Aviso importante: Este fanfic contendrá bastante material que puede resultar ofensivo para las personas sensibles.

Aquí la lista:

- Porno, lemon, smut, etc. Como les guste llamarle.

- Violencia gráfica.

- Muerte de personajes.

- Inestabilidad mental.

Pongo las precauciones para que después no se quejen (?)


Parte uno

― ¿Me oyes?

― Sí.

― Ataca.

― Pero...

― Ataca.

La nave de Iwaizumi pasó volando a su lado y lanzó la pelota hacia el campo contrario. El ángulo de lanzamiento no fue el mejor, pero la rapidez con la que acató la orden permitió tomar por sorpresa a los enemigos. Ninguno logró atrapar la bomba en su campo magnético y explotó cerca de quienes lo intentaron. Otra victoria para el equipo de elite de Aoba Johsai sobre Karasuno. Oikawa mantenía la esperanza de que las naves dañadas por la explosión fueran las de su ex kohuai y el enano. Lo haría muy feliz verlos caer, chocar y morir.

En vez de eso, se retiraron.

Oikawa suspiró. Deslizó los dedos por la pantalla brillante y abrió el intercomunicador a todo el equipo. En el segundo que tardó en conectar, se quitó el casco y se acomodó el cabello.

― Eso estuvo excelente ―los felicitó con una sonrisa; sabía que podían verlo a pesar de no dirigirles la mirada.

― Karasuno se está volviendo fuerte ―oyó decir a Kindachi.

― Sí, es cierto ―reconoció―, pero nosotros también. Su empresa no es la gran cosa. Tienen renombre, pero todavía no se levantaron de la caída. No los dejaremos levantarse de la caída.

El silencio reinó en el cubículo, obligando a Oikawa a sacar la vista de los controles para voltear hacia sus compañeros. Podía ver sus caras en pequeños rectángulos, pero no sabía lo que estaban pensando. Probablemente algo como "ganamos, pero no importa lo que digas, Karasuno se está volviendo fuerte". Apoyó los dedos sobre la pantalla holográfica y los abrió. Los pequeños rectángulos dejaron de ser pequeños para extenderse a su alrededor. Sí, era preocupación lo que podía ver en sus rostros. Sonrió más amplio y añadió:

― Keishin Ukai tomó el mando de Karasuno hace unos meses. Es un completo novato. Hace falta más que jugadores prodigios para ganar una guerra, especialmente contra nosotros. Estamos bien. Estaremos bien.

Eso cambió el ánimo del equipo. El único que aún seguía pensativo era Iwaizumi. Su ceño fruncido, su boca apretada, su concentración inquebrantable. Oikawa minimizó las pantallas para aterrizar. Una vez que la nave estuvo en el aeropuerto de la empresa, abrió la compuerta y salió a felicitar a su equipo. Subir la moral era esencial. Irían a festejar, después de todo, habían ganado.

Iwaizumi fue el último en salir de la nave. Seguía con la misma expresión. Caminó hacia él, luego se uniría al festejo. Posó sus manos en el pecho amplio de su compañero y las deslizó hacia arriba, envolviendo su cuerpo en un abrazo. La ropa de combate era dura, pero él siempre era cálido. Sintió unas manos vacilantes en su cintura.

― Bien hecho.

― No nos adules, Oikawa. Casi todo el crédito deberías llevártelo tú.

Se separó. Se abrió la chaqueta blanca y celeste. La euforia le daba calor. Iwaizumi le daba calor. Ganar lo llenaba de euforia, y la noche era joven y prometedora. La victoria tenía un sabor dulce que pensaba disfrutar.

― ¿Mío? ―sacudió las pestañas, haciéndose el desentendido―. Yo no podría hacer esto solo. Ese último punto fue todo tuyo.

― Sí, pero...

― Aunque si quieres adularme, no tengo problema con eso.

Iwaizumi lo empujó y Oikawa respondió con una risa.

Irihata y Mizoguchi los esperaban en el interior del gran edificio principal de Aoba Johsai. Estaba lleno de camareros yendo y viniendo con ostentosas comidas. Todo su equipo y ejecutivos comían de los manjares, sentados en grandes sillones aterciopelados. Oikawa recibió más halagos durante la cena e Irihata hizo un brindis por la victoria. Aprovechó la atención para anunciar la compra de nuevos artefactos para las naves, donde la mayoría eran comodidades extra y actualizaciones del sistema. También se le regaló a cada uno el nuevo dispositivo para ventanas. Oikawa estaba emocionado. Desde que se estrenó en el mercado quería uno, pero era muy costoso. Bueno, trabajar para una de las multinacionales más grandes tenía sus ventajas.

Tendrían todo el fin de semana libre antes de retomar los entrenamientos. Oikawa quería invitar a todos a su departamento, pero pensó que estarían mejor si descansaran. Sólo se lo pidió a Iwaizumi.

― Sólo un rato. Tengo que volver a casa.

― No, no tienes ―dijo con tono alegre―. No me molesta si te quedas la noche.

― A mi tampoco, pero... De verdad tengo que ir a casa. Estoy cansado y quiero dormir en mi propia cama.

Oikawa asintió y rodó los ojos, sin perder la sonrisa. Luego de la cena, la noche los bañó con los colores de los carteles. La música electrónica se escapaba de los comercios con luces de neón. Las personas deambulaban tranquilas. Un vagabundo era llevado por la policía. Los autos volaban sobre sus cabezas. El clima era perfecto para seguir paseando.

Hoy no. La caminata le hizo notar cuan cansado estaba. Quizás hubiera sido mejor idea tomar un taxi, pero la distancia entre el trabajo y su departamento no era mucha.

Iwaizumi se acostó en su sillón a ver televisión. Oikawa estaba ansioso por probar el dispositivo para ventanas. Bajó las luces y tecleó en el administrador general de la casa. Pulsó en la ventana, una pestaña que nunca antes había aparecido entre las opciones. Al cliquearla, descubrió infinidades de paisajes que su ventana podía reflejar artificialmente. Tenía una buena vista de la ciudad pero, ¡Click! Ahora podía ver las olas del mar chocando contra las rocas de la playa. ¡Click! Podía ver un bosque lleno de árboles y plantas como si viviera allí. ¿Siquiera seguían existiendo lugares tan poblados de viva naturaleza? Seguramente no. ¡Click! Paris en todo esplendor. Si se movía era como si la Torre Eiffel estuviera ahí de veras. Personitas como hormigas iban de un lado a otro, y se preguntó si los gifs en cuatro dimensiones fueron alguna vez grabados o eran hechos cien por ciento artificiales. ¡Click! ¡Click, click! ¡Click, click, click!

Era fascinante. Siguió explorando fondos hasta que se topó con un campo rebosante de simpleza. Pero el amplio cielo estaba lleno de estrellas.

― Iwa-chan.

― ¿Mmh?

― ¿Estás viendo esto?

― ¿Qué? Ah, sí.

― Es hermoso.

No comprendía cómo Iwaizumi no moría y renacía como Oikawa lo hizo al ver el lugar que reflejaba la ventana. Había algo místico en las estrellas. Un misterio sin resolver, un precioso diamante que nunca conseguiría, un algo, algo, algo hermoso. Estaba enamorado de ellas desde que era un niño, una vez que vio una película de antaño prohibida de ciencia ficción que halló en el sótano de su padre. Desde la ciudad era imposible verlas. El smog cubría el cielo del mundo entero y desde hace años que no podía observarse el color azul y la luna que mostraban en los n!pdf de historia. Esa película cambió la vida de Oikawa. Ese día, decidió que se uniría a una gran empresa como jugador. Nadie en su familia estuvo de acuerdo, era muy peligroso y aunque lo intentara, nada le aseguraba que trabajaría para una marca de renombre. El pan de cada día no era su objetivo, sino manejar una de las naves alucinantes y ver el cielo estrellado.

Y lo logró. Por suerte, Iwaizumi estaba interesado en el mismo futuro. Entraron juntos a Aoba Johsai y juntos surcaron el cielo por primera vez.

Oikawa se conmovió y fue a sentarse al lado de su mejor amigo. Apoyó la cabeza sobre su hombro y fijó la vista en el televisor.

― ¿Alguna vez te imaginaste este futuro? ―murmuró.

― No.

Sonó tosco.

― ¿Hay algo que te moleste, Iwa-chan?

― Estoy agotado.

Oikawa pasó su mano por el cabello corto y le acarició la mejilla. Iwaizumi lo miró con sus profundos ojos y se acobardó. Podía leerlo. Se mordió el labio y desvió la vista. Se levantó bruscamente y balbuceó un "tengo que irme". Como tenía la clave del departamento, no hacía falta que lo acompañara. Era frustrante no saber las palabras precisas que lo hicieran quedarse.

Si se gustaban tanto, ¿Por qué no podían corresponderse? ¿Dónde estaba la valentía de Iwaizumi? ¿A qué le temía?

Observó las estrellas hasta quedarse dormido.

...

Fue un fin de semana de descanso, apenas había visto el exterior. Maratón de películas y comida oriental, nada más. El domingo a la noche recibió una extraña llamada cuando preparaba la ropa de entrenamiento para el día siguiente. Tenía un mal presentimiento sobre esto. Nunca, en sus cuatro años en Aoba Johsai, fue importunado un fin de semana.

― Irihata ―contestó.

― Oikawa, escúchame bien porque tu trabajo depende de esto. Vas a bajar y te vas a subir al auto que espera frente al edificio.

― Irih-

Cortó. El celular en su muñeca marcó siete segundos de conversación. Oikawa tomó la mochila con la ropa que estaba preparando y su tarjeta de identificación. El breve tiempo que estuvo en el ascensor logró incrementar ese mal presentimiento. Pero obedeció. Se subió al auto sin hacer preguntas. Le inspiró confianza saber que era del mismo Irihata y que él vino a recogerlo personalmente. Además de él, estaba Mizoguchi con una copa de champagne. Observaba con ira silenciosa por el vidrio polarizado. A Oikawa se le antojó champagne. Esperó a que se lo ofrecieran por cortesía, como de costumbre.

No lo hicieron.

La atmosfera tensa confirmó sus sospechas. Algo estaba sucediendo y no prometía nada bueno. Música vieja sonaba a un volumen mínimo, música antigua. Hace años que no escuchaba algo que no fuese electrónica. La cabeza comenzó a darle vueltas y deseó que bajaran la ventanilla. Pero, por sobre todas las cosas, mantuvo la calma.

― Acabamos de terminar la reunión sobre el traidor que andábamos buscando.

Directo al grano. Entre las cabezas de la empresa no era secreto que alguien vendía información a las competencias. No obstante, se especulaba que podía tratarse de un hacker de envergadura y no un empleado.

Esperen, ¿Lo estaban inculpando?

― ¿Qué? ―preguntó, empezando a alterarse.

― No te preocupes, no hablamos de ti. Pero como capitán del equipo, y por cuestiones personales, pensamos que te corresponde saberlo primero que los demás.

¿Saber qué? Respiró despacio en un intento de relajarse, pero lo siguiente le arrebató el aliento tan sutilmente como una cuchillada en el pulmón.

― Hajime Iwaizumi ha estado hackeando y filtrando información a empleados de Shiratorizawa, Karasuno, Nekoma, Fukurodani,...

La lista de enemigos era tan larga que lo aterrorizó. Los conocía a todos. Se llevó las manos a la cara y se masajeó la frente. Quería verse profesional, pero ya no podía. ¿Hajime Iwa... qué? Era un error, ¿Cierto? No. Bien sabía que estos procedimientos eran exactos como para tener un algún margen de error. No estaría aquí si no hubiera una investigación previa. Lo que más lo enfurecía, era que Iwaizumi no traicionó a la empresa, lo traicionó a él. Le importaba un corno los delitos que había cometido, lo hería más que no se lo contara. No, lo otro era mentira. Sí le importaba. Todo lo que decía Irihata que había hecho Iwaizumi era terrible.

¿Por qué?

Oh, Irihata seguía hablando. Hizo un esfuerzo por procesar sus palabras.

―...aparentemente, la dirección de su casa no es falsa, pero no vive allí. Debe tener un refugio y estamos intentando localizarlo. Queremos saber si tienes algún dato que compartir con nosotros. Será muy bien recompensado. ¿Sabes dónde podríamos encontrarlo?

― No ―contestó de inmediato, antes de ponerse a pensar si era verdad o no―. No lo sé. No sabía nada de esto.

― Entiendo. Bien, presuponemos que él no sabe que sabemos. ¿Podrías llamarlo ahora mismo?

Si se tratara de cualquier otra persona en el mundo, estaría muy complacido ante la expectativa de ver arder su reputación. Arruinar toda su maldita vida por tratarse de un ser miserable. Pero Iwaizumi no. No podía evitar protegerlo. Lo peor de todo era que carecía de excusas para no llamarlo.

Asintió a sus superiores. Si no cooperaba, estaría en contra. No podía hacer eso. Sería hombre muerto. Sus dedos temblaban cuando activó los botones en su muñequera transparente. El corazón le latía con fuerza escuchando los pitidos de la espera. No contestes. No contestes. No contestes.

― Hola, soy Iwaizumi. En este momento no estoy disponible, por favor llama más tarde o deja un mensaje. Si eres Oikawa, te suplico que no molest...

Cortó. El buzón de llamada. El alivio fue abrumador.

― Si me entero de algo que pueda ser de ayuda ―les dijo con completa serenidad―, les avisaré enseguida. No suspendan el entrenamiento de mañana, es importante. Si Iwaizumi ―y fue tan raro decirlo― no sabe nada, vendrá a practicar. Si no viene, lo encontraremos.

Se comportó tal como ellos querían que lo hiciera. Cuando lo devolvieron a su departamento, cuando se fueron, cuando entró, cuando estuvo absolutamente solo, perdió el control.

Quería salir a por él, pero una paranoia lo obligaba a permanecer encerrado. Tal vez lo pusieron bajo vigilancia. Tal vez Iwaizumi nunca regresaría. En los peores escenarios, lo haría. Le darían cadena perpetua, si tenía suerte. Se decía que la policía era corrupta. Si Aoba Johsai quería hacerlo (y querría), convertirían su vida en un infierno. Oikawa tembló. ¿Cómo podía haberle ocultado algo así? ¿Qué haría ahora? ¿Por dónde empezaba su búsqueda? ¿Y si nunca lo volvía a ver?

Lo consultaría con la almohada. Tomaría mejores decisiones una vez que haya dormido. Pero la cama que siempre estuvo vacía, por primera vez se sentía fría. No obtuvo más que unas horas de sueño. A las cuatro de la mañana, sus pies descalzos daban vueltas sobre la alfombra. La ventana seguía reflejando las mentiras de estrellas y la televisión estaba prendida jorobando con las noticias, pero llenando el silencio desolador.

Tenía que hacer algo. Antes del entrenamiento. Ya.

Se vistió con un abrigo negro que no solía usar y metió su tarjeta de identificación en un bolsillo interno. Al salir, miró hacia todas partes. No parecía haber nada sospechoso. Autos en el cielo, carteles luminosos. Nada fuera de lo común. Confiaban en él. No se lo hubieran dicho de no ser así, ¿No? Porque si supiera algo de relevancia, la conversación en el auto no habría variado. Seguiría protegiendo a Iwaizumi.

Sabía que podían estar espiándolo igual. Fue hasta la parada de taxis y se dirigió a la dirección que conocía, la aparentemente falsa. Algo habría en la casa, una pista, una nota, Iwaizumi no podía desaparecer sin más. No sin avisarle. Introdujo la contraseña y la puerta se abrió. Ni bien entró, la cerró con clave y toda la seguridad habida y por haber, para dedicarse a revisar los cajones. El mutismo, interrumpido únicamente por su respiración, le ponía la piel de gallina, y haber llegado sin dificultades lo hacía sentirse más ansioso. Nadie de Aoba Johsai. Confiaban de verdad en que iría al entrenamiento, o que no aparecería más. En realidad, Oikawa pensaba lo mismo.

― ¿Qué mierda crees que estás haciendo?

Se sobresaltó del miedo. Pero Iwaizumi se refregaba un ojo, con el sueño pegado a la cara. Oikawa no pensó. Lo agarró de camiseta y lo golpeó contra la pared. Él no reaccionó, confundido. Había tantas cosas que quería decirle. Que quería gritarle. Que quería reclamarle. Tantas preguntas en su lengua, tantos sentimientos dolidos, tanto miedo sin fundamentos claros. Tenía tanto, tanto que intentó resumirlo.

Juntó sus bocas en un beso furioso. Iwaizumi lo apartó con violencia, pero cambió rápidamente su protesta por indignación y sorpresa:

― ¿Por qué lloras? ¿Qué está pasando?

― ¡Dime tú que está pasando! Aoba Johsai te está buscando por vender información a los enemigos. ¿Te estuviste cagando en mí todo este tiempo? ―No debería gritar, alguien podía oírlos. Gritó igual. Iwaizumi palideció y comenzó a decir algo, pero no se lo permitió―. Arriesgamos nuestras vidas en cada maldita batalla para que tú los ayudes, ¿Para qué? Están intentando matarnos, Hajime, ¿Desde cuándo eres tan estúpido? Y eso no es todo, ¿No pensaste un sólo minuto lo que me estabas haciendo a mí?

― ¡Esto no se trata de ti, Oikawa!

― Toda la confianza que teníamos ―continuó, por más que su voz se quebrara―, cada vez que pensé que me estabas salvando el culo en el medio de una batalla eras tú el que me ponía en riesgo. De ti me tenía que cuidar, y aun así tuve que protegerte frente a Irihata y los demás...

― ¿Qué hiciste qu-...?

― Y yo, yo estuve preocupado y me siento un idiota. No sé si me has utilizado todo este tiempo, pero, ¡Cállate! No terminé, cierra la boca. Me siento como un idiota porque yo te quiero y pensé que eras la única persona en la que podía confiar ciegamente cuando resulta que...

Iwaizumi lo tomó del rostro y cortó su discurso con un beso igual de furioso que el primero. Fue tan amargo. Lo empujó y se limpió las lágrimas. Estaba tan enojado que quería irse. Ya dijo lo más básico que tenía para decir. Tenía el corazón hecho pedazos y el orgullo por el suelo. Tal vez, era momento de juntar los pedazos y recoger su orgullo del sucio pavimento.

― Si te calmas te lo contaré todo. Pero no aquí, este lugar ya no es seguro ―farfulló.

Sonaba preocupado, pero Oikawa no quería verlo a la cara. Claro que quería oír la explicación pero, le dolió más que todo lo pasado, saber que ya no confiaba lo suficiente en él como para dejar que lo llevara a otra parte.

― No ―se negó, con un nudo en la garganta.

― Por favor ―gruñó con voz firme.

― No. Si tienes que explicar, hazlo ahora. Tengo entrenamiento en unas horas y debo ir a casa por el bolso.

― Pero...

― Me voy.

― Está bien.

Se estremeció. ¿Cómo que estaba bien? Levantó la mirada. Iwaizumi estaba encogido contra la pared. Parecía estar sufriendo, pero algo no encajaba. Nada encajaba. Oikawa se sentía horrible, no quería que sufriera, quería que le rogara y le asegurara que no era culpable. Todo un malentendido. Eso quería escuchar. Y la expresión de su mejor amigo decía todo lo contrario. Parecía más metido, en lo que sea que estuviera metido, de lo que los propios empresarios sabían. Esto era más grande.

No lo estaba reteniendo. Prefería que se fuera sin justificarse. Oikawa sintió que una parte de él murió. Una calma inusitada y ajena lo invadió. Se acercó con la dignidad que le quedaba y apoyó sus manos en el pecho como siempre después de una batalla. Depositó un beso en su mejilla y murmuró:

― Te detesto ―sentenció, herido―. A donde quiera que vayas, suerte.

No había gota de sarcasmo en su voz ni en sus intenciones. Quiso ir hacia la salida, pero Iwaizumi lo agarró del brazo.

― No me odies. No es cierto que no pensé en ti. No te conté nada porque no quería involucrarte.

Lo soltó. Oikawa se dio vuelta y lo observó con recelo. Iwaizumi tenía los ojos oscuros clavados en el piso. Se cruzó de brazos, pero se veía indefenso. Era esa posición y esa mirada que no veía hace años: cuando eran niños e Iwaizumi se golpeaba, estaba por llorar pero no lo hacía, porque desde niño se hacía el rudo. Esa era la cara que ponía. Le hizo tartamudear el corazón. Qué injusto.

― Me enferma el estado del mundo ―confesó Iwaizumi―. Tú no te das cuenta. Te encantan los lujos, pero nunca te preguntaste que ocurre con los que no lo tienen. Se los llevan, Oikawa. Estaba harto de ver... no, estaba harto de no ver. Las noticias que pasan en la televisión siempre son las mismas, cambiando los nombres de las personas y de los lugares. Todo está hecho para distraerte de lo que realmente sucede, y en ese entonces no tenía idea de qué era lo que sucedía, pero sentía que me ocultaban todo. Sueno como un chiflado, lo sé. Pero lo notaba en, por ejemplo, el invento de la ventana. Será muy lindo, pero mientras estás mirando tu paisaje de estrellas un policía podría estar asesinando a golpes a alguien por decir lo que piensa. También me sentía como un títere de Aoba Johsai; ellos se quedan en el edificio y ganan dinero sin mover un pelo, nosotros somos los que peleamos contra otros jugadores que están en la misma posición que nosotros. ¿No lo ves? Jugadores, pelotas, puntos, ¡No es un maldito juego! Pero claro, si dijeran militares, bombas y naves derribadas, la gente se horrorizaría. Está todo dictado por las multinacionales. Ellos ganan y nosotros perdemos, pero nos hacen creer que ganamos con ellos.

»Empecé como aficionado a registrar información. Hackear a las empresas era imposible para mí, así que indagaba en sitios prohibidos de internet con un programa básico para impedir que me rastrearan. Me rastrearon igual. Recibí un mensaje de un jugador anónimo de Nekoma. Era una invitación para unirme a un servidor, la dirección y la clave. También decía que sabían quién era, pero no pensaban extorsionarme. Que era mi elección. Hasta me recomendaron un programa mejor para ocultarme. Quise abandonarlo todo, pero así no cambiaría nada. En ese servidor conocí un montón de personas de las empresas enemigas que quieren derrocar el poder que tienen nuestros jefes. Todos aportamos información. Me enseñaron a hackear y juntos fuimos ideando formas de ataques para no dañarnos entre nosotros durante los combates. Así podemos disimular sin que nadie salga herido, o por lo menos intentarlo.

»Oikawa, sé perfectamente en lo que me estoy metiendo y por eso no quería hacerte parte. Me parece mal que te sientas tan acomodado en todo lo que intento destruir, pero sé que eres feliz y no quería arruinarlo. Prefiero que continúes en el mundo de fantasía, porque aunque hagamos todo lo posible por cambiar las cosas, nos llevará toda nuestra vida y más.

»Pero al parecer, lo arruiné todo.

Oikawa no sabía qué decir.

― ¿Qué vas a hacer ahora? ―inquirió, ordenando sus pensamientos.

― Ir al escondite. Hablar con mis compañeros. Luego, no sé.

No cabía en su imaginación la inmensidad de una revolución secreta. Tarde. Ya era parte de ello. Suspiró. Qué fastidio.

― Está bien, está bien ―dijo más para sí, sacudiendo la cabeza―. Vamos.

― ¿A dónde? ―dijo Iwaizumi, desconcertado.

― A ese escondite. Habla con tus compañeros y después llévame a desayunar. ¿O eso es muy peligroso?

― Oikawa...

― ¿Qué?

Iwaizumi dudó. Dio un paso y lo abrazó. Nunca había empezado un abrazo. Se mantuvo inmóvil, fundiéndose en la calidez. Cerró los ojos y por un momento, regresaron a la victoria después de una batalla.

― Ni sueñes que voy a dejarte venir ―susurró.

― Ni sueñes que voy a dejarte ir ―contestó.

― Oikawa...

Iwaizumi lo soltó. Tenía un aspecto tan inocente cuando se frustraba.

― Soy el capitán de uno de los equipos más poderosos. No necesito que me cuides, pero gracias por hacerlo. No tienes por qué hacer esto solo ―canturreó, como siempre, tratando de subir la moral. Probablemente la suya.

― No estoy solo. No quiero que te metas en esto.

Oikawa no le hizo caso. Podía ser como una aventura, se mintió. Metió ropa para los dos en un bolso que había en una de sus piezas. Le convendría gastar los ahorros ahora antes de que Aoba Johsai lo denunciara y le cancelaran la cuenta. Estúpido dinero electrónico. Aún no estaba de acuerdo con los ideales de Iwaizumi, pero tal vez había puntos en los que tenía razón. Y de acuerdo o no, estaría a su lado.

― Oikawa, te dije que no.

― Sé objetivo: del uno al diez, ¿Qué tan útil sería en esta rebelión? ―dijo, inspeccionando la habitación en búsqueda de lo que pudiera servir.

― Cien. Pero no permitiré que...

― Listo. Ahora hazme caso y vamos.

Iwaizumi parecía un robot. Estaba perplejo y le daba gracia. Oikawa introdujo las claves de memoria y abrió la puerta.

― Puedes contarme los detalles en el camino.

A su pesar, tenía curiosidad sobre el tema. Era como una conspiración y siempre amó las conspiraciones. No le gustaba ser parte de una, pero ya no tenía opción. Además, para vencer al enemigo hay que aprender a usar las herramientas que se tiene. Oikawa tenía que aprenderlo todo para poder ayudar. Y ganar. Sobre todo le gustaba ganar.

― No podemos hablar de esto en la calle.

― ¿Podemos inventar códigos y señas para hablar? ―eran infantil, pero divertido.

― Tampoco se te ocurra decir palabras como "códigos" y "señas" en la calle.

Oikawa hizo un esfuerzo para reprimir el puchero y mantener la sonrisa.

No tomarían un taxi porque era exponerse al conductor. Ir a pie significaba un largo camino y a estas horas era un tanto sospechoso. Todavía no comprendía que su vida había cambiado para siempre y le costaría un montón adaptarse, porque ya quería hacer una pausa, regresar a su departamento, tomarse un té de limón con pan de leche y acostarse un rato.

Caminaron hasta que le dolieron los pies. Eran acompañados por el zumbido de los autos en el cielo y las luces demasiado deslumbrantes para las cinco y media de la mañana. Iwaizumi estaba en su modo reflexivo, así que no lo interrumpió con una charla banal. Quería avisarle de algo, pero asumió que era efecto secundario de la paranoia, otra vez. Sin embargo, después de cuatro cuadras seguidas sintiendo que alguien lo seguía, empezó a darle importancia. Miró varias veces por su hombro, sin ver a nadie. Quizás era su imaginación.

Iwaizumi dobló a la izquierda y paró en seco. Se llevó un dedo a los labios y aguardó. Alguien giró en la esquina y Oikawa comprendió que no era su imaginación. De reojo, vio cómo Iwaizumi entraba en pánico. Hubiera deseado que fuera su imaginación. Ah, mierda.

Todo este tiempo habían sido perseguidos. Por él.


Un día me levanté con ganas de hacer un fanfic innovador. Entonces me pregunté, ¿Qué puedo hacer?

Así que le agregué algo que no tiene ningún otro: historia. Oh, ¡Hay más! El romance no es el tema central. Seguro que están muy impactados.

...

Okay, es broma. Quería hacer algo diferente por mí, ya que todas mis historias (y el 80% de los fics en general) se tratan de dos personajes que se enamoran y el desarrollo de dicho amor. No me malinterpreten, amo con todo mi ser esos fics, pero tenía ganas de escribir alguna otra cosa, dejar un mensaje y una bonita y emocionante historia. Y heme aquí.

No tengo idea qué tan largo será. Hasta ahora tendré unos diez capítulos hechos, que estaré publicando los días martes.

En cuanto al AU, se irán explicando varias cosas sobre el mundo futurista que creé a medida que vayan saliendo los capítulos. Aún así, si tienen alguna duda, pueden consultarme.

Como siempre, los comentarios y críticas constructivas son más que bienvenidas~