NOTA:

Clasificación: MA por futura violencia y escenas sexuales.

Disclaimer: Los personajes de pertenecen a Masashi Kishimoto. La historia esta basada en completa y enteramente en mi locura personal.

AVISO: Se solicita una Beta que ayude con la editación de gramática y ortografía en este proyecto.


El secuestro de la princesa

I.


Una mano cálida la sostenía con firmeza de la espalda baja, reteniéndola contra el cuerpo masculino de aquel desconocido. Su mano derecha, reposaba suavemente sobre un brazo fornido enfundado en una tela suave, y la izquierda era tomada por una mano grande y fuerte, protegida por un guante de cuero que le hacía cosquillas en la palma.

Hyuga Hinata miro fascinada a quien la sostenía de esa manera que rompía toda ley de espacio personal, ya que su pecho y vientre se ceñían contra el tórax de aquel hombre, quien la estaba abrazando y pegando aún más,-si se podía- a su cuerpo. Pocas veces la Hyuga había bailado vals, pues ese tipo de bailes eran mal vistos en su comunidad, por ello era un total desastre con los pasos, pero en ese momento, su cuerpo era mecido con ligereza al igual que sus pasos, yendo de un lado a otro con una armonía tal, que la dejo estupefacta.

Claro que otra de las razones para su fascinación era la inexistente música que daba el tiempo de los pasos. No había música, no había sonidos. Ella en si no escuchaba absolutamente nada, solo veía fijamente a su acompañante, por lo cual, su cuello estaba estirado y su barbilla bien levantada. Su compañero era alto, quizá lo promedio por que ella era muy baja, así que no sabía con exactitud qué tan alto. Pero dejando eso, lo que la tenía un poco descolocada era más la máscara que portaba, la tela negra brillaba con la luz de las velas que había en el estanque de agua a su lado, resaltando también el encaje plateado de los bordes y las plumas negras que había alrededor de la máscara.

La Hyuga estaba extrañada por ello, pues según sabía, en el evento que estaba por ocurrir esa noche no se pedía un disfraz, quizá portar ropaje blanco, pero no era para portar el color negro que el sujeto traía. También una curiosidad más que encontró en su acompañante fueron sus ojos, tan negros como un pozo sin fondo, en los cuales, a muy duras penas podía distinguir la pupila y eso solo por la claridad que dio la luz de una vela cuando giraron de forma suave, haciendo que su vestido blanco acariciara sus piernas y rodillas con delicadeza.

Ella no pudo evitar suspirar con ensoñación.

El lugar era perfecto, a pesar de su enfoque en el joven frente a ella, sabía dónde estaba. En el jardín donde sería la reunión anual de los clanes de Konoha, un pequeño complejo apartado de la aldea, donde alrededor solo crecían arboles de Sakura, dándole un toque místico al lugar. Y dentro del complejo, ellos estaban en una pequeña isla que había en el estanque, la que para cruzar se necesitaba ir por pequeñas piedras circulares que daban el camino. Y el estanque, para darle un toque más pacífico, tenía pequeñas velas flotando, dando la apariencia de ser luciérnagas.

Todo eso sería perfecto si no fuera por la incógnita de quién era su compañero de baile, no lo conocía de nada, ni siquiera sabía cómo había llegado con él hasta esa situación tan romántica, donde lo miraba fijamente sin pudor alguno-otra cosa que la sorprendía. Sin siquiera bajar la mirada con esa timidez que tanto la caracterizaba. Estaba totalmente prendada de la penetrante mirada de ese chico.

Pero podía dejar el encanto del lugar, de ese espécimen masculino, de ser la primera vez que podía bailar un vals con tanta perfección. Lo podía dejar de lado, saliendo de la ensoñación de su mente para notar como el vestido blanco de seda que portaba se pegaba completamente a sus piernas, y que con cada movimiento que hacía, cuando la tela se separaba por fin de sus piernas, esta chocaba de nuevo con su piel, pegándose una vez más a sus piernas. Sabía que estaba empapada, ¿con que?, no tenía idea, pero por completo la falda de su vestido estaba empapada, al igual que sus brazos y mejilla izquierda estaban húmedas.

Los ojos de aquel joven brillaron con malicia por un momento y sonriendo de lado, dijo con voz quedamente masculina.

—¿No le gusta bailar, Hime? — pregunto con consideración, logrando que la Hyuga se sonrojara completamente abochornada.

— Sí, me gusta. — murmuro, aún más apenada al contestarle.

— ¿Entonces? — Volvió a preguntar aquel poseedor de ojos negros, divertido al ver como el color carmín se apoderaba completamente del rostro de Hinata.

Ella deseo con fuerza bajar la mirada y posar sus ojos en el pecho masculino, pero por más que lo deseó e intentó, sus ojos seguían completamente fijos en los de aquel joven, atrapada por aquel encanto misterioso que lo rodeaba.

— No sé cómo llegue a bailar con usted. —murmuro nuevamente, pero no pudo evitar abrir levemente sus ojos, sorprendida al notar, que pese a la timidez y tono bajo que empleo, jamás tartamudeó.

Y ese fue el único momento en que pudo mover a conciencia una parte de su cuerpo, dejando que su cabeza se ladeara hacía un lado, pensando, preguntándose cómo es que pudo hablar de forma tan seguida y sin miedo delante de un desconocido.

Podía sentir el fuerte latido de su corazón, señal de lo mucho que le afectaba estar con un extraño y el miedo que le daba de lo que pensaría de ella. O eso quería creer ella en ese momento, pues jamás pasó por su cabeza que quizá era por otras razones que su corazón martillaba contra su pecho por el horror que ocurría a su alrededor, o que ese sentimiento de ansias que la llenaba no era por el miedo del extraño, si no por saber que vidas valiosas comenzaban a desaparecer.

El joven portador de la máscara giró de forma un poco brusca e hizo que la Hyuga se pegara más contra él por la sacudida, y sonriendo con malicia, con sus ojos brillantes, pronunció con voz casi encantadora, rozando con las voces fantasmales de la noche, las palabras que tensaron por completo a la Hyuga.

— Se ve algo desconcertada Hime, quizá sea mejor que descanse. —

Y Hyuga Hinata se desvaneció por completo, cayendo en la oscuridad que impuso el enmascarado. Cayó como peso muerto sobre el pecho del joven, que borrando cualquier expresión de su rostro, la tomó en brazos, empapándose por completo de la sangre que bañaba a la chica.


— Debemos informar a Akatsuki que tenemos en nuestro poder a Hyuga Hinata. — Dijo enseguida una pelirroja que se levantó de un salto de la piedra donde estaba sentada.

La chica posó sus ojos rojizo enseguida en la figura que comenzaba a aparecer entre la espesura del bosque, cargando entre sus brazos a lo que aparentaba ser una muñeca de porcelana llena de sangre. Miró levemente sorprendida como aquella Hyuga parecía un ángel siendo cargada por un demonio.

Meneó la cabeza con fuerza ante su última idea, notando lo tonta que era.

Cuando el joven llegó al lugar, un joven de cabellos entre lila y plateado se acercó, y el enmascarado le paso enseguida a la muchacha, el chico solo pudo hacer una mueca de asco al verla. Notando como el vestido blanco que la Hyuga portaba estaba salpicado de sangre, como sus mejillas, brazos y hombros, quizá de alguien que intento tocarla y solo consiguió manchar su blanca piel.

— Pero mira, Sasuke, de verdad, que sucio eres. — Murmuro enojado el ahora portador de la chica, acrecentando su mueca al notar como su propia ropa comenzaba a humedecerse con sangre ajena.

El portador de la máscara ni se inmutó ante las palabras, caminó perezoso hasta un árbol y cuidadosamente retiró el antifaz de su rostro. Las largas plumas negras que ocultaban su cabello enseguida dejaron paso a largos mechones azabaches degrafilados que enmarcaron el rostro del joven. Ladeó levemente el rostro hacia la Hyuga y la miró antes de llevar sus ojos hasta los del chico que la cargaba, el cual se enderezo al notar la atención que recibía.

— No la sueltes, Suigetsu. — Ordenó con voz autoritaria, de forma tan fría e impersonal que solo logró que el mencionado asintiera nerviosamente.

Los ojos ónix del joven viraron hacia el frente, mirando fijamente el árbol, del cual, en un extremo de la corteza comenzaron a aparecer hondas y de ahí poco a poco fue surgiendo una extraña figura blanca de la que solo se veía la mitad de su rostro y tórax. El cabello verdoso perteneciente a la reciente aparición se meció un poco con una suave brisa, al mismo tiempo que los ojos amarillos resplandecieron.

— Ah, así que-… ¡¿Por qué traes ese vestuario tan extraño!? — El Zetsu Blanco enarco una de sus cejas, mirando completamente extrañado la vestimenta del moreno.

— Tengo a la chica. ¿A dónde iremos ahora? — Fueron las cortantes respuestas del chico.

— De verdad, Sasuke, eres raro. — Murmuró el Zetsu mientras una mueca de desagrado se apoderara de sus rasgos antes de asentir y mirar con un poco de más seriedad al equipo— Bien, sus órdenes son dirigirse a Kirigakure, y establecerse en el feudo abandonado del Clan Kaguya. Sasuke, tu misión es mantener a la joven Hyuga bajo tu poder, no importa lo que hagas con ella, pero manten a la chica lo más alejada posible de su aldea. Esas son las ordenes— Y después de aquello, volvió a hundirse en el árbol, desapareciendo por completo del lugar.

El moreno miró fijamente el árbol, esperando a que la sensación de ser observado se esfumara de sus sentidos. Desde atrás, los demás integrantes del equipo Hebi esperaron lo mismo, bastante irritados con la presencia de aquel ser tan extraño. Cuando por fin se sintieron libres de actuar sin sentirse espiados, el moreno se volteo hasta estar frente a la pelirroja.

— Karin. —la pregunta implícita impregno el nombre de la chica que entendiendo a lo que se refería, solo negó levemente antes de mirar el suelo.

— No lo puedo sentir. Su chacra es difícil de detectar. — comento refiriéndose al Zetsu, completamente perturbada por no sentir algo tan vital en una persona.

El moreno gruño levemente, molesto con la información antes de asentir y taladrar de nuevo con su penetrante mirada a la pelirroja, que sonrojándose un poco, puso toda su atención en su líder.

— Conseguirás de camino al feudo un sello para el ojo blanco, no debemos dejar que la Hyuga nos reconozca. —Ordenó y demandó duramente, logrando que con su último comentario que los otros integrantes del equipo levantaran una ceja — Y portaran este mismo estilo de ropa. — sentencio.

La pelirroja y el chico de cabello plateado miraron enseguida de arriba abajo al moreno; como la gabardina negra que llevaba se ceñía a sus brazos y pecho, los guantes de cuero negro que ocultaba sus manos y la máscara que aun sostenía en su mano. El sudor perló enseguida el cuello de ambos y un escalofrió recorrió sus cuerpos.

— ¡Dime que puedo cambiar el color! — Suplicó con voz ahogada el chico que portaba a la Hyuga, sintiéndose asustado por el simple hecho de ver la extravagante vestimenta del moreno.

Este solo levantó una ceja medio divertido por sus reacciones. La comisura izquierda de sus labios se levantó un poco antes de dar media vuelta y comenzar a caminar lentamente.

— Como quieras—.Soltó al final y con eso la pelirroja y el portador de la Hyuga soltaron un suspiro de alivio.


La exclamación de horror hizo eco en todo el jardín. La perturbación llenó el ambiente al igual que el miedo.

Los cuerpos de hombres y mujeres regados por el jardín, bañados en sangre llenaban la escena. Los muros que separaban el complejo del bosque estaban salpicados de sangres y marcas de manos, donde quizá personas buscando apoyarse en algo, se habían recargado. El lugar presentaba signos de lucha, donde quizá todos aquellos Hyuga habían peleado por mantener a sus atacantes fuera, sin mucho éxito.

-Que masacre…-Dijo sorprendido un moreno, con su cabello firmemente tomado en una coleta.

Los charcos de sangre se extendían por todo el sitio, llegando hasta el estanque, donde el agua había adquirido un tinte carmín espeluznante. Lo más sorprendente era ver la huella de pisadas pequeñas, pies descalzos que se habían tintado en sangre y dejaron su marca hasta el estanque, volviendo aún más tétrica la escena.

Los ninjas comenzaron a caminar por el lugar, dado también que dentro del complejo había cuerpos, aún más desangrados que los de afuera, logrando ocultar por completo el tatami del suelo. Todos estaban impresionados, sorprendidos de ver a tantos Hyuga masacrados, vencidos. Sin encontrar ni un solo sobreviviente en todo el lugar.

-Los han tomado desprevenidos.-Declaro un rubio de coleta alta, mirando con ojos fríos su alrededor, obteniendo la atención de los demás.

-¿A los Hyuga?, ¿Qué extraño, ellos siempre están al pendiente?-Dijo una mujer castaña de apariencia salvaje y con tatuajes en sus mejillas.

Los líderes de los clanes se miraron entre sí, ignorando por completo la presencia de sus sucesores, aún más, ignorando la figura que aduras penas podía sostenerse de las paredes del complejo mientras que una de sus manos apretaba con fuerza una herida sangrante en sus costillas.

-¡¿Dónde está Hinata-sama?!-Gritó, sorprendiendo a todos con un susto casi de muerte.

El castaño callo de rodillas en la madera, tosiendo fuertemente sangre mientras que la mano que sostenía su herida se empapaba por completo hasta el codo. Todos lo miraron sorprendidos.

-¡Neji!-Gritó una joven rubia platinada antes de echarse a correr hasta el chico, acuclillándose a su lado y posando sus manos en los hombros de este.- ¿Qué ha pasado?-le susurró consternada al ver como también su mejilla izquierda sangraba desde un corte fino pero profundo.

El castaño la ignoró y volvió a preguntar por la heredera de los Hyuga, asustado, aterrado al no ver su flujo de chacra por ningún lado. Activando su línea sucesoria busco a los alrededores, importándole poco que su herida creciera y sangrara aún más. La rubia jadeó asustada al ver como chorros de sangre caían por el brazo del chico, apretó fuerte sus hombros para que se detuviera, pero el Hyuga se sacudió y siguió buscando, intentando ver más allá de lo que podía, ocasionando que de sus ojos comenzaran a sangrar.

La rubia notó aterrada los hilos de sangre en las mejillas del chico, y decidida a pararlo, golpeó fuertemente con su mano el cuello del chico, en el punto exacto para dejarlo noqueado. Los demás miraron como el cuerpo del joven caía con fuerza sobre la madera, salpicando con su sangre a la rubia.

-Debemos de avisar enseguida a lady Tsunade.-Ordenó con voz ronca el líder de los Nara, y los otros líderes asintieron por igual.

La rubia cargó con cuidado el cuerpo del Hyuga, empapándose aún más su vestido blanco.

Los ninjas; líderes, herederos y unos cuantos anbus saltaron hasta llegar a lo alto de un muro y de ahí comenzar a saltar por los árboles, aparentando ser solo una estela blanca, que a su camino solo dejaban un rastro de gotas de sangre.


Hinata tembló de frío, acurrucándose más sobre aquello que despedía calor, buscando un refugio del helado viento. Los vellos de su cuerpo se erizaron aún más cuando se dio cuenta que ni con su gesto el calor la llenaba. Gruñó enojada por no encontrar la calidez que buscaba, por lo que empezó a desperezarse lentamente, y cuando por fin logró abrir sus ojos, se encontró con la vista de un cuello blanco. Parpadeo extrañada por un segundo antes de notar que su cabeza estaba recostada contra un hombro masculino.

Sus labios se separaron levemente y sus mejillas se colorearon al darse cuenta de que aquella persona la cargaba, como un brazo fuerte le rodeaba los hombros y le acunaba un brazo, y otro pasaba por debajo de sus rodillas, dejando que la mano tocara una de sus piernas por dentro de la falda. Se sonrojó aún más al darse cuenta de ello.

Un jadeo por fin se abrió paso por su garganta, demostrando su sorpresa por estar en tal estado con un hombre desconocido para ella. Su jadeo atrajo la atención de quien la sostenía, el joven ladeó su rostro y la miró, dejando que sus ojos ónix penetraran los perlados de la chica.

La Hyuga abrió un poco más sus labios al reconocer al tipo como aquel con quien bailó. El joven aún portaba su máscara, dejándole en la interrogativa de quien sería. Y por lo que podía sentir también portaba aún los guantes de cuero, pues la tela estaba haciendo que transpirar un poco, y ante eso, dejó que sus ojos fueran a dar al hombro del enmascarado, deseando desaparecer al saber que quizá aquel tipo ya lo habría notado.

El enmascarado viró de nuevo hacía el frente, ignorando por completo las reacciones de la chica en sus brazos y siguiendo su camino hacia un sitio desconocido para Hinata. Y esta, al darse cuenta de que las paredes no eran blancas como se suponía que debían ser, miro el lugar en el que estaba. Sus perlados ojos recorrieron el amplio pasillo por el que iba, notando como altas paredes conformadas por ladrillos de roca se alzaban gloriosas hasta un techo de madera. También la sorprendió que el lugar estaba iluminado por antorchas que había en las paredes, desprendiendo un olor a cera quemada.

Una palidez bastante alarmante se apoderó de su rostro, al mismo tiempo que soltaba un gritito de terror. Anonadada por ver aquello, viró enseguida su rostro hacia arriba, topándose con la firme mandíbula del desconocido que seguía su camino imperturbable, sin siquiera alivianar el paso al sentir el cuerpo de la chica rígido entre sus brazos.

El miedo se apoderó poco a poco de los sentidos de la Hyuga. Asiéndola temblar ante lo que estaba pasando e ignorando el frío por el que despertó. Frío que quizá, si hubiese guardado la calma, se habría dado una muy buena idea de donde estaba.

El enmascarado se detuvo frente a las puertas que daba el final del pasillo. Unas puertas enormes de roble solido con manijas de plata para ser abiertas. Hinata dirigió enseguida su mirada a ella, esperando a que algo sucediera. Pero largos minutos pasaron antes de que las puestas se abrieran de par en par, revelando a una pelirroja vestida con una gabardina y máscara color carmín con detalles en dorado que tenía varias plumas que solo caían desde la parte izquierda.

-Listo.-Pronuncio con voz delicada pero fuerte, logrando que el sonido rebotara en las paredes aun después de haberlo dicho.

Se hizo a un lado cuando aquel que cargaba a la Hyuga, pasó. Frente a ellos estaba una enorme cama de cuatro postes y sábanas blancas, una chimenea prendida al fondo a la izquierda, y al fondo a la derecha un biombo blanco con figuras de flores en negro. Dos enormes ventanales estaban al fondo a cada lado de la cama, con enormes y muy seguramente pesadas cortinas negras.

Hinata paseó sus ojos por el lugar completamente sorprendida, sintiendo haber entrado a una época muy antigua.

El joven la bajó con cuidado, depositándola con delicadeza en piso. En cuanto la chica por fin estuvo de pie, él se alejó unos pasos, saliendo de la habitación y quedándose a un lado de la pelirroja, quien solo hizo un mohín con sus labios al ver la delicadeza que uso con la Hyuga.

El joven carraspeó llamando la atención de la muchacha, que lo miró sobre el hombro turbada, bastante aterrada ante la idea del por qué era llevada a ese lugar. Los ojos negros del enmascarado brillaron por un segundo maliciosos, complacido por la reacción su reacción, antes de pasar a ser distantes, como si realmente esa situación le diera igual.

-El lugar esta llenos de sellos que inhabilitará el ojo blanco.-Soltó de repente, cosa que logró que la Hyuga girara completamente y lo mirara espantada.-Te he secuestrado Hyuga, por lo tanto te ordeno que te mantengas mansa si no quieres salir herida.-la frialdad de su voz y la amenaza implícita en lo que dijo solo hizo que la chica diera un paso hacia atrás.- Ahora, esta será tu dama de compañía.-señalo levemente con la mano a la pelirroja, que gruñó en respuesta.

Después de aquello, las puertas de la habitación se cerraron con fuerza, haciendo un eco en la habitación.

Hinata solo se quedó quieta tras escuchar aquello. Sola en aquel lugar desconocido, siendo secuestrada por alguien que usaba máscara, teniendo una dama de compañía que no parecía nada a gusto con su puesto. Respiro hondo por un muy largo segundo y después con mucha esperanza, hizo los sellos para activar su Byakugan. Abrió sus ojos a más no poder al solo ver la estancia en la que estaba y capa tras capa de chakra en las paredes que la rodeaban. Jadeó sorprendida.

Desactivó su línea sucesoria mientras intentaba procesar exactamente qué estaba pasando. Porque, realmente aún no asimilaba del todo qué demonios pasaba en ese lugar. Secuestrarla, ¿Quién en su sano juicio quería secuestrarla?, era la deshonra de su clan, la más débil de todos los Hyuga. Ella no era nadie importante, y del famoso secuestro solo sacarían que los ancianos del consejo del clan la destituyeran por completo como heredera, pues seguramente no harían nada por sacarla de aquel lugar.

Miró nuevamente las puertas frente a ella y por fin cayó en cuenta de lo que pasaba. De lo que en realidad pasaba. Si por su mente antes había pensado que sería violada por aquel enmascarado, ahora no se le ocurría nada. Porque dejando de lado quien era, ella había sido secuestrada, encerrada en cuatro paredes, sin tener idea de donde estaba. Fue imposible que sus piernas la siguieran sosteniendo después de asimilarlo, sus rodillas se doblaron y cayó de sentón sobre el frío piso de madera del lugar. Llevó sus pálidas manos a su rostro y comenzó a sollozar.

Era todo tan irreal para ella y estaba en tal shock, que ni siquiera se había dado cuanta de como estaba, hasta el momento en que sintió una costra seca en su mejilla. Separo sus manos de su rostro y la pequeña costra se pegó a su húmeda palma, se sorprendió al ver la sangre seca en su mano. Se miró de inmediato, notando como su vestido blanco estaba ahora pintando de carmín, y como su brazo izquierdo tenía la marca de dedos deslizándose hasta su codo con sangre seca mezclada con barro. Abrió sus ojos horrorizada y comenzó a hiperventilar, y cuando el aire dejó de entrar a sus pulmones, todo se volvió negro, cayendo en la inconsciencia por horas.


Karin dejó que sus ojos vagaran con lástima sobre el cuerpo de la Hyuga. Ella se había quedado detrás de las puertas esperando a que la chica se durmiera, jamás pensó que colapsaría de tal forma después de estar unos minutos sola.

Al mirarla ahí, con su pequeño cuerpo temblando en la fría madera del piso, la hizo recordar a todas las personas que sirvieron de conejillos de india para Orochimaru, la diferencia es que la Hyuga no se encontraba en una mesa de metal con los tobillos atados, sufriendo horrores.

Negó levemente con su cabeza y asintió al recordarse que solo era una prisionera temporal, que debería estar muy agradecida por ser encerrada en una habitación como aquella y haber sido cargada en brazos del Uchiha por más tiempo que cualquier otra persona. Al recordarse tal cosa decidió hacer su trabajo, se acercó al cuerpo de la chica y lo levantó como buenamente pudo, pues realmente ella no tenía fortaleza física, se encaminó hasta estar detrás del biombo y sentó a la chica en un pequeño banquillo, recargando su espalda en la pared.

Miró a su alrededor, notando una pequeña tina con agua que ahí se encontraba aún humeaba un poco, seguramente tibia. La acercó junto con una mesilla que contenía esponjas, jabones y esencias. Se sacó los guantes de cuero y la gabardina, quedando en un pequeño pantaloncillo negro y una blusa ceñida roja de cuello y sin mangas. Tembló un poco al sentir como el frio aire le acariciaba, dándose cuenta que la chimenea aún no había calentado del todo la habitación.

Gruñó enojada al llevar su mirada a la Hyuga, bastante molesta con la idea de ser su ayudante de cama, pero eran órdenes de Sasuke y como tal, las tenía que cumplir sin replicar. Así que se arrodilló frente a la chica y le sacó de mala gana el vestido cubierto de sangre, no pudo evitar abrir sus labios con sorpresa. Al sacarle tal tela a la chica, los pechos de esta rebotaron frente a su rostro, demostrándole lo grandes que eran, llevo sus manos hasta el corpiño del vestido, notando la tela gruesa que mantuvo todo ese tiempo esos atributos bien aplanados en el torso de la muchacha. Sus mejillas se pintaron de carmín mientras miraba con envidia los pechos de la chica, y otro gruñido salió de sus labios antes de ir a las pantaletas blancas de la chica. Miró asqueada como la fina tela estaba manchada con sangre seca, al igual que el vientre bajo de la Hyuga, suspiro con cansancio y bajó lentamente la tela. Jamás en toda su vida creyó que llegaría desvestir a una mujer, y ahora hasta bañaría a una.

No pudo evitar mirar descaradamente a la Hyuga. Cada curva, cada porción de carne bien ubicada, cada pequeño detalle de la chica. Era perfecta, envidiablemente perfecta, con senos redondos y firmes, con una cintura diminuta que daban seguimiento a unas caderas anchas y después a unas piernas bien torneadas. Con un vientre firme pero no musculoso, contando con una pequeña línea en su estómago que sería bien envidiada por una konoichi trabajadora. Por lo que un pensamiento no pudo evitar abrirse paso en su cabeza, ¿Sabría ella usar su encanto?, si lo hacía, era seguro que era la arma perfecta.

Pero, ¿Y si era ignorante de su poder?, ¡Como si eso fuera posible!, se dijo, una chica criada para mandar debía saber que con un poco de coquetería podía tener al mundo en su puño.

-Bien Hyuga, tu y yo arreglaremos cuentas cuando despiertes.-Murmuró cuando hundió un paño mojado en la tina, dispuesta a empezar su pesada tarea.


N/A:

Lo se, lo se, soy una completa irresponsable abandona fic.

Pero entiendan, toda mi inspiración se fue por el caño con el final de Naruto, simplemente ver a Sasuke con Sakura rompió mi corazón y morí al ver a Hinata siendo ignorada por Naruto-baka en su boda.

Pero encontré este fic escondido en lo más profundo de mi memoria Ram y me hizo recordar cuanto amaba el SasuHina y e decidido subirlo para animarme a mi misma.


ACTUALIZACIÓN CADA VIERNES.