Hola a todas! Estoy de regreso con otra adaptación, espero que les guste.
Esta es una adaptación de la novela de Carole Mortimer con los personajes de SM
Capítulo 1
—¡Esto no es una buena idea, Mike!
Bella levantó la vista hacia él mientras la inmovilizaba contra la pared. Estaban fuera del restaurante del hotel donde Bella lo había invitado a cenar, junto con otro ejecutivo de la revista Twilight
Tiempo atrás Bella habría sido la invitada, pero con esa cena esperaba conseguir trabajo, aunque ya había demasiados buenos fotógrafos ávidos por ser contratados. Ella tenía un prestigioso contrato con PAN Cosmetics, una compañía secundaria de la afamada Cullen Industries, pero no estaba segura de que se lo renovaran en tres meses, ya que el famoso fotógrafo James Whiterdale había decidido que quería ese puesto.
Así que necesitaba el contrato con Twilight si no quería limitarse a hacer fotografías de bebés y bodas. ¡Pero no lo necesitaba con tanta desesperación como para tener que acostarse con uno de sus socios ejecutivos!
Mike Newton se le había insinuado varias veces durante la cena, a pesar de que había mencionado que tenía mujer y dos hijos en casa, en Hampshire. Sin embargo, Bella creía que había esquivado esas insinuaciones sin herir su orgullo y, tras la cena, los hombres se habían despedido con la promesa de mantenerse en contacto.
Pero Mike había vuelto sobre sus pasos y ahora le estaba haciendo proposiciones deshonestas después de que ella hubiera pagado en el restaurante una factura que apenas podía permitirse.
—Vamos, Bella —dijo con voz empalagosa mientras se apretaba más contra ella—. Me has estado lanzando señales toda la noche —afirmó, y sonrió con confianza mientras frotaba los muslos contra los de ella.
Bella sintió asco. ¡Lo que debería hacer era abofetearlo y decirle lo que pensaba de él! Pero lo que tenía que hacer para no provocar una escena en público era poner fin a esa situación de la manera más tranquila y rápida posible.
Dejó escapar una carcajada que esperó que pareciera desenfadada y lo empujó juguetonamente.
—No creo que tu mujer aprobara esto, ¿no te parece? Mike entornó los ojos.
—Mi mujer no tiene que enterarse… ¿o sí? —añadió con recelo, y le puso las manos en los hombros mientras la empujaba con más firmeza contra la pared.
Bella se humedeció los labios, que sentía repentinamente secos.
—Eso depende.
—¿De qué? —contestó Mike con un gruñido.
—Perdón… —oyeron que decía una voz junto a ellos.
Bella se puso roja de vergüenza al darse cuenta de que estaban bloqueando la entrada del restaurante, y otro comensal estaba esperando para salir.
Le echó una rápida mirada y de lo primero que fue consciente fue de su altura, ya que el hombre medía más de un metro ochenta y cinco centímetros. Tendría unos treinta y cinco años, el pelo cobrizo ligeramente largo, los ojos de un verde esmeralda y su bronceado y el atractivo acento americano manifestaban que procedía de climas mucho más cálidos que el inglés, que era húmedo y nublado a pesar de ser junio.
Su caro traje negro hecho a medida y la camisa blanca de seda resaltaban sus hombros anchos y su pecho musculoso, así como su cintura estrecha, sus potentes muslos y sus largas piernas.
Mientras pasaba junto a ellos les dedicó una mirada que no era precisamente amigable, pero Bella decidió que se preocuparía más tarde de eso. ¡En ese momento necesitaba que la rescataran!
—¡David! ¡Qué alegría verte! —le dedicó al desconocido una sonrisa brillante y aprovechó la momentánea distracción de Mike para escapar de debajo de su brazo y separarse de él.
Rápidamente se agarró al brazo del americano y añadió
—Mike ya se iba, ¿verdad, Mike?
—Yo… —miró con el ceño fruncido al desconocido, que permanecía con una actitud arrogante y desdeñosa
—. Sí, ya me iba —dijo, y miró a Bella con los ojos entornados antes de atravesar a grandes zancadas el vestíbulo y dirigirse a la entrada del hotel.
Bella sintió las piernas débiles, y durante unos segundos lo único que pudo hacer fue agarrarse con fuerza al brazo del hombre que seguía a su lado.
—¿David? —dijo el desconocido secamente.
—Lo siento mucho —Bella hizo una mueca de disculpa—. Era un…compañero de trabajo que se ha pasado de la raya —le explicó, aunque dudaba que, después de aquello, pudiera conseguir un trabajo en Twilight
—.Eh… ¿nos conocemos? —añadió.
Por alguna razón, aquel hombre le resultaba familiar.
Pero Edward estaba seguro de no haberla visto antes. De haber sido así, con toda seguridad la habría recordado.
Había estado sentado solo en su mesa en el restaurante cuando la había visto entrar. Le había llamado inmediatamente la atención y la había observado mientras permanecía en la puerta, recorriendo el restaurante con la mirada antes de dirigirse a una mesa ocupada por dos hombres. Él había curvado la boca con desagrado al darse cuenta de que no había sido el único que había seguido con la mirada el contoneo sensual de sus caderas. Tendría cerca de treinta años y medía alrededor de un metro sesenta y cinco centímetros. Su largo cabello café brillaba con reflejos rojizos al caerle por la espalda y tenía los ojos de un profundo color chocolate. Tenía las pestañas larguísimas, la piel de porcelana, una nariz pequeña y recta y sus labios carnosos eran del mismo rojo vibrante que el vestido que le llegaba a las rodillas.
El movimiento de sus caderas había hecho imposible no mirarla, fijándose también en unos pechos erguidos y voluminosos.
Edward no había dejado de mirarla durante toda la cena, mientras ella charlaba animadamente con los dos hombres.
Él no solía mirar fijamente a las mujeres que no conocía, pero había algo en ella que lo había atraído desde el principio. Se encogió de hombros.
—Tal vez me reconozcas del restaurante. Bella asintió. Ahora que lo mencionaba, recordó haberlo visto sentado solo en el restaurante al llegar. Con su aspecto, era imposible no haberse fijado en el. Pero, con su futuro en juego, había dejado de pensaren él para centrarse en los dos ejecutivos de Twilight
—Te agradezco mucho tu ayuda —le dijo con una sonrisa.
Él le tomo una mano antes de que pudiera apartarse.
—Estás temblando —dijo, y frunció el ceño.
Era cierto, se dijo ella. ¿Pero era por el comportamiento de Mike o porque era demasiado consciente del hombre que estaba con ella, de su mano firme?
—Es verdad —hizo una mueca—. Pero no me esperaba… eso —añadió, haciendo un gesto hacia donde Mike se había marchado.
El americano le dedicó una mirada burlona.
—Tal vez deberías sentarte un rato. Te ayudaría tomar un brandy
Bella estaba empezando a sentirse un poco ridícula; después de todo, Mike solo había probado suerte. No la habría forzado… ¿o sí?
—Estás disgustada —el americano frunció el ceño al ver que ella sufría otro escalofrío—. Tengo una botella de brandy arriba, en mi suite. Y sólo te estoy ofreciendo un poco de brandy medicinal —añadió secamente al ver su expresión consternada—. Creo que ya has tenido suficientes insinuaciones por una noche.
—¡Oh, lo siento! —exclamó Bella, dándose cuenta de que estaba reaccionando de forma exagerada. Después de todo, ese hombre podría haber decidido no ayudarla
—Bella —añadió rápidamente.
—¿Cómo dices?
—Me llamo Bella.
—Ah. ¿Sólo Bella?
—Sólo Bella.
La noche ya había sido suficientemente caótica, así que era mejor no hacer público que la fotógrafa Isabella Swan, contratada por PAN Cosmetics, se había visto involucrada en una escena desagradable en el prestigioso hotel Harmony.
—Entonces, yo soy sólo Edward.
—Un nombre interesante.
Edward estudió la delicada perfección del perfil de Bella antes de bajar la mirada discretamente a la turgencia de los senos que asomaban por el escote. El fino tejido le marcaba claramente los pezones, al igual que la curva de la cintura, las caderas y los muslos.
—Y de verdad que agradezco mucho tu ayuda —siguió diciendo ella—, pero no creo que sea muy sensato ir a tu suite
¡Al diablo con la sensatez! Ahora que las circunstancias le habían permitido hablar con ella y oír la ronca sensualidad de su voz, Edward quería conocerla mejor. Mucho mejor.
—Podría darte un par de referencias si me esperas un momento…
—¡Estás haciendo que parezca infantil! —protestó Bella.
Él arqueó sus cejas oscuras.
—Entonces, ¿qué dices? ¿Te vas a arriesgar a venir conmigo?
Bella pensó en lo mal que había malinterpretado a Mike y en lo ingenua que era respecto a los hombres; tal vez al aceptar la invitación de Edward se estuviera metiendo en la boca del lobo.
Estaba ya muy cerca de los treinta años, pero eso no quería decir que tuviera mucha experiencia con el sexo opuesto. Sólo había habido un hombre en su vida, cuando iba a la universidad, y no había sido una experiencia muy excitante, hasta el punto de que no estaba nada interesada en repetirla.
Pero sólo mirar a Edward le parecía de lo más excitante.«¡Por el amor de Dios, Bella!», se dijo. El Harmony era uno de los hoteles más caros y exclusivos de Londres, y Edward era un huésped, no un asesino. Además, sólo le estaba ofreciendo una copa debrandy para que se calmara, no una noche de sexo desenfrenado… y si por casualidad se lo ofreciera, siempre podía decir que no. Al contrario que Mike, Edward no parecía el tipo de hombre que tuviera que forzar a una mujer para acostarse con ella.
—¿Sólo una copa de brandy ?
—Sólo —contestó Edward con una sonrisa.
Bella aún dudaba. Una parte de ella estaba intrigada por Edward, y la otra parte…
—No debes tener miedo, Bella —afirmó Edward.
Bella se enfadó consigo misma al darse cuenta de que su expresión había reflejado lo que pensaba.
—Mi precaución no tiene nada que ver con el miedo. Acabo de escapar de una situación desagradable y…
—¿Crees que quiero subirte a mi habitación para seducirte? —la interrumpió.
—¡No, por supuesto que no! —exclamó, y se ruborizó intensamente. ¡Qué manera de tratar al hombre que la había rescatado!—. Es que no tengo costumbre de subir a la habitación de un hombre que acabo de conocer, especialmente teniendo en cuenta las circunstancias en las que nos hemos conocido.
Edward se encogió de hombros.
—Lo único que te estoy proponiendo es una copa de brandy para que te reanimes. ¿Era así? ¿Su invitación era tan inocente?—Es una suite de hotel, Bella —añadió con impaciencia—, y tiene su propio salón. La cama no esta a la vista.
—De acuerdo, iré.
—Tú primero.
Con un gesto, Edward le indicó que lo precediera hacia los ascensores y, mientras ella lo hacía, observó con detenimiento cómo la seda del vestido se ajustaba a sus pechos y a la curva de sus caderas. Unas sandalias rojas añadían aún más altura a sus largas piernas, pero la razón por la que su belleza era tan asombrosa era que Bella parecía totalmente ajena a lo sexy y atractiva que era.
Pero Edward sí se daba cuenta, y fue aún más consciente de ello en el ascensor privado, donde las paredes de espejo reflejaban numerosas imágenes de Bella.
—Vaya, que bonito —dijo ella unos segundos después, cuando las puertas del ascensor se abrieron directamente al salón de la suite, que era un ático.
— ¿Estás seguro de que eres un simple huésped del hotel?
—Completamente.
En realidad, era el propietario del hotel o, mejor dicho, su familia lo era. También poseían otros hoteles exclusivos por todo el mundo, y una cantidad de negocios demasiado grande para enumerarlos. Pero no tenía ninguna intención de decírselo a Bella. De hecho, le encantaba haberse presentado únicamente con su nombre de pila.
Era muy agradable saber que su encuentro con Bella no tenía nada más oculto, como le había ocurrido con muchas mujeres a lo largo de los años. Sí, las mujeres se sentían muy atraídas por él, pero en realidad era en su nombre y en su fortuna donde solían poner sus codiciosos ojos.
En los últimos dieciocho años había habido muchas mujeres en su vida, todas ellas hermosas, tentadoras e inteligentes. Pero Bella era la más tentadora porque, obviamente, no sabía cual era su verdadera identidad.
Bella miraba asombrada la lujosa habitación. Estaba segura de que los cuadros eran originales, igual que la decoración de oro de la cornisa y los adornos que había sobre los muebles antiguos. Había dos enormes sofás lujosamente tapizados, y pensó que la alfombra con motivos azules seguramente sería persa. Una sola noche en esa suitecostaría lo que ella ganaba en una semana… o en un mes.
En medio de la habitación opulenta, Edward exudaba un potente magnetismo sexual que hacía que las entrañas de Bella temblaran. Y cuando cruzó el salón para acercarse a una bandeja con bebidas, la fuerza y elegancia de sus movimientos le hicieron parecer un depredador. Tal vez subir allí no hubiera sido buena idea, porque a Bella no se le había ocurrido que tal vez no quisiera decir que no a una noche de sexo desenfrenado.
—¿Y que estas haciendo en Londres, Edward? —le preguntó para ocultar su nerviosismo mientras el se acercaba con dos copas de brandy
—Negocios —contestó, tendiéndole una copa.
—¿Sólo negocios?
—Principalmente, sí.
Bella tomó aire, consciente de que Edward estaba fuera de su alcance.
—¿Y tu mujer ha venido a Inglaterra contigo?
Él sonrió y la blancura de sus dientes contrastó con su piel bronceada.
—Eso ha sido muy ingenioso, Bella. Pero no te habría invitado a mi suite si mi mujer me estuviera esperando en el dormitorio.
Bella se sintió todavía más inquieta.
—Entonces, ¿está en casa, en Estados Unidos?
—No estoy casado, Bella.
—Oh.
Tomó un sorbo de brandy, consciente de que Edward estaba observando cada uno de sus movimientos. Sintió un escalofrío que le recorría la espina dorsal al ser el foco de atención de aquellos intensos ojos de color verde esmeralda. Y eso no debería ocurrir, se dijo mientras se acercaba al ventanal para observar las vistas.
—¿Te gustaría salir a la terraza? —le propuso Edward.
Tomó la copa de brandy de su mano y la dejó en una mesilla, junto a la suya. Después abrió la puerta de la terraza y salió.
¿Por que no?, pensó Bella. El aire fresco de la noche podría hacer desaparecer el calor que sentía bajo la mirada de Edward.
Él, al darse cuenta del ligero escalofrío que la recorrió al salir al exterior, se quitó la chaqueta y se la puso sobre los hombros. Aún conservaba el calor de su cuerpo y olía a un caro after shave y a algo más que era puramente masculino.
Al verlo sin chaqueta, Bella pudo apreciar la anchura de sus hombros, su pecho musculoso y el estómago plano que se adivinaba bajo la camisa. El pulso se le aceleró y pensó que estaba siendo peligrosamente consciente de todas esas cosas.
—¡Es una vista increíble! —murmuró mientras miraba los edificios deLondres.
—Increíble —repitió él, pero la estaba mirando a ella.
Edward se quedó ligeramente a la izquierda y detrás de Bella mientras ella permanecía junto a la barandilla. Desde esa posición disfrutó de cómo la brisa jugueteaba con los mechones de su pelo y de cómo la luz de la luna le daba una belleza etérea. No sabía nada de esa mujer, pero sabía que la deseaba desde el momento en que la vio aparecer en el restaurante. Quería estar contra ella, sobre ella, dentro de ella, con una fiereza que no recordaba haber sentido nunca con nadie.
—Es una vista increíblemente hermosa —dijo con voz ronca.
Sólo era consciente de la mujer delicada y bella que estaba delante de él.
Bella se volvió ligeramente.
—No sabía que los hoteles de Londres tuvieran suites como esta.
—Tal vez no las tengan —los dientes de Edward brillaron en la noche mientras sonreía
— Esta suite pertenece al propietario del hotel.
Bella abrió mucho sus increíbles chocolate.
—¿Entonces, lo conoces?
—Un poco.
—Lo suficiente como para usar su suite
—Lo suficiente.
Bella se sintió todavía más incómoda. Evidentemente, Edward era tremendamente rico; si no, no tendría amistad con el propietario del Harmony.
—Debe de estar bien tener unos amigos tan influyentes —comentó.
—Tiene sus momentos —contestó él, encogiéndose de hombros.
¡Seguro que sí!, pensó Bella.
—Tal vez deberíamos entrar —sugirió al darse cuenta de lo cerca que Edward estaba de ella y de lo acelerado que tenía el pulso.
No sabía si era por el vino que había tomado en la cena o porque siete años era demasiado tiempo sin tener relaciones sexuales, pero se sentía intensamente atraída por Edward. Y, lo que era peor, podía ver en su mirada que él era consciente de esa atracción.
—¿Ya te sientes mejor? —murmuró Edward.
—Un poco, gracias.
Edward se quedó muy quieto contemplando los carnosos labios de és de la incomodidad anterior, ¿saldría ella corriendo si intentaba besarla? Tenía que descubrir si esos labios perfectos sabían tan bien como parecía. Acortó la distancia que los separaba y la miró a la luz de la luna.
—¿Puedo…? —preguntó con voz ronca.
Mantuvo su mirada durante algunos segundos y después inclinó la cabeza para capturarle los labios con los suyos.
Bella tenía los labios cálidos y sedosos y sabía a miel. La chaqueta cayó al suelo y Edward profundizó el beso. ¡Sabía mucho mejor de lo que parecía!
Bella tomó aire cuando Edawrd finalmente se apartó ligeramente. Tembló como reacción a los labios de él, que ahora le recorrían la mejilla y la mandíbula, en dirección a la garganta. Edward le mordisqueó suavemente el lóbulo de la oreja, proporcionándole un placer tan exquisito que rayaba el dolor.
De repente Bella sintió los pezones tremendamente sensibles, y los muslos envueltos en un calor que la tomó por sorpresa. Tanto, que supo instintivamente que tenía que ponerle fin a esa situación. Pronto. Se retorció ligeramente para apartarse de él y le puso las manos en el pecho.
—Se suponía que esto no tenía que pasar —dijo con incomodidad.
Él la miró burlonamente.
—¿Sientes que haya ocurrido?
No, Bella no lo sentía. Eso no era suficiente para describir las sensaciones que Edward le provocaba. A decir verdad, nunca había sentido un deseo tan abrumador que le hiciera querer perderse en el momento y olvidar incluso quién era para sólo disfrutar de lo que se le ofrecía.
—Tal vez deberíamos volver dentro. Me terminaré el brandy y me iré—sugirió.
El corazón le latía tan fuerte que estaba segura de que Edward también lo oía. Él la miró inquisitivamente. El deseo que había sentido por ella antes había sido instantáneo, inmediato pero, ahora que la había besado, su cuerpo pedía mucho más. Y estaba convencido de que, por la respuesta que ella había tenido a su beso, Bella sentía la misma necesidad.
—¿Podemos volver a entrar? —insistió, al ver que Edward permanecía en silencio—. Aquí fuera hace un poco de frío, ¿no te parece?
Edward la estudió durante algunos segundos, consciente de que la sonrisa de ella era forzada y de que ya no lo miraba a los ojos. No era sorprendente, teniendo en cuenta que esa noche Bella ya había tenido que rechazar las atenciones de un hombre. Pero, por otra parte, Edward no veía ninguna razón por la que no debiera invitarla a cenar al día siguiente.
—¿Edward? —dijo ella.
—Claro que podemos entrar, si es lo que quieres.
—Lo es.
—¿Estás bien? —le preguntó, al ver que su sonrisa era, definitivamente, tensa.
—Sí —dijo ella.
Edward se agachó para recoger la chaqueta antes de seguirla al interior, sabiendo que, antes de que Bella se fuera, tendría que esforzarse al máximo para convencerla de que se vieran de nuevo.
Gracias por leerme, nos vemos en el siguiente!
