Los siete pecados
Prólogo
Yo era una chica común.
Bueno, en realidad no.
Yo era lo que se denomina la "santita" del curso, tal vez del colegio.
Nunca había mentido, ni me había escapado de mi casa, ni desobedecido a mis padres ni una sola vez en mi vida.
Nunca había hecho nada, nunca había tomado nada de alcohol, ni participado de los juegos populares a esa época de la adolescencia, en los plenos y grandiosos 16 años de edad.
No usaba ropa que fuera corta, ni shorts, y nunca había ido a ninguna fiesta a las que iban las chicas de mi edad. Para cerrar todo, y que comprendan la gravedad de mi "santidad", a esa edad no había dado mi primer beso.
Cualquiera podría decir: "¡No hacías nada!" y tendrían toda la razón.
Pero, todo cambió un día que desde el principio fue diferente a todos los demás.
Era un espectacular primer día de vacaciones. Desperté porque la luz del sol me estaba dando de lleno en la cara y me molestaba de sobremanera.
Quise maldecir…pero no me sabía ningún buen insulto ya que nunca los había dicho y no tenía planeado hacerlo, o eso había pensado.
Ya totalmente despierta me reté a mi misma por haber pensado en decir algún insulto, pero una vocecita me contestó desde mi cabeza: "¿Por decir una maldita mala palabra? ¡Hay por favor, si que eres ñoña amiga!" Pensé que era mi conciencia y se lo pregunté: "¿Eres mi conciencia?" Ella me respondió, con voz furiosa: "¿Esa zorra? No, gracias a Dios…o a quien sea, soy tu hermosa y carismática Inner, un alter ego." Quedé con cara rara y pensé que me había vuelto loca por escuchar esa vocecita en mi cabeza. La oí reír y decirme: "Tranquila, no te molestaré casi nada. Solamente te comentaré cuando estés medio indecisa y te mostraré el punto de vista de tu verdadera yo." Asentí una vez y ya no la escuché más.
Bajé a desayunar y me encontré una nota de mis padres: "Cariño, lamentamos no poder salir contigo hoy. Ya sé que lo prometimos esta vez pero no tuvimos tiempo cielo. No nos esperes para cenar, hay comida en el refrigerador y si quieres puedes salir a comer con tus amigas o salir a dormir a la casa de alguna de ellas. Te amamos mucho. Mamá y Papá."
De nuevo, me habían dejado. La esperanza de que alguna vez cumplieran sus promesas cada vez se hacían más pequeñas e inciertas.
Me prometían cielo y tierra y me pedían esfuerzo y estudio para poder pasar tiempo conmigo y, aunque yo hacía todo lo que estaba en mis manos por poder cumplir sus condiciones, ellos nunca cumplían lo que me prometían y para lo que yo me quemaba las pestañas estudiando y siendo la mejor de todo el curso solamente para que me dejaran abandonada en las ocasiones en las cuales sus promesas se iban por la cañería.
Uff...Si, mi vida es una mierda.
Me senté en la mesa y apoyé mi cabeza sobre mis brazos. Lloré un poquito, pero sabía que cualquier lágrima que dejara escapar por ellos sería en vano. Me quedé profundamente dormida.
Me desperté con un fuerte dolor de estómago por el hambre. Aún con la cabeza entre los brazos, escuché el sonido de mi panza…y una risa de hombre.
Elevé mi cabeza rápidamente y me encontré con un hermoso espécimen del sexo masculino frente a mí. Cabello un tanto desordenado, color plateado y ojos de un color indescifrable, aunque solo uno de ellos de veía, mientras que el otro estaba tapado por una especie de máscara, que también cubría su boca. Aún así pude vislumbrar la forma de una sonrisa socarrona.
-Hola Sakura.-saludó de forma muy paciente, como quien está hablando con un niño pequeño. Lo lamento. Olvidé presentarme. Soy Sakura Haruno, la hija del importante empresario discográfico Tenma Haruno y la diseñadora Aya Okami. Cabello exótico color rosa palo y ojos verde jade. Volvamos a la historia.
-Etto… ¿Usted quién es?-pregunté nerviosa. A pesar de la alarma de tener a esa persona en mi casa, también sentía como que no me iba a hacer daño, como que venía en una especie de son de paz.
-Bueno Saku, tengo muchísimos nombres. El de este cuerpo es Kakashi, pero mi nombre mas conocido es…Lucifer.-me quedé como en shock un momento, pero mi parte racional pensó que eso no podría ser. Pero sentía que me estaba diciendo la pura verdad.
-¿C-cómo es q-que usted est-está aquí?-pregunté tímidamente. Bueno, comprendan, no todos los días te encuentras con el mismísimo Rey del Averno.
-Bueno, es que quiero ofrecerte un trato, niña.-el atractivo "hombre" se acercó a ella.-Tú, querida muchacha…estás yendo por el camino de la santidad y eso es algo que no me puedo dar el lujo de permitir. Por lo cual te ofrezco mostrarte los siete pecados capitales, personificados por siete personas diferentes. Tú te puedes quedar con uno de ellos, para siempre, y será tuyo a cambio de que cambies de actitud y seas la adolescente normal que todos son a tu edad. Si no te gusta ninguno de esos pecados, te tendré que disuadir de la manera difícil. Así que… ¿Qué dices?
Lo pensé seriamente. Ser buena no me convenía de nada y realmente ya me estaba aburriendo. Y bueno, no me hacía mal probar y bueno…
-Pero tú me garantizas que ninguno de esos pecados podrá hacerme daño y que si yo elijo uno tengo derecho a mandarlo. Cuando necesite algo de ti te llamo y tú tienes el deber de venir. Si quieres una santa menos, luego seguiremos hablando, porque no te será muy fácil sacarme de la vía en la que llevo casi 17 años encausada.-le reté. Sabía que él era muy poderoso, pero no me iba a tener tan fácilmente. El supuesto Kakashi sonrió socarronamente y por un momento me pareció como que tenía un as bajo la manga para hacerme caer redondita, pero lo descarté automáticamente.
-Está bien. Lo haré Saku-chan. Ahorita te daré un pequeño colgante que de dirá quien será tu visitante de ese día. Pararé el tiempo por ocho días para que puedas ver a todos los pecados capitales y el último para que decidas con cual te quedas.-me abrochó alrededor de mi cuello un hermoso colgante con una piedra negra.-Bueno. Te dejaré el resto del día para que lo pases como gustes. El primero que te visitará lo verás a las diez de la mañana…Aunque, si quieres un concejo…Mejor almuerza tranquila sin esperar visitas.
Y así, sin más, desapareció. Y así comenzó mi recorrido por los siete pecados capitales.
