Traición.

Preludio.

No hay impulso más grande que el del amor verdadero, o eso era lo que creía Taro Misaki, porque fue un verdadero amor el que lo sacó de su más profunda depresión…

Y terminó por sumirlo en otra.

Ésta es la historia de ese amor real, una historia en donde no hay héroes ni villanos sino simples seres humanos.

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Subsecuente.

Aeropuerto Internacional de Narita, Japón.

- ¿Estás listo, Misaki?.- preguntó el doctor Shibazaki.

Acababan de anunciar por los altavoces que el vuelo de Air France con destino a París estaba a punto de comenzar con el embarque de pasajeros; Taro Misaki verificó una vez más que tuviera todo lo necesario a la mano y sonrió.

- Completamente listo.- contestó el joven.- Es hora de que vaya en busca de mi destino.

"Por fin estaré en condiciones de alcanzarte, Tsubasa", pensó Misaki, emocionado. "Iré a Francia a perseguir mi sueño para poder entrar en ese campo de las fantasías que es la Champions League. No me rendiré, me esforzaré mucho para estar a tu nivel, te lo aseguro".

- Gracias por todo, doctor Shibazaki.- dijo Taro al galeno.- No lo habría logrado sin usted.

- Ha sido un verdadero placer, Misaki.- el médico le sonrió con calidez.

- Lo invitaré a ver alguno de mis partidos.- aseguró el muchacho.- Al primero en donde juegue como titular.

- Muy bien.- aceptó el doctor Shibazaki.- Lamento mucho que Azumi no haya venido a verte, guardé la esperanza de que al final ella decidiera aparecer para decirte adiós.

- Yo también esperaba que viniera.- Misaki bajó la voz.- Pero no la culpo por no haberlo hecho.

El médico y el muchacho se dieron un cariñoso abrazo de despedida antes de que éste recogiera su maleta de mano y se dirigiera al área de embarque. Era momento de comenzar un nuevo capítulo de su vida, cerrando así el anterior en donde no le fue tan bien como hubiese querido.

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París, Francia.

Desde todos los ángulos posibles, llovían los flashes de las cámaras en la conferencia de prensa del París Saint-Germain (mejor conocido como PSG), en donde se anunció que Taro Misaki, una de las promesas del fútbol japonés y fiel representante de la Generación Dorada, había firmado un contrato por cinco años para formar parte de sus filas. Misaki aparecía junto al presidente del equipo, Al-Khelaïfï, sosteniendo una camiseta con el número 11 y su apellido en el dorsal. A diferencia de lo que sucedió con Tsubasa Ozhora y Kojiro Hyuga en sus respectivos equipos, Taro no tuvo que luchar para ganarse el 11, ya había demostrado su valía y no necesitaba ponerse a prueba en el PSG.

- ¡Misaki!.- preguntó un reportero.- ¿Qué sientes al haber fichado por un equipo europeo tras haber pasado tanto tiempo en uno japonés?

- Siento que he dado un paso importante para cumplir mi sueño.- respondió Taro.- Es aquí en donde alcanzaré la cima de mi carrera, estoy seguro.

Los flashes de las cámaras continuaban cayendo sobre él. Sí, el sueño había empezado.

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Contemplar la torre Eiffel siempre lo hacía pensar en Azumi, era inevitable. Taro se reunió con ella en ese lugar muchas veces para pasear, tomarse fotos o simplemente perder el tiempo. Ella fue su primera amiga en Francia y la primera persona que lo apoyó en ese país extranjero; Azumi fue su traductora también pues era la única que hablaba francés y japonés, ella fue quien le enseñó a Taro a hablar el idioma que se utiliza en la Ciudad Luz. La chica había nacido en Francia pero sus padres eran japoneses, por lo cual conocía ambas culturas y sabía lo que era ser un "japonés en el extranjero". Misaki estaba consciente de que tenía mucha suerte por haberla conocido, así como también sabía que, sin ella, las cosas hubieran sido más difíciles para él en París. Cuando Taro regresó a Japón, tras tres años de permanencia en Europa, le prometió a Azumi que algún día le pagaría todas las atenciones que tuvo con él, sin saber que pronto tendría la oportunidad de cumplir su promesa. Menos de un año después de la repatriación de Misaki, Azumi llegó a vivir a Japón con su familia. Esta vez tocó que se invirtieran los papeles pues ahora era él quien la ponía a ella al tanto de la cultura del país que no la vio nacer pero que estaba dispuesto a recibirla con los brazos abiertos. Así, Taro y Azumi continuaron impulsándose mutuamente, apoyándose en los malos momentos y situaciones aunque, en honor a la verdad, se debería decir que fue ella quien lo apoyó a él cuando más lo necesitó.

Fue Azumi fue quien le presentó a Taro al doctor Shibazaki, el galeno que lo ayudó a recuperarse de la lesión que tuvo en la pierna izquierda y que fue la responsable de que él se estancara profesionalmente hablando. Cuando a Misaki lo atropelló un camión por salvar a su media hermana, justo antes del comienzo del Mundial Sub-19, Azumi fue de las primeras personas en acudir al hospital al verlo y la única que se preocupó en buscar por cielo, mar y tierra a un médico que pudiera curarlo para la final del Sub-19.

- Siempre estuviste ahí para mí pero yo no pude corresponderte como te merecías.- musitó Taro.

En algún momento, que a Misaki no le quedó claro cuál fue, Azumi acabó enamorándose de él. ¿Cuándo sucedió, en cualquier caso? ¿Fue mientras lo cuidaba después de esa lesión que sufrió en la pierna? ¿O era que ella se había enamorado antes, cuando ambos vivían en Francia? Taro no lo sabía, lo único de lo que estaba seguro era de que él no sentía lo mismo por ella. Cuando se dio cuenta de que Azumi lo amaba, Misaki hizo análisis de sus sentimientos y llegó a la conclusión de que él también la quería, sí, pero no de la manera en como lo hacía ella. Para Taro, Azumi no era más que una amiga muy íntima, una hermana y confidente a la que adoraba como tal pero no la veía ni como mujer ni como amante y no la vería así nunca, ésa era la verdad.

Sin embargo, en ese momento en el que contemplaba la torre Eiffel y hacía un repaso de la situación, Taro se dio perfecta cuenta de que al final eso fue lo que acabó por arruinar su amistad con Azumi, el que él no pudiera corresponder a su amor.

- Por eso es que no te culpo por haberte alejado de mí.- murmuró Misaki.- Tú querías algo que yo nunca podría darte.

- Oye, discúlpame por interrumpirte.- una voz femenina habló detrás de él, en un francés marcado por un extraño acento extranjero.- Se ve que estás muy ocupado pero, ¿podría pedirte un favor?

Taro, sorprendido, se giró para ver quién le había hablado; se sorprendió mucho al notar que su interlocutora era una joven bonita de cabello castaño oscuro y ojos verdes, quien sostenía una cámara entre sus manos.

- ¿En qué te puedo ayudar?.- preguntó Misaki, un tanto sorprendido.

- Es que estaba tomando fotos de la torre y te vi tan solitario y melancólico que me he dado cuenta de que serías perfecto para mi fotografía.- respondió ella.- ¿Te molestaría posar un poco para mí?

- ¿Quién, yo?.- Taro se echó a reír.- Soy futbolista, no modelo.

- Mucho mejor, así no querrás cobrarme por el favor.- sonrió ella.- Por favor, sólo una toma, prometo que no te molestaré después de eso. Y te invito un café como recompensa.

Pero fue mucho más que una simple toma. Sin saberlo, se habían echado a andar las ruedas de algo mucho más grande.

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- Oye, Bis, ¿qué tal te va con tu nuevo novio japonés?.- preguntó Helena.- Es un crío, ¿no?

- No tanto.- negó la otra.- Sólo es tres años menor que yo.

Bisbrian Lafayette sonrió ante la mención de Taro Misaki, el chico con el que llevaba saliendo poco más de seis meses. Taro era un chico lindo, muy sensible y cariñoso, y tenía un aire de desamparo que llenaba a Bisbrian de ternura. No sabía si había sido esto o su falta de amor masculino lo que la llevó a ella a aceptar salir con él, pero había que reconocer que Misaki no era malo en la cama y la sabía tratar bien. ¿A quién le importaba el que Bisbrian fuese tres años mayor? A ellos no, sin duda, pero las burlas de sus amigas no se hicieron esperar en cuanto se enteraron.

- Anda, que seguro cuando lo conociste te pidió que lo acabaras de criar.- se mofó Helena.

- Pues déjame y te digo que ese "crío", como tú lo llamas, es más hombre que muchos que he conocido.- replicó Bisbrian, con acidez.- Además de que es un amor y sí que sabe tratar a una mujer. Por mí, podría tener diez años menos que yo y lo seguiría queriendo igual.

Bisbrian era fotógrafa amateur y esquiadora profesional, nacida en Valparaíso, Chile, con residencia actual en París. Su madre era una chilena que trabajaba durante el invierno en Portillo, una de las estaciones de esquí más concurridas de Chile, y que se mantenía en el verano tomando fotografías para restaurantes y hoteles de la ciudad de Valparaíso. El padre era un esquiador francés profesional, competidor olímpico frecuente que, a pesar de todo, no llegó a subirse al podio en ninguno de los eventos olímpicos en los que participó; el hombre se la pasaba todo el año esquiando y persiguiendo al invierno: de octubre a marzo vivía en Francia o en alguna nación del norte y de abril a septiembre viajaba a cualquier país que estuviese en el hemisferio sur, llegando a conocer pistas de esquí ahora desaparecidas, como la legendaria Chacaltaya, en Bolivia. Lo de los padres de Bisbrian no fue más que una aventura pasajera, un romance de invierno que se vio obligado a sobrevivir por culpa de una hija no prevista; el francés se quedó durante cinco años en Chile, trabajando como instructor para pagar las cuentas, hasta que notó que su mujer y él no se amaban lo suficiente y decidió volver a Francia, prometiendo que enviaría dinero desde allá para continuar manteniendo a la hija. No falló, cada inicio de mes la madre chilena recibía puntual la pensión en euros destinada a Bisbrian, pero el hombre fracasó en el intento de hacerle creer a la niña que sí la quería. Bisbrian creció con la carencia emocional de un padre (porque su madre nunca quiso volver a juntarse con otro hombre), lo que la hizo creer que no era lo suficientemente buena como para que alguien del sexo masculino se fijara en ella.

Sin embargo, Misaki había llegado en el momento justo para revertir esta situación. Su calidez y su ternura le habían dado a Bisbrian la seguridad de que sí había un hombre en el mundo que estaría siempre ahí para apoyarla. Quizás por eso se había encariñado mucho con él, porque le daba tanto amor que Bisbrian sentía que no le hacía falta ninguna otra cosa.

- ¿Vas a salir entonces con tu novio?.- quiso saber Helena.

- Hoy no, pero iré a visitar a su padre.- contestó Bisbrian.- El señor Ichiro tiene algunas cosas por mostrarme que quizás me sirvan para mi nuevo proyecto sobre Japón. Él conserva muchas fotografías que tomó durante sus viajes por ese país y está dispuesto a prestármelas.

- Últimamente pasas más tiempo con el padre que con el hijo, ¿no?.- hizo notar Helena.

- Exageras, como siempre.- Bisbrian se encogió de hombros.- El señor Ichiro es mi suegro, no tiene algo de malo que quiera llevarme bien con él.

Era cierto, sin embargo, que gracias a los múltiples compromisos de Taro con el París Saint-Germain que Bisbrian había visto más al Misaki padre que al Misaki hijo. La chica había pasado varias noches cenando con su suegro, disfrutando de la sabrosa comida que él preparaba y de su interesante plática. No había algo de malo en eso, después de todo Bisbrian extrañaba a su padre e Ichiro extrañaba a su hijo así que el que ambos se reunieran para compartir sus melancolías no representaba un problema para nadie.

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Cuando Misaki conoció a Bisbrian, supo que había encontrado lo que no sabía que estaba buscando. Ellos tuvieron una conexión instantánea en cuanto ambos descubrieron que eran productos de matrimonios fallidos que los empujaron a ser emocionalmente inestables. Más aún, ambos habían ido a Francia buscando esa estabilidad, tratando de encontrar una alternativa que les permitiera vivir con el hecho de que habían sido rotos y reparados pero que eso no les impediría ser funcionales. Taro llegó al país para perseguir su sueño pausado, Bisbrian lo hizo para perseguir a su padre. Entre esas persecuciones ellos se encontraron, se conocieron y se compenetraron, dándose cuenta de que dos historias tan parecidas sólo podían estar destinadas a estar juntas. El hallar a otra alma tan solitaria y atormentada como la suya fue lo que hizo que Taro al fin acabara de encontrarse a sí mismo.

- ¿Alguna vez te preguntaste el por qué tu madre no eligió quedarse contigo?.- le preguntó Bisbrian a Taro, el día en el que ambos hablaron sobre sus respectivas infancias.

- Alguna vez lo hice.- asintió Misaki.- Durante gran parte de mi niñez, de hecho, siempre me cuestioné qué hubo de malo conmigo, por qué mi madre nos abandonó a ambos y no sólo a mi padre. Me tomó mucho tiempo perdonarla, aceptar que la gente comete errores y que el que dos personas hayan dejado de quererse no implica que tampoco van a querer a sus hijos.

- Yo no estoy muy segura de poder perdonar a mi padre.- confesó Bisbrian, cabizbaja.- ¿Por qué me dejó abandonada en Chile en vez de llevarme a Francia? Si tanto me amaba debió de haber peleado por mí.

- Sus razones ha de haber tenido.- sugirió Taro, tomándola de la mano para consolarla.- Según lo que me dijiste, él era esquiador profesional, ¿no es así? Quizás pensó que dejarte en un lugar estable con tu madre era mejor que traerte de arriba para abajo por todas las pistas de esquí del planeta.

- Tú anduviste viajando por todo Japón con tu padre y no lo pasaste mal.- replicó Bisbrian.- Yo pude haber hecho lo mismo, me habría esforzado al máximo para poderme adaptar a cualquier lugar. Lo más duro de todo fue el no entender qué fue lo que hice mal para que mi padre se marchara, me tomó mucho tiempo comprender que el problema no era yo sino mi madre pero honestamente eso me dolió todavía más. ¿Cómo le hiciste para perdonar a tu mamá por haberte abandonado?

- Nunca he sido una persona rencorosa, Bis.- Misaki se encogió de hombros.- En algún momento me di cuenta de que si quería crecer, debía dejar eso atrás. Creo que saber que mi madre sufrió por su error fue lo que me hizo perdonarla.

- Pero de cualquier modo preferiste irte con tu padre a Francia en vez de quedarte con ella en Japón.- señaló Bisbrian.- ¿No fue eso una especie de rencor?

- No.- Taro le sonrió con dulzura.- Si elegí irme con mi padre fue porque me di cuenta de que yo ya tenía un hogar junto a él. No quise quedarme con mamá porque no hubiera sido feliz, aún cuando el estar con ella hubiese significado tener estabilidad.

- Tengo mucho que aprender de ti, amor.- Bisbrian lo tomó por las manos a través de la mesa del café parisino en el que estaban reunidos.- Porque yo sigo sin poder encontrar el perdón para mi padre, creo que no lo podré hacer mientras no sepa cuáles fueron sus motivos para abandonarme.

- ¿Vas a reunirte con él pronto, Bis?.- quiso saber Misaki.

- No lo sé.- respondió la chilena.- Me invitó a ir con él a Suiza para esquiar y lo rechacé, así que no sé en cuánto tiempo lo volveré a ver.

Taro quería mucho a Bisbrian pero le desesperaba su contradictoria forma de ser: por un lado, ella ansiaba que su padre la recibiera en su vida, pero por el otro, la joven actuaba de una forma tan inmadura y caprichosa que prefería rechazar a su padre antes que abrirle su corazón.

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El timbre sonó e Ichiro se apresuró en abrir la puerta; seguramente se trataba de la novia de Taro, esa chica extranjera que resultó ser muy simpática y gentil. El hombre no se daba cuenta pero se había acostumbrado a la compañía de Bisbrian, ella lo hacía sentirse acompañado y, cosa curiosa, también le hacía creer que era un hombre interesante. A pesar de llevar muchos años separado de su mujer, a Ichiro aún le costaba trabajo aceptar la soledad que conllevaba la soltería.

- Buenas noches, Ichiro.- a últimas fechas, Bisbrian había tomado la costumbre de usar el nombre de pila del hombre.- Traje una botella de vino para acompañar la comida.

- Muchas gracias, Bisbrian, no te hubieras molestado.- sonrió el señor Misaki.- Aunque siempre es bueno degustar los alimentos con un buen vino francés.

- Oh, este vino es chileno.- lo corrigió Bisbrian.- Mi país tiene cosas muy buenas también.

- No lo dudo.- Ichiro sonrió con calidez.- Te tiene a ti, por ejemplo.

Bisbrian se echó a reír, experimentando una extraña sensación plácida en su interior. A últimas fechas, el señor Ichiro le había hecho varios cumplidos como mujer, no como persona, y ella comenzaba a darse cuenta de que el asunto le gustaba.

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Roma, Italia.

- Oye, Misaki, ¿no te incomoda dejar a tu novia tanto tiempo sola mientras estamos de gira?.- preguntó Didier, hábil defensa francés del París Saint-Germain.- Con tantos viajes que hacemos para cumplir con los compromisos que tenemos, tu chica debe resentir tu ausencia.

- No me incomoda porque yo confío en ella.- replicó Misaki, sin inmutarse.- Además, así como yo viajo para jugar fútbol, Bisbrian se la pasa esquiando y tomando fotografías. De cualquier manera, aunque yo estuviera todo el tiempo en París, no nos veríamos mucho debido a sus ocupaciones. Y ella suele cenar con mi padre las noches que tiene libres así que no se queda sola.

- Es una buena oportunidad para que conozca a su suegro, ¿eh?.- comentó entonces Didier.- El problema será que, si terminas con ella, resultará incómodo que siga visitando a tu padre.

- No he pensado en eso porque no creo que ocurra.- Taro sonrió de manera involuntaria.

- ¿Quieres decir que Lafayette es la definitiva?.- Didier se asombró.- ¿Con la que te piensas casar y tener familia?

- Es muy apresurado el pensar en tener familia con Bisbrian.- Taro frunció el ceño. Después de todo, ambos eran hijos de parejas divorciadas y tener una familia tradicional no era algo en lo que pensara ninguno de los dos.- Digamos simplemente que quiero estar con ella y ya.

- Te pegó duro, Misaki.- Didier sonrió.- Espero que ella lo valga.

Por supuesto que lo valía. No había otra mujer en el mundo que fuese mejor para Misaki que Bisbrian Lafayette. Además, ¿en quién podría fijarse ella que no fuese él? La chica había dejado muy en claro que le costaba trabajo confiar en un hombre, si Taro había conseguido enamorarla fue porque su vida era muy similar a la de Bisbrian, de lo contrario él habría terminado como todos sus demás pretendientes, encerrado en el cajón del olvido. Además, no era el único futbolista que debía dejar a su pareja en una ciudad debido a cuestiones laborales de ésta, si a sus otros compañeros que estaban en la misma situación (como Tsubasa Ozhora y Genzo Wakabayashi) no les preocupaba el asunto, a Misaki no tendría por qué importarle.

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París, Francia.

La cena había sido muy agradable, hacía mucho tiempo que Bisbrian no se sentía tan a gusto en compañía de alguien que no fuese Taro. Ichiro tenía muchas anécdotas por contar, tanto de sus múltiples viajes por Japón como de la infancia de Taro. Éste había sido un niño tan tierno y amable que nunca se quejó por tener que cambiar constantemente de ciudad, haciendo que las cosas para Ichiro fuesen más fáciles. Por supuesto que al hombre le hubiera gustado que Taro tuviese un hogar estable pero Ichiro no sabía hacer otra cosa más que pintar y por lo mismo no fue capaz de mantener un hogar convencional para su hijo. O quizás más bien no quiso intentarlo, tenía que admitirlo.

- Siempre fui un soñador, para mí la pintura era el único motivo que valía para seguir viviendo.- comentó Ichiro, mientras servía más vino.- Por supuesto, eso fue hasta que conocí a la mamá de Taro, ella se convirtió entonces en mi motivo más fuerte para existir. Sin embargo, es mentira lo que dice esa famosa canción de los Beatles, All you need is love (Todo lo que necesitas es amor), porque cuando Taro nació e hizo falta el dinero, mi tendencia a soñar, que fue lo que tanto le gustó a Yumiko de mí cuando fuimos novios, se convirtió en el motivo por el cual nos separamos. Ella nunca creyó que algún día sería un pintor famoso.

- Lamento mucho que ella no haya podido ver tus cualidades, Ichiro.- Bisbrian comenzó a tutearlo.- Y que no haya tenido la suficiente confianza en ti. Ahora que ya eres un pintor reconocido seguramente que se ha de arrepentir de sus decisiones.

- No creo que ella se haya arrepentido de haberse separado de mí.- negó Ichiro.- Pero sí creo que se arrepintió de haber abandonado a Taro. Aunque él la ha perdonado y ha intentado acercarse a ella, no tienen la relación que podrían haber tenido si Yumiko se hubiese quedado con su custodia.

En algunas de las fotografías del señor Misaki, las más antiguas, aparecía una joven japonesa, hermosa y radiante, que sonreía con mucho amor hacia la cámara. Bisbrian se daba cuenta de que ésa era una mujer enamorada, alguien que, cuando comenzó a escasear el dinero, trastocó ese amor en frustración y después en indiferencia. También notó, por supuesto, que Taro compartía muchas de sus facciones, que su tipo de nariz y de ojos provenían de ella.

- ¿No te incomodaba ver a Taro y darte cuenta de lo mucho que se parece a tu ex mujer?.- soltó de pronto Bisbrian.- ¿No fue un recordatorio doloroso para ti?

- No del todo.- negó Ichiro.- Yo lo veía como el último recuerdo que ella me dejó, algo que me permitiría acordarme de su amor todos los días pues, al fin y al cabo, Taro fue producto de nuestro amor.

- Ya veo.- Bisbrian sintió una punzada de dolor.- Me hubiera gustado que eso le hubiese sucedido a mis papás pero la razón por la que ellos estuvieron juntos fue por mí, porque yo llegué sin previo aviso. Mi madre me dijo alguna vez que, si no fuera por mí, papá se habría marchado de Chile el mismo invierno en el que lo conoció. Ellos nunca se amaron así que yo no puedo decir que fui producto del amor; en eso envidio mucho a Taro pero no me siento capaz de decírselo.

En las pestañas de la chica tembló una lágrima, que Ichiro se apresuró a secar con sus dedos. Ella lo miró a los ojos y encontró mucha compasión en ese hombre extranjero.

- El hecho de que tus padres no se hayan amado no significa que no te quieran a ti.- dijo Ichiro.- El amor que un padre le tiene a su hijo es independiente del que le pueda tener a su pareja, son dos cosas diferentes. El que no hayas sido planeada no significa que ellos no agradezcan tu presencia, la prueba de eso fue que tuviste una infancia feliz.

- Más o menos, aunque tengo que admitir que mamá siempre trató de darme lo mejor.- asintió Bisbrian, sonriendo entre su tristeza.- Y aunque siempre me hizo falta un padre, es cierto que él nunca olvidó mi cumpleaños y que me mandaba regalos cada que podía. Y aceptó bastante bien que viniera a buscarlo a Francia, a pesar de todo. ¿Te digo algo que nunca le he contado a Taro? Si yo esquío es por mi padre, todo lo que sé lo aprendí de él. Esquiar era la única manera en la que puedo sentirme cerca de papá.

- ¿Ves? Te digo que tus padres te aman a pesar de todo.- sonrió Ichiro, con calidez.- Es sólo que el dolor de sentirte abandonada por uno de ellos es lo que te impide ver las cosas con claridad. Taro pasó también por esa etapa a pesar de que siempre ha sido un niño muy comprensivo.

- ¿Por qué su ex mujer no quiso quedarse con Taro?.- quiso saber Bisbrian.- Cualquiera pensaría que lo más lógico era que ella se lo hubiese llevado consigo, ¿no?

- Yo fui quien le dijo a Yumiko que me quedaría con nuestro hijo recién nacido.- respondió Ichiro, muy serio, mientras tomaba otra copa de vino.- Ella quería rehacer su vida tras darse cuenta de que había fracasado conmigo y, aunque nunca me lo dijo, sé que no quería tener a Taro porque ser una mujer japonesa divorciada con un hijo a cuestas la habría marcado en una sociedad como la nuestra, tan diferente a las occidentales. Mi último gesto de amor hacia ella fue quitarle ese estigma; yo sabía que, sin nuestro hijo, Yumiko podría buscar otra oportunidad para ser feliz.

- Debiste amarla mucho.- Bisbrian lo miró con ternura.- Ojalá que ella haya podido valorarlo.

- Lo dudo mucho pero no importa.- él suspiró.- Mientras Taro y Yumiko hayan sido felices me doy por bien servido. Y hablando de Taro, él no sabe la verdad sobre por qué su madre lo dejó conmigo por lo que te pido que no se lo vayas a comentar, algún día he de decírselo yo mismo, cuando me sienta preparado.

- No te preocupes, no diré nada.- ella también suspiró, acongojada.- Yo quisiera ser como él, perdonar a mi padre por haberme abandonado, por no haberme dado la oportunidad de elegir con quién quería quedarme. ¡Al menos Taro no supo que tú tomaste la decisión! Yo sí tenía edad para saber qué sucedía pero no me dieron la opción de escoger. ¡Eso me tiene tan enojada! ¡No comprendo qué hubo de malo en mí, por qué mi padre me hizo a un lado como si fuera un estorbo!

Bisbrian se soltó a llorar con fuerza, enterrando el rostro entre las manos; Ichiro, en un impulso, la abrazó y le acarició el cabello, tratando de calmarla. Cuando la chica calmó sus sollozos, él comenzó a hablarle de forma pausada.

- No conozco a tu padre pero creo saber por qué decidió marcharse de Chile sin ti, mi niña.- musitó Ichiro.- De haber sido otras las circunstancias, habría sido yo quien hubiese dejado a Taro, le habría dicho a Yumiko que se quedara con él porque ella le habría dado a nuestro hijo algo que yo no pude: estabilidad. Hubiera renunciado a Taro, a verlo crecer, con tal de darle un hogar fijo. Así pues, puedo comprender el por qué tu padre no te dio la oportunidad de elegir: él prefirió dejarte con tu madre, en un sitio que te ofreciera seguridad, en vez de llevarte con él a recorrer el mundo. ¿Puedes imaginar lo difícil que hubiese sido para ti? Al menos pudiste crecer en una misma casa, con tu madre, fuiste a una sola escuela y no tuviste que despedirte de tus amigos cada determinado tiempo. Sé que a Taro eso le afectó a pesar de que nunca lo ha admitido. No llores más y no sigas creyendo que eres un estorbo, Bisbrian, es sólo que los hombres a veces tomamos nuestras decisiones en base a lo que creemos que es mejor, sin darnos cuenta de que con eso podríamos lastimar a alguien a quien amamos.

Bisbrian se abrazó a Ichiro y lloró un poco más, liberando todo su dolor y rencor a través de sus lágrimas. Después de un rato, ella comenzó a darse cuenta de que se sentía muy bien al estar en los brazos de ese hombre tan cálido y comprensivo, el que al fin le estaba dando una respuesta que llevaba muchos años buscando.

- Ya no llores más, Bisbrian.- repitió Ichiro.- Deja tu rencor de lado y dale una oportunidad a tu padre, estoy seguro de que él quiere recuperar el tiempo perdido.

- Gracias, Ichiro.- Bisbrian se separó lo suficiente para ver al hombre a la cara.- Por ser tan dulce conmigo.

Ambos se miraron a los ojos durante un breve momento que pareció eterno, en donde se dio una chispa de conexión que a ambos los sorprendió. Ellos se quedaron mudos por algunos segundos, tratando de averiguar si la química que sintieron había sido real o sólo fue un mero producto de las circunstancias. Lo único que Ichiro pudo pensar en esos momentos fue en que Bisbrian tenía los ojos verdes más hermosos que había visto en toda su vida; ella, a su vez, creyó que ningún otro hombre, ni siquiera Taro, la había sostenido antes con tanta fuerza y calidez.

- Ya es tarde, debo irme.- fue Bisbrian la primera que se separó.- Gracias por la cena y por las fotos.

- Sí, no hay de qué.- respondió Ichiro, igual de ofuscado que ella.- ¿Quieres que te llame un taxi?

- No, gracias, tomaré uno en la calle.- Bisbrian recogió su bolso y su chaqueta y salió de la habitación a toda velocidad.- Buenas noches.

Parado en medio de un mar de fotos, Ichiro escuchó el azote de la puerta y se dio cuenta, con verdadero pavor, de que comenzaba a sentir algo que no debería por la única mujer en el mundo que era intocable para él.

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Al regresar a París, Taro se encontró con que Azumi le había enviado una carta a través del correo tradicional. Él no pudo evitar sonreír al notar que ella había elegido un método casi caído en desuso por mera melancolía o quizás porque pensó que así su misiva tendría más probabilidades de perderse para que nunca llegara a su destino. En cualquier caso, si se trataba de esto último le falló el asunto porque la carta llegó íntegra al departamento de Taro. Él salió al balcón de la diminuta sala para abrirla y leerla, mientras la suave brisa le acariciaba el cabello y le llevaba sonidos y aromas de las calles de París.

Salut, cher ami (Saludos, querido amigo).

Debe sorprenderte que recibas una carta mía, a tantos años de haber cortado contacto contigo. Te diría que no te había escrito porque no conocía tu nueva dirección pero eso, aparte de ser una mentira, sería una estupidez porque sé bien cuáles son tus cuentas de Facebook y de Instagram y fácilmente podría haberte dejado un mensaje en cualquiera de ellas. Lo cierto es que no te había escrito porque no podía dejar mi rencor atrás.

Yo sé que tú sabes que estuve muy enamorada de ti. Te amaba desde que ambos estudiábamos la secundaria en París y te seguí amando cuando te marchaste a Japón. Te amaba cuando te lesionste por salvar a tu hermana y te seguí amando cuando estuve a tu lado en tu larga rehabilitación. Y me hubiese quedado contigo de haber sabido que algún día tú sentirías lo mismo por mí pero hubo un momento en el que me di cuenta de que nunca me vas a amar de la misma manera en como yo te amo a ti…

Lo siento. No te sorprendas que te lo diga porque no eres tú quien tuvo el problema, fui yo. Porque di por hecho que al ayudarte te enamorarías de mí. Di por hecho que por cuidarte era tu obligación amarme cuando la verdad es que no es así. Creí que mi justa recompensa por mis atenciones era recibir tu amor incondicional, creí que si te buscaba al mejor doctor de Japón para que te curara, tú te darías cuenta de que no habría mejor mujer para ti que yo y que entonces te fijarías en mí. Pero no sucedió así, porque el amor no es así de simple ni se puede forzar. Cuando me di cuenta de que, a pesar de todo lo que te di, lo único que tú tenías para mí era gratitud, me enojé y te odié con todo mi ser. Por eso me alejé, porque estaba segura de que la culpa la tenías tú. Ahora veo con claridad que no es así, que la única responsable de que mi corazón se rompiera fui yo, por exigir un pago que no era obligatorio que se me diera.

Si demoré tanto en escribirte es porque tardé demasiado en aceptar mis errores, no pude verlos con claridad hasta que dejé Japón y me alejé del sitio en donde vivimos tantas cosas juntos. Cuando mis padres decidieron volver a Japón, hace más de cinco años, yo acepté gustosa porque sabía que tendría más oportunidades para verte, tanto me aferré a esa idea que arruinó la vida que pude haber tenido allá. Tras mi "fracaso" al tratar de conseguir que te enamoraras de mí, me di cuenta de que lo único coherente que podía hacer era regresar a Europa. Francia siempre será mi país, es aquí en donde nací y por eso es que he venido a refugiarme a esta querida nación, para reencontrarme conmigo misma y poder ver las cosas con otra perspectiva. No, no estoy viviendo en París, no iba a cometer el error de regresar a esa ciudad sabiendo que tú estás ahí. Ahora estoy en Lyon, viviendo con una amiga de mis padres; en esta ciudad, en donde no compartimos recuerdos en común, es en donde he podido dejar el pasado atrás y deshacerme de mi rencor hacia ti, al darme cuenta de que la culpa no la has tenido tú sino yo.

Espero que cuando leas esto no sea demasiado tarde, que no me odies por haberte abandonado, por no haber ido a despedirte al aeropuerto cuando te marchaste de Japón. Si aún guardas en tu corazón aunque sea una mínima parte del cariño que me tenías, contéstame, por favor, porque realmente quiero volver a ser tu amiga, esta vez, de verdad.

Ton fidèle ami, Azumi (Tu amiga fiel, Azumi).

P.D: Ahora estoy estudiando enfermería en la Université de Lyon. ¿A qué no sabes a quién me encontré aquí? A nuestro viejo amigo, Jean Lacoste. ¡Se ha metido a estudiar medicina! ¿Te lo puedes creer? Porque yo no, jajaja, ¡es tan divertido! Por cierto, te manda muchos saludos. Quizás te sorprenda que te lo diga pero estoy saliendo con él, vamos a ver a dónde nos lleva esto. Tú estás con una chica que practica esquí, ¿no es así? Espero sinceramente que ella te haga muy feliz.

La luz del día casi se había acabado cuando Misaki acabó de leer la carta, la cual releyó en otras dos ocasiones por puro gusto; una sonrisa de felicidad, alivio y sorpresa se dibujó en su cara cuando al fin entró a la sala para dejarse caer en un sillón. Se le ocurrió que, además de responderle a Azumi por carta, también la buscaría en Facebook para dejarle un mensaje; quizás algún día podrían reunirse para tomar un café, ellos solos, y terminar de limar asperezas de una vez por todas. Él también quería volver a ser su amigo, realmente la extrañaba mucho y sería maravilloso el dejar el pasado atrás. Quién sabe, quizás en alguna segunda ocasión Taro podría invitar a Bisbrian a Lyon para que ambos visitaran a Azumi y a Jean.

Taro cerró los ojos, agradecido. Por fin estaban arreglándose los últimos problemas de su vida pasada.

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Bisbrian fue al departamento de Misaki para llevarle cosas de comer, pues el chico tenía poco de haber vuelto a París tras su gira con el PSG y era probable que su refrigerador estuviese vacío. Al llegar y tocar el timbre, quien abrió la puerta no fue Taro sino Ichiro. Bisbrian respingó al verlo, tal y como él lo hizo al verla a ella.

- Lo siento, vine a traerle estas cosas a Taro.- Bisbrian levantó las bolsas de compras que llevaba.- Es un poco de queso, fiambres, fruta y pan, pensé que no tendría nada para comer y quise comprarle algo.

- Ya veo.- Ichiro se recompuso casi de inmediato.- Al parecer los dos pensamos lo mismo.

El hombre señaló unas bolsas que estaban colocadas sobre la encimera de la cocina; Bisbrian no pudo evitar sonreír al verlas.

- Creo que los dos nos preocupamos por Taro por igual.- señaló ella.- A veces me siento más como si fuera su madre que otra cosa.

- Siempre voy a preocuparme por mi hijo, no me importa la edad que tenga.- sonrió Ichiro.- Aunque ya sea capaz de cuidarse por sí mismo.

- Eso es porque siempre has sido un excelente padre.- señaló Bisbrian.

Ambos se miraron a los ojos durante un momento en el cual volvieron a sentir esa extraña conexión que ya habían percibido antes y que tanto los turbaba; Ichiro fue el primero en alejarse, fingiendo que sus bolsas de comida tenían algo muy interesante para contarle. Bisbrian suspiró, frustrada porque no tenía ni idea de qué debía hacer.

- Pensaba quedarme hasta que llegara Taro pero creo que mejor me voy.- dijo.

- Puedo ser yo el que se vaya.- replicó Ichiro.- Si quieres, quédate tú.

- No, en serio que me voy yo.- insistió Bisbrian, dirigiéndose a la salida.

Ichiro ni siquiera volteó cuando ella se despidió; Bisbrian bajó las escaleras sintiéndose ofuscada, no estaba segura de lo que estaba sucediendo y por tanto no sabía qué hacer. No podía fingir que nada ocurría, ¡él era su suegro, por amor de dios! No podía simplemente pretender que no había habido esa conexión ni tampoco podía estar cerca suyo mientras Taro andaba en medio de los dos. Bisbrian iba a media escalera cuando cambió de opinión y subió corriendo el tramo que ya había bajado para tocar nuevamente la puerta del departamento de Taro.

- ¿Qué ocurre?.- le preguntó Ichiro, asombrado.

- Tenemos que dejar de pretender que no está pasando algo aquí.- respondió Bisbrian, confrontándolo.

- No entiendo qué quieres decir.- Ichiro desvió la mirada.

- Por favor, dejémonos de hacernos los tontos.- replicó Bisbrian.- Sabes tan bien como yo que hay química entre nosotros, no podemos seguirlo ignorando.

- Sí podemos y debemos.- negó Ichiro.- Eres la novia de mi hijo, podrías ser mi propia hija.

- ¡Ya lo sé! ¿Crees que eso no me frustra a mí también?.- protestó Bisbrian, exaltada.- ¡Y no quiero esto pero no puedo evitarlo! ¿Qué se supone que tenemos qué hacer?

- Ignorarlo, suprimirlo y seguir adelante.- respondió Ichiro, enérgico.- No pasa nada entre nosotros y nunca lo pasará. Te estás confundiendo, crees sentir algo por mí pero en realidad ves en mí al padre que siempre quisiste tener y no tuviste. Eso no es ninguna conexión especial, eres sólo una niña que busca la aprobación de cualquier papá.

- ¿Cómo te atreves a decirme eso?.- protestó Bisbrian, dolida.

- Sabes que es cierto, soy el sustituto de tu padre y nada más.- insistió el hombre.- Y yo te veo como una buena niña, no confundas mi amabilidad con otra cosa porque no es así.

- ¿Vas a decirme entonces que no sientes lo mismo?.- cuestionó ella.- ¿Lo vas a negar?

- Lo niego porque no es verdad.- contestó Ichiro, sin inmutarse.- Olvidaré lo que ha sucedido aquí, no se lo pienso comentar a Taro y tú debes de hacer lo mismo. Esto es algo que no se debe volver a repetir. ¿Te ha quedado claro?

- ¿Repetir que cosa?.- replicó Bisbrian.- ¿Tu negativa a admitir que algo pasa o a sentir esa conexión que sí es real?

- Vete ya, por favor.- Ichiro le dio la espalda.- Y no vuelvas si Taro no está.

Enojada y herida, la chica salió del departamento sin cerrar la puerta. Ichiro lo hizo por ella, mientras pensaba que era la segunda vez que se sacrificaba para que alguien fuese feliz. Primero había sido Yumiko, a quien dejó ir para que pudiera casarse con un hombre de bien y formar otra familia, y ahora lo hacía por Taro, quien nunca debía enterarse de que su padre se estaba enamorando de su novia.

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Taro fue a visitar a su padre a su casa para agradecerle el que le hubiese llevado tantas cosas de comer, considerando que él apenas había tenido tiempo para arreglar detalles menores como pagar algunas cuentas y dormir. Había regresado muy cansado de la gira con el PSG y el comprar la despensa no había estado dentro de su lista de prioridades.

- No fui el único que te compró algo, hijo.- respondió Ichiro, haciendo una mueca.- También Bisbrian cooperó.

- ¿En verdad? Ella no me dijo nada.- Taro se sorprendió.- Ha andado muy rara últimamente, no sé qué le pasa. ¿Sabes si sucedió algo mientras estuve fuera, papá?

- No, que yo sepa.- a Ichiro le tembló ligeramente la voz.- Quizás sólo esté estresada.

- Probablemente.- Misaki hijo titubeó.- Quizás sería una buena idea que preparara una cena para ella. Podrías acompañarnos si quieres, papá.

- No, gracias.- dijo el otro, casi de inmediato.- No me gusta hacer mal tercio. De hecho, si no te molesta, preferiría que dejaras de invitarme a sus reuniones.

- ¿Qué? ¿Por qué?.- Taro saltó.- ¿Se han peleado o por qué ya no quieres acompañarnos? ¿Es por eso que ella ha estado tan rara, porque se peleó contigo?

- No, por supuesto que no, no ha pasado algo entre nosotros.- Ichiro se puso muy nervioso.- Es solo que creo que no es buena idea que un suegro se interponga tanto en la relación de su hijo, Bisbrian y tú necesitan su espacio y pasar tiempo a solas.

- Sí, pero aun así no hay algo de malo en que nos acompañes de vez en cuando.- insistió Taro.

- No hijo, de verdad que preferiría no hacerlo.- negó Ichiro.- Ya nos reuniremos tú y yo después.

- Como quieras, papá.- cedió Taro, aunque se dijo que tendría que hablar con Bisbrian para averiguar si había sucedido algo entre ella e Ichiro.

El joven se despidió de su padre después de un rato y se dirigió a una de las avenidas principales de la zona para buscar transporte; mientras lo hacía, vio pasar a Bisbrian a toda velocidad con rumbo al hogar de Ichiro. Sorprendido de verla ahí, Taro dudó en seguirla, no tenía idea de qué andaba haciendo la chica por ese rumbo ya que, en teoría, no había algo que resultara ser del interés de Bisbrian como no fuera visitar a Ichiro. Pero Bisbrian sólo visitaba a Ichiro cuando Taro no estaba en la ciudad así que éste no entendía qué estaba pasando.

- Quizás sí se pelearon y no quieren decírmelo.- murmuró Taro, pensativo.- Quizás es que ella ha venido a hacer las paces con él para que ninguno de los dos tenga que seguir mintiéndome.

Misaki tenía dos opciones: irse y fingir que no había visto a su novia para que ésta e Ichiro pudieran arreglar sus problemas, o ir tras ella para preguntarles a ambos por qué no habían querido decirle la verdad. Quién sabe cuál habría sido el resultado de haber escogido la primera opción porque Taro decidió hacer lo segundo, es decir, seguir a Bisbrian para preguntarle qué estaba sucediendo y, como se verá a continuación, las consecuencias no fueron agradables para ninguno de los tres protagonistas de esta historia.

El muchacho vio que la puerta de la casa de su padre estaba abierta; quizás, de haber estado cerrada, las cosas habrían sido diferentes. Quizás no. El caso es que en ese momento estaba abierta y Taro pudo entrar sin anunciarse. Y lo que vio le dio un golpe tan fuerte a su vida que creyó que le sería imposible recuperarse.

Frente a Taro, su padre se besaba apasionadamente con Bisbrian. Sin poder evitarlo, el muchacho jadeó por el dolor y la impresión, lo que alertó a los otros dos; Ichiro y Bisbrian se separaron de inmediato, asustados al saber que habían sido descubiertos. Tras la sorpresa inicial, el primero en reaccionar fue Ichiro.

- ¡Taro!.- exclamó, angustiado.- ¡No es lo que piensas!

- ¡Puedo explicártelo!.- gimió Bisbrian, a su vez.

Pero, realmente, no había nada qué explicar. Misaki hijo se dio la media vuelta y salió sin detenerse, sin importar que los otros dos se desgañitaran gritando su nombre.

No hay impulso más grande que el del amor verdadero, o eso era lo que creía Taro Misaki. Por lo menos, hasta que conoció a Bisbrian Lafayette.

¿Continuará?

Notas:

- Taro Misaki y el resto de los personajes de Captain Tsubasa son creación de Yoichi Takahashi.

- Bisbrian Lafayette, Jean Lacoste y demás agregados culturales son personajes creados por Lily de Wakabayashi.

- El lío romántico entre Taro y Azumi es invento mío. Como ya dije en otro de mis fics, ellos no tuvieron problemas pero me gusta ponerles esta ruta porque nunca he visto que a Misaki verdaderamente le guste Azumi.

- Para la trama de los padres de Taro, me basé en el especial "Boku wa Misaki Taro", en donde se aclara que el nombre de la mamá es Yumiko.

- Esta fumada surgió a partir de un roleo de broma que hicimos Elieth Schneider y yo con uno de mis OCs, Esmeralda La Salle, quien alguna vez fue pareja de Taro Misaki. La cosa se fue deformando después y me surgió la idea para escribir este fanfic pero no quería usar a Esmeralda porque ella ya tiene otra pareja estable así que utilicé a Bisbrian Lafayette para ocupar su puesto, a quien creé para sustituir al OC de otra autora en algunos de mis fics viejos.

- ¿Habrá continuación de esto? Quién sabe…