"Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos de los hombres.
Cuando el ABURRIMIENTO había bostezado por 3ª vez,
La LOCURA, como siempre tan loca, les propuso:
— ¿Jugamos al escondite?
La CURIOSIDAD, sin poder contenerse, preguntó:
— ¿Al escondite? ¿Y cómo es eso?
— Es un juego — explicó la LOCURA —, un juego en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar, los buscare y así hasta dar con todos.
La ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer a la APATÍA, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar:
La VERDAD prefirió no esconderse. ¿Para qué? si al final siempre la hallaban.
La COBARDÍA prefirió no arriesgarse...
— Uno, dos, tres... — Comenzó a contar la LOCURA.
La primera en esconderse fue la PEREZA, que como siempre se dejo caer tras la primera piedra que encontró en el camino.
La GENEROSIDAD casi no consiguió esconderse, cada sitio que hallaba le parecía apropiado para alguno de sus amigos:
...que si la sombra de un árbol, perfecta para la TIMIDEZ;
... que si una ráfaga de viento, magnífica para la LIBERTAD.
Así termino por ocultarse en un rayo de sol.
El EGOÍSMO, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo..., pero, eso sí, solo para él.
La PASIÓN y el DESEO en el centro de los volcanes.
El OLVIDO... se me olvido donde se escondió..., pero eso no es importante.
Cuando la LOCURA contaba 999.999,
El AMOR no había encontrado un sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado; hasta que diviso un rosal enternecido y decidió esconderse entre sus flores.
— Un millón — contó la LOCURA y empezó a buscar.
La primera que encontró fue a la PEREZA solo a tres pasos de una piedra.
A la PASIÓN y el DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes.
El EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo.
El solo salió disparado de su escondite que resultó ser un nido de avispas.
Así fue encontrando a todos:
El TALENTO entre la hierba fresca,
La ANGUSTIA en una oscura cueva y…
Hasta el OLVIDO, quien había olvidado que jugaban a las escondidas.
Pero solo el AMOR no aparecía por ningún lado.
La LOCURA busco detrás de cada piedra, de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, y en la cima de las montañas y cuando estaba por darse por vencida: divisó un rosal... tomó un palo y empezó a mover sus ramas, cuando, de pronto, un doloroso grito se escuchó.
Las espinas habían herido los ojos del AMOR;
La LOCURA no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces; desde aquella primera vez que se jugó al escondite en la tierra:"
"EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA."
-Mario Benedetti
Su brazo se movía de arriba abajo, buscaba ese cálido ser para abrasarlo y, de una manera muy infantil, decirle que no se vuelva a ir. Pero no, no había nadie recostado junto a ella.
Giro la cabeza solo para confirmar sus miedos, con la poca luz entrante del día, un espacio vacío en la cama era lo más evidente de todo. Lanzo un largo y sonoro suspiro.
"Otra vez salió a entrenar temprano" Pensó.
Giro el cuerpo entero al lado contrario, quedando de frente con la mesita de noche. Ahí, un reloj cuadrado de marco negro reposando sobre su soporte, sin alarma. Rio, recordando que la única alarma que necesitaba era el estomago de sus esposo crujiendo, pero él no estaba ahí, otra vez.
El reloj marcaba las 7 con 18, aun era temprano para preparar el desayuno, mas considerando que sus hijos se habían quedando hasta tarde con un juego de mesa.
Más a la izquierda de la mesita, un pequeño calendario, un regalo de su padre, una manera de hacer que su cuerpo y mente se ubiquen en espacio y tiempo. En la parte superior de este, escrito en letras grandes "FEBRERO" y más abajo, marcado con un lapicero rojo, el numero "14".
"San Valentín"
Ni siquiera sabía el por qué de tanto alboroto por esa fecha, pues era solo un día más en el calendario, uno de 365 que constantemente rotan para volver a comenzar.
No, no era solo eso; era un día especial, era el día que las parejas enamoradas se demostraban su amor y fidelidad.
¡Pero qué demonios estaba diciendo! Goku nunca necesito de un día en particular para demostrar su afecto.
¡Pero maldición! había estado muerto 7 años, lo menos que pudo hacer era recordar esa fecha; pero pedía demasiado, era un saiyajin, ella se había casado con un saiyajin. Se quedo mirando el techo con aquel pensamiento. Se caso con un saiyajin, con el más ingenuo y torpe de todos.
Rodo por la cama entera, de izquierda a derecha, buscaba el abrazo con el que siempre despertaba, o bueno, casi siempre. Pues hoy era diferente, hoy no estaba junto a ella en la cama. Abrió de par en par sus ojos azules, así pudiendo ver que su sospecha era más que real y desastrosa.
Una vez más sola.
"Es hombre, no puede dejar de entrenar un solo día" Dijo para sí misma.
Escucho como alguien tocaba la puerta, no era él, de serlo hubiera abierto la puerta sin más, exigiendo comida.
De mala gana dio el permiso para pasar.
-Hola hija… –era su madre- levántate, la comida esta lista- sin cruzar mas allá de la blanca puerta.
-No tengo ganas… -respondió.
-Vamos hija… recuerda que día es hoy, es San Valentín, imagino que tienes varios planes con Vegeta.
Lo que faltaba, recordar que este día era sábado 14 de febrero, su madre no pudo ser más imprudente en ese instante. Más, si tenía razón, era cierto que tenía planes para este día. Pero todo se fue por el caño cuando despertó y él, no estaba, otra vez.
Dejo sus pensamientos divagando, lo último que escucho fueron unas palabras de su madre antes que esta se retirara.
Se sentó en la cama para ordenar sus ideas, ¿Por qué le preocupa tanto esa fecha? Después de todo, lo único que haría ese hombre seria decir que eso es una idiotez, se metería en su sagrada cámara de gravedad, y no saldría hasta que su estomago se lo pidiese. Como siempre.
Que tonto pensar eso, Vegeta demuestra todo su afecto de una manera única y enigmática, y fue ella la única en ser capaz de descifrarlo. Y bien sabe que la ama y no era necesario de una fecha. Tiene razón, es una fecha estúpida.
Pero demonios, ya había alcanzado el supersaiyajin fase 2 ¿qué más quiere?, no podría pasar un solo día entero con ella. Pero su parte coherente le decía otras cosas, le decía que era un saiyajin, que ella se había casado con un saiyajin. Un punto fijo en la pared, el comienzo de sus dudas y afirmaciones. Se caso con un saiyajin, con el más arrogante y petulante de todos.
Se levantaron muy desganadas, sin ánimo para comenzar el día. Colores opacos encontraste de delicados detalles vivos; maquillaje delicado resaltando las bellas facciones de sus rostros, un dócil y sencillo peinado, al cual sus finos cabellos estaban acostumbrados.
Ya listas, se acercaron hacia la puerta de sus habitaciones, sus manos en el picaporte frio de la mañana, sus ojos perdidos aun es sus pensamientos, sus bocas con una sola frase:
-Otro San Valentín mas…
La pelinegra descendió por las escaleras hasta la cocina, no tenía ni las ganas ni la energía para preparar el desayuno, pero debía hacerlo por sus retoños.
No pasaron más de diez minutos antes de que un esquicito olor se extendiera por cada habitación de la casa, y ese, era el despertador que sus hijos necesitaban.
Goten llego volando imponiéndose una nueva marca personal, mas tarde su mayor también y juntos tomaron asiento en sus respectivos lugares de la mesa.
Escuchaba los pasos y el sonido de la madera arrastrándose por el piso, unas cuantas risas y el sonido de las ollas al impactarse. Todo acompañado armoniosamente por un:
-Buenos días, mamá
-Buenos días hijos –dijo al dar vuelta- ¿Goten?, -llamo la atención del pequeño- ¿Qué haces aquí?, pensé que saliste a entrenar con tu padre.
-No mamá, ¿papá fue a entrenar tan temprano?
-Sabes cómo es tu padre.
-Yo me lo encontré más temprano. –Le indico Gohan- Dijo que iría entrenar en lo más profundo del bosque, y que tal vez no llega a almorzar.
-¿enserio? –un deje de tristeza en su tono.
-Si…
Dio la vuelta completa para continuar con su laburo, escucho detrás de ella una risa algo culposa, mas prefirió no darle importancia.
-Mamá… ¿quiero preguntarte algo? –Le llamo el mayor.
-¿Qué Gohan? –pregunto sin mirarlo, pues no quería mostrar su ojos brillosos que intentaban saltar a llorar.
-Hoy… Hoy… -el tartamudeo nervioso llama su atención, girando solo su cabeza para encontrar al muchacho con las mejillas coloradas-… saldré con Videl, ¿no te molesta, verdad mamá?
Sonrió.
-Claro que no... Gohan, puedes ir –prefirió no aumentar nada más. Pues, de más estaba preguntar el por qué: ¿Era 14 de febrero, no? Era San Valentín.
Salió de su cuarto en rumbo a la cocina, no tenía la cantidad suficiente de voluntad para seguir su camino, pero, de donde pudo, la saco.
Llego hasta la cocina escuchando unas pisadas veloces de camino detrás de ella, la clara señal de que Trunks llegaría.
-Buenos días… -saludo la oji azul, y tal como se esperaba un rayo cruzo la cocina y se sentó la pequeña mesa puesta a mitad de la cocina.
-Buenosdias… -saludo tan rápido, que pareció un zumbido, quien luego comenzaría a atragantarse con los Pancakes.
Tomo asiento junto de su hijo, y cuando estuvo a punto de beber su primer trago de café, se percato de la ausencia de dos personas: Su padre, y el disque "príncipe".
Antes de darle tiempo a preguntar sobre su padre, este hizo su aparición en la cocina saludando a todos.
-¿Dónde estabas papá?
-Revisando unos planos… -tomaba asiento junto de su nieto, y luego el primer sorbo de la bebida marrón que se servía en su taza.
-Bien… -trato de mantener la calma aun en contra de la inquietud que la mataba. El comprender que tal vez ni siquiera se presentaría a desayunar, fue la gota que desbordo el vaso.
-¿Qué acaso eso mono no piensa venir? –dijo regañadientes.
-Si hablas de Vegeta, lo vi esta mañana más temprano, dijo que saldría a entrenar a las montañas nevadas.
-¿enserio, papá? –Pregunto entre desanimada y enfadada.
-Así es.
Termino su taza de café de un solo sorbo, ignorando cosas como que no le había puesto azúcar o siquiera el calor abrazador del café quemando su lengua. Simplemente no le dio importancia.
-¡Hay, hija!, no te comente… -un comentario completamente sacado de la nada, alertando su presencia de una realidad sensitiva que no correspondía a la que, a veces, creaba su cabeza.
-¿Qué, mamá?
-Tu padre y yo no estaremos todo el día, porque… bueno, ya sabes.
-Sí, sí, ya se –sonrió para sí misma: por lo menos sus padres si aprovecharían el día.
Ambas se levantaron en el mismo horario de la mesa, idiota pensar que a estas alturas suceda un milagro, pero nunca hay que negarle al mundo una oportunidad de sonreír.
Se sentaron; una en un sofá de una pieza, y la otra en un placentero sillón. Sentir lo comodidad de la tela y el calor de la mañana, imito el cálido abrazo que deseaban.
Se regañaron a sí mismas, no podían pasar todo el maldito día así, pero… ¿Qué hacer? Estar encerradas todo el día en sus casas no era una opción, tampoco lo era buscar y regañar a sus esposos, y mucho menos lo seria llamar a un amigo. Excepto.
La idea cruzo por sus cabezas al mismo tiempo, pues solo existía una sola persona en el mundo que podía comprenderla, solo una compartía la idea de vivir con un saiyajin… pero… ¿Qué pasaba si… interrumpía algo?
Era 14 de febrero, o no.
Que estaban pensando, no se comportarían como un par de adolecentes por esa fecha.
Aun así no podían llamar por el deseo egoísta de oír otra voz, necesitaban de un motor, una excusa.
Miraron a sus pequeños bebes, para ellas aun, como era que jugueteaban; uno a las guerras, el otro a las carreras.
-Goten…
-Trunks…
-¿Quieres ir a ver a Trunks?
-¿quieres que llame a Goten?
Misma idea, misma desesperación.
-Siiii… -dijo el pelinegro. Ella estiro un poco su brazo para tomar el teléfono.
-Está bien mamá –le respondió el oji azul. Entonces ella se puso de pie, su idea comenzaba a tomar forma.
Tomo con sus delicadas manos el mango del teléfono, y marco el número ya sabido de memoria. Miro al frente un momento, hacia su pequeño clon de Goku. Sonrió pensando que era la misma mirada ilusionada de SU Goku a la hora de la cena.
Para su sorpresa, la llamada no había tardado demasiado en ser contestada, y una voz femenina la recibió del otro lado, la persona a la que buscaba.
Se dirigió hasta la cocina, donde su madre había dejado el teléfono inalámbrico, seguida por detrás de su "mocoso pelo lila", como lo llamaba Vegeta. Sonrió por un corto lapso de tiempo, pensando en SU Vegeta.
Antes siquiera de tomar el teléfono, este comenzó a lanzar el pitido continuo que alertaba una llamada entrante.
-¿Hola?
-Hola Bulma.
-¡Milk!, que sorpresa.
-¿seguro...?
-Mmm… bueno no.
-¿Qué hizo esta vez?
-Se fue a entrenar a las montañas y sin decirme nada.
-Vaya…
-¿Qué pasa?
-Ese tonto hizo exactamente lo mismo.
-¿No creerás que se traen algo entre manos?
-No, no creo, sabes que esos hombres no son de planear las cosas.
-Sí, tienes razón.
-¿Qué quieres hacer?
-que tal… ir de compras- De pronto esa expresión un tanto depresiva de las damas, cambio bruscamente a una de alegría.
-Bien… dentro de media hora, también llevare a Goten ¿te parece?
-Claro.
-Hasta luego.
-Hasta pronto.
Termino la llamada, el eco sonoro y luego el sonido de choque entre el teléfono y la mesa. Se levanto del sillón, no sin antes avisarle de la llegada de su amigo a Trunks.
Alisto su estuche de capsulas, seis de diferentes colores, cada una con un aparato completamente diferente, desde aeronaves hasta coches de tierra.
Sostenía el estuché en mano revisando si la capsulas tenían algún daño, cuando una voz madura y vetusta la llamo, dejo el estuche sobre la mesa y se dio la vuelta para encontrarse con su padre mirando por la ventana.
-¿Qué sucede papá? Creí que ya te habías ido con mamá.
-Estuve revisando los planos de la máquina de gravedad y… me di cuenta que si Vegeta sigue aumentando la gravedad en sus entrenamientos podría volver a explotar.
-¡¿Qué me importa lo que haga ese simio?! Si prefiere matarse, que lo haga. Me da igual, saldré un momento al centro comercial, adiós.
Tomo su bolso rojo escarlata, lo acomodo en su brazo y se dirigió a la parte delantera a esperar su visita, detrás de ella, Trunks.
Lo último que escucharía de su padre seria una risilla, algo tonta para ella, pero la velocidad con la que iba, así como la rabia, no le daba tiempo a preguntar.
Colgó el teléfono tras despedirse de su amiga, apoyo su brazo en el soporte del sofá y sostuvo con este su cabeza, pensando. Era muy curioso que Vegeta y Goku habían desaparecido el mismo día, pero ¿Qué había que pensar? Lo más seguro es que ese par de imbéciles estén entrenando juntos, y por miedo no hayan avisado.
La ira comenzó a recorrer cada molécula de su ser, si eso era, si es que Goku había huido a entrenar con Vegeta ella lo iba… lo iba.
Freno su desquicio cuando vio que Goten aun seguía parado frente ella, sus manos pequeñas juntas, y su cabeza inclinada con un gesto de duda.
-¿Qué dijo? –Le pregunto el pequeño.
-Alístate Goten, iremos a la corporación capsula.
-Wiiiii… -de un brinco Goten termino en su habitación, cogió cada juguete que tenía a su paso y regreso hasta estar rente a su madre.
-Bueno vamos… -se acerco a las escaleras y grito- ¡Gohan saldremos con tu hermano, cuídate!
-Lo hare mamá…
La risotada soltada de su hijo menor desvió su atención, pudo ver que este ya estaba afuera dejando la puerta principal abierta y jugando por ahí con algunos de los animales habitantes de la montaña Paoz.
-Vamos mamá –la apresuro el pequeño.
-Espera debo sacar el auto…
-Olvida eso mamá. Mejor vamos en la nube voladora.
-Mmm… está bien.
Llamaron a la nube mística y legendaria, ese objeto pulimentado y dorado, ágil en los cielos. No era muy común que use ese medio de transporte, pero con tal de ver a su hijo feliz, su única manera de no derrumbarse, lo que fuera.
El viaje se hizo relativamente corto, trataba de buscar con la mirada por los aires donde se había metido ese… ese…
Cuando se alejaron lo suficiente, y las montañas ya no eran visibles, el aire golpeando su rostro con esa frescura invernal anunciando su fin para dar paso de la primavera. Delante suyo, con la sonrisa más brillante de todas, Goten.
Pronto a la lejanía, una gradual transformación del paisaje desde uno agreste hasta uno citadino. Habían llegado.
De pie fuera de la enorme cúpula, de ahí de donde salieron las ideas más revolucionarias para el mundo. La espera se hace corta, en verdad, mas aun con el niño revoltoso que corretea de un lugar para otro.
El rastro dorado que dejaba una nube era la señal de la llegada, y el brinco dado por Goten para planear y caer cómodamente frente a su amigo, era más que obvio.
-¡Vamos a jugar, Goten! –grito Trunks corriendo dentro de la mansión seguido por el de cabello moreno.
-¡No toquen los dulces! –advirtió, mas solo recibió como respuesta los gritos infantiles vivarachos.
-Hola Bulma...
-Milk, ¿Qué tal?
-Bien, ¿Qué planes tienes?
-Bueno pues, que tal si comenzamos pasando un rato en el centro comercial.
-Vale.
-Y luego… vamos por algo de comer.
-Está bien, ¿Qué te parece si vamos caminando?, el cielo está claro –levantaron la mirada hacia el cielo relativamente azul.
-Por ahora…
-¿Mmm?
-Mira… -Una mano sobre sus ojos fijos sobre el horizonte. Ahí, asomándose unas grises nubes, ya para el mediodía, quizá, cubriría todo el cielo.
-De todos modos, estará despejado por un buen rato.
Frente al gran edificio, escrito en la portada por sobre la puerta, la inscripción, en un rojo rubí bordeado por un dorado fino, "S.C.D.W".
La entrada principal llena de personas que entraban y salían, principalmente parejas enamoradas que aprovechaban las primeras horas para disfrutar de aquel día. Por otra parte, una gran cantidad de jóvenes muchachos correteaban con un regalo de último momento.
Las damas entraron con paso firme y con la frente en alto, intentado así, ignorar todo lo que sucedía alrededor suyo.
Pasar por tiendas de ropa: buscar con insistencia prendas que le vengan bien a su figura y un color que haga juego con su tono de piel.
Entre las boutiques de accesorios tratar de conseguir carteras y collares que hagan juego con el resto de las prendas que llegasen a comprar.
El chirrido de la maquina cada vez que salían de una tienda, las risas recordando viejas anécdotas, los juegos de brillos y las múltiples combinaciones de vestidos.
Todo como una excusa para poder olvidar el enfado de la mañana temprana.
El tiempo aun así pasa. Más aun cuando la peli azul trataba de buscar un vestido que haga juego en su actual bolso escarlata.
El sol se poso en el centro total del firmamento, su brillo opacado por las grises nubes.
-Bueno vamos por algo de comer –dijo la mayor, pasando por el pasillo principal del enorme establecimiento.
-Bulma…
-Mmm…
-Acaso… -miro por un instante la entrada, empañada en gotas de agua gruesas- está lloviendo.
-¡Hay no!, ¿Cuánto tiempo estuvimos de compras? –de pronto todo el establecimiento se vio iluminado por un corto lapso de tiempo: un rayo había caído demasiado cerca.
-No fue muc… -el estruendo del rayo era mucho más estridente.
-Bueno será mejor que nos vayamos de una vez, no será que esos niños se terminen mojando.
-Sí.
La ojiazul comenzó a remover objetos entre su bolso. Su mano entraba cada vez más profundo dentro de este: algo faltaba ahí, algo muy importante. El estuche de capsulas.
-No está… -dijo asustada, aun buscando con desesperación la caja.
-¿qué?
-El estuche de mis capsulas… -soltó el bolso con enfado, dejando que este se oscile en su hombro- ¿tú no trajiste una?
-Solo las de almacenamiento para las compras, después vine en la nube voladora.
-¡Rayos!... Mmm… -nuevamente comenzó a buscar entre su bolso y de ahí saco un pequeño móvil- será mejor que llame a la Corporación, a estas horas Vegeta ya debió volver con el estomago vació…
-¿Qué harás?
-Le pediré que venga aquí a recogernos.
-¿sabe conducir?
-No, pero no le molesta la lluvia.
Marco los números adecuados e ingreso la llamada, no tardo mucho en ser contestada.
-Hola.
-Hola Trunks.
-Mamá ¿Qué pasa?
-Pásame con tu padre.
-Mi papá no llego aun mamá.
-Ugh… es hombre… bueno tardare un rato en llegar Trunks, no vayan a ensuciarse.
-Está bien… chau mama… Espera…
-¿qué?
-¿Podríamos… comer unas galletas?
-Ni siquiera lo pienses Trunks, ya sabes cómo te pones cuando comes azúcar.
-Pero.
-Nada de peros.
-Está bien, adiós.
Termino la llamada y devolvió el celular a su bolso.
-¿Qué dice?
-Vegeta aun no ha vuelto.
-¿entonces?
-Bueno, supongo que la tormenta no pasara dentro de un rato… vamos por algo de comer.
-Bien, así pasaremos el rato.
No tuvieron que caminar demasiado: las tiendas de comida estaban por todos lados. Desde comida mexicana como el Huarache, hasta la exquisitez que es capaz de presentar la gastronomía en el norte de África, como el Cuscús.
Existían para todos los gustos y exigencias, un pasillo repleto de muestras gratis servidas por llamativas camareras de ojos claros. Pero, eso sí, muy pocas personas: todos regresaron a sus hogares por la lluvia que, a cada instante, se hacía mucho más fuerte.
Pero, no había razón alguna para pasar por todas, algo faltaba, algo estaba muy vació.
Finalmente tras un corto periodo de tiempo, se decidieron por comer en el más vació. La frescura y sazón únicas de la comida italiana. Dos rebanadas de pizza al Tonno: Las cebollas, el ajo, el queso, los tomates, y por supuesto el vino tinto juntos es armonía sobre la masa redonda y crujiente.
-¿Alguna vez probaste esta pizza? –Pregunto la mayor, a lo que la otra se limito a menear la cabeza de lado a lado –te va a encantar –dijo entonces.
-A ver… -dijo para darle un bocado. Ese gusto picoso en la lengua, esa combinación sublime, ese sabroso manjar- esta delicioso.
Pasaron las charlas así como lo hizo la lluvia. Habían pasado ya cuarentaicinco minutos desde la hora del almuerzo, algo de preocupación recorría sus cuerpos: Goten y Trunks no habían llamado diciendo que tiene hambre.
Un arco iris en el firmamento es la única prueba de la lluvia, dentro de la ciudad un auto amarillo con cuadros negros dejaba frente de una mansión con forma de cúpula, a sus pasajeras de pelo azul y negro.
-Ojala que los niños no se vayan a meter en problemas -dijo la mayor tras de cancelar el pasaje.
-Espero que no –le contesto.
De pronto la plenitud del cielo se vio interrumpida: Dos estelas amarillas irrumpieron en la escena. El veloz sonido que parte en dos el cielo, acompañado de unas alteradas risas infantiles.
Segundos después su atención es desviada por un fuerte estremecimiento del suelo, acompañado por un sonoro estruendo que ahuyento a las aves de su nido y despertó las alarmas de los automóviles. Las cosas no pintaban mejor cuando una nube de hollín se levanto del patio trasero de la corporación.
Aquellos hechos eran extrañamente familiares para la peli azul, como si todos estos eventos ya hubieran ocurrido antes.
Una vez que la sacudida había terminado, sin más dilación, las mujeres corrieron dentro del edificio mientras las preguntas inundaban sus mentes: que si los niños estarían bien… que si este caos tenía algo que ver con ese par de tontos.
-¡Niños! –llamo la morena.
-¡Ahhh!… -un grito de pánico de la peli azul con la mirada fija en un cráter en el jardín de la corporación, donde antes solía estar la máquina de gravedad.
-¡¿Qué paso?!
No hubo tiempo a responder, no había la necesidad, de hecho. Los escombros metálicos comenzaron a moverse de forma ruda, luego se escucha un quejido desde estos mismos.
Milk se acerca con cautela, algo entre las piezas destrozadas le llamo la atención, algo… una bota azul.
Un paso: la bota se mueve.
Otro paso: algo debajo de los restos se mueve.
Un paso más:
-¡Goku! –grito al ver su rostro emergente de los restos.
-Hola –le respondió su vos débil.
-¿Qué te paso? –corrió hasta dar con él y tomo sus mejillas con sus delicadas manos.
-…Mmm… -recordó- ¡espera!... –Los codos y las rodillas tambaleantes, las prendas desgarradas y la falta de movilidad del pie derecho. Es con suma dificultad, y la ayuda de su esposa, que se puso de pie - gracias… toma… -levanto con pesadez su mano derecha, en ella, una fina y, más que nada, solitaria, flor.
-Goku… -dijo la dama tomando la flor entre sus manos- tú… -pétalos blancos y rojos.
-¿Te gusta? Recordé que la Camelia era tu favorita, mas con esos colores.
-¡Claro que sí! –se aferro a su cuello, hundió su rostro en su pecho. Una dulce escena irrumpida pero el espeso aroma que emanaba de Goku- ¿Goku?...
-¿sí?
-¿Qué paso aquí?
-… Mmm… Mmm… ¡Hay no!... –grito- ¡¿Dónde está Vegeta?!
-¡¿Qué paso con Vegeta?! –pregunto la peli azul. Quien, hasta ese momento, se había mantenido al margen de la escena.
Golpes agudos resultado del contacto y choque entre los metales, la cansada respiración del moreno, y los gritos de las mujeres son los intentos fallidos por encontrar al saiyajin de pelo flama.
-Goku, explícanos que fue lo que paso… -pregunto la mayor de las mujeres.
-No lo recuerdo… -dijo el saiyajin limpiándose lo que podía de su traje maltrecho- pero, creo que tiene algo que ver con… galletas, humm.
-No tiene caso… -le dijo la peli azul a su amiga- tal vez Vegeta ni siquiera está aquí.
-si tal vez…
-¡Eres un tonto, Kakarotto! –la voz rasposa y gruesa las saco de su plática.
-¡Vegeta, por fin te encuentro! –dijo el menor mirando fijamente la copa de un árbol.
-¡Te destruiré! –rugió abalanzándose del árbol lanzando una onda de Ki hacia, quien ahora escapaba brincando en un solo pie, un asustado Goku.
-¡Vegeta, ¿Qué te sucede?! –dijo montando los aires.
-¡¿Todavía lo preguntas?! ¡Pagaras por lo que hiciste!
-¿Qué hice?
-¡Cállate!
-¡Vegeta! –su grito agudo frena en seco la persecución- ¡baja aquí ahora mismo! –señalaba con el dedo al destrozado "jardín".
-Jajá, te metiste en problemas –se burlo el menor de los saiyajin.
-¡Ni creas que me olvide de lo que hiciste! –descendió el nivel de Ki en sus extremidades inferiores, y se dejo reposar sobre la áspera tierra.
-¡¿Qué demonios te pasa?! –Recrimino la peli azul- ¡¿Por qué quieres matar a Goku esta vez?!- dio un rápido vistazo a su habitual traje- ¡Mira nada mas como estas!... ¡Respon…! –ese bello color y esa armonía convertidos en un objeto tan delicado ahora reposado sobre el guante desgarrado de Vegeta.
-Toma… -dijo este.
-Vegeta, acaso es un…
-Un crisantemo rosa… y más vale que te guste.
-… ¡Me encanta!... –se lanzo con los brazos abiertos hacia su pareja, quien aun no reunía la cantidad de fuerza suficiente para hacer algo; ya sea siquiera mover un musculo para devolver el abrazo.
Minutos más tarde, dentro de la sala de la corporación, sentado sobre un cómodo asiento. El de cabellos alborotados recostaba su cabeza sobre el respaldar.
-¿Qué le paso a tu pierna? –pregunto la pelinegra. Poco después de dejar las flores, que ahora sabía era los regalos de san Valentín, dentro de un pequeño florero rojo con detalles amarillos.
-No lo sé… No recuerdo nada desde lo de la máquina de gravedad… ¿tu recuerdas algo Vegeta?
-Solo recuerdo verte cerca del panel de control, insecto… -la postura erguida intimidante y el ceño fruncido.
-Lo que más me preocupa es donde están los niños, ¿ustedes no los vieron? –acompaño la peli azul.
Vieron como sus ojos se abrieron como platos, uno de ellos llevaría su mano a su cien, y el otro hacia la barbilla.
-Los niños… -dijo el menor.
-¿Qué les paso a los niños?
-Papá… -apareció una voz débil e infantil, parada en el torno de la sala.
-Papá… -acompaño otra.
-Trunks… -dijo la voz gruesa y firme.
-Goten… -dijo la infantil en un extraño tono serio.
-¡…A tu habitación mocoso pelo lila, estas castigado!
-P-pero… ¡hay! está bien –cabizbajo subió los escalones.
-Ve con el Goten, -se podría decir que Goku no era el mismo de siempre- tu también estas castigado.
-Bueno –acompaño a su amigo.
-¿Qué paso?, explíquenme –pidió saber la dueña de la corporación.
Sin decir nada, el saiyajin pelo flama se retiro de la sala en dirección a la cocina. Solo unos segundos después fue que regreso con un pequeño tarro café, escrito en el frontal la palabra Honey.
-Esto… –elevo la mano derecha, la que sostenía el tarro, a la altura suficiente para ver que estaba vacía- fue lo que paso.
-Acaso…
-Sí, se comieron las endemoniadas galletas.
-Y creo que tienen algo que ver con lo de la máquina de gravedad… -comento Goku- pero no se qué…
-Bueno ya tendrán tiempo a recordar, ahora mejor descansen.
Las horas continuaron, y ya había llegado la hora de la cena. Era por mientras que, en la Corporación capsula, un malhumorado Vegeta daba vueltas alrededor del cráter en el que antes estaba su preciada cámara de gravedad.
Con esos pantalones azules, chaqueta y camisa del mismo color en diferente tono. Ambas manos dentro de los bolsillos, los pasos lentos y la mirada gacha.
-Vegeta… -decidió mejor interrumpir sus pensamientos- si tanto quieres entrenar ve con Goku, o quítale su castigo a Trunks.
-No, no es por eso –dijo, a la vez que llevaba su mano a su mentón.
-Te conozco Vegeta, sé que cuando no haces algo de entrenamiento te pones más insoportable de lo normal.
-No, es otra cosa, pero no sé que es.
-Bueno te dejo solo para que lo pienses…
-Eso es… -le dicen, acompañándolo el chasqueo de sus dedos.
-¿qué? –Antes de oír alguna respuesta sintió en su espalda un golpe seco- ¡Oye, si te vas a ir, por lo menos avisa! –lo último que alcanzo a ver de Vegeta fue el destello dorado que dejaba su Ki encendido.
-¡Huy, si no fuera porque me consiguió esa flor ni siquiera le dirigiría la palabra!
-Bueno, Goten esta triste y asustado –esperaba la llegada de su primogénito en la base de las escaleras.
-Como no estarlo, tu padre nunca se había comportado de esa manera…
-Sí, tienes razón, solo míralo –el mencionado, de chaqueta verde con un pantalón de mezclilla a concorde con su polera roja, sentado en la sala con la mirada perdida en algún punto de la pared, como si estuviera meditando algo importante.
-Mejor ve a hablar con él, Gohan. Yo estaré cocinando.
-Está bien.
Fue hasta la cocina, saco algunas cuantas ollas, y guardo con mucho esmero su regalo. Justo fue en el momento en que iba por prender la estufa:
-¡Hay no, Vegeta me va a matar! –luego un fuerte estruendo resultado de la puerta al cerrarse.
-Gohan ¿Qué paso? –le pregunto a un asustado joven, sentado en la sala junto al lugar en donde antes estaba su padre.
-No tengo idea.
-¿Qué paso con tu padre?
-Solo me pregunto la hora.
Entro a la cocina, sirvió un par de platos del recalentado y tomo asiento en aquel lugar que había ocupado por la mañana temprana, solo que esta vez estaba sola… completamente sola.
-Pist, mamá –un susurro la llamo.
-¿eh?... ¿Qué pasa Trunks?
-¿Papá está aquí?
-No, se fue, entra y cuéntame que paso.
-Bueno –tomo asiento junto a su madre. Frente a él, ese delicioso, o al menos para él, plato de recalentado, Lo devoro con ímpetu y cuando no había dejado un bocado de este.
-¿terminaste?, ahora cuéntame que fue lo que paso.
-No fue mi idea mamá…
-¿enserio…?
-Mmm… Sí, sí fue mi idea. Pero es que teníamos hambre.
-No puedo decirte nada por eso, Trunks. Pero lo que quiero saber es que paso con la máquina de gravedad, me preocupa mucho.
-No sé nada de eso, mamá. Tengo la mente en blanco desde que comí las galletas… pero sí recuerdo sentir una alta cantidad de Ki antes que la maquina explotase.
-¿entonces, estuviste cerca antes de que explotara?
-Tal vez…
-Bueno, lo importante es que estas bien… ahora mejor ve a tu cuarto antes de que regrese tu padre.
-Sí, siento su Ki, ya casi esta cerca.
-Es raro que tu padre no esté a la hora de la cena – le comento a su hijo mayor.
-Debe tener algo que hacer… -tomo una cucharada de su plato.
-Gohan…
-¿Si mamá?
-Sabias algo de esto.
-¿De qué? –algo en su tono de voz chillante delataba su nerviosismo.
-Del regalo que me trajo tu padre…
-N-no…
-Gohan, soy tu madre y no puedes esconderme nada.
-¡Está bien!, si, lo sabía todo… pero no es lo que tú piensas. Papá estuvo preguntándome toda la semana de algunas cosas.
-¿Qué tipo de cosas?
-Bueno pues… me pregunto dónde encontrar las camelias y también los crisantemos… luego de eso me pregunto… ¡Con que eso era! –llevo una mano a su cien y luego la paso por sus cabellos, haciendo que estos hicieran un fleco. Su mirada perdida, algo pensativa, puso en duda a su madre.
-¿Qué, que paso?
-Bueno… no, no, no, no, no… -agito sus manos y movió su cabeza de lado a lado- primero, ¿Papá solo te dio la flor, verdad?
-Si.
-Bien, entonces será mejor no decirte nada –su sonrisa inmensa e imborrable.
-Pero ¿por qué?
-Ya lo sabrás, -de un bocado termino su comida. Recorrió la silla, se puso de pie- mamá, una pregunta. ¿Podría llevar a Goten con el abuelo, y pasar allí la noche?
-¿Y eso?
-Es que no quiero arruinarle la sorpresa a papá. –Dejo su plato vació en el fregadero- ¿Qué dices?
-Está bien, vayan, hace mucho que no visitan a su abuelo.
La alerta que le dio su hijo la mantuvo despierta aun a costa del increíble aburrimiento que la impulsaba a recostarse en la cama. Esperaba en la cocina, sentada, jugando con su vaso: Vegeta llegaría en cualquier momento pidiendo, mejor dicho exigiendo, comida.
Suelta un suspiro, se pone de pie, resignándose a seguir esperando a Vegeta. Deja los trastes en el lavaplatos y da una vuelta de camino a la puerta.
Cuando, de pronto, al mirar el umbral divisorio entre la cocina y el pasillo. Ese guerrero cabello flama.
-¡Vegeta! ¿Dónde andabas?
-El mocoso, ¿Dónde está?
-Donde lo dejaste, en su habitación. Debes tener hambre, mejor te sirvo algo.
-Espera, ya comí…
-¿Qué, enserio?
-¡Que si mujer!
-¡Oye, ¿y a ti qué demonios te pasa?!
-… Mira… esto no será fácil para mí, y lo sabes… lo sabrás…
-¿Qué…?
Vio que el saiyajin metió su derecha en su bolsillo, era como si buscara algo dentro de este, aun con todo no perdía la vista de ella.
Finalmente pareció encontrar lo que buscaba, saco su mano en puño apretando algo en su interior, demasiado, tanto que era imposible ver lo que sostenía.
-F-feliz… lo que demonios sea… -se acerco hacia con ella, con su zurda tomo la mano de la pelinegra e hizo que esta abriera la palma; con la diestra, la mano empuñada, dejo todo lo que sostenía en la mano ajena.
-Vegeta…
-No lo veas aun… Te espero arriba. –Se retiro en el acto, frotando su rostro con su mano derecha.
Tenía algo de miedo, pues era que Vegeta actuaba raro desde temprano, pero todo este misterio…
Millones de preguntas invaden su mente, pero la más importante sin duda es: "¿qué cosa no es fácil para Vegeta?".
Muchas preguntas, pocas pistas para resolverlas. La mujer más inteligente del mundo se ahora mismo está en cero absoluto. Su cabeza le comienza a doler de tantos problemas.
Pero de cualquier forma, si tanto deseaba respuestas, solo había una manera: Su mano derecha, temblorosa, lo que ahora para ella representaba una caja de Pandora.
Se anima a ver por primera vez lo que sostenía. Aquel pequeño objeto azul pastel, aterciopelado, elegante y, sobretodo, enigmático.
Trago en seco, no quería creerlo, pero otra parte de ella, sí.
Su mente no podía jugarle tan vil broma, acaso… acaso lo que sostenía en mano era… no, no podía ser… ¿o sí?... esa caja, tan pequeña, tan hermosa, tan cruel.
Lo miro una vez más, lo toco con la yema de los dedos. Ese espacio a la mitad de una de las caras laterales, la puerta entre la pregunta y la respuesta. Debía… no, mejor no.
Era, era un clifton… ¿cierto?... sus ojos se llenan de lagrimas… ahora que sabía lo que era… otra pregunta, más compleja que la última… ¿abrirlo o no?
Su mente le dice una cosa, su corazón otra.
Pero, siendo realistas, desde ya hace mucho que supo guiarse por los latidos frenéticos que manda el corazón.
Reunió todo el valor que pudo, de un movimiento rápido de muñecas, la abrió. Sus latidos a mil por segundo, sus manos sudorosas, sus ojos brillantes, un sollozo salieron de sus labios.
No podía creer lo que encontró dentro, sus ojos lagrimearon y, con delicadeza, tomo el objeto. Lo coloco con sumo cuidado, cual si fuera un sueño a punto de rasgarse y destruirse, en el cuarto dedo de su mano izquierda.
Luego llevo la derecha a cubrir su boca: el asombro no le permitía hablar.
Un fino brillo pasó por su mejilla dejando atrás un camino húmedo. Era especial, era de esos brillos especialmente único, de aquellos que se logran en una increíble felicidad.
Esperaba sentada en la sala, como siempre, su negro cabello suelto, sus manos juntas intentado mantener el calor.
La llamada de su padre minutos atrás la tranquilizo un poco, saber que sus pequeños estaban bien era más que reconfortante. Pero no lo era, pensar en lo que le había dicho el mayor este sabia muchas cosas que se negaba a contar. Solo le quedaba esperar a que Goku regrese para saber que sucede.
Miro el reloj una vez más, achicando un poco los ojos pues su única fuente de luz era le televisión encendida. El minutero, de una manera maliciosamente lenta, avanza sin dar pie a un receso, uno en el que todas sus ideas se puedan reorganizar.
Una mueca se torna en sus labios y una brisa en su espalda: La puerta fue abierta.
Despacio gira su cabeza, mira al recién llegado pelinegro con cabellos alborotados, su sonrisa brillante, sus ojos semi abiertos y sus manos detrás de su espalda.
-Hola –le saludo.
-Goku, ¿A dónde fuiste?
-Con Vegeta…
-¿con Vegeta? ¿Para qué?
-Fui a recoger algo… -su sonrisa se hizo más grande.
-Bueno, ven te daré algo de comer.
-No espera… ya comí.
-¿ya comiste? ¿Qué comiste?
-Vegeta me invito algo.
-¿enserio?
-Sí, bueno a lo que venía…Milk… ¿podrías darme tu anillo de matrimonio?
-S-si… -rotó el anillo en torno a su dedo hasta dejarlo libre- ¿por qué?
-Es que ese es el mío, yo tengo el tuyo aquí –levanto su mano derecha, en ella esa pequeña caja oscura ante la poca cantidad de luz.
-Goku, ¿Qué es eso? -
-Era, era, era un cli, cli… se me olvido… Gohan lo sabía ¿Dónde está?
-Fue con mi padre, se llevo a Goten…
-Ah… bueno, toma -dejo un sus finas manos el objeto, del cual ahora distinga la suavidad y fineza de la tela que lo recubría, la miro unos instante tratando de descifrar que es lo que era- Y bien… ábrelo –esa sonrisa, esa fuente de luz en la oscuridad, no podía negarle o cuestionarle.
Sin más dilación corrió la tapa, entrecerró los ojos: un cosquilleo pasó por sus mejillas; su corazón dio un vuelco, y sus palabras se ahogaron en su garganta.
Su mente merodeaba entre la posibilidad de que esto sea un sueño, y pueda terminar despertando, descubriendo que había quedado dormida en la espera de su amado.
Pero, esa sonrisa tan real frente de ella, era la prueba absoluta de lo contrario. Que esta realidad era tan perfecta como hermosa.
Así también lo era el objeto que había descubierto ni bien abrir la caja.
Su mente ataba cabos sueltos. Las dudas quedaban remplazadas por repuestas, el temor por alegría, los lagrimas por besos.
Dejo de lado la dulces de la esencia; desconociendo si es que quería descifrar una última duda; o quería oír las palabras que tanto añoro en todo el día.
-Goku… tú…
-Feliz San Valentín… perdón por mi ausencia…
Hasta aquí os dejo esta primera parte del fic, a su vez os invito a leer la segunda parte que la subiere dentro de un tiempo, así también quiero agradecerles por leer… Sé que no es la más grande calidad, pero fue hecho del corazón.
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