.
—No se la verdad…
—Hablamos esta noche, vamos con Marina a tu habitación — interrumpió Lucy.
—Estoy muy cansada y tengo mucho sueño, yo creo que sería mejor hablar en la mañana — señaló colocando una mano en su cabeza —. Enserio disculpen, pero mejor me voy a dormir.
—Ok descansa.
Paris quedó extrañado al escucharla, no comprendía cómo le había insinuado algo si estaba que se dormía. Sin prestarle mucha atención se levantó y se dirigió a su habitación. Al llegar se dirigió a su cama sin siquiera encender la luz, no tenía ganas de nada, sólo de dormir.
—Espero que no… que no te moleste que este aquí — dijo Anaís apareciendo entre las sombras, sorprendiéndolo.
—Pero… — hizo un pausa tratando de comprender lo que estaba pasando — ¿estás segura?, creí que me estabas tomando del pelo o que mi cansancio me estaba haciendo escuchar mal.
La rubia sonrió — Paris yo de verdad quiero estar contigo. Sé que te dije que no quería presiones pero… — respiró profundo —nada olvídalo… solo sé que te necesito.
Paris se aproximó — y yo estoy aquí para ti siempre, lo sabes — afirmó besándola —. Eres mi vida y te amo.
—y yo a ti.
En un hecho que nunca hubiera podido llegar a imaginar, su amaba guerrera lo empujo enviándolo sobre su cama y sin siquiera dejarlo reaccionar se recostó sobre él besándolo. Él correspondía a cada beso con la misma pasión y desespero que ella.
—Paris… por favor nunca olvides que te amo y que pase lo que pase mi corazón y mi cuerpo son tuyos — indicó con algo de tristeza.
El peliverde se separó de ella — ¿por qué me dices eso? ¿Acaso está pasando algo que yo ignore?
La guerrera negó con su cabeza — sólo quiero que sepas que si estoy aquí es porque así lo deseo, porque eres el único hombre al que he amado y amaré toda mi vida y no tengo miedo de entregarme a ti — señaló besándole el cuello —. Sólo quiero amarte y que me ames toda la noche.
Cada besó que ella le daba lo volvía más loco, dejándose llevar por sus impulsos la atrajo más él, aprisionándola mientras le acariciaba la espalda — te deseo… — le susurró besándole el cuello hasta llegar a los hombros. Con calma bajó las tiras del vestido que llevaba puesto dejando al descubierto el brasier de encaje que llevaba puesto.
Anaís al ver lo que su amado ya había hecho le desabrochó la capa y le quitó la parte de arriba de su elegante traje.
En un momento de total desenfreno la tomó de los brazos recostándola sobre la cama colocándose sobre ella, besando sus labios, su cuello hasta casi llegar a sus pechos.
—Paris… — gimió al sentir como su amado recorría con su lengua cada parte de su cuerpo mientras que acariciaba sus pechos.
—Te deseo…
El peliverde en un suave y lento movimiento desabrochó el brasier y sin que ella lo notara lo quitó.
No era necesario encender la luz para darse cuenta que la guerrera estaba sonrojada, sus movimientos y su temblor eran suficiente prueba. Ella al sentirse desnuda colocó su brazo tratando de cubrirse.
Él al darse cuenta sonrió —amor… ¿tú enserio me amas?
—Claro que sí, lo sabes — respondió en un suspiró.
—Por eso no te preocupes, aquí sólo estoy yo — dijo besándola mientras tomaba su mano y la quitaba de su pechos.
—No quiero que piense que soy una tonta pero… tengo miedo.
—Tranquila, todo va a estar bien. Si quieres no seguimos, no quiero que luego te arrepientas.
Anaís negó con su cabeza — es que nunca voy a arrepentirme de esto, pero… ¡soy una tonta! — dijo rompiendo en llanto.
Paris acarició el rostro de su amada — no llores. He soñado miles de veces con este momento pero no importa, esto no va a hacer que cambien las cosas entre nosotros — le dijo besándola con ternura.
—Pero es que… Lucy y Marina ya…
—Ssshhh… — la interrumpió colocando un dedo sobre sus labios — nada de eso, No importa que Lucy y Marina ya hayan tenido relaciones. Aquí lo único importante eres tú.
—Paris… — se sentó y se lanzó a los brazos del príncipe — te amo y quiero ser tuya esta noche, no mañana, ni pasado mañana, ni mucho menos en un mes — declaró limpiándose lágrimas.
—Yo lo único que quiero es que estés segura de las cosas, para mí esto es muy importante — indicó con seriedad.
—Para mí también lo es, pero sé que eres el único con quien quiero estar, el único que quiero que me bese y me toque.
—Te amo — le susurró tomándola del mentón y besándola, al principio con ternura luego con pasión. Ella aún más segura correspondía a cada y caricia.
Luego de besarla, bajó hasta sus pechos y comenzó a besarlos haciendo que la guerrera gimiera mientras que con una mano enredaba la verde cabellera de él y con la otra apretaba las sabanas.
Desesperada tomó la cabeza de él alejándolo de ella y terminó de bajar su vestido.
—¡Por favor hazme tuya! — exclamó con excitación besándolo mientras buscaba afanosamente la manera de desabrochar el estorboso pantalón. Él, al sentir el evidente desesperó de su chica se deshizo rápidamente de sus botas y pantalón.
Aun con la luz apagada pudo darse cuenta de cuan sexy era su amado príncipe. Llena de deseo lo recostó en la cama y empezó a besar su dorso hasta acercarse peligrosamente a su cintura.
En un rápido movimiento él la colocó sobre la cama besando con pasión cada centímetro de la piel de su guerrera mientras ella gemía y acariciaba su espalda. Lentamente bajó hasta su vientre disfrutando la suave piel de la rubia.
Cuando estuvo cerca del borde de la prenda íntima dirigió una mirada llena de deseo y como si le estuviera pidiendo permiso para el siguiente paso a su amada, quien lucía hermosa a la luz de la luna. Ella lo miró con algo de vergüenza mientras sonreía nerviosamente.
Con suavidad se deshizo de la diminuta prenda lanzándola lejos, para situarse finalmente entre los muslos de Anaís, lentamente se acercó a aquella zona donde posó sus labios.
—¡Aaaaahhh! — gimió apretando con sus puños las sabanas. Nunca hubiera imaginado poder sentir algo parecido — ¡aaahhh! — volvió a gemir retorciéndose en la cama.
Luego de propiciarle placer a su amada se acercó y la besó. Ella excitada bajó su mano y acarició su miembro.
—Oh Paris… te necesito — dijo con voz entre cortada quitándole el bóxer, para luego seguir acariciando su miembro.
El peliverde gemía con desesperó —yo también te necesito, mi querida Anaís.
—Por favor mi amor hazme tuya.
Siguiendo los deseos de su novia se posó sobre ella colocando su erecto miembro entre sus muslos, penetrándola lentamente y con mucho cuidado. Anaís se arqueaba y clavaba sus uñas en las espalda de su príncipe mientras soltaba una largo y profundo gemido al sentirlo.
—¿Estas… estas bien? — le preguntó con preocupación.
Anaís sonrió —no te preocupes mi amor, yo sólo quiero que continúes…
Paris comenzó a moverse suavemente, provocando miles de sensaciones en ambos. El placer era tan inmenso que sin darse cuenta la rubia se puso sobre él y empezó a dar pequeño brincos.
Él excitado y profundamente enamorado acariciaba el cuerpo de su princesa. Besándola.
La rubia cerró sus ojos mientras se movía cada vez más rápido.
—¡Aaaahhhh! ¡No aguanto más! —gritó ella.
—Anaíííísssssssss…
—¡Parissssssssssss! — exclamó cayendo sobre él — te amo… — susurró con respiración entre cortada — te amo muchísimo.
…
—Hace seis meses… — dijo con ira —¿Es que eso no vale? ¿Ni de las otras veces que me suplicaste que te hiciera el amor?
Paris dirigió su mirada al cielo — ¿por qué? ¿Por qué me estas matando? — se preguntó cerrando sus ojos — ¡yo te amo! — exclamó llorando mientras que el amanecer lo sorprendía.
